domingo, 25 de marzo de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

AGUA Y FUEGO
Estoy de regreso en casa luego de una semana de intensa faena hospitalaria, esta vez como paciente, para someterme a un procedimiento quirúrgico que cierra un círculo de treinta y seis meses a lo largo de los cuales –puedo decir—de los momentos de mayor dificultad se han seguido epifanías plenas de luz.
   Retorno a lo mío con huellas de guerra en la piel, pero con el espíritu muy en alto después de jornadas en las cuales se aprende a  dar su justo valor a cada pequeño momento, para así entender de una vez por todas, al menos en mi caso,  que soy una privilegiada por tener vida en mi cuerpo y  claridad en los sentidos.
   Mucho se ha satanizado la Medicina institucional, algo que yo no  podría secundar en manera alguna.  Nuestras instituciones públicas de salud, por razón del volumen que manejan, no  están en capacidad de ofrecer la comodidad ni la privacidad de un hospital  particular.  Sin embargo el nivel profesional que posee cada uno de sus médicos especialistas, tanto titulares como en preparación, así  como la actuación  del personal de las diversas categorías que complementan  la labor médica, vienen a compensar las incomodidades que pudieran existir.  Tal es el caso del Hospital de Especialidades 25 del CMNN  del IMSS en Monterrey, cuya dirección recae  en un gran ser humano y excelente profesional, el Dr. Pablo Moreno Guevara, a quien desde esta pequeña tribuna  me permito felicitar por su vida y su actuación como directivo.
   En mi sala había cuatro camas de las cuales, venturosamente, yo ocupaba una de las dos centrales.   Dicha posición en el espacio me facilitó tomar el pulso hacia ambos lados, y aprender cosas muy valiosas con relación a la vida misma.  Mi vecina de la izquierda Carmen Julia y yo, hicimos clic de inmediato, creándose un ambiente agradable que aligeró  mis ratos de castigo físico cuando suspiraba tanto por un trago de agua, que comenzaban a incubarse dentro, por una parte planes maléficos para  asaltar a quien   pasara frente a  mí con una botella helada del vital líquido, y por la otra ilusiones de locura, como tomarme de  un solo trago toda el agua del Niágara.
   Hacia el otro extremo las cosas fueron cambiando en el curso de la semana, pacientes llegaban, pacientes salían… Algunas con un gran dolor en sus cuerpos, muchas con un gran dolor en el alma.   En especial había una mujer joven en la cual  fue siendo evidente una transformación;  a su ingreso se notaba de manera muy clara el nivel de enojo, primero con ella misma y, obvio, con el resto del mundo.  Un par de veces algún comentario de apoyo entre corredores de una misma carrera expresado por mí, fue correspondido con su antítesis entre dientes y de manera burlona,  en tanto sus familiares también muy enojados, podía percibirse, no estaban en condiciones de concebir que su derecho termina donde comienza el de otros, manejándose conforme a su propio momento, sin consideraciones por los enfermos vecinos, lo que me llevó a soportar un par de incómodas noches de hospital.
   Claro, cuando una enfermedad de súbito nos saca de balance, nuestra respuesta suele ser de inicio  una mezcla de sorpresa y miedo,  e irá  progresando hacia otras más, entre ellas el enojo –etapa en la cual los notaba  instalados— hasta asimilar que pelearnos con las circunstancias o con nosotros mismos no  producirá nada favorable, y que como  sobre arenas movedizas, solamente iremos hundiéndonos más.  De manera venturosa, justo antes de mi alta observé en la paciente  un cambio de actitud que  sugería que ahora estaba dispuesta a entrar en el juego que la enfermedad le proponía: Crecer a través de ella.
   En lo particular agradezco a Dios la oportunidad que me dio hace tres años de comenzar a vivir un proceso mediante el cual  aprendí a valorar de manera  profunda elementos que   antes  hubiera pasado por alto: Una brizna de aire fresco; un trago de agua que alivia;  una mano que sostiene; una titilante lágrima que desvela; un amigo que se hace presente a la distancia como si estuviera allí.   Si no hubiera sido a través de este “pasar por  la forja del herrero”, quizás nunca  habría alcanzado a aquilatar en su justo valor a la familia y  a los amigos, ni  estaría en condiciones de medir frente al desafiante enemigo mis propias capacidades. 
   A mis amados hijos les ha tocado acompañarme desde el primer momento;  sé que se han enriquecido  mediante la obligada tarea de  permanecer próximos a la forja del herrero, aunque quizás sea a la vuelta del tiempo cuando lo descubran.  Desde aquí los bendigo.
   Se cierra un ciclo, se abren muchas puertas, y la vida sigue: En su constante flujo y reflujo, inmanente, imparable, eterna.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Esperanza

