domingo, 4 de diciembre de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LOS CACHORRITOS
El frío invernal ha llegado; la época decembrina me remite a mi propia infancia; nunca  dejaré de gozar los colores que  por uno y otro lado vienen anunciando la gran fiesta cristiana que  reúne a la familia en torno al calor del hogar.   Hoy he  empezado de manera anticipada, dispuesta a degustar momento a momento, a lo largo de todo diciembre,  el sabor de la Navidad.
   Los dos últimos días han sido fríos, de manera que corro a sacar las ropas gruesas cuyo uso es limitado en tiempo –unas cuantas semanas al año—pero definitivamente  indispensable para sortear el rigor de la temporada.   Me dirijo al supermercado  por lo necesario para un suculento caldo de res, platillo que se apetece y cae muy bien cuando el frío arrecia.   En el trayecto hacia la tienda algo atrapa mi atención al momento cuando la luz roja me obliga a hacer un alto bajo un paso a desnivel donde suelen colocarse diversos vendedores cada mañana. En esta ocasión quizás el frío los haya espantado, de manera que se encuentra solamente una mujer quien pronto se aproxima  a ofrecer su mercancía. A unos cuantos pasos de ella se halla un par de niños recargados  contra una de las columnas que sostienen la mole de concreto, tras la cual intentan en vano guarecerse de las heladas corrientes que se cuelan en uno y otro sentido.   Al permanecer uno junto al otro, el calor de sus cuerpos  seguramente ayudará a no sentir tanto frío, pero a la distancia ambos tiritan.   Ella tiene unos ocho años,  su figura menuda   está cubierta con un suéter cuyas mangas ha estirado para alcanzar a  protegerse ambas manos.  Él, no mayor de once,  porta una chamarra de plástico y un gorro de tipo pasamontañas el cual solamente  deja descubiertos los ojos.   Ambos platican animadamente,  da la impresión de que lo hacen más que nada para  espantar el frío que amenaza penetrar hasta los huesos.
   Los observo sin ser vista, por su expresión corporal parece que se relataran uno y otra  sus sueños mientras señalan a la distancia algo que mi posición no me permite alcanzar a visualizar, o probablemente   se trate de esos castillos que entre ambos van formando en el aire para  luego ir a habitar con la fantasía,  mientras la madre se desplaza de adelante atrás sobre la isleta de concreto ofreciendo su mercancía.
   Los pequeños me recuerdan a los oseznos que siguen a la madre a lo largo de la pradera aún en circunstancias de riesgo, pues despegarse de ella equivale a morir.  Tal vez  la mujer prefirió mantenerlos a su lado aún cuando pasaran frío, que dejarlos solos  en casa,   aunque una cosa es cierta, por su actitud los niños están acostumbrados a hacerlo, no reaccionan quejándose por el frío o la incomodidad como haría cualquier otro niño que pasa toda la mañana en   semejantes condiciones.
   Imágenes como ésta son las que nos dicen a todos los mexicanos que el modelo económico de nuestro país no está funcionando, y que el sistema actual viene haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.  Que es un asunto de elemental justicia social cuya falta de solución  es responsabilidad de todos nosotros, porque tenemos el México que hemos permitido a otros crear, o bien el México que nosotros no nos hemos animado a corregir.
   No es posible que nos digan que el poder económico crece, cuando hay familias que no alcanzan a surtir la canasta básica.  No es posible que tengamos funcionarios ganando estratosféricas cantidades en salarios y dietas, cuando hay niños que se mueren de hambre y de frío.  No es posible que permitamos nosotros, los votantes,  políticos de  lujo cuando hay personas en pobreza extrema que no hallan cómo  distraer el hambre y el castañeteo de dientes cualquier mañana como ésta.
   Me pregunto qué nos ha faltado a los ciudadanos, o por qué hemos permanecido en ese marasmo mental de no hacer olas, de no analizar antes de elegir candidatos; de no exigir resultados; de no tomar en nuestras manos los destinos del país.   Estamos en ratos como aquel hombre de la Biblia que enterró su talento en vez de ponerlo a trabajar  y así entregar mejores cuentas al patrón; nos hallamos cuidando nuestro trabajo, nuestros privilegios, los beneficios del sistema, sin arriesgar nada, cuando es obligación de todos  velar porque los menos favorecidos  cuenten con lo mínimo indispensable para una vida digna y satisfactoria.
   Emprendamos esta Navidad más cercanos al espíritu de un  salvador que elige nacer pobre, haciendo algo por los que menos tienen, por esa parte de México que nos corresponde amar en los hechos, con el corazón y el bolsillo, no nada más en el discurso.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Sirenas
Odiseo volvía a casa después de librar fieras batallas y combates cuerpo a cuerpo.
Pero supo que, ni con toda su fuerza, podría resistir la voz de las sirenas.
Que, al oírlas, sucumbiría a la tentación de conocerlas y deleitarse con ellas.
Procedió pues a atarse él y sus marinos al mástil de su barca.
Usted se aproxima en los días inmediatos a su propia isla de las sirenas.
Le tentarán a comer de más, beber en exceso, comprar más allá de toda cordura.
Como Odiseo, amárrese al mástil de su familia, resista lo peor de las tentaciones.
Para llegar a casa, en el fin de año, sano, sereno y sin tantas deudas.
jvillega@rocketmail.com

