domingo, 6 de septiembre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

DEL OTRO LADO DEL MAR  LA ESPERANZA
Vestido con amor para llegar a otra vida, acostadito en la arena, el niño parece dormir, pero está muerto. Ojalá su sueño nos despierte. - Gioconda Belli

La de Aylan es una imagen icónica que trascenderá en el tiempo para recordar a las generaciones venideras que no hay guerra que pueda justificarse cuando el precio es la muerte. La familia de este pequeño sirio kurdo originario de Kobani intentaba alejarse del conflicto de muerte,  para venir a perecer en el Mar Egeo, entre Turquía y Grecia, cuando la balsa inflable en que viajaban se volcó, y a Abdullah Kurdi, padre del menor se le escaparon de las manos sus dos hijos, Aylan de 3 años  y su hermano Galip de 5, además de la madre de los pequeños de nombre Rehan. La historia que narra el padre es desgarradora, inicialmente pretendían ir a Canadá en donde vive una hermana del hombre, pero en lugar de solicitar que permitieran ingresar a sus familiares a suelo canadiense, la hermana optó por enviar el dinero para que ellos organizaran su escape de Siria.  En dos ocasiones trataron de hacerlo a través de  traficantes de humanos, pero por alguna razón el viaje hubo de cancelarse, de manera que en esta tercera ocasión lo hicieron prácticamente por su cuenta, con los trágicos resultados que todos conocemos.  Los informes de organizaciones como “Save the Children” y la propia ONU indican que hay más de 10,000 sirios que han huido de su país y lograron ingresar en calidad de refugiados a la Unión Europea, y que de estos más de la mitad son menores de 18 años.
Nos hemos ido acostumbrando a la muerte de tal manera, que se necesita algo impactante para conmovernos.   Para desgracia nuestra la muerte se ha instalado entre nosotros, viaja en los camiones de ruta; se halla agazapada junto a alguna tienda de conveniencia lista para actuar en cualquier momento, se manifiesta en su forma más cruenta en los actos calificados con el eufemismo de “ajuste de cuentas” que bien pueden terminar con la vida de un ama de casa, un anciano, o un par de  escolares… Pero en esta ocasión la imagen de Aylan yaciendo boca abajo sobre la arena, suavemente mecido al vaivén de  las olas, nos conmueve; ese contraste de un pequeño con sus mejores ropas como el muñeco nuevo que alguna niña dejó olvidado en la playa, y que  el agua mueve a su antojo duele dentro, por más que nos hayamos creado una coraza para no sentir.
A poco tiempo de lo ocurrido las redes sociales se han llenado de imágenes compuestas, modelos en tercera dimensión, bellos bocetos, pero sobre todo los reclamos a la Unión Europea para que haga algo a favor de los miles de refugiados.  Y el éxodo habrá de continuar, porque el EI advierte que planea fabricar armas nucleares para el 2016.
Cuando observamos las aglomeraciones de sirios en los puntos de acceso a trenes o a campos de refugiados,  como cuando  vemos grupos de centroamericanos que intentan ingresar por la frontera sur de nuestro país, entendemos que este asunto de la migración es una desgracia humana, un intento desesperado por una vida mejor, para unos lejos de una fuerza armada que los aniquila, para otros cerca del quimérico sueño verde americano.   Es una tragedia humana que requiere  ser manejada por una instancia superior a las naciones involucradas en el conflicto.
Nos parte el corazón la imagen del pequeño sobre la arena, pero poco o nada se logra con llenar las redes sociales de quejumbres y reclamos.  Sea el momento de dar al problema una lectura general incluyente, esto es, lo que sucede en Siria es consecuencia de un problema territorial o político que termina en muerte; lo que sucede en el sur de nuestro país es consecuencia de falta de oportunidades de un trabajo digno y bien remunerado.  Todo ello da cuenta de un sistema que poco abona al desarrollo de un entramado social firme, que permita a toda una sociedad sacar adelante sus necesidades.  Con ello en mente resulta ocioso sentar a lamentarnos por lo ocurrido en el Mar Egeo,  cuando lo primero que nos corresponde es voltear a nuestro entorno, detectar las necesidades cercanas a nosotros en las cuales podemos actuar para resolver, y comenzar a hacerlo.   Del otro lado del mar quedó  la esperanza de esa familia que murió en el intento, allá quedan sus anhelos y su desesperación; ahora es momento de replegar las velas de nuestra pena para comenzar a ver aquí, en corto, qué se necesita y qué podemos hacer cada uno de nosotros por  restituir ese tejido social dañado, primero en nuestro propio suelo.

Aylan ya descansa en paz, nosotros no.