Mónica dobla como madre y padre de tres hijos adolescentes.
Reparte hijos en las escuelas y luego cruza la ciudad rumbo al trabajo.
Ya le han tocado tiroteos, narcobloqueos y convoyes armados.
Cuando hablamos del miedo actual de los regiomontanos, reaccionó.
“Hallar el equilibrio entre vivir con prudencia y vivir con miedo es lo más difícil”.
“Encomiendo a Dios cada día mis hijos, mi casa, mi auto”.
“Aún así valoro llegar a casa, al trabajo, a la escuela sanos y salvos”.
“Sanos y salvos como regalo del cielo” afirma Mónica convencida.
Y concluye: “Espero que algún día me regresen mi Monterrey”.




jvillega@rocketmail.com

COLLAGE DE JACARANDAS con Alberto Ruy

Discurso de graduación de Anna Quindlen

 “Es un gran honor para mí ser el tercer  miembro de mi familia en recibir un doctorado honorario de esta gran Universidad. Es un honor seguir los pasos de mi tío abuelo Jim, un talentoso doctor, y de mi tío Jack, un extraordinario hombre de negocios. Ambos te podrían contar algo importante acerca de sus profesiones, acerca de la medicina o el comercio. Yo no tengo ningún campo específico de interés o práctica, lo cual me pone en desventaja al hablarles hoy a ustedes. Soy novelista. Mi trabajo comprende la naturaleza humana. Todo lo que sé es acerca de la vida real.

La vida y el trabajo jamás deben ser confundidos. El segundo es solamente una parte de la primera. Jamás olvides lo que le escribió un amigo al Senador Paul Tsongas cuando éste decidió no presentarse para la reelección debido a que le habían diagnosticado cáncer: “Ningún hombre jamás dijo en su lecho de muerte: ´Ojalá hubiera pasado más tiempo en la oficina´’’.

Jamás olvides las palabras que me envió mi padre en una tarjeta postal el año pasado:
 “Aunque ganes la carrera (la competencia) de las ratas, sigues siendo una rata”. O lo que escribió John Lennon antes de morir baleado en Dakota: “La vida es lo que sucede mientras uno está haciendo otros planes”.

Tú saldrás de aquí esta tarde con una sola cosa que nadie más tiene. Allí afuera habrá centenares de personas con el mismo título que tú; habrá miles haciendo lo que tú quisieras hacer para ganarte el sostén. Pero tú serás la única persona en la vida que tenga
  la custodia total de tu vida.
Tu vida en particular. Tu vida entera. No sólo tu vida en el escritorio, o tu vida en el omnibus, o en un auto, o en la computadora. No sólo la vida de tu mente, sino la vida de tu corazón. No sólo tu cuenta bancaria, sino tu alma.
La gente ya no habla mucho acerca del alma. Es tanto más fácil redactar un informe que dar vida a un espíritu. Pero un informe es un consuelo frío en una noche de invierno, o cuando estás triste, o quebrantado, o solo, o cuando recibes los resultados de un examen y no son gran cosa.

Este es mi informe. Soy la buena madre de tres hijos. Nunca he querido que mi profesión me impida ser una buena madre. Ya no me considero el centro del universo. Participo. Escucho. Trato de sonreír.
Soy buena amiga de mi marido. He intentado que mi matrimonio tenga sentido. Participo. Escucho. Trato de sonreír. Soy buena amiga de mis amigos, y ellos lo son conmigo. Sin ellos, no habría nada que yo pudiera decirles hoy, porque yo sería una figura de cartón. Pero yo los llamo por  teléfono, y me reúno con ellos para almorzar. Participo. Escucho. Trato de sonreír. Sería pésima, o al menos mediocre, en mi trabajo, si aquellas cosas no fueran ciertas. Es imposible ser excelente en tu trabajo si tu trabajo es todo lo que eres.

De modo que esto es lo que quiero decirte: construye una vida. Una vida real, no una búsqueda maníaca de la próxima promoción, de un mejor salario, una casa más grande. ¿Crees que estas cosas te significarían tanto si un día tuvieras un aneurisma, o te detectaran un nódulo en el seno?
Construye una vida en la que observes el olor del agua salada tras una brisa sobre las colinas de la costa, una vida en la que puedas detenerte y observar el vuelo de un halcón de plumaje rojizo sobre el agua o la manera en que un bebé frunce el entrecejo al concentrarse para levantar una argolla con su pulgar y su dedo índice.

