domingo, 24 de abril de 2011

UN COMENTARIO A FALTA DE CONTRALUZ

Queridos amigos: Hoy es Domingo de Pascua y no hay Contraluz.  En días pasados, como decimos en México, "me llovió sobre mojado", y a mi convalecencia quirúrgica se agregó un cuadro de intoxicación alimentaria del cual estoy apenas recuperándome, pero que en definitiva alteró mis planes editoriales para hoy.  No hubo Contraluz en los periódicos en los cuales suele publicarse, ni lo hubo para el blog.   Pero para no dejar un feo hueco en mi conciencia, comparto una pequeña reflexión:
   Este último año ha sido para nuestro país en general, un tiempo de tragedia: Tragedia en las calles; luto en muchos hogares; fallas e indolencia por parte de la autoridad, y crecimiento de las fuerzas del mal.   Ya nos cansamos de tanta nota periodística, de tantas imágenes, de tantos correos electrónicos que hablan de estos hechos de manera que llegamos a suponer que estamos en pleno Apocalipsis.
   Precisamente hoy, cuando la Resurrección del Señor llena de gozo nuestros corazones, es el momento de asumir la existencia de otra manera, como un milagro que se renueva felizmente con cada amanecer.   Estamos con vida; tenemos una salud que nos permite hacer lo que nos propongamos.  Contamos con una familia que nos ama, y que está con nosotros en las buenas y en las malas; tenemos amigos, quizás unos cuantos, quizás más,  cuya lealtad es a prueba de cualquier contingencia.
   Cambiemos la óptica de nuestros sentidos, de nuestro entendimiento, pero sobre todo, de nuestro corazón: Dejemos atrás las sombras de la noche y demos frente al sol que significa vida y esperanza; colmemos nuestros sentidos de colores y formas bellas, y sincronicemos nuestro ritmo vital con el propio del planeta.  Tenemos ríos y  llanuras; tenemos mares y playas; tenemos bosques y tundras; tenemos mágicos desiertos y misteriosas selvas tropicales.   Somos ricos en recursos naturales, pero sobre todo somos privilegiados como pueblo porque sabemos sonreír y cantar; convivir y compartir; creer y crear; levantarnos y  recomenzar.
   No permitamos que las sombras del mal se ciernan sobre todo lo que es hermoso y es nuestro.  Hoy Jesús resucitado nos invita a un nuevo comienzo por la fe.
   Feliz Domingo de Pascua para todos: Pido al Señor que la alegría de los cielos inunde  cada uno de nuestros  hogares y permanezca entre nosotros para siempre.
   Mientras pongamos nuestras tribulaciones en manos del Señor, nada podrá el enemigo.   Un abrazo:
María del Carmen.

COSAS NUESTRAS de Jorge Villegas

Fechas
La Navidad es igual a regalos; la Semana Santa lo mismo que vacaciones.
No son malos los regalos ni mucho menos las vacaciones merecidas.
Pero en la reducción se pierde el sentido de las conmemoraciones cristianas.
Son precisamente las dos fechas claves en la historia de la redención.
La natividad prodigiosa de quien vino a fundasr el credo del amor y la salvación.
Y la evocación del sacrificio en la cruz y la resurrección del Señor.
Nadie le quita que viva y goce las costumbres del mundo y sus placeres.
Pero reflexione al menos por unos minutos sobre el legado de la Navidad y la Semana Santa.
jvillega@rocketmail.com

TRADICIONES PURÉPECHAS DE MICHOACÁN

DR. MARIO ROSEN: Latinoamérica Insolente

El Dr. Mario A. Rosen es médico, educador, escritor. . Desde hace 15 años coordina grupos de entrenamiento en Educación Responsable para el Adulto. Ha coordinado cursos de superación en diversas provincias de Argentina.  Premio Mezzadra de la Facultad de Ciencias Médicas al mejor trabajo de investigación (UBA).
En mi casa me enseñaron bien.
Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.
Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.

Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: “Ya van a ver cuando llegue papá”. Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.
No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.
Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas... Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.
Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa” o “escuchar cuando los mayores hablan”.
Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.
Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente.
La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible.
El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo.
Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.

Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había “travesuras” sin “castigo”, y una enorme cantidad de “reglas” que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite decir).
El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba.
Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad.

En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad.
 
Le explicaré: Justicia, porque “el que las hace las paga”. Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.
Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa.
Y así creí que sería en la vida.. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una “Tercera Regla” no escrita y, como
todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. 

Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:
Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.
Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo.
Eso es lo que nos arruinó. LA INSOLENCIA.
Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes.
La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.
El mal de los Latinos es la insolencia. 
 
La insolencia está compuesta de petulanciadescaro y desvergüenza.
La insolencia hace un culto de cuatro principios:
 
- Pretender saberlo todo
- Tener razón hasta morir
- No escuchar
- Tú me importas, sólo si me sirves.

 
La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación.
La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que
sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece mentira.


Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.
Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.


 
Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?
Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes?

Yo se lo voy a contestar.
 
PORQUE ES MÁS CÓMODO y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.
 
Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros.
No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.
Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.
Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.
Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA.
Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada.
Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa.

Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío.

Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestros países están condenados: O aprenden a cargar con la disciplina o cargarán siempre con el arrepentimiento.

 
¿A USTED QUÉ LE PARECE?
 
¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE ?
Espero no haber sido insolente.
 
En ese caso, disculpe.
 
Dr. Mario Rosen

SEMANA MAYOR en Antigua, Guatemala.

Antigua, en Guatemala tiene la hermosa tradición de la elaboración de tapetes a base de aserrín, pétalos y granos, para las procesiones de Semana Santa. ¡Majestuosa artesanía efímera!

