domingo, 13 de abril de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

SUCCAR PRESO, ¿Y LUEGO…?
Lydia Cacho acaba de anunciar por Twitter que se confirma la sentencia de 112 años de prisión y poco más de medio millón de pesos de multa para Succar Kuri por corrupción de menores y pornografía infantil.  Ello después de que la omisión de una firma fuera aprovechada por los abogados del acusado para promover un amparo que pudo haber cambiado el rumbo de esta historia.
   De alguna manera es una bocanada de aire fresco, un motivo para creer que no todo dentro de nuestro sistema judicial tiene un precio.  Y sirva pues a manera de introducción para lo que hoy me trae a este espacio:
   Dentro de las manifestaciones del  hombre, el desnudo ha ocupado su lugar.  Las culturas de la antigüedad, y muchos grupos humanos de nuestros tiempos lo asumen como parte de sus propias costumbres, en tanto que para la mayoría  de las culturas de occidente durante muchos siglos, el desnudo ha existido dentro de las artes visuales como unas faceta más del quehacer humano por explorar.  El desnudo y todo lo inherente a la sexualidad, en países como el nuestro, vivió bajo un velo de misterio y ocultamiento propiamente hasta la actualidad, momento en que tiene cada vez mayor presencia dentro de lo cultural.
   Ese ocultamiento moralista de todo lo sexual contribuyó también, con sus evidentes ambigüedades, a problemas como la pederastia.  Los jóvenes de hoy  se reirían si supieran cómo eran las cosas cuando las mujeres de mi generación y yo  tuvimos nuestra primera menstruación. Las más afortunadas sabíamos qué iba a sucedernos y cómo debíamos actuar en aquel momento.   Claro que cualquier niña esperaría que mamá estuviera a su lado en aquel justo instante para animarla, abrazarla y apoyarla, lo que en mi caso no fue así.  Ocurrió un 20 de noviembre al amanecer; mis padres estaban fuera de la ciudad, y yo  preparándome para participar en el desfile de la Revolución vestida toda de blanco.  Fue una experiencia incómoda y atemorizante utilizar por primera vez una toalla sanitaria, que en esos tiempos no era autoadherible. 
   Sin embargo muchas compañeras  detectaron horrorizadas aquel primer sangrado, pues no tenían ni la más remota idea de qué estaba pasando con ellas, era tema tabú que se manejaba en secreto, de manera que  de acuerdo a la moral culpígena que  se  cernía sobre asuntos como este,  quizás habrán imaginado que “aquello” sucedía como castigo divino por algún pensamiento o alguna sensación  impura. Las mamás muchas de las veces no hablaban con las hijas ni antes de esa primera regla ni luego de que, como madres, supieran que su niña se había convertido en “señorita”.   Y si tal hermetismo había para la menstruación, mucho más habría entonces para otros aspectos concernientes a la sexualidad, por lo que no pocas veces la mujer iba totalmente a ciegas a su primera relación, y no pocas veces salía embarazada sin entender bien a bien qué había sucedido.
   Claro, estamos viviendo otros tiempos, la sexualidad es materia escolar, y el desnudo es cada vez más común, especialmente en cine, televisión e Internet.  En mi opinión muy particular, mucho más allá de lo que el buen gusto marca; hay un desbordamiento de temas, escenas y alusiones sexuales que quizá, de manera paradójica, estén dando pie a problemas como la pederastia. Porque, vamos a ver, en el caso de la televisión casera, en primer lugar, muchos niños pequeños no tienen establecidos horarios para dormir; siguen despiertos hasta que el último adulto de casa se duerme, lo que puede mantenerlo en pie hasta la una o dos de la mañana.  En esos horarios es bastante más común que haya en la televisión películas con alto contenido sexual, aunque también a las cuatro o cinco de la tarde podemos encontrarlas, lo que resulta lamentable, y seguirá sucediendo mientras los usuarios no actuemos para exigir que se modifique.
   Bien,  si un niño de tres o cuatro años se topa con una película sexualmente gráfica, o si encuentra a la familia observándola, asume que  todo aquello es “normal”, ¿sí o no?  Que el sexo es normal para todos (él no discrimina que vaya en función de la edad).  Y si el tío, o el abuelo, o el cuidador…el maestro o el sacerdote  le insinúan algo parecido a lo que está viendo en casa, ¿cómo esperamos los adultos  que  él esté en capacidad, primero de entender que aquello le hará daño, y luego de evitarlo?
   En cuanto a pornografía infantil, este desbordamiento de temas sexuales adultos, como todo, provocará un hartazgo que llevará a buscar otras opciones donde corra adrenalina.  Si todo se permite, ¿por qué niños no…?