VIDEO: LEER SIN FRONTERAS EN COLOMBIA

Muy preocupante que Enrique Peña Nieto, virtual candidato único del PRI para contender por la Presidencia de la República en el 2012, en el marco de la prestigiosa FIL Guadalajara, cuando le preguntaron qué libros han marcado su vida, no haya acertado a enumerar tres libros que ha leído. Una noticia que ya ha alcanzado a llegar a la prensa mundial, según lo publica el periódico EL PAÍS de España en su edición de hoy domingo.
Buen momento para aprender de países como Colombia, que va en serio y con todo, de manera organizada y ejemplar, por el fomento del hábito de la lectura en sus niños:

DISERTACIONES SOBRE EL BIEN MORIR: Texto de mi autoría


La gente no debía de morirse tan de repente como muchos hacen, porque de ese modo resulta que un día estás bien, tienes buen color, haces tu vida normal (o al menos eso aparentas), y al siguiente luces inexpresivo con los párpados cerrados, y podemos observarte solamente a través del cristal del ataúd que contiene tus restos mortales, además de que para hacerlo hay que desafiar un montón de aromas florales provenientes de derecha, izquierda, arriba, abajo y encima del ataúd, y que mezclados provocan una sensación de mareo al más valiente, y además, si fuiste todo un hombre en vida, resulta paradójico que la última impresión que nos dejes de tu persona se asocie a tantas flores. Claro, a las mujeres no nos va  tan mal, particularmente a las que, como yo, nos inclinamos por las esencias florales cuando compramos un perfume.
Yo digo que todos deberíamos empezar a morir poco a poco; esto es, que el color vaya cambiando progresivamente, de manera que quienes conviven con nosotros día a día no alcancen a notarlo, y vengan a descubrirlo hasta el día cuando llega la prima Alejandra del otro extremo del país, después de muchos años, y nos espeta en la cara una frase como: ¡Y a ti qué te pasa que te ves tan falto de color, o verde o amarillo!
Y así con todas nuestras funciones, que se fueran apagando cada una como sucede con los aparatos activados por baterías, tal cual sucedió con mi reloj de cabecera durante estos últimos días: El jueves Ricardo Rocha decía 5.31 y mi reloj marcaba 5.26; para el viernes Rocha 5.30 y el mío 5.20, y hoy sábado, que no hay Rocha, me topé con que Mario Ávila dijo 7.00 y mi reloj dijo 6.40, lo que finalmente me dio la pauta para proceder a cambiar la pila.
Si nos fuéramos muriendo poco a poco daríamos oportunidad a nuestros deudos de irse despidiendo sin tanto aspaviento, y se evitarían en buena medida las grandes tragedias que suelen verse en los funerales. Aunque, pensándolo bien, muchas de ellas seguirían presentándose, pues son disparadas por una tremenda carga de culpa que genera asumir en un solo instante que ya no tiene remedio el querer hacer por el fallecido aquello que dejó de hacerse durante meses o años; se trata de una culpa acumulada que de súbito deflagra como volcán, yendo a salpicar por todas partes unas gruesas gotas de candente culpa a todos los asistentes a la capilla de oración. Que dicho sea de paso, es curioso que se nombre “capilla de oración” cuando habitualmente en los velorios lo que menos hacemos es orar; cierto, utilizamos el habla para referirnos los primeros tres minutos al difunto, y la siguiente media hora de mil asuntos que no tienen nada qué ver con él. Ahí he aprendido recetas de cocina, información sobre plusvalía de bienes raíces, modos para hacer flores de migajón, y alternativas modernas para cocer un pavo en Navidad.
Hablando de pavos y de difuntos, en estas fechas pre-navideñas invariablemente viene a mi mente lo que platicaba mi madre respecto a su infancia, y el modo como engordaban y luego daban “matarile” al guajolote que finalmente adornaba la mesa navideña, tan hermoso que bien podía competir con la fotografía del “pavo del año” de la revista navideña “Good Housekeeping” que año con año, hasta la fecha se compra en la familia. Bueno, aunque el pavo del año mejor reconocido en Norteamérica es al que le perdona la vida su primer mandatario en la víspera de Acción de Gracias. Para la edición de la revista de diciembre seguramente fotografían un pavo que bien pudo ser abuelo o tío del indultado por la Casa Blanca.
