domingo, 6 de enero de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

POR UNA MEJOR COMUNICACIÓN
Una característica muy propia de quienes conformamos la sociedad actual es la prisa; resulta divertido utilizar la imaginación para seguir solamente con la vista (excluyendo al oído de nuestra percepción), cualquier escena urbana.  De este modo podremos darnos cuenta de qué tan precipitados actuamos en nuestra vida diaria, tanto que hasta parecemos personajes de caricatura.
   Con mucha probabilidad esta aceleración en nuestro actuar nos lleve a una serie de problemas en la comunicación que a la larga vuelven más difícil la existencia.  Partiendo de  nuestra personal tendencia a la precipitación solemos esperar que los demás nos interpreten a la primera de cambios, y obren conforme a nuestro pensamiento,  algo menos que imposible,  que habrá de generar roces y hasta enojos.
   La comunicación en su esquema clásico implica cuatro elementos: El emisor, el receptor, el canal  y el mensaje.  Así pues, hay factores en cualquiera de los  cuatro que terminan por limitar, distorsionar, o bloquear la comunicación.
   El mensaje puede ser inadecuado, sesgado o confuso, lo que derivará en  fallas de comunicación. Puede enviarse por un canal que no es el óptimo, de manera que en el curso de su transmisión se desvirtúe, pierda fuerza o se extinga.
  Por su parte emisor y receptor presentan características que vienen a complicar más las cosas, tal es el caso de las expectativas: El emisor envía el mensaje esperando que el receptor lo capte tal y como lo manda.  A su vez el receptor puede estar interpretando el mensaje a partir de sus propias expectativas, lo que llega a condicionar más confusiones todavía.
   La tendencia actual a abreviar los mensajes que enviamos por escrito y a eliminar toda regla ortográfica es la cereza del pastel.  Los mensajes terminan por ser ambiguos, confusos, y candidatos a la malinterpretación.
   Volviendo a lo que tiene qué ver con problemas de comunicación: Todos conocemos ejemplos de familias tipo patriarcado dentro de las cuales la palabra del papá es absoluta.  Vaya, es tal su dominio que en ocasiones no son palabras sino simples gestos, inflexiones de la voz o sonidos guturales que mandan el mensaje al resto de la familia para que las cosas se cumplan exactamente del modo como el jefe de familia espera que se haga.
   Algo similar sucede con algunas parejas dentro de las cuales se maneja un código muy singular, sobre todo por parte de ella: Cuando ella dice “no importa si no lo haces, cariño” en realidad está insinuando que más le vale que lo haga, o se atiene a las consecuencias.  El hombre, quien suele ser más llano y directo tendrá que aprender el fino arte de la interpretación de los opuestos para que la relación crezca y florezca.
   En casos como el anterior he visto que a los cinco o diez años, si la relación de pareja sobrevivió, la comunicación habrá alcanzado  un nivel de excelencia. Por su parte los niños que nacen dentro de un hogar con este tipo de comunicación rápidamente aprenden la técnica, y de alguna manera se adaptan de  forma natural al código en cuestión.
   En incontables ocasiones es la simple expresión corporal la que está mandando un mensaje, situación que vivimos de manera habitual en sitios públicos.  Personas a las cuales no conocemos, mediante su lenguaje corporal nos envían señales, nos marcan límites, o expresan su aprobación o rechazo.
   Y con el ritmo acelerado que manejamos hoy en día, estas expresiones corporales en muchas ocasiones son malinterpretadas.  Nuestra prisa nos lleva con relativa frecuencia a emitir juicios precipitados a partir de unos cuantos elementos, lo que puede generar percepciones muy alejadas de la realidad.
   Ha sido muy cuestionada la propuesta de García Márquez para eliminar los acentos de nuestro lenguaje.   Muy en lo personal considero que el respeto a las reglas gramaticales y ortográficas allana el camino para una mejor comunicación, y si uno de nuestros problemas actuales es la falla en esta actividad humana, acatar las reglas nos ayudará a mejorarla. 
   Comencemos un nuevo año con el firme propósito de ser claros, directos y asertivos en nuestra comunicación, sobre todo aquélla que entablamos con nuestros seres queridos.  Que lo blanco sea blanco y  lo negro, negro.  Que como emisores analicemos en nuestra cabeza el mensaje que nos proponemos enviar, antes de lanzarlo nada más así.  Que lo descontaminemos de expectativas irreales, y que elijamos el canal adecuado para enviarlo.
   Como receptores revisemos nuestra manera de captar el mensaje tal y como nos lo envían, y no tal y como quisiéramos que nos llegara.   Y si hay dudas o confusión tengamos la capacidad emocional  de preguntar y aclarar.
   Con fines de claridad del texto,   apeguémonos a las reglas de sintaxis y Ortografía, y utilicemos canales adecuados.
   ¡Feliz y productiva comunicación para este 2013!