Imagen tomada de mexico.quadratin.com.mx el 5/9/2015



COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Descontrol
El control sobre los hijos se ha limitado con la llegada de las nuevas tecnologías.
Antes de ello, el apagar de luces llegaba cuando terminaban las transmisiones de la televisión. Las jóvenes se recogían a más tardar a las doce de la noche.
El teléfono de casa se utilizaba con mesura, las llamadas salían caras.
Hoy las adolescentes se van a la cama con el celular a un lado y están en comunicación a altas horas de la madrugada, mientras los padres duermen.
Ven y escuchan todo tipo de transmisiones.  Deben ser contados los padres quienes se los retiran antes de irse a dormir.  Y apostamos el relajo familiar por esa decisión.
Amortigua un poco el hecho de que el celular sirve para saber dónde andan.
La realidad es que esa comunicación ha relajado el control paterno.  Lo aceptemos o no, sencillamente son otros tiempos.
jvillega@rocketmail.com

Les Luthiers: Amor a primera vista

Último de tres videos para despedir al gran Daniel Rabinovich a quien siempre recordaremos con ese su buen humor contagioso, cargado de ingenio que deja entre nosotros.

Poesía de Baudelaire: El loco y la Venus

Con motivo del recién celebrado aniversario luctuoso de Baudelaire, autor de "Las flores del mal", aquí este fragmento poético. 

¡Qué admirable día! El vasto parque desmaya ante la mirada abrasadora del sol, como la juventud bajo el dominio del amor.

El éxtasis universal de las cosas no se expresa por ruido alguno; las mismas aguas están como dormidas. Muy distinto de las fiestas humanas, esta es una orgía silenciosa.

Diríase que una luz siempre en aumento da a las cosas un centelleo cada vez mayor; que las flores excitadas arden en deseos de rivalizar con el azul del cielo por la energía de sus colores, y que el calor, haciendo visibles los perfumes, los levanta hacia el astro como humaredas.

Pero entre el goce universal he visto un ser afligido. A los pies de una Venus colosal, uno de esos locos artificiales, uno de esos bufones voluntarios que se encargan de hacer reír a los reyes cuando el remordimiento o el hastío los obsesiona, ataviado con un traje brillante y ridículo, con tocado de cuernos y cascabeles, acurrucado junto al pedestal, levanta los ojos arrasados en lágrimas hacia la inmortal diosa.

Y dicen sus ojos: Soy el último, el más solitario de los seres humanos, privado de amor y de amistad; soy inferior en mucho al animal más imperfecto. Hecho estoy, sin embargo, yo también, para comprender y sentir la inmortal belleza.

¡Ay! ¡Diosa! 

¡Ten piedad de mi tristeza y de mi delirio!

Pero la Venus implacable mira a lo lejos no sé qué con sus ojos de mármol.



Charlie Chaplin en la línea de producción (De la película "Tiempos Modernos")

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


¡Quién bien te quiere te hará llorar!, eso es una condena, entonces ¿el que no me quiera me hará reír?

Difícil de aceptar el contenido de este refrán si uno lo lee así, sin reparar más en él.

Quizá cuando una es madre, comprende al detenerse a leerlo lo que se intenta decir, muchas veces con todo y el amor que le profesa a sus hijos se convierte en el peor de los jueces, no vacila en hacerle ver los errores y en el intento de hacerlos mejores seres humanos llegamos en ocasiones hasta a ser más ásperas que una lija, como si quisiéramos arrancar de tajo todas las fallas, hacerlos perfectos, para que nadie fuera de nosotros sea capaz de criticarlos o rechazarlos por sus equivocaciones.

Y efectivamente, los hacemos llorar y de pasada hasta nosotros lloramos, porque nos dejamos llevar por la ira y por la desesperación, no pensamos ni siquiera lo que decimos, nuestro fin podrá ser bueno, pero no justifica los medios, esos recursos que no tuvieron planeación alguna, dirigidos contra el blanco, contra el error, pero del cual no medimos los efectos secundarios.

Las madres pensamos así, a grandes males grandes remedios, a veces ni en el blanco damos, y los efectos colaterales son más perjudiciales y vienen a empeorar la situación; viene siendo como dice otro refrán, peor el remedio que la enfermedad.

Esto se repetirá una y otra vez durante la crianza de nuestros hijos, ensayo y error, porque definitivamente el ser asertiva, oportuna, prudente, ecuánime, con el balance perfecto entre el amor y la firmeza para educar un hijo solo viene en los libros.

A la hora de la práctica no hay tiempo en la mayoría de las ocasiones de leer el manual y calmar los instintos, y la responsabilidad es tan grande que pensamos que es mejor pecar de exceso que de defecto.

A estas alturas de mi vida, a pesar de que he reconocido esto, no creo haber podido actuar de otra manera y gracias a Dios no tengo la forma de comparar como sería si lo hubiera hecho, por lo que dejo a mi noble conciencia que me consuele diciendo que fue mejor así.

No me faltó amor, me sobró miedo de no cumplir con mi responsabilidad de ser una buena madre y cuando veo a otros padres temerosos para imponer límites, respeto, que se desbordan en mimos, en complacer hasta el menor de los caprichos de los hijos, en no ir a traumarlos con regaños, con ese miedo que a veces tenemos de dañarlos o de que nos terminen odiando, comparo y doy gracias a Dios por haber sido para mis hijos la madre que los quiso tanto y que con todo el dolor de su corazón más de una vez los hizo llorar.


Amigos para siempre: ¿Será tan difícil?

¿Es tan difícil imponer la voluntad por encima de las diferencias y convivir? Gracias, Guillermo por tan buen aporte.