Añoranza, Icono de marzo 2011 por Gabriel Rubio Badillo b


Añoranza. Icono de marzo 2011.
Añoranza es la arena en tus pies de niño, las olas que los mojaban, el mar que celebraba contigo que seguía en la tierra y también se movía. Eran los tiempos en que no te quejabas de que la playa era un lugar de donde salías “todo pegajoso”.
¿Cuándo cambiaste el saltar en las olas por la aburrida sombra de la palapa con una caja de “Church´s y tu coca de dos litros?
Añoranza es el manto de estrellas que te recuerda tu enorme grandeza, cuando te tirabas boca arriba y eras parte de la sinfonía nocturna… en ese manto negro y canicas brillosas que te dejaba boquiabierto y te hacía grandes los ojos… ¿cuándo dejaste de mirar para arriba?
Alguna vez la lluvia no fue un impedimento para salir a la calle; alguna vez fuimos capaces de correr a su encuentro. Hoy corremos para evitarla. ¿madurez o jodidez?
¿Te recuerdas persiguiendo a las pompas de jabón y pegando de gritos? De pronto el aburrimiento interior te quitó esa alegría. Algunos le llaman madurez, tal vez porque suena más bonito.
¿Cuánto hace que el viento no te pega en la cara? ¿Qué le hicieron a tu tabla de “avalancha”? Cuando el zoom zoom era más que un anuncio de coches; cuando el vértigo de los “caballitos” podía alegrarte toda una noche.
La añoranza está en esa risa suelta y desgarbada, que te salía del alma y te pasaba por el corazón, y que no tenías que andar con esa maldita mueca de seriedad sintiéndote muy adulto. ¿Desde cuándo empezaste a contar los motivos para quejarte? Jorge Falcon puede ser más edificante que Deepak Chopra… se trata sólo de aprender a reír otra vez. Relájate.
¿A donde se fue esa alegría salvaje de mojarte con la manguera? ¿Cuándo dejaste de acariciar a los gatos y decidiste patearlos? ¿En qué momento el piso dejó de ser uno con tu panza y tus carritos o muñecas, y se convirtió en un lugar con “gérmenes”?
Era lindo cuando nada te daba alergia, cuando los tamarindos con chile no eran un atentado para la gastritis, cuando no existía el diazepam, o por lo menos no sabías que así se llamaba la porquería que tomaba tu madre para inventarse el sueño.
¿Colitis…? Es el nombre que le pusieron al resentimiento. Hay otros verdaderamente enojados con la vida… a esos les dan “divertículos”, y no es albur. Son las tripas hechas resorte. “De etiología multifactorial” dicen los médicos para evitar reconocer su ignorancia. Eso pasa cuando el odio se te va a la panza.
“Predisposición genética…” otra jalada para describir que repetimos patrones absurdos para machacarnos la vida y el cuerpo. A veces, envejece primero el alma. ¿Qué rayos les pasa a estos adolescentes modernos con sueño y hueva todo el tiempo? Imagínatelos a los 40… si es que esa flojera existencial les deja cumplirlos. Es lo malo de tener todo resuelto.
Añoranza es irte a la cama y no tener que estar inventándote problemas y ojeras intentando cambiar a la gente para que piensen como piensas tú. Añoranza es cuando te importaba un comino tener la razón, cuando no rescatabas a nadie, cuando sabías que la Mujer Maravilla y Superman eran sólo una caricatura. Bonita fregadera cuando te sientes la versión moderna de estos superhéroes; sin capa roja, ni calzón con estrellas. Sin ningún poder mágico y con mucha más panza. Pero con las mismas intenciones de rescatar gente.
La Dama de Hierro era un eufemismo para referirse a Margaret Tatcher… y tú, mujercita, no estás obligada a tomártelo literalmente. ¡Relájate! Nadie pidió una versión latina de ella… Así que date el permiso de ser frágil, de hacer el amor, de enamorarte de nuevo, de volver a creer, de dejar de sentirte una especie rara de madre asexuada. Tener hijos o tener 40 años NO es una maldición. Bájale tres rayitas a tus intentos de ser canonizada ; si te liberas de esas cosas idiotas, la menopausia no será un tormento.
Tampoco es cierto que los hombres no lloran. ¿Desde cuándo se te descompuso el corazón y los ojos, que ya no te salen lágrimas aunque tengas ganas? Si necesitas picar una cebolla, o volver a ver la película de Toritoooo, hazlo. Otra opción es oír el Informe.
 El llanto a tiempo, es menos incapacitante y más liberador que un infarto, mi estimado Iron Man Región 4.
El punto es que no necesitas dejar de trabajar ni hacerte irresponsable para volver a ser niño. Sólo date el permiso de vivir esa añoranza; la playa, las estrellas, la arena, las burbujas, las olas, la lluvia, la avalancha, la risa, el piso cochino, los caballitos, la manguera, los tamarindos, y tantas maravillas que la vida te regala. Como esos ojos hermosos de la persona con quien tu corazón se vuelve un caballo loco.
Nos sobran los motivos, dice Serrat… Hay mil razones para ser feliz con lo que sí está.
O sea, no te fabriques problemas. Suficiente tiene el mundo de qué dolerse con un tsunami encima de Japón y un idiota al frente de Libia. Esas sí son tragedias reales.
Con menos solemnidad y más humor, se lo escuché decir al gran “Miguelón” Garcidueñas: “Dejémos de hacernos chaquetas mentales”.
Gracias por descargar el archivo adjunto, es un regalo visual y emocional, sencillo, pero preparado con mucho esmero para ti, que nos regalas tu tiempo y atenciones. Y gracias también por compartir este correo.
Añoranza, Icono de marzo 2011 es una publicación de Gabriel Rubio Badillo.
Asociación de Psicología Humanista. Freedom.
México-Costa Rica-USA. Tel. 364 15 93. Cel. 127 81 69.

ENYA: Mar Caribe

Para quienes no estamos cerca del mar en estas vacaciones, ¡vayamos con los sentidos y la imaginación!