domingo, 27 de diciembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

UN AÑO DISTINTO

Termina un año diferente de cualquier otro.  Nos hermanó en males y a la vez  nos fragmentó en núcleos familiares, para sobrevivir.  Tiempo en el cual desarrollamos nuevas formas de comunicación, y habilidades de tipo  personal.  De estas últimas, en particular, la resiliencia.  La mente nos ha dividido en dos grupos, el de los que creemos que la crisis sanitaria es un evento  espontáneo y casual, como  otros que han marcado la humanidad.  Y están quienes ven detrás de lo ocurrido las malas intenciones de un grupo que quiere someter al mundo.

De una u otra forma, ha sido un año atípico, en el que ha habido muchos casos de enfermedad y de muerte.  Difícilmente, al menos en nuestro país, habrá quien no tenga un familiar o un conocido que sucumbió a la enfermedad.  Serán historias que perdurarán en el tiempo, para que las futuras generaciones se vean en ellas antes de tomar decisiones de impacto colectivo.

Fue un período escolar que se llevó, en su gran mayoría, desde casa. Los niños aprendieron a ser autónomos en sus decisiones, entender que lo que hagan o dejen de hacer  por cuenta propia, tiene consecuencias para su vida.

Hay grandes problemas que se dispararon a consecuencia de la enfermedad, las restricciones sanitarias y la falta de empleo: Crecieron problemas sociales como la violencia doméstica, la depresión y los índices de suicidio.  Hubo grupos humanos que enfermaron por tener que salir de casa a ganarse el diario sustento.  Hubo otros que, apelando al pensamiento mágico tan nuestro, actuaron al margen de las restricciones sanitarias, poniendo en riesgo a los de casa y a ellos mismos.  No son uno ni dos los casos de incrédulos arrepentidos, que, desde una Terapia Intensiva, a punto de morir, llamaron a otros incrédulos diciendo que la enfermedad sí existe, y que hay que cuidarse. 

Ha sido un período de grandes lecciones.  El planeta nos cimbró más de una vez para llevarnos a reaccionar.  Quiero entender que la mayoría de nosotros captamos el mensaje; aprendimos que todo acto en contra del medio ambiente nos pasa factura, más temprano que tarde, según vemos.

Nos falta mucho por aprender todavía: Necesitamos entender que la violencia no se corrige con más violencia.  Que hablar en contra de un problema no lo resuelve; para ello se requieren actos precisos, dirigidos a actuar sobre el núcleo del problema.  Nos falta convencernos de que llenar de descalificaciones las redes sociales, en contra de quien expresa una opinión contraria, nunca propiciará un cambio favorable en la sociedad.  Aprender que una mala acción no convierte a su autor en un mal ser humano; quizá habrá actuado de manera equivocada o a partir de una información errónea, mas no por ello es malo en esencia.

Las restricciones nos han enseñado a vivir con menos cosas, a centrarnos en lo esencial.  Aprendimos a valorar a los demás por lo que saben hacer y nada más.  El resto queda al margen de nuestras apreciaciones.  En el mejor de los casos aprendimos a conocernos  nosotros mismos, a convivir con lo que somos y disfrutarlo.  Nos hemos vuelto creativos para resolver problemas por cuenta propia, problemas que antes jamás habríamos imaginado solucionar.

La lección más importante –me parece—fue descubrir la grandeza del ser humano.   Saber que hay personas dispuestas a exponer la vida  por ayudarnos.  Desde empleados y repartidores que nos entregan la mercancía solicitada en la mano.  Surtidores de productos básicos que no han flaqueado un solo día en su labor.  Personal que ha atendido las necesidades de infraestructura urbana a pesar del riesgo que ello implica.

Los que descuellan en primerísimo lugar son aquellos pertenecientes al gremio médico y paramédico que ha atendido la emergencia sanitaria.  Desde galenos, personal de Enfermería; asistentes, técnicos, choferes de ambulancia.  Así como el personal que ha dispuesto de la mejor manera de los restos humanos en los casos de fallecimiento.  No hay dinero que pague lo que ellos hacen, muchos alejados de su familia, agotados, con la angustia prendida al pecho cada día, sabiéndose en riesgo de muerte. Tantas veces vapuleados y agredidos por familiares de pacientes.  Y lo más doloroso, una parte de esos pacientes fueron contagiados por los mismos familiares que ahora reclaman y exigen, pero que en su momento emprendieron conductas de riesgo que llevaron a su familiar a enfermar.

Termina un año muy aleccionador para todos.  Se vislumbra un mejor 2021.  Así llegue la vacuna en la cantidad requerida, con la eficacia necesaria, necesitamos seguir cuidándonos; hacer de muchas de nuestras nuevas costumbres sanitarias una regla, al menos por un buen tiempo.

Este fin de año obliga dar gracias por lo que tenemos y  elevar una oración por quienes a diario nos cuidan.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

VIVIR SIN MORIR EN EL INTENTO
 
Todo aquello por lo que darías la vida cuando eras joven, 
se va volviendo pasado. 
Te convences. Más bien lo hace la vida,
     ella te convence
de que la pasión por ciertos menesteres 
es llama que se apaga con los años. 
     Te ves en el espejo, 
de principio no te reconoces: 
El gesto adusto, la mirada ausente, 
mas de tanto hacerlo mañana tras mañana, lo asimilas: 
Eres el tú de hoy en adelante, hasta que mueras. 
El mismo rostro, los mismos gestos te habrán de saludar cada mañana. 
     Todo lo demás pierde su peso:
La pareja se ha ido, o tal vez vive 
como leve presencia. 
Los hijos ahora giran sobre su propio eje 
     No te necesitan. 
Es más, a veces hasta llegas a estorbarles.
Lo único que queda es tu rostro 
pegado en el espejo, al que saludas igual cada mañana. 
Y así ha de ser, de hoy en adelante. 
Búscate una sonrisa guardada 
tal vez entre las páginas de un libro, 
en una melodía, un recuerdo, algún álbum de fotos. 
Úsala entonces como pasta de dientes, 
antes de mirar tu rostro en el espejo, cada mañana. 
Así podrás vivir de manera digna,
ser feliz con lo que tienes y eres,
sin acaso morir en el intento.

