“CIBER NINIS”
Una de las grandes noticias de esta semana ha
sido, sin lugar a dudas, la entrega a Elena Poniatowska del Premio Cervantes,
importante galardón con que se reconoce año con año a escritores en lengua
castellana. La ceremonia se llevó a cabo
en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, en presencia
de los Reyes de España, así como destacados académicos y personalidades de la
política.
Elena
Poniatowska es la cuarta mujer en recibir este premio, y la primera de las
cuatro que sube al púlpito a leer su discurso de aceptación, para el cual
preparó un magnífico texto que da cuenta de sus orígenes familiares, de su
llegada a México en 1942 siendo una niña francesa, y del singular encuentro que
tuvo con la lengua castellana, que aprendió de boca de pregoneros y vendedores ambulantes por las
calles de aquella peculiar ciudad de México de mediados del siglo veinte.
La palabra que más cautivó a la recién llegada,
de labios de estos “descalzos que se
ocultaban bajo sombreros y rebozos”, fue
la palabra “gracias” cuya pronunciación sencilla y musical daba cuenta a la futura
escritora de la nobleza del pueblo que la acogía como suya para siempre.
Vale la
pena dar lectura al discurso en que la Poniatowska se refiere con sobrada
admiración de Sor Juana Inés de la Cruz, una adelantada a su tiempo, que ella
califica como una intelectual sobre quien se ejerce la censura; habló de su
enorme erudición y su agudeza de pensamiento, que quedó plasmada en la correspondencia
que sostuvo con el obispo de Puebla, quien se firmaba bajo el seudónimo de Sor
Filotea de la Cruz.
En la
última parte de su discurso Elena refiere, parafraseando a María Zambrano, que
busca ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas, y –acotación
mía- muy en particular en las vidas de los desposeídos, los marginados, los
“nadies” de Galeano, que se alcanzan a escuchar cuando “la ciudad llora
quedito”, como Elena lo ha dicho con singular ternura poética.
Ahora
bien, navegando en la red me topé con la versión digital del artículo de una
conocida revista de circulación nacional, hablando de la premiación, y de lo
tardío de las felicitaciones del presidente Peña Nieto a la escritora galardonada. Hasta ahí todo bien, la revista se apega al
estilo editorial que la caracteriza, algo muy respetable. Lo que me causa irritación y hasta repulsión, es la serie de comentarios
que se hacen en el chat de esta revista
respecto a la figura de Elena Poniatowska. Van desde posturas francamente misóginas,
hasta otras que traducen una profunda amargura personal que se vuelca en
negativismos. Y por supuesto, a lo largo
y ancho de todos estos comentarios, la evidencia de un absoluto desconocimiento
de la obra periodística, narrativa y humanitaria de la escritora.
Desde
tiempo atrás he querido entender este fenómeno que se infiltra en redes
sociales para, desde el anonimato virtual denostar cualquier tópico
expuesto. Ni la madre Teresa de Calcuta
se salva de estos oprobiosos comentarios, vituperios mordaces, ultrajes,
escarnios, y humillaciones.
Como una
pequeña muestra de lo anterior transcribo algunas de las “opiniones” vertidas por
los participantes en el chat, cuestionando la trayectoria de Elena Poniatowska,
y los merecimientos para el premio que recibió:
“…su aporte cultural o polítiquero.”
“…le
dan Honoris Causa a cualquier pirruris”.
“…la
señora ni es una gran escritora, ni narradora y por lo poco que me toca decir
ni siquiera es una gran persona”.
“De
que sirve ser una mujer destacada de letras si no hace nada por el Pais”.
“…¿ella
gana tantooos premios, premitos y premiotes por eso?”
“…premio
Ripley a la escritora más premiada, sin que sus libros valgan ni un gramo, y
así lo dicen sus lectores... inexistentes".
Estos son solo algunos de los comentarios
que, evidentemente, reflejan una mayúscula pobreza de espíritu de sus autores,
así como una franca ignorancia, pero sobre todo un afán de dañar, manchar,
escupir, emponzoñar y destruir, resultado de estar enojados con la vida, con la
gente, pero sobre todo con ellos mismos.
He querido encontrar un nombre para llamar a
estos personajes oscuros, la gran masa anónima de individuos que hallan su
fuerza en las redes sociales para atacar sin ser identificados, sin correr el
riesgo de ser confrontados, y así poner en evidencia su ignorancia supina respecto a tantas cosas que critican de manera
despiadada.
Quiero imaginar el gesto en sus caras cuando
vuelcan tanta hediondez verbal, imaginar su día a día, qué hacen, a qué se
dedican, o si acaso albergan sueños y metas.
Por lo pronto les llamaré “ciber ninis”, los cibernautas que ni conocen,
ni aportan… Aunque, viéndolo bien, nadie
puede dar lo que no tiene.