NOCHEBUENA Y ALGO MÁS
La Navidad está aquí. De una u otra forma nos hemos venido
preparando para la ocasión, y aun
quienes no somos grandes consumidores
habremos destinado determinada suma de dinero para la celebración, lo que a la larga genera preocupaciones. Esta mañana
desperté al filo de las cuatro haciendo
un repaso de pagos que habrán de hacerse en fechas próximas. Por más que di vueltas en la cama, a partir de esa hora y
hasta las seis cuando definitivamente opté por prepararme un café y hojear el
periódico, fue imposible volver a conciliar el sueño, entre pensamiento y pensamiento. Siempre he
considerado que un buen baño ayuda a resolver cualquier problema, o al menos
despeja la mente y espanta muchas preocupaciones. Y así fue, luego de un regaderazo las cosas
empezaron a aclararse, y pude al fin diseñar
algunas estrategias para sacar adelante la
economía del hogar.
Un rato
después, y mientras comenzaba a repasar los pendientes que hay de aquí a la Navidad, me entero casi
por casualidad, de que un gran amigo está pasando por una situación muy
delicada de salud. Son de esas noticias
que llegan de golpe cuando nadie las espera, y de una u otra forma vienen a
cimbrarnos; hubo la oportunidad de entrar en contacto con la familia del amigo,
y por diez o quince minutos echarme un clavado a la situación que están atravesando. En ese lapso reviví un trance difícil de salud por el que atravesé yo al lado de mis hijos hace ya casi cinco años,
y esta vez, escuchando a la familia de mi amigo pude volver a vivir aquella
situación como si ocurriera justo ahora.
Desde esa perspectiva mis preocupaciones actuales, y las finanzas, y los
apuros se volvieron del tamaño de un ajonjolí, y honestamente me sentí mal
conmigo misma y con la vida, por afanarme en problemas que ahora resultaban
casi frívolos.
Es algo
que quise compartir con ocasión de la Navidad: ¡Cuánta emoción empeñamos y
cuánta más desperdiciamos en asuntos de poca trascendencia! Vivimos acostumbrados a lo inmediato y
preciso, y esperamos que nuestros deseos se cumplan de manera puntual en tiempo
y forma. Hay una amplia gama de
comercios que están allí para satisfacer cada capricho, en el tamaño, sabor,
forma o color que deseemos. La
tecnología nos permite tener acceso de forma instantánea a cualquier música, a
cualquier video, a cualquier información.
Ello nos ha convertido en consumidores tiranos que esperamos que se
cumpla en este momento y en este lugar cualquier cosa que podamos desear.
Partiendo
de ello probablemente queramos para este año una Navidad en azul y plateado,
¡ah! Pero ha de ser el azul que imaginamos, en la forma y el diseño que
concebimos en nuestra mente, si no, no.
Y queremos cenar trufas de Périgord y pierna española, y un vino
borgoñés, y unos quesos suizos y una
tarta de la Selva Negra. El capricho puede ser mayor o menor, y la
frustración otro tanto, y si no conseguimos aquello que queríamos, justo y como
lo planeamos, nos ponemos de malas, o nos enfermamos, y hacemos toda una
tragedia de un asunto tan absurdo como éste.
Pensemos
por un momento en aquello que es en verdad trascendente; disfrutemos lo que
tenemos, pero sobre todo el don de la vida con sus vicisitudes y retos; el gozo
de tener una familia que nos acompañará en la Nochebuena, así sea comiendo
tacos. Lo verdaderamente importante no
está en lo externo; no se trata de gastar y gastar; no se trata de
encapricharnos y rezongar. El mejor
regalo para la ocasión es un abrazo, una
mirada de ésas que dicen tanto, una risa compartida. Nunca nada que se compra en una tienda va a
alcanzar a reemplazar la alegría de estar juntos, de albergar ese calorcito en el centro del pecho
que solo se siente cuando compartimos un sentimiento mutuo.
¡Qué
privilegiados somos esta noche! Pudimos haber muerto este año, pero aquí
estamos. Tenemos entusiasmo, tenemos compañía,
comida sobre la mesa… ¿En verdad necesitamos otra cosa para sentirnos
afortunados?...
Ahora que
he vuelvo a vivir aquella sensación de incertidumbre de hace cinco años, cuando
no sabía qué iba a pasar conmigo en los siguientes meses, reafirmo mi
convicción de ser una privilegiada por
tener vida, salud, familia, y la oportunidad de disfrutar cada día, de crear, y
de proponerme hacer algo por la pequeña parcela que me ha tocado atender mientras
viva.
Los
invito a que demos gracias por lo que cada uno tiene, y elevar una plegaria por
quienes pasan una noche difícil en los hospitales, en las prisiones, en los
frentes de batalla. Que el amor del buen Dios los cubra y fortalezca hoy y siempre.
¡Feliz
Navidad!