domingo, 11 de mayo de 2025

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

La violencia y las guerras son parte de la evolución de la humanidad desde el inicio de esta. En la actualidad la violencia nos mantiene en un clima de inseguridad que ha hecho cambiar estilos de vida. La mayoría de nosotros ha vivido dentro de su ámbito familiar o amistoso acontecimientos violentos de distinta índole.

Si bien es cierto que los juguetes bélicos no son ninguna novedad y a pesar de que existe controversia en la implicación que pudieran tener en desarrollar conductas agresivas o delictivas en los niños, creo que de lo que si no podemos tener dudas en que los niños ahora están expuestos a mucho mayor información sobre armas, narcotráfico, crímenes. Ya no solo saben de pistolas y rifles, sino armas de alto poder, ya no es como en otros tiempos en que la niñez tenía poca o nada información de las guerras o actos delictivos.

A veces siento que hemos normalizado la violencia, porque convivimos tanto con ella, que no nos causa el impacto que debiera, hablamos de número de muertos, o de atrocidades que ocurren entre bandas de narcotraficantes que ocurren en nuestras ciudades, o en otras de nuestro país con tanta frecuencia, que nuestro lamento pasa tan pronto como las noticias en nuestro móvil.

Cuidar la salud emocional, mental y física de nuestros niños es responsabilidad de los adultos, primordialmente de los padres o cuidadores cercanos a ellos. Su aprendizaje definitivamente tendrá en la formación de su personalidad un papel primordial. Los niños aprenden a través del juego y somos nosotros los que decidimos a que juegan nuestros niños pequeños, y debemos seguir siendo vigilantes de lo que decidan jugar a lo largo de su etapa infantil e incluso en su adolescencia.

Ahora más que nunca se hace necesario dejar a un lado los juegos bélicos, el uso de pantallas sin control de contenido o el tiempo al que se exponen.  Incentivar los juego que favorecen la creatividad, las expresiones artísticas, el desarrollo sensorial, la interacción social, motriz, que logren desarrollar la sensibilidad, que abonen a un mejor desempeño social.

Volver a casa, regresar a lo esencial, educar en el asombro, pero en el asombro de descubrir la naturaleza, los valores, el amor, la fraternidad, que en su cerebro y en su corazón quede plasmada una realidad que le atenúe instintos agresivos, que le impida ver en la violencia una forma de diversión, que promueva mentalidades sanas, pacíficas, donde las mejores armas sean los dones y talentos desarrollados que den fortaleza y lleven a un adultez mental y emocionalmente sana.

No es quizá prohibir juguetes o juegos bélicos la solución, porque finalmente la decisión es particular en cada hogar, pero sí creo que debe haber conciencia social que no fomente el uso de estos. Ver a niños en móviles con armas de alto poder de "juguete" a un lado de padres que pagan porque los usen, y constatar que los niños saben el uso de los artefactos es por demás --en mi opinión-- irresponsable por parte de la empresa y de los padres.

Seamos conscientes de nuestra responsabilidad como padres, como sociedad, no normalicemos la violencia y menos favorezcamos que nuestros hijos lo hagan. Volvamos a descubrir en la sencillez del juego su riqueza

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