domingo, 15 de enero de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

TERABITHIA EN LA RED
Esta semana falleció un pensador excepcional: El polaco Zygmunt Bauman, autor del concepto de “sociedad líquida” que analiza los efectos generados por nuestra participación dentro de la Internet, mismos que repercuten en el mundo real.
   La tecnología llegó para quedarse, cada dispositivo que se introduce al mercado va generando cambios en los usuarios hasta que se completa el período de apropiación, esto es, hasta que un elemento –digamos, el teléfono móvil—se integra como parte de la vida cotidiana.   Los primeros teléfonos celulares que datan de 1973  y que eran privilegio de unos cuantos,  han dado paso a aparatos muy variados, desechables y multiusos, que cualquiera puede adquirir,  de modo que difícilmente prescindimos de su uso, ya sea para comunicarnos, informarnos o entretenernos.
   Bauman allá por 1990 comenzó a profundizar en sus estudios acerca de los efectos que la apropiación de la tecnología de la información y comunicación provocaba en los usuarios.   Centró su atención en la manera como la vida de relación de los seres humanos iba cambiando conforme aumentaba la utilización de distintos equipos de tecnología digital, pero sobre todo, haciendo hincapié en la forma tan escasa como nosotros los usuarios llegamos a percatarnos de esos cambios generados en nuestro comportamiento general.
   Cuando visualizamos bajo la óptica de Bauman diversos fenómenos que ocurren en derredor nuestro, descubrimos una relación directa entre los contenidos transmitidos a través de la tecnología y el comportamiento de diversos sectores de la población.  En los últimos cuarenta años hemos conformado sociedades que se mueven a una velocidad muy alta, constituidas por individuos que parten del principio de que todo en derredor debe funcionar como ellos lo anticipan.  La tecnología da pie a seres humanos aislados y altamente egocéntricos que no alcanzan a percibir las cosas de otra forma, ello lleva a que nos volvamos poco tolerantes con quienes actúan de otra manera o a otra velocidad, y llegamos a exasperarnos fácilmente.   Quisiéramos modular el mundo a voluntad, como haríamos desde  la consola de un videojuego.
   Una cosa deja clara el pensador desde sus primeras comunicaciones sobre el tema: El mundo virtual es un generador de ilusiones que caen más allá de cualquier realidad material, la más grave es que el mundo real tiene solidez, idea generada a partir del mundo líquido que sólo existe en la red.  Dentro de las redes sociales cada individuo puede jugar a reinventarse cada día, aun cuando la imagen que proyecta por Internet tenga poca o ninguna relación con su comportamiento en el mundo real.   Este manejo lúdico y altamente narcisista de nuestro imaginario nos lleva a conductas muy variadas, desde a subir un número interminable de “selfies” como una forma de cotidiana autoafirmación, hasta contenidos que dibujan el “yo ideal” que queremos alcanzar, pero que nada tienen que ver con cómo somos en realidad.
   Uno de los fenómenos generados por este mundo de ilusiones es el culto a la imagen.  Querámoslo o no, el efecto de una imagen de nosotros que los demás “compran” determina en buena proporción nuestra autoestima: Cómo nos vemos, qué lugares visitamos, qué compañías frecuentamos.   Elementos que –según la teoría de la sociedad líquida de Bauman—nos esmeramos en pulir para vender mejor nuestra imagen en la red dentro de la cual somos a la vez consumidores y mercancía, en un sentido figurado. Así entonces, una buena imagen “lo dice todo”, aunque no esté respaldada por hechos.  Del mismo modo, un buen discurso cautiva, aunque lo dicho sea totalmente ajeno a los datos duros.  Es así como personajes que llamamos “mediáticos” nos atrapan de entrada, y nos apresuramos a colgarles todo tipo de atributos que al final del día descubrimos que en realidad no tenían.  En la medida en que conozcamos estos fenómenos estaremos en capacidad de identificarlos, pero por desgracia es tan poco lo que se lee en nuestro país, que nos convertimos en caldo de cultivo para que estos paradigmas virtuales huecos proliferen, y vayan  a provocar problemas sociales de muy variada magnitud, desde pequeños malentendidos entre amigos hasta decisiones políticas que  con facilidad se llevan de encuentro a todo un país. Así se explica que haya gobiernos que apuestan todo a la imagen descuidando de manera absoluta la contundencia de las acciones reales.
   Esta paradoja me recuerda el “Mundo mágico de Terabithia” que sólo existe en la imaginación de Katherine Paterson su autora, pero que nosotros por un buen rato estamos lejos de descubrir que es ficción.
   Descanse en paz Zygmunt Bauman. No dejemos de ocuparnos por vivir en el mundo real, sin dejarnos seducir por el canto de las sirenas.

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