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Fábula
La fábula es vieja pero su moraleja sigue siendo muy actual.
Apunta a la tajante diferencia entre colaboración y compromiso.
En tiempos ordinarios, basta con no estorbar, con hacer un poco.
Con los problemas sociales en su clímax, no hay forma de escurrir el bulto.
Aunque haya que pagar más tributos y creer en la autoridad pese a las evidencias.
Tomar como cosa nuestra el combatir la pobreza, el crimen.
No ser como la gallina que propuso al puerco preparar huevos con jamón.
Espera, reaccionó el puerco: Para ti eso es colaboración; para mí es compromiso.
jvillega@rocketmail.com

VIDEO: La Danza de las mil manos



POESÍA DE Elsa Cross


A Elsa Cross (México, D.F., 1946) la describen con precisión las palabras de Octavio Paz:
«Cross es una de las voces más personales de la última poesía latinoamericana. Su obra, ya considerable, reúne algunos de los poemas más perfectos entre los escritos por las últimas generaciones mexicanas. Digo voz y no escritura poética porque la poesía aunque se escriba, sobre todo se dice. Dos notas opuestas se conjugan armoniosamente en Elsa Cross: la complejidad del pensamiento y la diafanidad de dicción».

Nombre
Danza sin cuerpo.
Un movimiento nace del vacío,
un sonido
del silencio.
Del sonido tu nombre,
que a una inflexión se irisa
–cola de pavorreal–,
cae en cascada,
se duerme sobre mi hombro
–tórtola.
Tú respondes por el silencio.
Reduces al vacío
el pensamiento,
y allí donde arrasaste toda imagen
tu nombre se renueva


Forma
Tu cuerpo es la noche
descendiendo hacia mí.
Voluntad de forma.
Estallido.
Puntos de luz ordenan tu perfil
en lo alto y lo bajo,
en lo estrecho y lo amplio,
en lo perdido,
en lo olvidado,
en lo que se recobra.
Y no hay nada ajeno a tu presencia.


Voz
Tu voz contra el atardecer.
El viento empuja
sobre el cristal
las ramas de los altos encinos.
Tu voz llena el espacio.
Y no hay instrumentos
para tu canto.
Tu voz dibuja signos en el viento.
La noche
va bordeando en silencio
ese núcleo
donde la luz se detiene todavía
mientras tu voz,
tu voz sola
borra el instante.


Epifanía
A veces te muestras,
y en el momento en que me vuelvo
hacia tu imagen
desapareces.
¿A dónde vas?
¿Dónde te escondes
todo ese tiempo que tardas en volver?
Vienes en sueños
y cuando trata la memoria de apresarte
me despierto.
Sólo tus ojos quedan por un momento.
Y para recobrarlos
todos estos trabajos noche y día.

Poesía tomada de http://www.materialdelectura.unam.mx/
Datos biográficos de wikipedia.



AKIM CAMARA con ANDRE RIEU


 Considerando que para cuando se filmó este video Akim tenía tres años, su ejecución es magistral, lo que en definitiva cautivó al público presente.

LEYENDAS DE SALTILLO: El Molino de Belén, por Froylán Mier Narro.

Es la creencia general de la presente generación, que el Molino de Belén, cuyas ruinas se encuentran al oriente de la ciudad, fue destruido a causa de los combates librados por aquel rumbo, en épocas revolucionarias.

Como a últimas fechas se ha recordado el nombre de un establecimiento que fuera emporio de riqueza y de trabajo en tiempos ya idos, haremos una breve historia del viejo molino, para entrar después en la conseja y la leyenda que corren ahora con misterio y espanto entre aquel populoso vecindario que vive actualmente en sus cercanías.

Un rayo fue la causa de que el Molino de Belén se incendiara, convirtiéndose en agrietadas ruinas de caliche, deformes pedazos de hierro retorcido y hacinamientos de piedras y tubos, entre los cuales existe aún la muela, la famosa muela de piedra traída desde Francia para moler el trigo.

Y aquellas paredes que fueran nido de palomas, son ahora guaridas de búhos y murciélagos que, atraídos por la soledad, hacen en ellas su morada.

En la época revolucionaria el viejo Molino sirvió de parapeto, tanto a las fuerzas federales comandadas por el General Joaquín Mass en 1913, como a las huestes de don Venustiano Carranza, en períodos posteriores; pues era aquel rumbo el que juzgaba más a propósito para atacar a Saltillo los revolucionarios que venían de la Sierra de Arteaga.

Una vez, en el año 1914, cuando las fuerzas del Gral. Francisco Coss se acercaron para tomar la plaza, el comandante de las fuerzas federales mandó varios destacamentos para proteger aquel rumbo, mantener los fortines de Carlota y de los Americanos y defender el centro de la ciudad, desde los techos de la catedral de Santiago y Palacio de Gobierno.

Bien sabían los federales que no tardaría mucho el ataque. Unos cuantos días después, se acercaron las fuerzas del General Coss a “Las Tetillas”. Muchos soldados revolucionarios, deseosos de ver a sus familiares que vivían cerca del Molino de Belén, se aproximaron con arrojo y valentía hasta el Molino; pero fueron rechazados, después de sangrienta escaramuza. Uno de los soldados federales que resultó herido, se arrastró fuera del Molino, hasta una de las viviendas cercanas a las ruinas, para pedir un vaso de agua.

Una mujer de corazón noble, aunque era esposa de uno de los revolucionarios atacantes, no tuvo empacho en atender a la petición de aquel infeliz, y después de darle de beber, se dedicó a la tarea de vendarle la herida. En esos momentos volvieron las huestes revolucionarias a atacar el Molino, con refuerzos suficientes, y lograron desalojar a los que en él estaban parapetados, que se replegaron al centro de la ciudad, a donde ya los atacantes comenzaban a penetrar por otros sectores.

El esposo de la buena mujer que atendiera al herido, se dirigió inmediatamente a su casa después del combate, y fue grande su sorpresa al encontrar en ella, al “mocho” aquel, vendado por su esposa: lleno de furor, sacó el marrazo, y se lo enterró en el pecho al soldado federal y a la desdichada mujer que, en su opinión, le había sido infiel. Y cuando las tinieblas cubrían aquellos contornos, se llevó arrastrando los cadáveres hasta el Molino, cavó un foso y echándolos juntos, los cubrió de piedras y tierra. Y enseguida, tal vez arrepentido de su acción, o en un acto de locura, el revolucionario se clavó el marrazo en el corazón, cayendo desplomado sobre la tierra que cubriera los cadáveres de sus dos víctimas.

Han pasado los años, en varias ocasiones se ha asegurado que por aquel lugar “espantan”, y para no incurrir en mentira, dejemos a la conseja pública, con todo su sabor, el cuento de los aparecidos del Molino de Belén.

Un día conversaban amigablemente los vecinos x y z en la esquina que formaban las calles de Juárez y La Fragua, antes de que iniciara la construcción de la Estación de Saltillo al Oriente, desde cuyo lugar, se apreciaba la silueta del viejo Molino. Una conversación de esas en las que las horas se pasan sin sentir, saboreado uno tras otro los cigarrillos.

Noche de abril, tranquila y plácida, de esas noches que invitan más a estar fuera del hogar que revolviéndose en el lecho. La serenidad del ambiente, un aire casi imperceptible que soplaba de Este a Oeste, hicieron que los dos amigos oyeran la campanada del reloj de Catedral dando la una de la madrugada.

–Vámonos –exclamaron a un tiempo. Y ya para despedirse, percibieron en medio de la obscuridad, con dirección al Molino, una luz que los obligó a comentar sobre ella.

–¿Es el Molino? –preguntó uno de ellos.

–Parece; pero más bien creo que están quemando leña en la sierra para hacer carbón –dijo el otro.

Se quedaron los dos contemplando fijamente la lucecilla, y vista con más atención, se dieron cuenta de que cambiaba de
lugar, yendo de un lado a otro.

Hombres avezados a las aventuras nocturnas, parados muchas veces por algún desconocido, a las altas horas de la noche, para
preguntarles “qué horas son”, o decirles “présteme su lumbre”, o provocados por algún trasnochador ebrio, no se intimidaron ante el espectáculo que tenían enfrente; pero sin darse cuenta, sus piernas flaqueaban, y no obstante sus esfuerzos para caminar hacia donde estaba la luz, no pudieron hacerlo. Sin embargo, por un buen rato estuvieron pendientes del fenómeno, hasta percibir que una
silueta blanca iba unida a la lucecilla. Considérese el espanto de los individuos, el contemplar aquel extraño espectáculo.
–Un hilo de frío me corre por las venas –murmuró el más viejo.
–Igual me pasa a mí –dijo el más joven.
–¿Qué será?
   Transcurrió un cuarto de hora, sin que ni uno ni otro tomaran determinación alguna; pero algo repuestos del terror, se separaron
involuntariamente, y cada quien “ganó para su casa”.
   Al día siguiente, el sucedido se extendió como reguero de pólvora, por toda la barriada y fue motivo para que la mayoría de los vecinos dijeran que a ellos en otras ocasiones les había sucedido la misma cosa.
   Pasó el tiempo; el recuerdo de tales sucesos sólo se conservó por las gentes de poco ánimo, que temerosos de presenciar algo semejante, preferían hacer un rodeo por otras calles, para no pasar frente al Molino, cuando a la media noche regresaban a sus casas.
   Pero no termina aquí la leyenda. Pocos años después se inició la construcción de la estación del ferrocarril Saltillo al Oriente, y varios edificios destinados a oficinas cubrieron la fachada del Molino, que ya no pudo verse desde la esquina que forman las calles de Juárez y La Fragua. Los vecinos de aquellos rumbos no tuvieron ya qué hacer un rodeo para ir por no sé qué causa. A un bombero de los que sacan agua de las norias que están a 200 metros detrás del Molino, se le ocurrió pasar frente a las ruinas, es decir, dando vuelta por el costado que ve al Norte. A su espanto y tétrica aseveración dejo el cuento de lo que afirma que le acaeció allá por el año de 1921, pues el sabor de las consejas populares es más agradable cuando va asociado con el rústico lenguaje y la inocencia de quien las narra.“Lector, si crees que es comento, como me lo contaron te lo cuento”.
   Pos verá áste…Como a las diez de la noche me estaba empujando  unos pulquitos en casa “La Charra”, sin darme siquiera cuenta  de que ya era noche pa´ retirarme. Dos o tres canciones me estuvo acompañando “El chueco” con su arpa, y cuando menos lo  pensé eran las once y se daba la voz de la “última” para cerrar la cantina. Cada quien de los que estábamos “agarró” pa´su casa  y yo pa´ la mía, medio tambaleándome y agarrándome de las ventanas, con estación obligada en las esquinas pa´reponerme un poco y continuar mi camino. Al llegar a la esquina del hoy Hospital de Concentración, dieron las doce, y yo, no sé por qué 
causas las estuve oyendo marcadamente y repitiendo una a una las campanadas. Poco caso hice ya de la hora y seguí caminando hasta que al llegar al frente del Molino, vi la sombra de un bulto que corría por la carcomida pared de lado Norte de las ruinas. Me espanté, pa´que lo niego, pero me di de valor y seguí por la vereda que a últimas fechas se abrió pa´ ir a donde estaba mi casa, por un lado del rebaje que se hizo pa´sacar el riel. No sé porque voltié pa´atrás y entonces una sombra blanca iba siguiendo a la otra. A 
mí se me hace, oiga, que eran las ánimas de la mujer del soldado y del revolucionario que los mató y después se mató él mismo. En otra ocasión también devisé una luz desde mi casa.
   Y la leyenda, conservada por la tradición, ha ido adulterándose cada vez más, y al cabo de tantos años, es ahora motivo de nuevos cuentos y consejas.
   Todavía, en la actualidad, los vecinos aseguran que a media noche, una mujer con manto blanco sale de las ruinas del Molino y camina con paso firme por la banqueta de la barda del hospital, llega hasta el extremo del barandal y regresa, perdiéndose en las espesas sombras de las viejas ruinas. Y las mujeres del “Barrial”, que tan sabrosos comentarios hacen de estos sucedidos, dicen que terminarán las apariciones fantásticas cuando las almas de los protagonistas de la tragedia ocurrida en el Molino de Belén descansen en cristiana sepultura.

Texto tomado de: http://www.desaltillo.com el 4 de enero del 2013

LES LUTHIERS: El Explicado