domingo, 6 de abril de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EL MUNDO DE KRISTOFFER
Kristoffer Von Hassel, residente de San Diego, California,  acaba de ser reconocido por Microsoft como un  investigador especialista en el sistema de seguridad de Xbox, después de que logró acceder a la cuenta que utiliza su padre, sin tener la contraseña de acceso, poniendo de manifiesto una falla en el sistema operativo, que vulneraba la seguridad de este juego en línea.  ¿Lo singular del caso…? Kristoffer tiene cinco años, y asiste al Jardín de Niños.
   Quien dude que cosas como esta puedan suceder, es porque no  ha medido los alcances de la mente de nuestros niños y jóvenes que, como dice el refrán popular, nacen “con el chip integrado”.   Aun para quienes, de alguna manera tratamos de estar al día con las innovaciones tecnológicas, hechos como el ocurrido con este pequeño no dejan de asombrarnos.  Un niño   aborda la tecnología como un juego, todo lo contrario a lo que sucede con los adultos, quienes anteponemos prejuicios, temores y resistencias, y  tantas veces nos paralizamos frente a un elemento novedoso, privándonos  con ello de conocer y disfrutar sus beneficios.
   El tercer milenio está produciendo niños con sofisticadas habilidades para manejar y dominar la tecnología, aunque por otra parte se están incubando problemas sociales que  apuntan a ser preocupantes.   El uso de TIC desde la primera infancia priva al pequeño del roce social que facilita a futuro las relaciones interpersonales; es de lo más común encontrar un grupo de  adultos con un pequeño que apenas si camina,  que se entretiene con un teléfono celular.   Mientras los preescolares o escolares de  antes jugábamos al aire libre, en calles o parques públicos, corríamos y formábamos grupos, los actuales tienden mucho más a la vida sedentaria y al aislamiento, con pantallas y teclados como única compañía.
   En mis tiempos de  infancia las familias solían estar formadas por papá, mamá, y cuatro o más hijos, no siendo infrecuente que se contaran hasta diez en una familia.  Otros elementos importantes eran los abuelos, la tía soltera, o los primos, que venían a  ampliar el círculo de convivencia del pequeño.  Los tiempos actuales han dado lugar a un importante número de familias monoparentales, con uno o dos hijos, y sin el beneficio de la familia ampliada.  Las distancias no permiten una mayor convivencia con  parientes más allá de la familia nuclear, lo que contribuye otro tanto al aislamiento del chico.
   Es difícil determinar en este momento los cambios sociales que provocarán en el futuro  las actuales condiciones de vida de nuestros niños.  Lo que sí es evidente es que se han ido perdiendo valores y costumbres que prevalecían hasta hace tres o cuatro lustros.  
   Hace unos cuantos días conducía por una avenida con la vía libre, pero tuve que frenar intempestivamente, pues una joven de unos dieciocho años se atravesó frente a mí, sin  hacer alto.   Mi manejo a la defensiva me salvó, como ha sucedido otras veces, de lo que  habría terminado en una fuerte colisión.  Sin embargo lo que quiero señalar es esto: el gesto en la cara de la imprudente conductora fue de burla,  como diciendo “mira lo que te he obligado a hacer”, como anotándose un punto a su favor.
   Dentro de la brecha generacional que  existe entre ella y yo, es evidente que ella no pensó en que su carro habría sido el más dañado, y que ella, o   el propietario del vehículo,  hubiera tenido que responder por los daños ocasionados a ambas unidades, y probablemente además por las lesiones que pudiera haber provocado en mi pasajero y mi persona.  El pensamiento que a mí me hace conducir a la defensiva, quedó visto que  en ella no opera, y no dudo que además  sea una chica que, de ribete, acostumbre  textear mientras conduce.
   La persona madura, entendemos, es aquella que actúa de manera libre  siguiendo normas de conducta que  garanticen el bienestar colectivo; su conducta, junto con la de sus semejantes, da lugar a  una ética social que finalmente salvaguarda la integridad del grupo humano. ¿Pero qué sucede cuando en su desarrollo como persona están fallando elementos que le llevarían a esa madurez? ¿Será la tecnología capaz de sustituir los modelos paterno y materno, para   contribuir de modo favorable en su desarrollo emocional?...
   La libertad, si me permiten invocar un lugar común, no es liberarse de, sino liberarse para.  Contrario a actuar sujetos por factores externos que nos restringen,  la libertad es la condición interna que nos  mueve a actuar de forma auténtica, agradable y única,  pero sin ir en contra del  bienestar colectivo. Es hacer lo que quiero hacer, porque así lo decido,   aunque siempre cuidando de no violentar los derechos de otros.

   ¿Qué  mundo le espera a Kristoffer en el 2050?  Está en nosotros, hoy,  determinarlo. 

