domingo, 26 de septiembre de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


EN ABANICO

En el curso de la semana, dentro de los trabajos de la FIL Coahuila, tuve oportunidad de atender la charla del maestro Felipe Garrido respecto a la comprensión lectora.   Escritor de formación, traductor, catedrático. Miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y gran promotor de  la lectura.  La plática titulada “Una abuela lectora” giró en torno a la figura de su abuela materna y la influencia que ella tuvo en desarrollar el gusto por la lectura del incontable grupo de nietos, que se reunían en Torreón para celebrar las navidades en familia.

La fórmula que compartió en la charla, así de amena como enriquecedora, es muy simple: Leer por el gusto de hacerlo es un hábito que se desarrolla en la escuela.  Si el escolar tiene la fortuna de pertenecer al 11% de hogares en los que hay libros, las cosas se facilitan, pero finalmente es en las aulas donde ese hábito se desarrolla.  Para lograrlo, el primer requisito es entender lo que se lee, y más delante poder escribir lo que se captó de la lectura.  Esto último no va encaminado a crear escritores sino a favorecer la comunicación.  Si yo leo algo y puedo explicarlo con mis propios términos por escrito, estaré desarrollando herramientas de comunicación. En palabras del maestro Garrido, gran parte de los problemas que vivimos actualmente, tienen que ver con la falta de comunicación.

Parte de mi familia radica en Francia.   Desde 2018 hay un programa de acercamiento a la lectura similar a lo que propone el maestro Garrido. Su traducción sería “Cuarto de hora de lectura”.   Durante el turno escolar designan de 10 a 20 minutos de lectura individual en silencio.  Cada alumno elige voluntariamente un libro y la lectura se lleva a cabo en grupo.  El tiempo lo consiguen restando un par de minutos a cada materia y otros tantos al recreo, para trabajar sin desatender el programa académico.  Facilitan a los alumnos el acceso a libros de interés general y favorecen la creación de presentaciones de libros, charlas con autores y talleres de creación literaria.  Y para el período de vacaciones, los alumnos eligen un libro que leerán durante esas semanas, para no interrumpir el desarrollo del hábito de la lectura.

Con gran tino menciona el maestro que un libro nos enseña a vivir la vida.  Esto es, resulta más sencillo entender el concepto “justicia” mediante una fábula en la que dos personajes exponen sus posturas frente a un problema, que memorizando conceptos áridos de un tratado de ética.  El niño comprende con mayor facilidad qué es lo que se debe hacer ante una situación, si se le permite ser él quien saque las conclusiones pertinentes.  Para ejemplos hay infinidad de cuentos, fábulas y poemas que encauzan la mente infantil o juvenil por la vía del razonamiento.

Por desgracia, y así lo enfatizó nuestro conferencista, en México se asocia la lectura con el castigo.  Hasta se ve como si fuera extraterrestre al niño que procura leer por placer.  No falta quién lo señale, en un mundo donde lo habitual suele ser otro tipo de entretenimientos más allá de la lectura.

Torreón desempeñó un lugar importante en la primera parte de la Revolución Mexicana.  Nos refiere Garrido que su abuela les contaba  acerca de personajes como Felipe Ángeles y Pancho Villa.  Ello me remitió a las charlas familiares en casa de mi abuela, también en Torreón, en las que se relataban proezas y desventuras de abuelos y tíos durante ese mismo período histórico, y que, a la fecha, a sus diecisiete nietos, nos generan identidad de clan.  Del mismo modo recuerdo a mi mamá reproduciendo pláticas de su abuela materna acerca de las hordas de apaches en poblaciones de la Región Carbonífera, o respecto a las bodas de época. De la tradición oral que conocimos durante esas tardes cuando los mayores se reunían a recordar historias familiares, surge gran parte de la narrativa escrita que va poblando las páginas de libros y revistas.

Leer por gusto.  Entender lo que se lee.  Comprobar la comprensión lectora.  Crear un universo propio.  Escribirlo.  Escribirlo, quizá no para dedicarnos a vivir de la palabra escrita, sino para vernos reflejados en ese concepto de mundo muy propio; entendernos y entender a los demás.  “Leer es aprender la vida”.  Quince minutos al día por obligación, hasta generar un hábito que constituirá una especie de lentes para entender y entendernos.  Convencernos de que la vida  no se desarrolla en blanco y negro, sino en una gama inabarcable de colores y formas.   A ratos se nos olvida que lo que sembramos durante los primeros años se irá desplegando como en abanico.  Las abuelas lectoras son las mejores para iniciar el proceso. Tienen historias para narrar y paciencia para hacerlo.  Han ido retomando la fantasía infantil y tienen todo el tiempo del mundo. 

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza



IDENTIDAD

Un tono de piel,
un color de bandera.
Un grado de instrucción
o de ignorancia.
Un tipo de vestido,
una filiación política.
Una orientación sexual,
un Dios…

Dentro de cada cual
un solo corazón,
sus grandes sueños.
La vida nos hermana,
es un mismo sol que nos cobija,
es la misma agua que da origen,
que nos baña.
Es el mismo viento.

Una sola sangre hermana
que palpita
en millones de cuerpos.

La Comparsita. Abuela tocando el acordeón.

Decálogo de los derechos del lector por Daniel Pennac


 

Cómo educar para que le pasen cosas buenas a tus hijos, por Marian Rojas...

 
Agradezco a mi querido Guillermo tan valioso aporte.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

 


DESILUSIÓN

¿Vale la pena reclamarte?...

¿Acaso hay algo que voluntariamente o de forma intencional hayas tu hecho para hacerme sentir como me siento, para que me duela el corazón como me duele?

Tú solo has sido como eres, yo soy la que quizá se ha equivocado, por juzgarme tan cercana, tan necesaria, por sentirme indispensable mas que útil, tu confidente, tu apoyo, quien más te entiende

Yo me ubiqué sola en ese sitio privilegiado, propietaria absoluta de un título que nadie me había dado.

¿A quién reclamo entonces sino a mí misma? ¿Al tiempo, a la distancia?
¿A esos factores que diluyen hasta el más profundo sabor de un buen cariño? 

Nada que reclamar en esta historia. No hay a quien culpar de mis heridas.

Me queda claro que en la vida, si decides amar, es porque al hacerlo ya encuentras en ello recompensa. Que nadie te debe nada por tu entrega. Que nadie es responsable de tus expectativas. 

Entendido me queda. ¡Solo pido que el corazón también entienda y ya no duela!

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