Construye una vida en la que no estés solo. Encuentra a las personas a quienes amas y que te aman a ti. Y recuerda que el amor no es ocio, es trabajo. Cada vez que mires tu diploma, recuerda que aún eres estudiante, aún estás aprendiendo a atesorar de la mejor manera posible tu relación con los demás. Toma el teléfono. Envía un e-mail. Escribe una carta. Dale un beso a tu madre. Abraza a tu padre.
Construye una vida generosa. Mira a tu alrededor las azaleas del vecindario donde te criaste; observa una luna llena suspendida como plata en un cielo oscuro en una noche fría. Y comprende que la vida es lo mejor que se puede tener y no debes restarle importancia.

Ama tan profundamente sus bondades que quieras difundirla por todas partes. Toma el dinero que gastarías en beber cerveza y dónalo a obras de caridad. Trabaja en un comedor comunitario. Sé hermano mayor para una persona necesitada. Todos ustedes quieren tener éxito. Pero si además de eso no hacen el bien, entonces lograr el éxito no será suficiente. Es tan fácil malgastar nuestras vidas: los días, las horas, los minutos.

Es tan fácil dar por hecho el color de las azaleas, el lustre de la piedra caliza en la Quinta Avenida, el color de los ojos de nuestros hijos, la manera en que la melodía de una sinfonía asciende, desciende y desaparece y asciende nuevamente. Es tan fácil existir en lugar de vivir.
Yo aprendí a vivir hace muchos años. Algo realmente malo me sucedió, algo que cambió mi vida de una manera que, si hubiera podido elegir, jamás hubiera cambiado en lo más mínimo. Y lo que aprendí de ello fue algo que parece ser la lección más difícil de todas:
 aprendí a amar el viaje, no el destino. Aprendí a observar  todo lo bueno en el mundo y a intentar devolverle algo, porque creo en él total y absolutamente. Y en parte traté de hacer eso, contándoles lo que yo aprendí. Contándoles esto:

Mira los lirios del campo. Observa la pelusa en la oreja de un bebé. Lee en el jardín de tu casa con el sol en tu rostro. Aprende a ser feliz. Y piensa en la vida como una enfermedad terminal porque si lo haces, la vivirás con gozo y pasión, como debe ser vivida. Tú puedes aprender todas estas cosas allí afuera si logras una vida real, una vida plena; una vida profesional, sí, pero además otra vida, una vida de amor y de sonrisas y un vínculo con otros seres humanos. Sólo mantén abiertos tus ojos y tus oídos. Aquí pudieron aprender en el aula. Allí el aula está en todas partes. El examen llega al final. Ningún hombre jamás ha dicho en su lecho de muerte: “Ojalá
 hubiera pasado más tiempo en la oficina”. Conocí a uno de mis mejores maestros en la playa de Coney Island hace unos 15 años. Era diciembre y yo estaba escribiendo un cuento sobre cómo sobreviven los desamparados durante los meses de invierno. Nos sentamos sobre los barandales de madera, balanceando las piernas a un costado, y él me habló de su rutina, mendigando a lo largo de la playa cuando ya se retiraron los turistas, durmiendo en alguna iglesia cuando la temperatura bajaba a cero grados, ocultándose de la policía. Pero me dijo que la mayor parte del tiempo se quedaba en la playa, mirando en dirección al agua, tal como lo estábamos haciendo en aquel momento, aun cuando hacía frío y tenía que usar como prendas de vestir los diarios después de haberlos leído.
Y le pregunté por qué. ¿Por qué no se iba a alguno de los albergues? ¿Por qué no se internaba en el hospital para intoxicados? Él sólo miró hacia el océano y dijo, “Mira el paisaje, jovencita. Mira el paisaje”. Y cada día, en alguna forma, trato de hacer lo que este hombre me dijo. Trato de mirar el paisaje.

Y esta es la última cosa que tengo para decirles hoy, palabras de sabiduría de un hombre que no tiene siquiera un peso en el bolsillo, ningún lado adonde ir, ningún lugar donde estar.
Mira el paisaje. Nunca te sentirás defraudado”.

