domingo, 23 de octubre de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

Y SERÉIS COMO DIOSES
Inicio este escrito relativo al Día del Médico con el Génesis, el momento cuando el Demonio tienta a Adán y Eva a probar los frutos del árbol prohibido aduciendo que al hacerlo serían iguales a Dios, y de este modo apelando a la soberbia.  Sin embargo en el Nuevo Testamento Lucas da otra lectura al pasaje y  habla acerca de imitar a Dios en nuestra forma de conducirnos frente a nuestros semejantes, proveyendo de un significado totalmente distinto a la expresión original: “Y seréis como dioses”.
   La profesión médica en estos tiempos enfrenta un complejo panorama, por un lado ha dejado de ser aquella condición que permitía a un profesional vivir holgadamente a lo largo de su vida, y para los estándares del capitalismo adquirir tempranamente una casa habitación, cambiar de vehículo periódicamente, viajar a cualquier parte del mundo cada dos años, y enviar a sus hijos al colegio de paga más costoso.  Desde hace algunos lustros esta bonanza automática ha quedado atrás, y hoy el médico tal vez viva toda su etapa productiva dentro de la práctica institucional, o yendo de aquí para allá con alguna otra actividad dentro del campo de la salud, que le proporcione una vida cómoda, modesta, y –por desgracia-- no exenta de sobresaltos.  Pero el llamado sigue existiendo y no se agota  entre jóvenes preparatorianos que aspiran a convertirse en galenos.
   El primer requisito es entonces, amar el quehacer médico por encima de todas las cosas, de manera de estar dispuestos a desempeñar la  profesión en cualesquiera condiciones que se presenten para hacerlo.  Cuando algún joven me pregunta cómo identificar si es o no su vocación, suelo  presentarle una analogía para ejemplificar: El que quiere ser pianista debe partir de su amor a la música, y no  de la fama que le daría convertirse en pianista de talla internacional.  Si esto último es lo que le mueve a convertirse en músico pudiera fracasar, puesto que no está partiendo de una convicción absoluta de tocar el piano, sino   del deslumbramiento que provocan aquellos elementos que  adornan la  profesión musical. Emprender una preparación que exige muchos sacrificios y dedicación, sin tener garantía alguna de convertirse en el pianista internacional que se soñó, puede conducir a la mayor de las frustraciones, por lo que habrá que valorar muy bien si en realidad es el camino correcto.
   Cuando un joven está convencido de  estudiar Medicina, puede  saber desde  el primer momento que algún día participará de modo directo en el cuidado de la vida humana, cumpliendo entonces con lo que originalmente Dios propone, esto es, esforzarnos por ser perfectos como perfecto es Él, y a través de la acertada aplicación del conocimiento convertirnos en instrumentos santos a través de los cuales pueda obrar Él  para conservar o devolver la salud;  mitigar el dolor;  sanar el espíritu o confortar al que sufre.  Todo ello estará algún día en manos de esos jóvenes que hoy se preparan a conciencia.
   Para ser un buen médico primero hay que ser una buena persona.  Nuestra sociedad requiere profesionales con elevada ética, quienes invariablemente se orienten a la consecución del bien común, de modo de ejercer la profesión con igual entusiasmo y devoción, así sea el paciente el hombre más rico, o el mayor de los pordioseros.  Que se tenga la capacidad de traspasar todas esas capas externas para llegar a la médula y descubrir que en esencia todos somos iguales y  que tenemos el mismo valor como personas.
   En este “seréis como dioses” habrá que cuidarnos de no torcer el sentido de las palabras para ir a caer en la soberbia, en comenzar a sentirnos como tales y considerar que tenemos la última palabra frente a la vida del enfermo.  Muy fácil que “perdamos piso” embriagados por los vastos conocimientos científicos, hasta el punto de llegar a pensar que somos los únicos dueños de la verdad.
   ¿Qué vida se quiere vivir? ¿Qué orientación se piensa dar a cada día de la misma para mantenernos con la pasión encendida?  Solamente los ideales que están por encima de nosotros mismos son los que nos mantendrán con la vista puesta en lo alto, y dispuestos a avanzar más y más cada día.  Cuando nuestros objetivos no van más allá del propio entorno personal, el entusiasmo es llama que se apaga con cualquier vientecillo.
   La profesión médica permite vivir una vida con propósito, que nos mantenga con el deseo de ser mejores cada día para bien propio y de nuestro mundo.  Es un modo de conocer más a fondo los prodigios de la naturaleza dentro del cuerpo humano para reconocer con toda humildad que entre más se conoce, más grande la convicción de que Dios existe. Como dijo Louis Pasteur: Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él.

   ¡Feliz día a todos mis colegas!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario