LÓGICA APLICADA
Gran parte de los problemas que enfrentamos hoy en
día a nivel mundial tienen qué ver con el consumismo.
Hemos
creado una sociedad en la cual lo que se tiene y lo que se compra está por
encima de lo que se es y lo que se hace.
Una sociedad que valora más a un individuo por su cuenta bancaria que
por su potencial creador.
Nos hemos
dejado llevar por la moda de utilizar productos de marca, por aparentar frente
a otros, aún si detrás de ello y dentro de nosotros hay un gran vacío.
Los niños
han aprendido que en aparatos electrónicos la nueva versión se coloca de
inmediato por encima de la versión antigua, así haya entre ambas diferencia de
meses. Y que el grupo los va a aceptar
en la medida en que posean lo mejor.
Hemos
vuelto la convivencia en una pasarela de vanidades, y hemos adiestrado a
nuestros hijos a convertirse en esclavos de la misma.
Como
adultos competimos frente a otros adultos a través de los logros de los
hijos. Sacrificamos sus juegos de
infancia en un afán de competitividad extremo.
No nos
extrañe entonces, que a la vuelta de los años se hallen frustrados, queriendo
recuperar el tiempo robado.
Hemos
creado un sistema de mentiras elegantes, de cuellos blancos, de maquillajes, y
sin dudarlo acaso, hemos enseñado a los
chiquillos a moldearse a él.
Nos
deslumbra el dinero, el “glamour”, los viajes alrededor del mundo; aún cuando estén pagados por el dinero más sucio.
Y luego
nos alarma que los jovencitos de doce y trece comiencen a consumir alcohol o drogas,
cuando los hemos sembrado en un ambiente
en el cual ser auténtico está prohibido.
Montamos
para ellos un escenario con un nivel alarmante de genitalidad, y más delante
nos espantamos porque la chiquilla de trece está embarazada.
Hemos
creado un mundo de incongruencias en el
cual lo que se dice y lo que se hace rara vez coinciden; donde lo que parece contar es el discurso bien
dicho, que convenza y gane aplausos.
Forjamos
un país donde unos cuantos tienen cada vez más dinero y poder, mientras la gran
mayoría avanzan hacia la pobreza, y su único desfogue ante la presión social es
maldecir. Un país donde el resentimiento
crece a niveles francamente peligrosos.
Vemos el
problema a gran escala y cerramos los ojos, pero poco o nada hacemos por
comenzar a solucionarlo en la pequeña escala, desde nuestra parcela
personal. Continuamos tratando de burlar la ley cada
vez que hay oportunidad de hacerlo; evadimos cumplir nuestras responsabilidades
ciudadanas, y si alguien nos lo señala, desviamos su mirada hacia otros que infringen la ley más que
nosotros.
Enseñamos
a nuestros hijos a sacar ventaja, a transar, a asumir con simpatía estas pequeñas desviaciones,
cual “pecata minuta”. Al fin, qué tanto
es tantito.
Tan
simple como tirar basura. Si cada uno de
nosotros tira al suelo un papel cada día, pronto tendremos un país
completamente sucio. No se trata de
contratar más personal para el aseo público, sino de educarnos todos para no ensuciar.
Algo
parecido sucede con la contaminación del agua, del aire. Pocas veces medimos el alcance que tiene el
acumulado que alcanzamos todos los mexicanos en conjunto.
El
maltrato animal es otro buen ejemplo de insensibilidad ciudadana. Compramos mascotas bebés; cuando crecen y
estorban las echamos a la calle, además de que no las esterilizamos… La
“solución” es sacrificarlas. ¿Con qué
lección se quedan nuestros niños?
Por lo
pronto aprenden que los seres vivos se tratan como cosas, y que como cosas se
tienen en la medida en que sea cómodo hacerlo, y que cuando ya no es cómodo se
desechan, y que no importa qué pase con ellas.
¿Y así esperamos que ellos desarrollen niveles de sensibilidad
ciudadana?...
De igual
moda entre nosotros: Tan común que es en cualquier crucero ver al automovilista
que se cruza teniendo luz roja, o aquél que sin necesitarlo ocupa un cajón de
discapacitados. Si cuestionamos a este
último –algo que cuando tengo
oportunidad acostumbro hacer--, nos exponemos a ser ignorados o agredidos. ¡Ah! Pero el día cuando en realidad ellos
necesiten ese cajón y lo hallen ocupado, ¡arderá Troya!
Las
matemáticas no fallan, y aquí y en China dos más dos son cuatro. En la medida en que mantengamos nuestras
actitudes como hasta ahora, no va a ocurrir ningún cambio, ni en nuestra
familia, ni en el grupo social, ni en el país.
En tanto no comencemos a recoger las piezas del suelo, para tratar de
armar de nueva cuenta el rompecabezas, nada va a componerse por arte de
magia. Bien lo dijo Einstein: “No
podemos aspirar a resolver los problemas utilizando el mismo tipo de
pensamiento que utilizamos para crearlos”.