domingo, 27 de julio de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS

Confieso que sé muy poco sobre el Heavy Metal. Leyendo noticias del mundo me entero de que esta semana falleció Ozzy Osbourne, cantante británico de este género, mejor conocido como “El príncipe de las tinieblas”, quien alcanzó fama mundial junto con su grupo “Black Sabbath” en los años setenta. Lo poco que conozco de él es casi de rebote, por notas de espectáculos que habré leído en diversos medios en los últimos cincuenta años, tiempo de duración de su carrera musical, con un intermedio a causa de su profunda adicción a las drogas. Lo que hallé totalmente fuera de contexto, tanto que me lleva a redactar la presente colaboración, es un par de gestos manifestados por los legisladores de la nación. Primero una esquela por la muerte del cantante, por parte de la Cámara de Diputados. Circuló en redes a escasas horas de su fallecimiento; inicialmente me hizo pensar que se tratara de una publicación falsa.  Pero ya con una segunda expresión en la misma línea, me convencí de la verosimilitud de lo publicado. Esta vez fue por parte del pleno de la Cámara de Senadores, donde se solicitó un minuto de aplausos de pie como homenaje luctuoso a Osbourne.

Por todo lo anterior podemos concluir que nuestros legisladores son entusiastas aficionados a este género del Heavy Metal, de modo que ambas cámaras se manifestaron por el fallecimiento de Osbourne, sin embargo, no estoy de acuerdo con que los gustos particulares, por más apasionados que sean, merezcan un lugar en la agenda legislativa del Estado Mexicano.   En absoluto es un asunto de interés nacional.  Y vaya, si tal fuera el caso, de ponernos a dedicar honras fúnebres a todos los famosos que fallecen, habría que incluir en la orden del día a tantos personajes virtuosos: Científicos; académicos; músicos; escritores; cineastas y filántropos, entre tantos otros, cuya trayectoria excepcional ha representado enormes avances para la humanidad. Ahora podría ser el turno de Chuck Mangione, la leyenda del jazz de nacionalidad norteamericana, quien murió unos cuantos días después.

Podríamos especular en todos los sentidos respecto a qué hay detrás de estos gestos de nuestros legisladores.  Tal vez pretendan distraer la atención de otros asuntos que resultan incómodos, o quizá consideren que han agotado los acuerdos de primer orden en cuanto a legislación, solución de conflictos y asuntos de política exterior, entre otros, y no hallan cómo ocupar su tiempo… Más allá de la causa que generó estas honras fúnebres fuera de lugar, percibo algo muy preocupante: La falta de respeto que nuestros legisladores están demostrando para los asuntos que en verdad impactan a los ciudadanos y en los que esperaríamos verlos trabajando de manera seria y decidida.

Buscando cómo intitular la presente colaboración vino a mi mente el título de la que es quizá la novela más importante del Premio Nobel de Literatura 1954 Ernest Hemingway. En ella el escritor volcó todo el dolor que venía cargando a raíz de su participación como corresponsal de guerra durante la Guerra Civil Española, en la que también trabajó como facilitador de apoyo humanitario. Cada línea que escribió fue una forma de catarsis de su dolor personal ante la pérdida de vidas que le tocó atestiguar en aquel país. Uno de los fragmentos más célebres del poema de John Donne que dio nombre a la novela de Hemingway reza así: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, y, por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas: las campanas, doblan por ti.”

No dudo que algún entusiasta legislador pudiera argumentar, basado en este mismo fragmento del poema, que precisamente por eso emprendieron el homenaje luctuoso al músico británico, porque tanto él como ellos son parte de la humanidad. A lo que yo, con razones por demás poderosas, replicaría que, precisamente esa exaltada sensibilidad que mostraron hacia “El príncipe de las tinieblas”, debería ser expresada en primer lugar por los propios: Los muertos a causa de la violencia; los desaparecidos; los niños con cáncer; las madres buscadoras, y los migrantes que mueren en su intento por alcanzar una mejor vida para ellos y sus familias. Como quien dice, comencemos por los de casa a expresar nuestra simpatía y solidaridad, y ya luego le seguimos con el resto del mundo.

Por cierto, el Senado pareció terminar agotado de tanto aplaudir, de modo que no dio entrada a dos intervenciones relacionadas con el crimen organizado en Tabasco, algo que, visto por donde se vea, representa un asunto de verdadero interés nacional. Me preocupa imaginar que así se vayan a estar estableciendo las prioridades dentro el Poder Legislativo en lo que resta de su ejercicio.

CARTÓN de LUY

 


Czardas de V. Monti a la divertida por el Dúo Baldo

REFLEXIÓN del Dr. Carlos Sosa

El sermón del monte

Llega un momento en la vida en que uno ya no busca respuestas estruendosas, sino susurros. Ya no quiere maestros con micrófonos, sino con heridas. Y es ahí, cuando todo se empieza a derrumbar por dentro, que el Sermón del Monte no suena a religión, sino a sentido común con aroma a eternidad.

