domingo, 23 de julio de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

REINGENIERÍA PARA LA JUSTICIA
Llegó Javier Duarte a nuestro país, ahora sabemos que conforme a la solicitud de extradición son  escasos los delitos de orden federal por los que se le podrá acusar, lo que  explica la actitud alegre y confiada del exgobernador a partir de que se le notificó su envío a México. Como sucede en todos estos casos de corrupción, las fallas –técnicas o más bien a modo—llevan a un individuo como este a quedar exculpado, y a que esas cantidades multimillonarias robadas del erario público jamás sean reintegradas.
     En México tenemos leyes mucho muy complejas que por lógica tienen huecos, los que utilizan en su momento los abogados para ganar un proceso judicial.  Y así tenemos a los grandes ladrones salidos de la función pública, enriquecidos de manera inexplicable, a los que el sistema no puede tocar.
     A quienes conformamos la ciudadanía nos irrita saber que estos sujetos, tras un ejercicio público plagado de irregularidades, con sueldos y dietas exorbitantes y opción a robar, la ley no esté en condiciones de sancionarlos.  Es la forma equivocada y malintencionada en que funciona el sistema para beneficio de las cúpulas en el poder.
     Una “justicia” discrecional para beneficio de los delincuentes  tiene muchos lugares comunes.   Aunque sorprendan a un individuo embolsándose fajos de billetes, cuenta más su dicho que los hechos, y la autoridad es capaz de basarse en el mismo  para exonerarlo.  Igual obra esa nueva modalidad de proteger la identidad del delincuente con una “N” y cubriéndole los ojos.  Y detrás de ello viene el nuevo Sistema Penal Acusatorio que  parece cuidar más al acusado que a la víctima.
     Ejemplos de esto último hay muchos, uno  frecuente es el de la violencia contra las mujeres en su modalidad de violación: Una mujer violada que se defiende  puede terminar siendo acusada de delitos dolosos por el hecho de tratar de resguardar su vida, así de simple. Para ilustrar un caso por demás significativo está la historia de Yakiri Rubio recogida por Ana Katiria Suárez en su libro “En legítima Defensa”.
     ¿Qué nos pasa a los mexicanos? ¿Por qué la justicia se inclina de  manera tan grosera hacia donde no debe? ¿Por qué permitimos que haya un sistema burocrático de lo más complicado y costoso, que da resultados a ratos tan deficientes?... Hace un par de días parafraseaba Sergio Sarmiento a Tácito al mencionar que “Entre más corrupto el Estado, mayor el número de leyes”, algo que se cumple cabalmente en nuestro sistema legislativo.
     Si analizamos en qué base ciudadana se sustenta este árbol de frutos amargos, diríamos que en el “no me importa”, pecado venial  que todos cometemos en mayor o menor medida:
  • -          No me importa que el joven con un carro deportivo y sin logo que lo justifique, ocupe el cajón de discapacitados.
  • -          No me importa que el matrimonio de clase media con un niño de 6 años, en la  tienda departamental, permita que el muchachito saque un juguete de su empaque, juegue con él y luego lo abandone en cualquier pasillo.
  • -          No me importa en esta misma tienda tomar un yogurt para mi hijo, y deshacerme del envase cuando lo haya consumido.
  • -          No hago nada cuando el sujeto violento se mete en la fila a la brava. Ni cuando observo a un grupo de jóvenes dañando sitios públicos.
  • -          Tampoco me preocupa que el joven se pase sistemáticamente los cruceros con el semáforo en rojo. O que acostumbre ir manejando y hablando por celular.
  • -          Soy indiferente ante la actuación del pariente o amigo  que  transa, “al fin que todos lo hacen”, y “el que no transa no avanza”.
  • -          No veo –o no quiero ver—que esos pequeños actos encarecen y dificultan la vida de cada uno de nosotros.
  • -          No me importa que los demás batallen, mientras yo resuelva mi problema de manera rápida y eficaz, por cualquier camino.
  • -          No me interesa dejar la justa propina en un establecimiento, así haya recibido una atención de primera.
  • -          No me preocupa pasar por encima de los derechos del otro, en un sistema que aplaude más  al ventajoso que al  justo.

En esta sociedad que vamos construyendo entre todos, día a día, con nuestras pequeñas acciones, para conformar un gran árbol de frutos agrios, no nos sorprenda entonces que se presenten fenómenos escandalosos y ofensivos como los de los actuales ex gobernadores corruptos, los Duarte, Yarrington y Borge, por citar unos cuantos,  o el caso de las constructoras especialistas en socavones, que tienen una historia negra de trabajar mal, con sobreprecios y abandono de la obra, pero  que siguen  siendo contratadas una y otra vez.

     Urge una revisión  de nuestra legislación, un lanzarse con todo para un rediseño que vea por el interés fundamental de la nación, y no un sistema que genere  lo contrario.  Y claro, nosotros ciudadanos, como base de sustentación de esa estructura de gobierno, somos los primeros obligados a revisarnos a conciencia antes de exigir.

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