El hombre más feliz del mundo: El mejor modo de iniciar el 2021

ANTIGUA PLEGARIA HEBREA

Que tus despertares te despierten. 

Y que al despertarte, el día que comienza te entusiasme . 

Y que jamás se trasformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en cada nuevo amanecer . 

Y que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se cruza en tu camino . 

Y que no te olvides de saborear la comida , detenidamente , aunque solo sea pan y agua. 

Y de encontrar algún momento del día , aunque sea corto y breve , para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer por el milagro de la salud , ese misterioso y fantástico equilibrio interno . 

Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos . 

Y que tus brazos abracen . Y que tus besos , besen . 

Y que los atardeceres no dejen de sorprenderte , y que nunca dejes de maravillarte. y que llegues cansada/o y satisfecha/o al anochecer por la tarea realizada durante el día . 

Y que tu sueño sea calmo , reparador y sin sobresaltos . 

Y que no confundas tu trabajo con la vida , ni tampoco el valor de las cosas con su precio. 

Y que no te creas más que  nadie porque solo los ignorantes desconocen que no somos más que polvo y ceniza . 

Y que no te olvides , ni por un instante que cada segundo de la vida es un regalo , un obsequio , y que si fuéramos realmente valientes , bailaríamos y cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello . 

Cómo un pequeño homenaje al misterio de la vida que nos abraza y nos bendice .

Alicia: Muchas gracias por tu valioso aporte

Resilencia, el secreto está en la palabra: Teresa Falls

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Nada hay más valioso que la vida y la salud, cuando menos no debiera haberlo. Nada justifica que no podamos unirnos y actuar con sensatez para preservarlas. Sería tiempo de recapacitar en los valores y darle a estas épocas un significado que a través del tiempo han perdido. 

Tiempo de buscar dentro de nosotros aquello que nos rescate de la banalidad, de lo superfluo; que nos permita encontrar los medios para acercarnos sin arriesgarnos ni arriesgar a nuestros seres queridos, sin que después tengamos que arrepentirnos de no haber renunciado a lo que exigen estos tiempos, para poder aspirar a que vengan otros mejores.

Tiempos en que pagarán justos por pecadores, donde la fiesta será para unos y la desolación para otros. Como nunca antes, esta navidad está polarizada y por desgracia, unos no habrán renunciado ni a la reunión familiar ni a los regalos, a nada de lo que se están acostumbrados, retando sin el menor recelo a lo que representa esta pandemia. Mientras que otros estarán volcados en resolver y asistir a los que a consecuencia de ello enferman y --más tristemente-- fallecen, habiendo sido muchas veces los menos responsables de la tragedia que se vive día a día en hospitales y en hogares, donde a diario nos enteramos de miles de casos que enfrentan una realidad muy alejada de la fiesta, de la fastuosidad de una mesa elegantemente puesta, de aquello que muchos no estuvieron dispuestos a sacrificar, pero que no logran asimilar que nos está llevando sin clemencia a una crisis que no será controlada, mientras  no seamos capaces de controlarnos a nosotros mismos.

Será feliz navidad para muy pocos, para otros solo un día más, o quizá un día menos. Algunos celebrando con un brindis, otros sentados en la acera de un hospital, pidiendo por sus enfermos, otros llorando a los que perdieron, algunos con un miedo paralizante que les impide festejar nada, y quizá los más afortunados, esos inconscientes que no dudaron en rescatar íntegramente su navidad, sin medir consecuencias.

Yo quiero rogar por una navidad donde nos concienticemos, donde nos unamos con responsabilidad, donde veamos que si no podemos ser parte de la solución, no seamos parte del problema. Que contengamos nuestros impulsos, que sepamos que la renuncia puede significar la esperanza de un futuro mejor no solo para nosotros mismos, sino para todos. Que nos interese ver más allá de la satisfacción de nuestros deseos, que de una vez por todas dimensionemos lo que está pasando y dejemos de estar jugando con la vida propia y la de los demás. Que no seamos --por irresponsables-- los causantes de más calamidades, que tarde que temprano nos alcanzan y nos hacen víctimas de nuestra propia actitud irreflexiva.

Agradecidos los que estamos esta navidad con vida, con salud, cobijados por un techo, sin padecer hambre, tan solo unidos en el anhelo de que podamos ir en una misma dirección, sin que nos convirtamos en mundos paralelos que parecen no tener un fin común y que inevitablemente se cruzarán en este arduo camino que ahora toda la humanidad está recorriendo,

Por una navidad vivida con sensatez, con responsabilidad, con la congruencia que requiere la fe con la que se pide a Dios que nos ampare, o la que cada quien tenga puesta en la vida. 

A Dios rogando y con cordura andando, no pidamos lo que no seamos capaces de dar. Vivamos la navidad y los días venideros con el espíritu abierto a la esperanza, conscientes de que seremos los artífices de nuestro destino.

Que nos abrace esa esperanza, que no nos abandone, pero no la dejemos morir o más bien dicho, no la asfixiemos nosotros mismos.


Popurrí navideño desde casa / Orquesta Sinfónica Nacional / INBAL /