domingo, 22 de noviembre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

POR LA PAZ 
Que el grito de la Paz se alce con fuerza por todas las partes de la Tierra. – Papa Francisco.

La que termina ha sido, sin lugar a dudas, una semana que habremos de recordar en nuestra historia personal por siempre; será referente obligado en tratados internacionales, así como en las crónicas familiares que pasan de abuelos a nietos. Hoy se conmemora el aniversario de la muerte de John F. Kennedy; quienes teníamos uso de razón en 1963 de seguro recordaremos el momento cuando se dio a conocer la noticia de aquel asesinato, que marcó la historia mundial para los siguientes treinta años, hasta el fin de la Guerra Fría. Algo similar sucedió en el 9/11 cuando nos enteramos del primer avión que impactó una de las Torres Gemelas, y poco después del segundo. Con toda seguridad cada uno de nosotros podrá evocar dónde estaba o qué hacía cuando recibió aquella noticia que puso a Nueva York en los titulares de todos los medios noticiosos del mundo.

En esta oportunidad las cosas se dieron de otra manera; las redes sociales fueron las encargadas de transmitir las primicias de lo que ocurría en aquellos espacios turísticos y de entretenimiento en la ciudad de París. Con la diferencia de horario los hechos sangrientos nos caían acá poco después del mediodía, y a partir de ese momento se iniciaron transmisiones ininterrumpidas a través de Internet que fueron dando cuenta con detalle del recuento de los daños, la identidad de los fallecidos y las investigaciones para dar con los terroristas que perpetraron los hechos. Se inició la “opinionitis” a que hace referencia Daniel Espartaco Sánchez en su más reciente colaboración en “Letras Libres”, y pronto en redes sociales todos nos volvimos expertos en desentrañar aquella maraña de detalles y proclamar nuestra propia verdad como la única, y dar vuelo a la loca fantasía de sentirnos especialistas en política internacional que, la verdad, si algo conocemos será porque hemos leído al vuelo. A la fecha siguen surgiendo opiniones en uno u otro sentido, en ocasiones inflamando los ánimos de los internautas.

Este episodio terrorista viene a injertarse en un problema de migración forzada desde lugares como Siria o Nigeria, por citar algunos. Las familias, así sea con niños pequeños huyen como sea, a donde sea… tal su desesperación por escapar de la situación que están viviendo. Ya hemos visto con tristeza el modo como en el Mar Egeo lanchas inflables se vuelcan en alta mar con las consecuentes pérdidas humanas.

Al margen de los conflictos internacionales por el poder, la tierra o el petróleo, los habitantes del planeta hemos ido albergando sentimientos que actúan como tierra fértil para las semillas del mal. Hemos permitido que el consumismo nos haga su presa, tratamos a los demás según la capacidad adquisitiva o el poder que manifiestan tener, en una sociedad que tanto valor da a las apariencias. En cualquier sitio público logra mejor y más rápido sus propósitos el que grita, el que exige o amenaza de modo violento, ante lo que todos nos replegamos y callamos. Poco o nada hacemos para favorecer que se cumplan las leyes, desde lo más complicado hasta lo más simple de cada día, nos manejamos con aquello de “qué tanto es tantito” para infringir las reglas, para el manejo discrecional, para sacar ventaja pasando por encima de los derechos de los demás… y así, poco a poco, cada uno de nosotros desde nuestra propia posición, va abonando esa tierra donde se siembran y pronto se desarrollan los grandes males. 

Geográficamente estamos muy lejanos a Siria, a Palestina, a la propia Unión Europea, pero bien podemos hacer una revisión de qué tanto nuestras propias conductas favorecen que se violen los derechos y el sistema se corrompa; hasta dónde nuestra tolerancia, esa actitud de hacer como que no vemos, está propiciando aquellos males que hoy asolan a la humanidad entera.

Cuando comenzamos a entender que esos conflictos armados involucran seres humanos con nombre y apellidos, con familia, con sueños y aspiraciones; personas que como tú y yo tienen derecho a una vida digna y satisfactoria, es cuando las cosas se enfilan hacia el cambio. París nos cimbró, no por cosmopolita, no por refinado; nos puso en estado de choque que si un país primermundista como Francia es tan vulnerable al terrorismo, qué podremos esperar nosotros. Nuestra reacción no ha sido por despreciar las tragedias propias como muchos han venido manejando en redes, es porque con cada muerto en París vimos morir nuestras esperanzas de un mundo mejor para todos.

El dios de cada cual puede ser el motivo, o puede ser el subterfugio de otro tipo de intereses en los planes de ataque. Si aspiramos a lograr paz para todos, la única religión en el mundo habrá de ser el respeto.

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