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Mochila
¡Vaya que pesa la mochila del hombre contemporáneo!
Carga celular, tablet, el libro de motivación de moda, la tarjeta de crédito.
Apenas le queda un pequeño espacio para los valores, para los sentimientos genuinos.
Mejor los relega porque, según dice, es otro nuestro tiempo, y otra la moral vigente.
Pero salvo por el dedo achatado, el hombre actual es el mismo de hace siglos.
Sigue necesitando una relación con Dios, amar algo y a alguien.
Una vara de medir, la de los valores, para no dar palos de ciego como animalito.
jvillega@rocketmail.com

Bartolomé Esteban Murillo, pintor del barroco español, en su aniversario luctuoso

  


A 10 años de la inundación en Villa de Fuente publico mi texto del 2004 "Memorias de mañana"

Este es un texto que comencé a escribír el 5 de abril del 2004, al siguiente día de la creciente impetuosa del río Escondido,  que una plácida tarde de Domingo de Ramos, terminando la misa de 7, se abrió paso de un solo golpe, para borrar de una vez y para siempre la tranquilidad de esta población adjunta a Piedras Negras, separada tan solo por un puente, que prácticamente fue rebasado por el agua, como alcanza a apreciarse en esta toma. Aquel lunes hicimos guardia en el hospital, desde cuyos ventanales del segundo piso contemplábamos atónitos el puente. Al recordar la fecha acuden a mis sentidos dos sensaciones: Silencio y vacío, como si a cada uno de los escasos sonidos del ambiente esa mañana, se siguiera una sucesión interminable de ecos sordos, hasta perderse en la distancia, entre las nubes plomizas de aquella mañana.
Fotografía cortesía de Periódico Zócalo.
PRIMER CUADRO: 4 DE ABRIL POR LA TARDE. El cielo plomizo ha descargado todo su encono en contra de estas tierras, haciéndolas rugir desde su vientre cual bestias heridas, mientras que un brazo poderoso deja caer por marejadas gruesas gotas de lluvia. Los vientos ululan en los rincones; la visibilidad es mínima si no es que nula. El hombre vuelve a ser un niño, un cervatillo atemorizado que corre a refugiarse entre la maleza. Extraño viernes previo a la Semana Mayor. SEGUNDO CUADRO: 5 DE ABRIL Hoy he caminado por la carretera 57 a la altura del Seguro Social; el río amenaza con desbordarse hacia acá. Todo luce desierto con una extraña calma expectante, por un momento me remonto a los primeros años de mi infancia cuando la gente ordinaria caminaba, y los vehículos pasaban solo de vez en cuando. Esto sucede hoy, por la acera por donde avanzo se movilizan los contingentes en uno y otro sentido. Hacia enfrente, sobre la cintilla asfáltica, avanza un individuo con cara de funcionario menor, ataviado con un traje gris con tanta historia, que habrán pasado por encima de él varias tormentas. Llego a la plaza cívica, el tenor general es de alarma, sin embargo llama la atención ver grupos de dos o tres por uno y otro lado; las mujeres gesticulan señalando hacia la Villita. Por acá llegan dos ancianos pensionados a cobrar su cheque, yo me pregunto cómo pudieron trasladarse cuando no hay transporte público. La mayor parte de los edificios del IMSS lucen solos, yo sigo aquí, pegada a la máquina como haría al pecho del amante para percibir su tum-tum vital y saber con ello que estoy viva. Las figuras se desdibujan, las palabras salen de sus bocas y adoptan formas y colores; la explanada se viste de lenguas vivas que van, vienen y danzan haciendo una rueda. Hay dolor, nosotros hemos perdido a Lucy, con aquel buen humor pegado a su cara. Cada uno tiene algo que llorar esta mañana. Queda la nostalgia suspendida, la vida se impone por encima de los tiempos; de los climas; de las tragedias; de las preocupaciones; de los dolores. Ahora ruge el río, los cielos le han cedido su lugar de fiera, y se muestran silenciosos. Solamente a la distancia destacan las torretas de las ambulancias; se hallan apostadas una al lado de otra, a la altura del Puente de la Villita. En el carril opuesto una tienda de campaña marca un límite, los que son y los que tal vez sean, o hayan dejado de ser, o puedan volver a ser cuando surjan de entre el fango y las dudas. Yo me aferro a mi máquina amante, a su tum-tum vital para sentirme viva. TERCER CUADRO: El NACIMIENTO “Alonso” dice la madre con voz entrecortada, mientras que un temblor generalizado agita todo su cuerpo. Trato de calmarla contándole historias para distraer los fantasmas que rondan su primer dolor de madre. Inició su trabajo de parto cuando el río comenzaba a desbordarse, y de alguna manera cada contracción se ha visto agravada por la angustia de sentir que las aguas la alcanzan. Finalmente la pasan a quirófano; tiembla como una hoja de pies a cabeza, el abdomen dibuja perfectamente al hijo que está por nacer, en la medida en que van lavándole con un antiséptico que le pone la enorme barriga de color dorado. Me ha dicho que se llamará Alonso, porque sabe que será un niño. Cierra la mañana, los pensionados no cobraron; las versiones son muchas, los ahogados hasta ahora veintiocho, y cien desaparecidos. Siempre voy a recordar a Alonso, y a su madre, y a esta 57 tan solitaria, donde el eco de mis pasos rompe las sombras grises de las memorias de mañana. CUARTO CUADRO: EPILOGO Ha pasado una semana de la tragedia que marcó para siempre a Piedras Negras. Voy por los pasillos del hospital, y donde hay dos o más personas reunidas, una palabra se escucha reiteradamente, “río, río, río”. He sido testigo de un evento que formará parte de la historia por siempre jamás. Cuando los años pasen, y los polvos del hoy se levanten y se hayan ido, seguirán escuchándose los niños de hoy, viejos de entonces, diciendo: a mí me tocó la inundación del 2004. Y pasará medio siglo, luego un siglo, y aunque cambien las tonalidades, y los portavoces, la frase será la misma: La inundación en Villa de Fuente, un tranquilo domingo, el día cuatro del mes cuatro del 2004. He sido testigo del modo como la vida se aferra a la vida; de cómo la muerte se combate con uñas y dientes, y sé que la esperanza es lo último en perderse. Todavía hace un par de días encontraron a cuatro personas con vida entre el agua decididos a no dejarse llevar por la muerte. Los damnificados se dan ánimos unos a otros, diciendo que no importa que hayan perdido sus pertenencias, pero que están juntos y con vida. Luego la mirada los traiciona, se extravía en la nada, y una lágrima se escapa de sus ojos. Esta mañana las pipas regaban los arbolitos del libramiento; las plantas no tienen sed, pues las tierras se han mantenido húmedas. Debe de ser un símbolo de recuperación o de esperanza; una manera de animarnos a quienes por simple coincidencia pasamos enfrente. Las tierras siguen estando inusualmente húmedas, la aridez histórica que conocieron padres y abuelos se ha borrado más allá de lo deseable. El sol se filtra por entre dos nubes y parece sonreír. He visto algunos niños jugando a perseguirse, descalzos con la ropa sucia y las miradas vivaces; aquella pequeña y su muñeca muestran una blanca mazorca por entre el lodo que cubre sus caritas. De alguna manera la vida vuelve a comenzar; los corazones laten, las manos se estrechan, los hombros se fortalecen; los pies reúnen fuerzas para reemprender la marcha. Hora de volver a tomar el camino, adelante, siempre adelante; hora de sacudirnos los llantos, y guardar junto al corazón las memorias más amadas.

