domingo, 17 de julio de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

¿QUÉ ESCENARIO PINTAMOS?

Hace unos días me compartieron una publicación que, rauda y veloz, compartí más delante.  Me resultó un video de lo más inspirador.  No podría asegurar si se trata de la India; inicia con algunos ancianos mendicantes en la calle, a los que un par de jóvenes, de forma desapercibida, les dejan una bolsa con alimentos de primera necesidad.  Al menos en los que se incluyen en el video, ninguno de los pordioseros se percata en qué momento  les dejan la bolsa.  En cada caso la reacción es distinta: Descubren aquel objeto mágico, sin dejar de cuestionarse de donde salió o si acaso es para ellos.  Al no hallar a nadie cercano, concluyen que es suyo y proceden a tomarlo, abrirlo y explorar sus contenidos.  Aún con gesto de incredulidad comienzan a extraer cada artículo, mientras una discreta sonrisa inicial va creciendo hasta ampliarse de oreja a oreja.  Y aquí viene lo más conmovedor: Es evidente que todos tienen hambre, pero ninguno de ellos se dispone a comer nada, sino hasta haber dado gracias al cielo por el obsequio.

Tal vez juzgo mal, pero siento que cualquiera de nosotros, en una situación de pobreza alimentaria como la de ellos, en plena obnubilación se avorazaría sobre los alimentos antes que otra cosa.  Debo confesar que me dio una gran lección en lo que respecta a la gratitud.

El nuevo milenio ha significado muchos cambios sociales para nosotros.  No me agrada clasificar las generaciones y llamarle a la actual “de cristal”.  Sí es evidente, sin embargo, que, en comparación con generaciones anteriores, las de hoy manejan de otra forma sus interacciones sociales.  Muchos adultos de más edad les critican el hecho de sentirse merecedores de todo.  Coincido en cierta medida con ellos, aunque hay que mencionar que, si así lo piensan, es porque nosotros –padres o abuelos—hemos propiciado esa actitud narcisista en ellos.  Al traerlos al mundo nos hemos preocupado mucho porque no les falte nada en cuanto a casa, comida y sustento.  Les hemos procurado la mejor educación y diversión.  Y tal vez se nos ha olvidado ponerlos a ejercitar de manera más activa la misericordia.  Ya sea que procuremos o no alguna doctrina religiosa, es fundamental fomentar en los chicos el sentido de responsabilidad social.   Que actuemos, no solo pensando en lo propio, sino que, a la par, veamos por detectar y satisfacer las necesidades de otros, desde las más pequeñas acciones hasta las grandes campañas.  Mucho es cuestión de organizarnos y actuar a favor de una causa, poniendo cada uno, su propio granito de arena.

¡Cuánto hay que aprender de los demás! A través de sus palabras, pero aún más, de sus acciones.  Tomar ejemplo de aquellos que invierten lo propio para ayudar a quienes no tendrían manera de corresponder, o si acaso lo hicieran, con una sonrisa.

Tal vez este enfoque del capitalismo nos ha vuelto egocéntricos.  De esa necesidad por satisfacer hasta lo último de lo propio, sin detenernos a pensar en las grandes necesidades que otros pueden tener, es que se genera ese ambiente enrarecido y tóxico que tanto mal hace al mundo.

Asistí a un evento tan original como conmovedor.  Una amiga pintora realizó veinte cuadros, la mayoría óleos, de mascotas pertenecientes a distintas familias.  De parte de los asistentes se recolectaron donativos en especie para las  asociaciones protectoras de animales de la localidad. Los dueños de las mascotas pintadas dieron un donativo económico.  La pintora trabajó “pro-bono”.  Su mayor ganancia fue la satisfacción de emprender la que –quiero suponer—será la primera de muchas campañas anuales a futuro.  Otra amiga donó unas garrafas de nieve para los asistentes, y con apoyo de particulares, se ofrecieron bebidas y bocadillos para un mayor disfrute.  El municipio facilitó las instalaciones y la coordinación.  Fue un evento en el cual campeó la generosidad.  Cada uno puso algo de su parte, ya fuera su tiempo, su talento, su producto o su arte, amén de bolsas de croquetas o sobres con efectivo.  Lo que hay que destacar es, precisamente, la forma como todos trabajaron por una causa más allá de lo propio, con el corazón abierto, poniendo cada uno un poco de lo que es capaz de desprenderse, para  donar a favor de otros.

Detrás de un acto de generosidad hay una persona feliz, que sabe vivir  movida por una sensación de gratitud hacia la vida.  Es una persona que sabe reconocer cuántas cosas buenas se le presentan cada día; cuántas oportunidades maravillosas  por corresponder, al menos de una pequeña manera, por aquello que se recibe.

Todos poseemos un puñado de lápices de colores.  Tenemos libertad de elegir qué hacer con ellos: Romperlos; tirarlos a la basura, o –lo más creativo--, usarlos para colorear el escenario de la historia personal que habremos de vivir.

CARTÓN DE LUY

 


Formación de medio tiempo de la Banda texana Aggie

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza: Cuervos




Detrás de la palabra hiriente que denuesta
hay una historia de dolor viejo y profundo
grabado en los huesos.
Detrás de la intención perversa
el hondo miedo de un niño abandonado
que llora en un rincón su soledad.
Aquellas palabras que maldicen
con la fuerza del trueno,
desgajando el viento no conocen
otra manera de expresarse.

Cuando veo con otros ojos esta misma vida,
me asomo a las razones
buscando entender.

Se espantan los prejuicios, como cuervos
y llega a posarse la esperanza,
una paloma blanca
de los tiempos nuevos.


Reflexión: ¿Haces lo que en verdad amas? por Green Renaissance

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Hay ocasiones en que estamos buscando mil veces donde mismo algo que perdimos, y de repente sin más ni más, como por acto de magia aparece ahí, enfrente de nuestras narices. Hasta sentimos que alguien nos jugó una broma, o que definitivamente el santito de las cosas perdidas lo colocó ahí.

Esto me ha sucedido más de una vez, Igual me ha pasado que queriendo hallar mi paz, mi felicidad perdida, estando tan a la vista, no me es posible dar con ellas. Quizá uno ni siquiera mira claramente; quizá el dolor empaña la vista, o simplemente uno queda atrapada en él y no ve más allá. Con frecuencia estamos buscando en el lugar equivocado, en aquél en que una vez estuvieron, pero no están más. Insistimos muchas veces en encontrarlas donde las dejamos, y quizá el error esté en no querer caer en cuenta de que ni la felicidad ni la paz son objetos que se pueden mantener guardados y a salvo, sino estados o situaciones que percibimos de acuerdo a nuestra concepción sobre su significado y nuestras circunstancias.

Están escondidas detrás del pesimismo, de la incapacidad de resolver conflictos, del resentimiento o la ira; de no ser capaces de concluir los duelos y resignarse; de seguir insistiendo en un pasado que nos hiere en lugar de rescatar de él aquello que nos inspira a seguir en armonía con el mundo, con la gente, y a transmitir un mensaje de amor, de solidaridad que nos haga capaces de reencontrarnos a nosotros mismos, con los demás, y no perder la fe en reencontrarnos con la felicidad y la paz.

Maravillas de la naturaleza: Un nido de colibríes