Una red social cuyo propósito es contribuir a enaltecer la calidad humana, la sensibilidad ciudadana y la autoestima.
Un pequeño espacio que aliente, reconozca
y difunda los valores de los diversos ciudadanos del mundo. Que nos impulse a cuidar del planeta, y a edificar la sociedad justa y buena a la que todos tenemos derecho.
En nuestros tiempos de avanzada tecnologìa, para que haya amenaza a los animales hasta ponerlos en peligro de extinciòn, primero hubo elementos dentro del corazòn del hombre que anteponen la ambiciòn a su amor natural por la vida. Que generan descargas de ira antes de permitirse el roce de una caricia en el alma...
Tan dolorosa como la cruel matanza de criaturas es la extinciòn que ocurre en el corazòn de la raza humana, la extinciòn del cuidado por ese mundo que dejamos a nuestros hijos como oprobiosa ùnica herencia...
No deja de sorprenderme nuestro México noble y entrón… Ahora se estudia la creación de una instancia que regule al IFAI, porque los mecanismos de acceso al mismo son complicados y proclives al ocultamiento. Con aquello del Presupuesto 2011, se conoció que en la Suprema Corte de Justicia existe el concepto denominado “ayuda para alimentos” equivalente a cinco mil pesos diarios. No, no me equivoqué al escribir, cinco mil pesos diarios, lo que al mes equivale a ciento cincuenta mil pesos, y arriba de millón y medio al año… Esto es al margen de salarios, viáticos, dietas, bonos, y por supuesto seguro de gastos médicos mayores…
De pequeña tuve algunos libros infantiles que aún recuerdo. Uno entrañable era el de “Gulliver en el país de los enanos”, en una edición que me trajo mi señor padre de alguno de sus viajes; aún recuerdo las ilustraciones que mostraban a Gulliver como un gigante en el suelo y unos cuarenta enanos sujetándolo para que no escapara.
En ratos así se me antoja nuestro México noble, en el cual hemos permitido que aparezcan algunos miles de gigantes dentro de una aristo-burocracia costosísima que venimos cargando entre todos. Y claro que en lugar de cuarenta enanos somos algunos ochenta millones los que quisiéramos someter a esos terribles tragones, frente a un panorama cada vez más doloroso. La CONEVAL presenta sus números, y descubrimos que de un año al siguiente nuestro país duplicó el número de mexicanos en pobreza extrema, y que la cifra promedio de pobres anda por encima del cincuenta por ciento de la población general.
Haciendo números diríamos que con lo que aquel magistrado tiene para gastar en comer un día, alcanzaría para alimentar a cuatro familias de salario mínimo durante un mes. Y con lo que él percibe en un mes por este solo concepto, comerían ciento veinte familias, o sea seiscientas bocas durante treinta días. ¿Es esto congruente?... Pero sobre todo, ¿es justo que sucedan estas cosas, paradójicamente, en el seno del máximo órgano de impartición de justicia de la nación?...
Dentro de una sociedad consumista, los individuos se valoran de acuerdo a su poder adquisitivo; en general una persona se considera exitosa en proporción a sus cuentas bancarias, y así será tratada. No nos extrañe entonces que prevalezca la tendencia a querer ganar más cada día, y que en el caso particular de nuestra aristo-burocracia de lujo, las percepciones que de suyo alcanzan niveles estratosféricos, sigan creciendo.
Cuando vemos nuestra historia, no identificamos en qué momento nació esa actitud tan arraigada de apocamiento frente al poderoso, sobre todo en esos ratos cuando parece que nada más agachamos la cabeza sin chistar. Desde su palco impoluto el funcionario jamás percibirá lo que el pueblo sufre, ni conocerá de cerca la hediondez de quien no se ha bañado en dos o tres semanas por falta de agua. Nunca sabrá lo que es no tener un pedazo de pan para dar a sus hijos; lo que significa estar viejo y pasar la noche tiritando en una casa de cartón; o la desesperación de tener un hijo enfermo y no conseguir los cien o doscientos pesos para comprar su medicamento.
El ideal de justicia por el que nuestros revolucionarios dieron la vida parece letra muerta. No encuentro palabras más apropiadas que “insensibilidad social absoluta” para calificar los excesos groseros de ese aparato burocrático que sin recato alguno pasea su molicie frente a familias cada vez más pobres y olvidadas.
Los salarios de lujo de tales funcionarios provienen de los impuestos de todos nosotros; son dineros que representan enormes sacrificios de padres y madres de familia, quienes habrán de limitarse en lo necesario para cubrir lo absolutamente indispensable. Familias que se alimentan con tortillas y pasta, pues ya hasta el frijol es un lujo; trabajadores que caminan veinte cuadras para no tomar el camión, y dar esos cinco o diez pesos a sus hijos que van a la escuela. Entonces viene la pregunta: ¿Por qué el derecho a una vida digna no es de todos los mexicanos? ¿Por qué esas desigualdades cada vez mayores entre los que tienen en exceso y los que ya nada alcanzan?... ¿Por cuánto tiempo más?...
