domingo, 12 de abril de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

REFLEXIÓN CAMINERA

Al momento de sentarme a escribir la presente colaboración me asaltan sentimientos encontrados; en un par de días habré completado seis décadas de vida, algo que ni yo misma acabo de creerme, de algún modo atrapada en las concepciones infantiles con respecto a la edad. Cuando yo era pequeña mis dos abuelas tenían poco más de sesenta, y eran para mí dos lindas viejecitas con la cara llena de “cosquillas” cuyo amor hizo de mis primeros años de infancia un espacio mágico, algo que en gran medida definió toda mi vida. Ahora cuando voy llegando a la edad que ellas tuvieron algunos años antes de morir, me golpea la realidad de un modo contundente, sé que me hallo en un cruce de caminos a partir del cual inicia lo que para todos los humanos es la última etapa de su vida, y vienen las preguntas lógicas que estoy obligada a contestarme, acerca de lo que ha sido mi existencia a lo largo de estos años.

En particular me mueve a la reflexión la situación médica de una querida amiga quien por cierto también en estos días cumple años. Ella y yo compartimos gran parte de nuestra vida laboral hospitalaria, y en la esfera personal vivimos alguna situación de salud muy similar, sin embargo ahora, en este preludio cumpleañero las cosas son muy distintas para ella y para mi. Después de haber disfrutado una mañana particularmente fresca, que me estimula a conectarme con los cinco sentidos al mundo, ahora cuando tengo la libertad para encender mi equipo y volcar sobre mi mudo interlocutor electrónico estos pensamientos, ella se encuentra conectada a un ventilador, buscando salir adelante de una complicación que la tuvo al borde de la muerte. Alrededor suyo no hay ambiente de fiesta, en lugar de carcajadas priva un total silencio, mientras las pupilas de sus seres queridos se hallan fijas en la pantalla del monitor sobre la cual se dibujan uno a uno los impulsos eléctricos que indican vida.

Sabemos que la existencia no necesariamente es justa, y que muchas veces suceden cosas muy dolorosas a personas que nosotros consideramos que a lo largo de su vida no han hecho más que bien, y de igual modo hay ratos cuando tenemos la impresión de que la vida premiara a individuos que a nuestro juicio han provocado mucho daño a otros… Sin embargo debajo de esas apariencias matemáticas que no parecen cuadrar hay un universo interior conectado con universos a los cuales no tenemos acceso a partir de nuestra simple humanidad. Eso es lo que nos consuela para no desfallecer, para esforzarnos en seguir poniendo lo mejor de nosotros mismos cada día.

Frente a situaciones que nos vuelven más que conscientes respecto a lo endeble de nuestra condición humana, habrá que preguntarnos qué tanto sabemos aprovechar cada oportunidad que se nos presenta. Poco o nada nos percatamos de que seguimos sobre el planeta con nuestras funciones activas gracias a una interminable sucesión de milagros que ocurren de manera perfecta en nuestro interior, con tal precisión, que difícilmente llegará a existir una maquinaria diseñada por el hombre capaz de replicarla en su conjunto. Y que si seguimos aquí enteros, como beneficiarios directos de esta sucesión de milagros, es por una razón, y que dentro de cada uno habrá que buscar la respuesta a esta gran pregunta.

Momento de poner las cosas en orden, de medir lo planeado contra lo cumplido; lo realizado contra lo pendiente. Dar gracias al cielo por estos años de vida, por las maravillas del planeta que me dio cuna, por la familia dentro de la cual crecí, y por aquella que tuve oportunidad de formar; por los verdaderos amigos, esos que se cuentan con los dedos de las manos, que siempre están ahí, sobre todo en los momentos difíciles. Sentirme afortunada de vivir en la época tecnológica que me ha facilitado, entre otras cosas, estos coloquios semanales de mí-conmigo que sostengo desde hace cuarenta años.

Gracias al cielo por la capacidad de asombro, el mejor lente para ver la vida con ojos de niño, sonreír y sorprenderme con las pequeñas cosas de cada día. Por la música, por los colores, por las mañanas frescas y los gorjeos tempraneros desde mi patio. Gracias por las memorias que me conectan de manera viva con quienes se han adelantado en el camino…

Pido a Dios que me permita alcanzar la sencillez de los pequeños y así entrar en armonía con el universo, dentro del cual cada creatura tiene su lugar y su medida, y ser consciente del paso del tiempo, para no desperdiciarlo en naderías. Recordar día con día que el tiempo es un recurso que pasa y se va, y que las oportunidades que dejamos partir no vuelven. Deseo conseguir que conforme la cara se me cubra de “cosquillas” el corazón se goce en pequeñas dichas coleccionables de la tercera edad, hasta el último momento.

Mi amiga Edna falleció unas horas después de que terminé y mandé a los diarios esta colaboración. Sé que descansa en paz,  pues toda su vida anduvo por el camino que conduce al cielo.

1 comentario:

  1. Hermana, felicidades por la manera cómo abrazas la vida, cómo buscas hacer de cada día una experiencia maravillosa e irrepetible. Gracias por tu guía amorosa y tu sabiduría que me han sostenido en momentos difíciles de mi vida. Que Dios te dé muchos años de cara con "cosquillas"...TQM

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