Platicaba mi mamá que muy temprano en la mañana hacían tragar al infeliz guajolote una onza de brandy, para que la carne se suavizara. Calculando la cantidad de alcohol que habrá recibido un ave de ocho a diez kilogramos, podemos estar ciertos de que ni siquiera habrá sentido el momento cuando la cocinera lo tomaba del cuello para darle “matarile”. Hablando de esta técnica para “ejecutar” al pavo, como ahora se dice, recuerdo cuando a mis ocho años vivía en Camargo Chihuahua, en una casa con insectos ponzoñosos, murciélagos noctámbulos, fantasmas que nunca alcancé a atrapar por más que me lo propuse, y un hermoso escritorio antiguo de aquéllos de cortina que albergaba un tesoro oculto…Mi asociación entre esta mansión porfiriana con fachada de cantera y amplios balcones a ambos lados de la entrada, y la palabra “matarile” va en un sentido que nada tiene qué ver con los queridos  recuerdos que he mencionado. Estaba invitado a cenar el párroco de la Iglesia de Santa Rosalía, padre Agustín Pelayo, y no habiendo conseguido pollo fresco en la carnicería, se decidió que mis dos mascotas pasaran a  convertirse en  viandas para aquella noche. Recuerdo a Pepe Briseño, el mozo de la casa paterna, dando “matarile” a mis amados pollos, a los que enseguida abrió el vientre,  evisceró, y  metió en una cazuela grande con agua hirviendo para proceder a desplumarlos. No sé si mi recuerdo más terrible está asociado con el olor a plumas quemadas que corresponde seguramente a algunas que se habrán desprendido en el proceso y entraron en contacto con el fuego, o si se asocia al sonido seco causado por la maniobra repetida de arrancar las plumas de los cuerpos de ambas aves que, una vez desprovistas de cubierta, lucían largas y flacas, por más que mi madre se esmeró en recomponerlas  antes de presentarlas a  la mesa. Por supuesto que no pude probar  bocado, pues el sólo participar con la vista en aquella cena, me hizo sentir de alguna forma caníbal.
Volvamos pues a los que se mueren así como mis pollos, de repente, sin ponernos sobre aviso. ¡No se vale hacer algo así, tan poco considerado para los deudos a los que nos pescan tan de sorpresa! Habrá entonces que establecer una suerte de “Etiqueta para el bien morir”, y luego ocuparnos los vivos de ir acatando los puntos que ésta marque, uno a uno, agonizando de manera graciosa y discreta, hasta llegar al momento preciso cuando la muerte constituye la única jugada posible sobre el tablero.
…Yo cuando menos, así  tengo dispuesto  hacerlo.

VIDEO: Hang con David Charrier

Nuevamente nos visita David Charrier acompañado de su primo con música de Hang. Son de esas manifestaciones artísticas misteriosas de gran belleza que en lo personal prefiero no desentrañar del todo. El misterio es parte de su esencia. ¡Disfrútenlo!

La historia de Lily, la gran danés ciega que vive con la ayuda de otro perrito

No me canso de asumir que la naturaleza nos da cada día grandes lecciones. Aquí una historia del reino animal que habla de ganas de vivir, generosidad, lealtad y altruísmo. Síganla en esta liga que Vanguardia nos regala:
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VIDEO: Alejandro Jodorowsky y la alegría

Anuncia Alejandro Jodorowsky en el marco de la FIL que hoy termina en la ciudad de Guadalajara, que está preparando un libro con sus pensamientos de 140 caracteres en los que se ha vuelto un experto en los últimos tiempos. Profundo y controversial, pero siempre auténtico, pueden seguirlo cada mañana en Twitter donde aparece como @alejodorowsky. Al momento cuando yo subo esta entrada él nos acaba de regalar el siguiente pensamiento: "Si subes a lo más alto de los sueños encuentras al que te está soñando."