domingo, 30 de marzo de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CONVERGENCIAS
Hace unos cuantos días, dentro de las pláticas semanales que se imparten en el Taller de Historia de Piedras Negras, Coahuila, tuvimos la valiosa presencia del Sr. Alberto Velazco, ícono dentro de la fotografía en esta ciudad, y de su hijo Jorge, licenciado en diseño gráfico, que sigue los pasos de su padre.
   Esta charla,  que comenzaron a preparar meses atrás, cuando los invité a participar,  estuvo en un tris de venirse abajo, pues  treinta minutos antes de la hora, nos sorprendió un chubasco como pocos.  Lo que abrió como  llovizna imperceptible, en  escasos minutos se  transformó en fiero aluvión.  Personalmente, en mi papel de coordinadora del Taller, me temí que fuera a haber poca asistencia, pues minutos antes de la hora  programada éramos  unas cuantas las que, desafiando la tormenta, habíamos podido llegar al lugar.  Contra nuestra costumbre de iniciar puntualmente, en esta ocasión  esperamos unos minutos con buenos resultados; la lluvia amainó, y al momento de iniciar el evento, el grupo era numeroso.
   La incursión del señor Velazco padre en la fotografía, a la corta edad de trece años,  pareciera una mera casualidad, aunque para quienes conocemos su vasta obra, y sobre todo,  después de  escucharlo hablar aquella mañana,  queda claro que fue más bien un arreglo de la providencia.  Esa casualidad inicial que le llevó  a convertirse en fotógrafo,  fue el camino para  descubrir y transmitir un cúmulo de emociones al observar la belleza que Dios nos da y transformar lo cotidiano en algo único,  según dijo al referirse a lo que la fotografía representa para él.
   Cuando pensamos en la obra artística de Alberto Velazco, nos imaginamos de inmediato sus  tomas  del Río Bravo y  sus alrededores, que constituyen la parte medular de su afición tras la cámara.  Durante la conferencia pudimos gozar de epifanías visuales que su lente capturó para, como él mismo indicara, “detener el tiempo y el espacio a través de un simple clic”.
   Alberto es una persona sencilla y generosa, que no duda un momento en compartir su experiencia profesional con el auditorio, al punto que nos provoca comenzar a ver lo cotidiano con otros ojos,  echando mano de esa capacidad de asombro propia de los niños, que a él le ha permitido capturar para siempre imágenes que cuentan historias.
   “La vida cotidiana nos abruma y nos ciega”, dice Alberto como para sí mismo, cuando trata de explicar la razón de su visión.   Nos da un ejemplo   muy simple, cuando expresa que él ve la vida como si fuera una cámara, de modo que  lo que aparece frente a sus ojos cobra un significado especial, que le obliga a ir más allá, a capturar la historia de todo y de todos a través de imágenes.
   La actitud contenida que le vimos al inicio de la charla fue poco a poco  dejando salir una manera  relajada en su hablar,  que le permitió compartir con nosotros diversos momentos de su carrera.    Siempre que pensamos en  él lo imaginamos con la cámara al hombro, lo que, según nos relata,  le permite en cualquier momento detenerse frente a un grupo de personas, o un prodigio de la naturaleza, a tomar fotografías, lo que no pocas veces,   confesó su hijo Jorge,   ocasionó la vergüenza y el enojo de su familia.
   “Somos una maravilla”, expresa emocionado Alberto mientras nos muestra una bella composición en la que se observan, en un primer plano el Bravo, más atrás una parvada de lo que parecen ser garzas, y al fondo nuestra enseña patria ondeando como si supiera que tenía que hacerlo para  quedar inmortalizada por la lente del fotógrafo en aquel justo instante.
   Alberto nos transporta a través de sus imágenes, y también lo hace  mediante sus palabras que nos colocan a los oyentes en la misma sintonía, ya  que dan cuenta de un ser humano sensible, que lejos de ocultar sus emociones, consigue contagiarlas a los demás, al plasmarlas en imágenes que cobran vida propia, imágenes que cuentan historias.   Él habla de raíces que nos  anclan a la tierra con la cual nos identificamos; él habla de las alas de la visión, que permiten valorar lo que somos de un modo único.
   No es casualidad que de los cuatro hijos de Alberto, tres se hayan dedicado a seguir la actividad paterna. El trabajo fotográfico de su hijo Jorge, que pudimos conocer, y  del que habremos de hablar en otra oportunidad,  da cuenta de que la vocación, más allá del genoma, se transmite del padre al hijo a través  de la  fuerza del diario vivir y de la óptica de la pasión.

