CON EL ESCUDO O SOBRE EL ESCUDO
Octubre se ha constituido a nivel mundial como el mes de la
lucha contra el cáncer de mama, período del año cuando se insta a la población
en general a utilizar los diversos
métodos para la detección oportuna de esta enfermedad.
La palabra “cáncer” en sí es agresiva, no podemos
considerarla, como a otras palabras, melodiosa o dulce, tanto en lo sonoro de las
dos sílabas que la componen, cuanto por su significado intrínseco. Este término es utilizado desde
los tiempos de Hipócrates (460-371 AC), médico de la Antigua Grecia,
considerado como el padre de la Medicina, quien comparó los vasos sanguíneos
que observaba dentro del tumor con las
tenazas de los cangrejos, de modo que comenzó a llamar a los tumores
“karkinos”. Tres siglos después otro
gran médico, Galeno (130-200 DC) consideró que si los tumores se retiraban de
manera temprana del organismo, había posibilidades de que la enfermedad
remitiera, principio que continúa vigente más de dos siglos después, y se
aplica, entre otras, a la campaña de
detección de cáncer mamario que se emprende cada octubre desde hace poco más de
treinta años.
Quienes tienen la fortuna de no haber contado hasta ahora ningún caso entre
sus seres queridos, muy probablemente vean el escenario de un paciente con
cáncer como el más terrible. Sin embargo
conforme nos encontramos próximos a un enfermo, o hemos padecido alguna forma
de la enfermedad, tenemos muchas historias de vida qué compartir. Está visto que el espíritu humano se coloca
por encima de la enfermedad, aprende a sortearla, y aún más, aprende de ella.
En mi historia personal
mi padre enfrentó dos tumoraciones independientes una de otra, lo que lo
convirtió en un gran luchador hasta el final.
Recuerdo una frase muy suya: “Con el escudo o sobre el escudo, pero nunca
bajo del escudo”; el largo curso de la enfermedad en sus dos presentaciones
abarcó una tercera parte de su vida, y lo fue convirtiendo en poeta, algo que
jamás hubiera imaginado durante mi niñez, cuando a mi padre, como ingeniero
civil que fue, lo caracterizaba el
pensamiento lógico matemático. No
podría decir yo que no sufrió dolores físicos; los tuvo y algunos de ellos muy
intensos, pero de alguna manera todo ello lo llevó a sublimar su espíritu en
ese fuego modelador, hasta su último suspiro. Su postrera obra de Ingeniería,
la sustitución de los soportes del Puente Colgante de Ojuela, la llevó a cabo teniendo la enfermedad muy avanzada; como él siempre
lo refirió, fue su mejor obra, tanto porque constituía un reto de Cálculo muy
grande, como porque él sabía que sería la
última como profesional.
Luego me tocó a mí, hace casi seis años, en lo que ha sido
una experiencia de vida muy singular. He
aprendido a ver las cosas de otra manera, a divertirme más, a complicarme menos,
a descubrir la riqueza de las pequeñas cosas, y a sentirme afortunada por lo
que tengo, sin rezongar por lo que no tengo.
Mi familia y mis amigos han sido un apoyo que yo no alcanzaría a pagar
ni volviendo a nacer.
En este trayecto he conocido seres humanos maravillosos que han
sabido lidiar con la enfermedad física de una forma admirable; algunas, como
mis queridas Carmen Julia y Paty se han
adelantado en el camino, no sin dejarnos un cúmulo increíble de enseñanzas a
quienes tuvimos la fortuna de conocerlas y acompañarlas en la parte final de su
camino. Otras como mis amigas Aída
Bertha y Martha, fundadoras del GAC (Grupo de Apoyo a personas con Cáncer) en
Piedras Negras, son las estrellas polares que guían el camino de muchísimos
enfermos de cáncer y sus familias.
Un diagnóstico de cáncer no significa necesariamente una
sentencia de muerte, y menos en los tiempos actuales, cuando los avances de la
Medicina vienen logrando cosas que en otras épocas ni siquiera pudieron
imaginarse. Claro, cuando nos dicen que
albergamos una enfermedad de esta naturaleza el suelo se cimbra a nuestros
pies, y de inmediato nos ponemos a temer por nuestro destino y el de nuestra familia.
En esas épocas de zozobra la labor que llevan a cabo grupos como el GAC es
imponderable, en cuanto a apoyo moral, a reforzar la espiritualidad, a llevar
al enfermo a comprender que no está solo en su lucha. Del mismo modo apoyan a la familia en sus
necesidades, ya sea de tipo emocional, o cuando así se requiere, con material
de curación, complemento alimentario, o pago de gastos de traslado para su
tratamiento en otra ciudad. Ellas dos
encabezan un increíble grupo de sobrevivientes que día a día, en toda circunstancia,
dan testimonio de su amor por la vida.
Esta tarde se lleva a cabo su evento anual; un privilegio
poder ser parte del mismo. ¡Larga vida al GAC!