domingo, 16 de noviembre de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

APUESTA POR LA PAZ
Tal es el grado de avance de las tecnologías de la información y comunicación, que parece haber provocado un agotamiento de nuestra capacidad de asombro.  El hecho de tener conocimiento en tiempo real de eventos que suceden al otro lado del mundo es algo que los jóvenes nativos digitales hallan natural, pero que para quienes migramos de la información tradicional previa a  la Internet, no deja de resultar extraordinaria.

Un cambio de tal envergadura no podía dejar de impactar la forma de pensamiento y de organización de las sociedades.  El que yo sepa en este momento cuántos muertos por ébola ha habido en África del Oeste me empodera en muchos sentidos, pues me permite diseñar una forma de prevenir esa enfermedad remota en mi vida personal.  De igual modo esta accesibilidad nos encamina en otros sentidos no tan plausibles.

Después de “Teotihuacan” o de “Guadalupe”, me aventuro a afirmar que la palabra “Ayotzinapa”, al menos en estas últimas seis semanas, es la que más identifica a México en el mundo.  Hemos visto cómo en puntos geográficos por demás distantes la juventud se manifiesta a favor de que regresen con vida los 43 normalistas desaparecidos hace mes y medio, lo que, con el paso del tiempo, se antoja imposible.  Pero el impacto mediático que una tragedia estudiantil ha despertado en todo el orbe, es un parteaguas en la historia de la comunicación mediada por computadora.

Soy la primera en reconocer que la desaparición de estudiantes significa al país algo así como un gran furúnculo que crece, explota y riega su contenido.  Debajo de él se han dado, a lo largo del tiempo, condiciones para que un evento de esta naturaleza suceda, y que de manera cínica se pretenda manejar como cualquier cosa.  Sin embargo resulta que a la vuelta de los días y las semanas el movimiento se ha ido desvirtuando; se han subido al carro de los reclamos grupos de agitadores que poco o nada tienen que ver con la preocupación de los padres de familia porque aparezcan sus hijos.  Comienzan los saqueos, la afectación a particulares y los destrozos a bienes de la nación, otra vez, ante el pasmo y parálisis de las autoridades del orden.

No somos uno ni dos los que percibimos como preocupante este estado de cosas, pues los ánimos se inflaman y el caos reina, para beneficio de personajes oscuros que poco o nada tienen qué ver con la causa original, y que hacen del desorden y la rapiña su “modus vivendi”. Los que pagan los platos rotos son miembros de la iniciativa privada que a su vez son patrones de trabajadores y obreros que de esa fuente obtienen su diario sustento.

En un pequeño ejercicio de  imaginación: ¿Qué pasa si esos grupúsculos incendiarios van proliferando a lo largo y ancho del territorio nacional? Con el bloqueo de las vías de comunicación se paraliza el transporte, y con ello se colapsa el comercio.  ¿Resultado? La escasez, el encarecimiento y el mercado negro.  Con la destrucción de bienes muebles e inmuebles de la nación se presentará una crisis administrativa de las instituciones, que no abona en nada a favor del crecimiento como nación.  Y por último, se pone en riesgo la integridad y la vida de ciudadanos para nada responsables de la desaparición de los 43 muchachos.
De alguna manera, lo que inició como un movimiento de apoyo a los familiares de los desaparecidos, se viene convirtiendo en una barbarie mediante la cual el que menos gana es el país.

Retomando lo que tiene que ver con redes sociales, habrá que recordar que es responsabilidad de cada uno de nosotros analizar la información que circula en ellas; utilizar nuestra capacidad crítica para disecarla fibra a fibra y decidir con qué nos quedamos.     No podemos dejarnos llevar de manera visceral por uno u otro dicho; habrá que atender a fuentes serias, bien documentadas y honestas en sus propósitos, para conformar nuestro personal punto de vista con relación a lo que está sucediendo en el país.

Recuerdo una máxima de labios de mi padre, de la que soy una convencida: “Más vale una paz relativa que la mejor de las guerras”.  Jamás la violencia será capaz de imponer la paz entre los pueblos; jamás los actos bárbaros han abonado al orden de las naciones.  Necesitamos, como sociedad civil, apostar a la recuperación de las instituciones; urge sanearlas de afanes mercantilistas que las corroen y corrompen.

Necesitamos organizar un frente cívico capaz de vigilar y evaluar la limpia y la vuelta al cauce de las instituciones a la fecha  debilitadas, desacreditadas y torcidas por el mal ejercicio de la función pública.

Hagamos valer una voz ciudadana bien informada, congruente, propositiva y valiente, por el bien de nuestra bendita patria.

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