Oficialmente está prohibido decir que nos encaminamos rumbo a un estallido social, ciertamente algo que nadie desea, pero baste ver la manera tan desigual como se distribuyen los dineros del pueblo, para entender que ese momento se ha venido gestando mediante la injusticia y el descontento de crecientes sectores de la población. ¿No es pues, momento de hacer frente común e imponernos sobre los gigantes? Por la vía pacífica y civilizada, pero urge ya poner un alto, antes de que la situación truene para todos, enanos y gigantes por igual.
Gangas
Para salvar a los haitianos, basta con que oprima una tecla en su computadora.
Microsoft o Hotmail donarán una montaña de centavos de dólar a cambio.
Un acomedido funcionario bancario de África quiere hacerlo rico y pronto.
Le compartirá diez o treinta millones de dólares con sólo que le ayude en una transacción.
Es que la foretuna está olvidada en una bóveda porque su titular murió en un avionazo.
Le ofrecen título y hasta doctorado a distancia y en tiempo exprés.
Ofertas para los espíritus crédulos, soluciones mágicas para los incautos.
La vacuna es la de los abuelos: Nadie regala nada a cualquiera y porque sí. jvillega@rocketmail.com
En su libro El secreto de la fama Zaid hace una acertada crítica a todo lo que tiene que ver con una publicación, desde que es concebida por su autor, hasta que trasciende en el tiempo. Mediante su prosa ágil y acertada nos obliga a identificarnos como lectores; a través del espejo de su palabra hallamos reflejados nuestros pecados grandes y pequeños. Tal parece que el autor se ha propuesto la titánica tarea de arrancar de cada uno de sus lectores-pecadores un propósito de enmienda.
De su capítulo Organizados para no leer, cito textual el punto 1: Hacer vida social en el mundo literario sin leer
Conocer nombres de autores y de libros en cápsulas informativas y valorativas de enciclopedias, solapas de libros, cubiertas de discos, letreros de museos, programas de espectáculos, anuncios, noticias, entrevistas, frases o juicios escuchados. Información valiosa para alternar en la conversación, orientarse y elegir, porque no hay tiempo de leer todo, y las noticias pueden funcionar como lectura previa, en muchos casos más que suficiente.
Conocer libros por la encuadernación social, estar al día de los chismes sobre su vida social, sexual, conflictiva, sobre las peripecias de la fama, el poder y la fortuna. Mejor aún, tratarlos personalmente y de tú, en reuniones que pueden conducir a una familiaridad de muchos años, aunque no necesariamente a la lectura...
Excelente oportunidad para conocer un punto de vista muy valioso del regiomontano autor de diversos libros. La presente la encuentran bajo la firma Lumen,México, Primera edición, 2009.
José Gordon, un inteligente conductor de televisión que nos acerca de una manera cordial a la lectura. Aquí evoca a nuestro amado Sabines con LA LUNA, un fragmento que en particular me fascina. ¡Espero que lo disfruten!
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza del cielo se abre como una boca de muerto. Tiene mi corazòn un llanto de princesa olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño que reflejo la tarde sin meditar en ella. (En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe y hay un grito en mi boca que mi boca no grita. No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo, de una calma agonía sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde. Agoniza Saturno como una pena mía, la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas las nubes de la tarde, como barcas perdidas que escondieran estrellas rotas en sus bodegas. Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
De niña viví por un tiempo en el estado de Chihuahua, por lo que estas imágenes me traen evocaciones muy hermosas de aquellos años. Particularmente la sierra en donde mi señor padre tuvo a cargo tirar la vía de ferrocarril del tren Chihuahua-Pacífico; era el invierno de 1962, justo cuando vi por primera vez una nevada en forma. Recuerdo los paseos dominicales a Ciudad Cuauhtémoc a comprar queso menonita, y las vueltas a la presa de la Boquilla en donde descubrí que la pesca y yo no éramos compatibles, pues terminaba llorando la suerte de los pececitos heridos por el anzuelo....Por cierto, tuve la fortuna de atestiguar las primeras excavaciones de la zona arqueológica de Paquimé, próxima a Nvo. Casas Grandes. Viví además en Camargo, en una casona que nadie se animaba a rentar "porque ahí espantaban", y que hoy es la casa parroquial de la Iglesia de Santa Rosalía, frente al parque del mismo nombre...
¡Infancia! ¡Mágico espacio donde el corazón se reabastece de ilusiones!