MÁS ALLÁ DE LA TECNOLOGÍA
Un matrimonio joven con toda una vida por
delante. Cuatro meses atrás nació su
primer hijo, y en redes sociales circularon fotografías de la nueva familia, de
igual modo como habían circulado previamente imágenes de la feliz pareja.
Terrible
noticia: Dentro de un exclusivo fraccionamiento residencial asesinan con arma blanca a la madre y al bebé; minutos después el
esposo y padre, a gran velocidad, se impacta
de frente contra una pesada unidad, y fallece.
Las
autoridades investigan, el móvil más factible hasta ahora es que, tras una discusión conyugal, el hombre hubiera asesinado a su familia, abandonando luego su domicilio, para más delante ir a impactarse en forma
intencional
No
pretendo escribir una nota policíaca. Era necesario describir los supuestos
hechos para arrancar mi reflexión semanal.
A
diferencia de padres y abuelos, las actuales generaciones se manejan atendiendo
a otros elementos. Tienden a vivir el
momento de manera intensa, sin detenerse muchas veces a medir los efectos de
sus acciones a largo plazo, y de hecho, en buena parte de ellos priva el
pensamiento de que, como no saben si
vivirán para cumplir cuarenta o cincuenta años, quieren
vivir el presente con toda intensidad. Se desenvuelven en un mundo consumista orientado
hacia el individualismo y la gratificación de necesidades que éste mismo genera
de manera continua.
Una
característica más de los jóvenes actuales, a diferencia de los anteriores, es
su baja tolerancia a la frustración. Las
comodidades de la vida moderna nos facilitan a todos
obtener exactamente el producto que deseamos en el momento en que lo deseamos,
de modo que vamos perdiendo la capacidad de ser pacientes y tolerantes. Algo tan simple como un mensaje, que hace
medio siglo, si se mandaba por correo postal tardaría en promedio una semana
para llegar a su destino, en la actualidad, gracias a diversas aplicaciones
tecnológicas, llega al receptor en fracciones de segundo. Y ni qué decir de las llamadas telefónicas;
los chicos se reirían si supieran las que teníamos qué pasar hace algunos
lustros para realizar una llamada de larga distancia a través de operadora.
Y así
ocurre con las distintas actividades cotidianas, como pueden ser cocinar, lavar
la ropa o movilizarse de un punto a otro de la ciudad. Los avances modernos permiten que todo ello
se lleve a cabo en el menor tiempo posible, y elementos como aquellos grandes
tinacos de lámina en los que se hervía jabón blanco para lavar pañales de “ojo
de pájaro”, y aquellos tendederos en los que cada mañana ondeaba al sol una interminable fila de pañales, han pasado a
la historia. Las comidas congeladas
vienen a resolver necesidades surgidas a
raíz de la incursión de la mujer en el mercado de trabajo. Priva lo práctico,
accesible e inmediato, aunque claro, a costa de generar grandes cantidades de
desechos que están contaminando el planeta, y han disparado en todos nosotros el riesgo de padecer enfermedades crónicas.
Vivir en
la era tecnológica, y más cuando se nace en ella, complica en buena medida las relaciones
interpersonales. Tendemos a ser
impacientes y poco tolerantes con los seres queridos, como si esperáramos que
ellos nos adivinaran el pensamiento y respondieran de manera precisa. Y luego puede ocurrir, como con la moda allá
afuera, que nos fastidiemos de una relación, y queramos desecharla, de igual
modo como cambiamos de teléfono móvil.
Por este
mismo camino, ante un problema de
pareja muchas veces no cabe en los
jóvenes la idea de sentarse a revisar con detenimiento qué es lo que ha pasado para tratar de remediarlo; detectar dónde
estuvo la falla, ser honestos en reconocer responsabilidades y tener el
propósito de actuar para evitar que eso mismo vuelva a suceder. Muchas veces se comportan de manera precipitada o
intransigente, y toman decisiones que más delante pueden lamentarse.
Ciertamente las investigaciones de la tragedia ocurrida con esta familia
se están llevando a cabo, pero no es descabellado pensar que las cosas hayan ocurrido como suponen. Testigos refieren que los esposos tuvieron
una fuerte discusión la misma noche de los hechos, y lo que siguió bien pudo
ser una reacción momentánea e impulsiva del hombre, un mero arranque de ira. Y
lo que apunta a ser un suicidio, pudo ocurrir luego de que él hubiera recapacitado respecto a lo que
acababa de hacer.
El
consumismo, con sus características de generar continuamente nuevas
necesidades, de la mano de sus respectivos satisfactores para saturar el
mercado, llega a volvernos irreflexivos en nuestro actuar. Las relaciones interpersonales no entran en
este juego de mercadeo, ni han perdido vigencia, aunque el barullo del mundo
exterior así pudiera sugerirlo.
Lo que
nos hace capaces de compartir y trascender, va más allá de cualquier aplicación
tecnológica. No lo olvidemos.