Magdalena Kozena interpreta aria de Vivaldi

Interpretación del aria: "Sonno, se pur sei sonno" de la ópera en tres actos "Tito Manlio". Y dice: "Sueño, si realmente eres sueño y no horror, esparce una oscuridad funesta sobre mis ojos" Gracias, ERH por tu recomendación.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez.

Que difícil resulta entender que teniendo un planeta tan maravilloso como este, nos hayamos dedicado a hacerlo producir riqueza para unos cuantos, desechos para todos.
 Explotado, saqueado, abusado, profanado ante los ojos de toda la humanidad y descaradamente se le llame a esta masacre, "desarrollo"".
   Buscando metales preciosos, contaminamos el tesoro mas valioso que existe, el agua, creamos empresas humeantes cuyos contaminantes aspiramos muchos mientras sus ganancias son repartidas entre unos cuantos.    Sembramos para que coman muy bien los menos cuando la mayoría no dispone de lo cosechado ni en una ínfima parte, pero en las consecuencias del desarrollo de la agricultura si vamos incluidos todos.
  Se procuran hoy productos orgánicos que alcanzan valores estratosféricos que todavía los hacen menos accesibles; se convierten entonces en un lujo que muy pocos pueden darse. 
   Todo mundo observa, critica, reprueba técnicas de explotación del planeta, solo unos cuantos emprenden una lucha real contra ellos, buscan realmente alternativas aunque con eso haya menos ganancia económica.
   La mayoría consumimos, aceptamos la embestida del desarrollo con un pasmoso conformismo que a veces nos abruma, pero nos hacemos a la idea; así es la evolución y vemos venir nuestra autodestrucción como un final inevitable.
   Mal repartido, abusado, profanado, saqueado y explotado, me imagino que el mundo se ha de estar preguntando, ¿en manos de quien he caído?



Video divertido: Dónde quedó la croqueta?