   ¡Bravo por Lydia Cacho quien hoy se anota una gran marca! Pero el trabajo es de todos.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Paz
Nunca fue el hombre pacífico.  Lleva más de dos mil años en guerra.
Pero el Siglo 21, que apenas empieza, ya destaca como infame en lo  violento.
Empezó con el derrumbe de las Torres Gemelas a manos de fanáticos musulmanes.
Prosigue con matanzas en Venezuela, Egipto, Yemen, Siria, Ucrania.
En México llegamos a cien mil muertos en el combate al crimen organizado.  Y seguimos contando.
Promover la paz ya no es causa política ni bandera de partido.  Es clamor universal.
La paz, como la guerra, empieza en un hombre, en usted.  En un sitio, su hogar.
jvillega@rocketmail.com

Video: Discurso de Natalia, niña indígena radicada en Monterrey

Poema "Niña", escrito por Octavio Paz para su hija Helena.



Nombras el árbol, niña. 
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.

Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.

Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.

¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!



Mirando por encima del hombro de un relojero suizo.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


¡Me sorprenden las nuevas generaciones! 
Manejo extraordinario de la tecnología a edades cada vez mas tempranas. como si se hubiera desarrollado junto con ella un nuevo dispositivo cerebral que permite hacer uso de ella sin mayor estudio, instintivamente quizá, cosa que para nosotros los bastante adultos resulta complicadísimo y a veces imposible, teniendo que recurrir vergonzosamente a preguntarle a un niño o a un joven cómo acceder a tal o cual programa, a veces teniendo que soportar una cara con exclamación de desconcierto ante nuestra ineptitud.
 Se supone que los adultos debíamos tener todas las respuestas y ahora nos rebasa la tecnología y quedamos tan obsoletos que damos la impresión de ser ¡tan ignorantes!
 Acepto humildemente mi ineptitud. Todos los días a mi consultorio llegan niños con iPhone, no cualquier tablet, iPad, apenas logro captar su atención unos minutos para poderlos examinar y vuelven a ella. Se asoman al mundo virtual y quedan atrapados en él, no los juzgo, yo a mi edad me enredo en esto, en lo poco que logro adentrarme, tiene demasiada atracción, pero tengo la ventaja de haber vivido ya anteriormente, de haber sabido lo que era leer una respuesta en un libro y tardar en encontrarla después de investigar en varios de ellos, de tener paciencia para saber de alguien mediante una carta y saborear la espera y más la llegada de la misma. Desarrollé cualidades que me hicieron resolver los problemas de la vida cotidiana, pensamiento crítico, sentido común, intuición. 
Aprendí a leer en las miradas, en las inflexiones de la voz, en el lenguaje corporal de las personas lo que sentían. Supe de improvisar juegos y de la maravillosa sensación de compartirlo con más de un amigo, al aire libre, utilizando más que solo el movimiento de mis dedos, utilizando además de mi cuerpo, mis emociones. 
No hubo Google, ni copy-paste que me permitiera realizar tareas en automático, mi creatividad mucha o poca tuvo que desarrollarse. 
 Innegables las bondades de la tecnología, las reconozco y disfruto, pero no dejo de reconocer también que anula cualidades humanas que habrán de reflejarse en las próximas generaciones, básicas, fundamentales para el verdadero desarrollo del ser HUMANO. 
En esta interfase me tocó vivir, seguramente no llegaré a comprobar si éste era el camino correcto a seguir, si éste era el mejor camino, si los errores se borrarán tan solo con la tecla SUPRIMIR.


"Y el vals continúa" Pieza de Anthony Hopkins: Estreno mundial a cargo de André Rieu y su orquesta.

Gracias, Paulino y Chacha, por su recomendación.