Porque en un mundo que aplaude al que pisa más fuerte, Jesús bendice al que camina con los pies rotos.
“Bienaventurados los pobres en espíritu”, dice. Y uno que ha vivido sabe que la gente más noble no es la que acumula, sino la que se vacía. La que ha perdido todo y aún así saluda, da gracias, ofrece pan. Ser pobre en espíritu no es resignarse: es aprender a no llenarse de cosas que no alimentan.

Después vienen los que lloran, los mansos, los que tienen hambre de justicia, los misericordiosos… Como si el cielo no se conquistara a codazos, sino a caricias. Como si el verdadero poder fuera la ternura.

Y entonces, en medio de esa lógica tan absurda para Wall Street y tan luminosa para el alma, Jesús suelta la bomba:
“Amad a vuestros enemigos”.
No soportarlos. No ignorarlos. Amarlos.

¿Quién sobrevive a esa frase sin desarmarse? ¿Quién no recuerda al que le falló, al que le robó la paz, al que lo dejó esperando en la sala de urgencias de su vida? Y sin embargo, el Maestro dice que solo ese amor absurdo puede salvarnos de convertirnos en lo mismo que odiamos.

Después nos recuerda que ser luz del mundo no es brillar para que te aplaudan, sino iluminar para que otros no tropiecen. Que no se trata de rezar bonito, sino de confiar como un niño: “Padre nuestro…”. Que dar limosna sin hacer show es más revolucionario que mil discursos.

Y al final, remata con esa imagen que me persigue como cirujano, como humano, como buscador:
Hay casas construidas sobre arena, que se ven hermosas pero se desmoronan con el primer temblor. Y hay casas humildes, fundadas sobre roca, que aguantan todo porque fueron hechas con verdad.

Ese sermón —que cabe en tres páginas— ha salvado más almas que cualquier tratado teológico. Y cuando lo leés con el alma rota, entendés que no es una cátedra moral, sino un mapa. Un mapa para no perderte, incluso cuando todo afuera parece un laberinto.

Tal vez por eso todavía resiste. Porque no exige ser perfecto, solo real. No promete éxito, sino profundidad. No nos pide que seamos dioses, sino humanos, profundamente humanos.

Y en un mundo tan lleno de ruido y performance… eso ya es un milagro...

Las 3 lecciones de la filosofía del agua, por Raymond Tang

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


No siempre las cosas salen como uno quiere. Nuestros actos a veces lleven una intención muy distinta al resultado. Buscamos un fin, y nos topamos con otro. Tan solo al comunicarnos nos encontramos con que la interpretación de nuestras palabras es distante de aquello que pretendíamos manifestar.

Es difícil aceptar que nos equivocamos, pero los errores dependen de muchos factores que no son tan solo los propios, sino de las circunstancias que nos rodean, de cómo dimos a entender nuestra intención, del tono de voz, de nuestra mímica, del momento en que lo hicimos, de quién fue el receptor de la acción, del estado de ánimo, de la empatía entre quienes interactúan, en fin, de tantas y tantas variables que no quedan muchas veces a nuestro alcance controlar. 

Esforzarse por construir y finalmente ver desmoronarse aquello ante nuestros ojos, sin llegar a saber muchas veces en que se falló, darse en cuerpo y alma a alguien y no recibir sino desprecio o indiferencia, es experiencia común que casi nadie deja de vivir en carne propia. No todo esfuerzo se ve coronado con el triunfo de haberlo logrado, quizá eso es lo que hace esta vida un reto continuo a seguirlo intentando, y lo que nos permite mantener los pies en el suelo, auto reconocernos con limitaciones y humildes ante ellas.

Y sin que la vida sea tan fácil para que, uno más uno siempre sean dos, tendremos que encontrarle la cuadratura al círculo, con una serie de repeticiones que nos lleven a encontrar lo que deseamos. Habremos de reunir un sinnúmero de decepciones, sin dejarnos abatir y flagelarnos por ello, habremos de hacer valer nuestros aciertos y esmerarnos en acumular experiencias que fortalezcan el alma, que nos vayan dejando algo de sabiduría para degustar las mieles de la vida, para no perpetuar el amargo que nos deja esta amalgama de mil sabores que nos ofrece el vivir.

No siempre obtendremos lo que pretendíamos, pero nunca esfuerzo alguno por un noble fin, habrá de ser causa de arrepentimiento o desilusión que trastorne nuestra vida o le impida resurgir a la voluntad de volver a intentarlo...

Video: ¿Cómo ser feliz? (Premio de la audiencia)