IMAGINANTES con José Gordon: "Viendo visiones":Carlos Fuentes y Luis Buñuel

Lanzan jesuitas 'Proclama por la Nación'

Zacatecas,  México (22 marzo 2012).-   La Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús se manifestó en contra de la guerra del narco promovida por el Presidente Felipe Calderón, al hacer pública lo que llaman su "Proclama por la Nación" en la que reprochan la violencia, la injusticia y la corrupción en el país al tiempo que llaman a la sociedad para que trabaje por la paz.

"El Gobierno declaró esta guerra, pregonando la paz, y ahora en campos y ciudades se sufre la violencia en sus formas más irracionales e inhumanas, gran parte de la población se encuentra hundida en la zozobra y viviendo con temor a causa de una guerra cruenta y cruel.

Miles de muertos y desaparecidos conforman un panorama de dolor, sufrimiento y angustia que enluta a los hogares, México se encuentra ante el grave riesgo de dejar de ser una nación libre y soberana", señalan los jesuitas en un comunicado en el que agregan a la Universidad Iberoamericana, la UNAM, organizaciones sociales, artistas, intelectuales y académicos del país.

Ninguna generación presente, se asegura en la proclama, había padecido tanta muerte y desolación.

"El tejido social se fractura, la convivencia social se anula; se amedrenta e inhibe la participación ciudadana y los medios de comunicación alimentan el miedo".

También se reprocha sobre el estado de descomposición de las instituciones a causa de la corrupción.

"Las instituciones del Estado están inmersas en procesos de profunda descomposición y deterioro a causa de la corrupción y debido a la penetración del crimen organizado en todos los niveles y ámbitos de gobierno. La pérdida soberana de los territorios y sus recursos avanza con la complicidad abierta de las autoridades", se explica.

Además señalan las fuerzas armadas son expuestas de manera irresponsable al atribuirles misiones distintas a sus funciones constitucionales que dan cause a graves violaciones a los derechos humanos.

"El Estado abdica de su responsabilidad constitucional al no otorgar seguridad", se reclama.

Y también lanzan una crítica generalizada a los distintos gobernantes del País.

"Los gobernantes no respetan los derechos laborales; no protegen a los migrantes, permiten y colaboran con el maltrato y las graves violaciones a sus derechos humanos, incluyendo el asesinato. Las redes de tráfico de personas permanecen casi intactas, los feminicidios continúan, la impunidad se man iene".

E insisten que en la realidad del País, para la mayoría de los mexicanos, la vida se torna lúgubre y sin esperanzas.

"Incluso las clases acomodadas han sufrido en carne propia la violencia y muchos han optado por el éxodo. El futuro es incierto; las expectativas de mejoramiento individual y colectivo se desvanecen, los anhelos y las aspiraciones se truncan", lamentan los jesuitas.

También la Compañía de Jesús fijó su postura ante el proceso electoral argumentando que lo que está en juego es el rescate de la patria.

"Queremos alzar la voz y denunciar, en medio del proceso electoral, lo que aflige a la Patria. Ser voz de los que no son escuchados, o son silenciados por demandar justicia.

Darle a la palabra su verdadero valor y significado frente a los discursos de políticos que sin escrúpulo alguno, mienten y ocultan sus verdaderas intenciones y los compromisos que han adquirido en su lucha por el poder", explican.

Y refrendan su deseo, dicen de acompañar en tiempos electorales y después, a las víctimas de la guerra y exigir la presentación de los desaparecidos, "Porque vivos se los llevaron y vivos los queremos".

"Deseamos apoyar las demandas y brindar la solidaridad a los pueblos y las comunidades que luchan por su territorio, cultura, dignidad y autonomía, exigimos justicia para la clase trabajadora ante la violación de sus derechos y ante los intentos de abolir en mayor medida sus conquistas, deseamos se voz y dar solidaridad a nuestros paisanos, recuperar la soberanía, salvar al campo, generar empleos y bienestar para todos", concluyen.
Tomado de http://www.elnorte.com/ el 23/3/12 