   Termino con  unas palabras del propio Alberto Velazco: “Detener el tiempo en una imagen”. Sin lugar a dudas, prodigio del fotógrafo, consigna que a todos obliga, como padres.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Patos
En los hogares actuales, los padres acatan las reglas que imponen los hijos.
Los niños "deciden" no comer verduras o vestirse harapientos.
Los jóvenes trastornan el horario de siglos: Viven de noche y duermen de día.
Ni siquiera por andar de antros, simplemente tuitean de madrugada.
Si un maestro los amonesta, mandan a los padres a reclamar.
Los padres se imponen, eso sí, para facilitarles la primera copa y el primer cigarrillo.
En términos populares, los patos le tiran a las escopetas.
jvillega@rocketmail.com

"Ni un pasante más". Importante denuncia.

Queridos amigos: Un video que hace una acertada denuncia social a nuestro gobierno a través de sus diversas instancias, para que el servicio social obligatorio no se convierta en un riesgo de muerte. No es exagerado decirlo, ya que ni una sola de las muertes que han ocurrido entre médicos pasantes en servicio social, tuvo por qué haber ocurrido. No es posible que la autoridad exija que cumplan, cuando ella misma no provee las condiciones para que los pasantes cuenten con condiciones de trabajo dignas y justas, pero sobre todo seguras,  de modo que su vida no corra peligro por causa de su quehacer profesional.

Colaboración del CSS por Herminio Otero Mtz.


Silencio en un mundo de ruidos

En las últimas décadas el ruido ha crecido de forma desproporcionada, especialmente en las ciudades. Quienes viven en ellas están sometidos a altos índices de contaminación acústica y tienen en el ruido una de las principales causas de preocupación.

En España se calcula que más 9 millones de personas soportan niveles medios de 65 decibelios (dB), el límite aceptado por la Organización Mundial de la Salud, y que varios millones más residen en zonas de incomodidad acústica. Los vehículos son la principal fuente de contaminación acústica: hay más de mil millones en el mundo. La construcción de autovías o circunvalaciones cercanas a diferentes núcleos de población han multiplicado el efecto del trafico rodado y el sonido que genera. Hay también zonas especialmente afectadas por estar construidas cerca de los aeropuertos.

La mitad de los españoles sufre molestias de ruido ambiental en sus viviendas. Más del 25% de los ciudadanos dice sufrir ansiedad, estrés, falta de concentración, irritabilidad y agresividad a causa del ruido. Y casi un 19% de la población asegura sufrir insomnio o alteraciones de sueño debido al ruido ambiental.

Las consecuencias del ruido son similares a las asociadas al miedo y a la tensión: aumentan las pulsaciones, se modifica el ritmo respiratorio, se produce tensión muscular y presión arterial, aumenta la resistencia de la piel y se pierde agudeza de visión periférica.

Por eso, cada último o penúltimo miércoles del mes de abril se celebra en todo el mundo desde hace 20 años el Día Internacional de la Conciencia sobre el Ruido. La jornada está organizada y auspiciada por la Liga para el Deficiente Auditivo, una institución con sede en Nueva York con 90 años de actividad en el tratamiento y prevención de la sordera, y fue concebida para que los habitantes de todo el mundo tomen real conciencia de los trastornos que implica el ruido excesivo que caracteriza a la sociedad moderna. Y cada año, por esas fechas, se recomienda llevar a cabo algunas acciones sencillas que nos ayuden a prevenir los ruidos y librarnos de ellos: prestar atención a los ruidos que producimos; bajar el volumen de la radio, televisión y auriculares; pedir a los responsables de los lugares públicos que bajen el volumen de la música… y hacer un minuto de silencio apagando motores, televisores y otros aparatos ruidosos.

