SUCCAR PRESO, ¿Y LUEGO…?
Lydia Cacho acaba de anunciar por
Twitter que se confirma la sentencia de 112 años de prisión y poco más de medio
millón de pesos de multa para Succar Kuri por corrupción de menores y
pornografía infantil. Ello después de
que la omisión de una firma fuera aprovechada por los abogados del acusado para
promover un amparo que pudo haber cambiado el rumbo de esta historia.
De alguna manera es una bocanada de aire fresco, un motivo para creer
que no todo dentro de nuestro sistema judicial tiene un precio. Y sirva pues a manera de introducción para lo
que hoy me trae a este espacio:
Dentro de las manifestaciones del hombre, el desnudo ha ocupado su lugar. Las culturas de la antigüedad, y muchos
grupos humanos de nuestros tiempos lo asumen como parte de sus propias
costumbres, en tanto que para la mayoría de las culturas de occidente durante muchos
siglos, el desnudo ha existido dentro de las artes visuales como unas faceta
más del quehacer humano por explorar. El
desnudo y todo lo inherente a la sexualidad, en países como el nuestro, vivió
bajo un velo de misterio y ocultamiento propiamente hasta la actualidad, momento
en que tiene cada vez mayor presencia dentro de lo cultural.
Ese ocultamiento moralista de todo lo sexual contribuyó también, con sus
evidentes ambigüedades, a problemas como la pederastia. Los jóvenes de hoy se reirían si supieran cómo eran las cosas cuando
las mujeres de mi generación y yo tuvimos nuestra primera menstruación. Las más
afortunadas sabíamos qué iba a sucedernos y cómo debíamos actuar en aquel
momento. Claro que cualquier niña
esperaría que mamá estuviera a su lado en aquel justo instante para animarla,
abrazarla y apoyarla, lo que en mi caso no fue así. Ocurrió un 20 de noviembre al amanecer; mis
padres estaban fuera de la ciudad, y yo preparándome para participar en el desfile de
la Revolución vestida toda de blanco.
Fue una experiencia incómoda y atemorizante utilizar por primera vez una
toalla sanitaria, que en esos tiempos no era autoadherible.
Sin embargo muchas compañeras detectaron horrorizadas aquel primer sangrado,
pues no tenían ni la más remota idea de qué estaba pasando con ellas, era tema
tabú que se manejaba en secreto, de manera que de acuerdo a la moral culpígena que se cernía sobre asuntos como este, quizás habrán imaginado que “aquello” sucedía como
castigo divino por algún pensamiento o alguna sensación impura. Las mamás muchas de las veces no
hablaban con las hijas ni antes de esa primera regla ni luego de que, como
madres, supieran que su niña se había convertido en “señorita”. Y si tal hermetismo había para la
menstruación, mucho más habría entonces para otros aspectos concernientes a la
sexualidad, por lo que no pocas veces la mujer iba totalmente a ciegas a su
primera relación, y no pocas veces salía embarazada sin entender bien a bien
qué había sucedido.
Claro, estamos viviendo otros tiempos, la sexualidad es materia escolar,
y el desnudo es cada vez más común, especialmente en cine, televisión e
Internet. En mi opinión muy particular, mucho
más allá de lo que el buen gusto marca; hay un desbordamiento de temas, escenas
y alusiones sexuales que quizá, de manera paradójica, estén dando pie a
problemas como la pederastia. Porque, vamos a ver, en el caso de la televisión
casera, en primer lugar, muchos niños pequeños no tienen establecidos horarios
para dormir; siguen despiertos hasta que el último adulto de casa se duerme, lo
que puede mantenerlo en pie hasta la una o dos de la mañana. En esos horarios es bastante más común que
haya en la televisión películas con alto contenido sexual, aunque también a las
cuatro o cinco de la tarde podemos encontrarlas, lo que resulta lamentable, y
seguirá sucediendo mientras los usuarios no actuemos para exigir que se
modifique.
Bien, si un niño de tres o cuatro
años se topa con una película sexualmente gráfica, o si encuentra a la familia
observándola, asume que todo aquello es
“normal”, ¿sí o no? Que el sexo es
normal para todos (él no discrimina que vaya en función de la edad). Y si el tío, o el abuelo, o el cuidador…el
maestro o el sacerdote le insinúan algo
parecido a lo que está viendo en casa, ¿cómo esperamos los adultos que él esté
en capacidad, primero de entender que aquello le hará daño, y luego de evitarlo?
En cuanto a pornografía infantil, este desbordamiento de temas sexuales
adultos, como todo, provocará un hartazgo que llevará a buscar otras opciones
donde corra adrenalina. Si todo se
permite, ¿por qué niños no…?
¡Bravo por Lydia Cacho quien hoy se anota una gran marca! Pero el
trabajo es de todos.