JORGE FONT: La vida vista por un triunfador

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LA MIRADA LATERAL
El estado actual de cosas nos deja sólo dos opciones: Dejarnos morir o reinventarnos.
   A una semana de terminado el II Congreso de Mujeres, sigo meditando lo aprendido, esta vez en la Mesa de Cronistas en la cual participaron Gabriela Wiener, Farid Zerán y Cecilia García Huidobro, bajo la coordinación de Laura Emilia Pacheco.   Al hablar sobre el ejercicio periodístico-literario que la crónica representa, lanzaron un concepto que me atrapó: La crónica es el relato de la mirada lateral, de todo aquello que está ocurriendo alrededor del hecho central sobre el cual tratarán los grandes titulares; es  una suerte de  voyeurismo, una   afortunada intromisión en asuntos ajenos,  que en lo personal  me produjo una imagen fortísima, escribir crónica es ir asomándose  a través de todas las ventanas que vamos encontrando en el camino.  Es una tarea que demanda ahijar identidades ajenas por un rato y  meterse muy dentro de sus circunstancias, para darles voz.
   Las ciencias enseñan el manejo con base en resultados. El periodista  se lanza por la nota mayor, en tanto que  desde su vena artística el cronista enriquece los acontecimientos, al colocarlos dentro de una dimensión humana y única.   Ortega y Gasset escribió: “Para quien lo pequeño no es nada, lo grande tampoco es grande.”, esto es, la vida finalmente  está dada por el conjunto de pequeños momentos.  Así entonces el dolor es un rosario de  minúsculos dolores como abalorios, y el placer un ramillete de instantes que  vuelven la vida una experiencia grandiosa.
   Los momentos  que pasamos por nuestra cuenta, sin compañía, solemos asumirlos como el tramo entre dos estaciones de tren subterráneo, con la mente puesta en la siguiente parada.    No hallamos mucho sentido a esos fragmentos de tiempo, cuando en realidad   es a través de ellos que  la vida nos   ofrece un  palco de primera para conocerla y disfrutarla.
   Los fenómenos sociales   de  la actualidad son únicos; en los más extremos  prevalece la palabra “insatisfacción”,  y la búsqueda incesante de   alguna emoción estimulante.  Sucede para el placer, que pronto pierde su efecto,   y lleva a procurar variantes  distintas que despierten una emoción mayor; lo hacemos una y otra vez,  con intensidad creciente, para llegar a la orilla de nuestras vidas y descubrir que nos sentimos igual o peor, que  una sensación de hastío se nos ha  incrustado  en la piel, y que no  podemos arrancarla sin traernos un pedazo de carne propia al hacerlo.
   Lo mismo aplica para la violencia asociada a la delincuencia,  la cual adopta un cariz progresivamente más infrahumano; los actos violentos vienen cargados de una furia  cada vez más honda, cuyo origen es difícil de entender, aunque desde esta misma óptica  el avance hacia formas de violencia más y más terribles, obedece también a  esa necesidad adictiva  de adrenalina pura.   Los resultados están allí,   una estela desgarradora  de dolor y muerte, que nos coloca como sociedad en un estado de permanente zozobra al que no  estamos dispuestos a acostumbrarnos.   Frente a esos grandes males demandamos grandes remedios, y mientras las cosas cambian, o el tiempo pasa, o ambas cosas suceden,  nos hallamos paralizados,  encapsulados  dentro de una coraza de temor,   sin permitirnos salir a dar un vistazo en derredor, para entender que la vida sigue.
   Finalmente a lo que quería llegar, esta misma regla aplica para  la sensación de felicidad.  En la medida en que  abramos los ojos al  mundo que nos rodea y comencemos a contagiarnos del disfrute de los pequeños placeres, nuestra existencia tendrá opción de salir adelante.  No pongamos el corazón más allá de lo que nuestros sentidos alcanzan en este justo momento, y  concedamos a la vida  la oportunidad de enseñarnos a  gozar al máximo con lo pequeño: El olor al cilantro recién cortado en la cocina de casa; el brillo en los ojos de un  hombre mayor que va a la tienda  dispuesto a regalarse una camisa nueva; la ilusión de aquella jovencita  decidida a convencer a la abuela   de que  la deje salir con sus amigas… Son pequeños placeres que pasan zumbando frente a nuestras  sombras largas,  en un afán de acallar el murmullo incesante de nuestros  pequeños lamentos.  ¿Por qué no dejarnos contagiar?
   Me atrevo a suponer  que hay más goce en el primer bocado que da el  peón a sus tacos de papa de las doce, que  el que siente frente a una cena gourmet de cuatro tiempos aquel elegante comensal, al que poco o nada le sorprende. 
   Aprendamos el arte de la mirada lateral, comencemos a gozar los granos de arena antes que las estrellas de mar: Los grandes placeres --más quiméricos que otra cosa—se redimensionan frente a los pequeños disfrutes de cada día, de los que dan cuenta las crónicas de santos y de  locos. 

GATO PARAMÉDICO