Llegamos cansados del trabajo y nos sentamos en el sofá delante de la tele: intentamos matar el cansancio de los ruidos con más ruido. Llenamos la agenda de actividades, nos sentamos delante de una pantalla, ya sea viendo alguna serie de televisión, chateando por las redes sociales o navegando por Internet. Nos rodeamos de gente que, como nosotros, habla sin parar: verbalizamos todos los pensamientos que deambulan por nuestra mente, pero ni escuchamos ni nos sentimos escuchados.

La invasión de la información abruma a los individuos e impide cualquier reflexión duradera: información, mensajes, publicidad y reclamos; en esta sociedad de consumo hay una profusión de productos, servicios y experiencias. Vivimos en un estado permanente de hipersolicitación, estimulación de necesidades y profusión de posibilidades dentro de una lógica seductora y hedonista que privilegia el cuerpo y los sentidos, no el espíritu o la vida interior. Se cultiva el gusto por lo nuevo y diferente más que por lo verdadero y bueno.

Vivimos en la “civilización del ruido”: el ruido exterior, que contamina el espacio urbano generando estrés, tensión y nerviosismo, y el ruido interior de la persona superficial que no soporta el silencio y que aborrece el recogimiento y la soledad.

El ruido crea confusión, desorden, agitación, pérdida de armonía y equilibrio. La persona dominada por el ruido no conoce la quietud ni el sosiego. El hombre de nuestros días no encuentra el camino para conocerse a sí mismo ni para encontrarse con los demás. Si es ruidoso y superficial, no puede comunicarse con los otros desde su verdad más esencial.

En medio de esta cultura, la gente busca espacios de silencio, un encuentro nuevo con lo más hondo de la vida que les posibilite también un encuentro profundo con los demás. Necesitan “espacios de silencio”, lugares donde se pueda percibir la sabiduría del recogimiento, la armonía de lo esencial, la quietud del espíritu, el ritmo sosegado, la vida en profundidad.

http://ccs.org.es/2014/03/24/silencio-en-un-mundo-de-ruidos/

Duncan Lou Who, un perro que no conoce límites.

Gocemos junto con este dinámico perrito su primera visita al mar.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Para mis padres fue prioridad educar, no fue tarea que delegaran a las escuelas, ni reclamaran a otros, ellos se sabían responsable únicos de nuestra educación.

El gracias y el por favor fueron palabras que escuchamos repetidamente hasta integrarlas, maravillosas "llaves"," palabras mágicas" que resultan indispensables durante toda nuestra vida para abrirnos las puertas y muchas oportunidades en este mundo.

Las incorporamos, las vivimos, al principio agobiados por la insistencia de que nos forzaran a su uso cuando aun no entendíamos muy bien el por qué, después convencidos de hacerlo porque encontramos en ellas todas sus ventajas. Aprendimos no solo a decirlas sino a vivirlas, agradecer no solo de palabra sino con actitud todo aquello que de los demás recibimos de la índole que esto sea, la amistad, la compañía, la solidaridad, un gesto de amabilidad, un favor, agradecer es corresponder sin que necesariamente se requiera sea de la misma manera y/o magnitud, una mirada, un abrazo a veces dicen mucho mas que un gracias.

Cierto que quien algo da, se dice, lo hace desinteresadamente, a cambio de nada, pero bien sabido es que no hay nada más satisfactorio que encontrar como repuesta esa maravillosa palabra dicha sinceramente: ¡Gracias!. Sigamos haciendo generaciones de gente que agradezca, que valore, que no sienta que todo lo merece gratuitamente, con humildad para pedir "por favor" y saber dar las "gracias".

Agradecida con Dios por mi vida, con mis padres, mi familia, mis amigos, un decir "gracias" me queda corto pero espero expresarlo con mi actitud, con mi forma de vivir.

Gracias a la vida, por todo lo que me ha dado.

BACH A LA MODERNA: Thunderstruck con el dúo 2 CELLOS

No creo que el gran Johann Sebastian se hubiera molestado para nada con estas modernas variaciones.


Rochy, gracias por compartir.