domingo, 23 de agosto de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

PUERTO SEGURO

México  alcanza 60,000 muertes por COVID-19, aun así, la atención está puesta en otro lado.  Para ahora cada mexicano ha visto partir a personas de su entorno: familiares, amigos, personal de salud.  Ministros de culto, maestros y funcionarios públicos.  La abuelita o el padre de algún conocido.  La enfermedad rasa de  manera por demás dolorosa.  Sin embargo, las luces mediáticas están puestas en otro punto; difícil entender qué mueve  la mano que las maneja.  En política las cosas difícilmente son del modo como se  presentan.

Surgió el caso de Emilio Lozoya.  Lo extraditan desde España, pero jamás pisa la cárcel; se le obsequia un trato VIP, primero en un hospital particular y luego en su domicilio; del mismo se filtran imágenes de un festejo entre amigos.   Unos días después llega a redes sociales un segundo video relacionado con el mismo caso.  Contiene elementos que podrían inculpar a Lozoya, pero no será así.  Fueron hechos del dominio público en lugar de ser entregados a la autoridad correspondiente.  Como quien dice, “quemaron cartucho” y se curaron en salud.  Se ve muy difícil que Lozoya abandone la cómoda postura de testigo protegido.  Desde su domicilio las audiencias virtuales  han sido privadas; trascienden insinuaciones de señalamientos a funcionarios de  administraciones anteriores.  Recuerda el montaje de Florence Cassez del 2005. En lo personal me parece bien planeado y de mucha utilidad, tanto para la parte acusada, como para la parte acusadora.  Tiene un peso electoral específico para el 2021.

En estos últimos días circula un video del hermano del presidente de la república recibiendo dinero.  Frente a la evidencia manifiesta el ejecutivo que el mismo corresponde al 2015, y que no se trata de sobornos sino de un apoyo de particulares a su campaña. Tal vez pretendan presentarlo como una especie de “lobbying”, aunque en la Administración Pública de México no está reconocida esa figura con fines electorales.

Frente a tales imágenes vinieron a mi memoria unas palabras de mi señor padre, que me cuido mucho de atender cada vez que publico un artículo.  Era allá por 1975, cuando mis primeras colaboraciones periodísticas --de 200 palabras-- me llevaban algo así como una semana para escribir.  La falta de oficio y lo delicado de algunos temas, me hacían darle vueltas y vueltas en la semana, para finalmente acudir a la oficina de redacción a entregar mi cuartilla.  Eran tiempos de máquinas de escribir, papel carbón y corrector líquido.  En alguna ocasión, cuando hice un señalamiento público respecto a determinada situación –no recuerdo cuál sería--, mi padre, que era siempre mi primer lector, me señaló que, al publicar ese artículo, quedaba obligada  a mantener una conducta por encima de lo que estaba señalando, porque mi palabra me comprometía. 

Más de un autor ha dicho que escribe desde su historia personal, porque es lo que mejor conoce.  A tal ejercicio me suscribo desde esta pequeña tribuna: Mi padre falleció hace más de veinte años.  Ingeniero civil y amante de las matemáticas, adquirió  una  Apple 2 Plus –por cierto, la primera que hubo en Torreón--;  para manejarla él y mi hermana Mónica debieron  aprender programación.  No imagino cómo acogería mi viejo la tecnología actual, todo lo que presentan las redes sociales, su inmediatez, su gama de expresiones, y  tantos intereses que se ocultan detrás de una palabra, de un solo giro, de una imagen.   Justo cuando veía el video del hermano del presidente, reflexionaba a qué grado todo  personaje –y más dentro de la función pública—está obligado a revisar su historia personal tanto como sea posible, antes de hacer señalamientos en contra de sus opositores.  Aunque, debo decirlo, no abundan los Franciscos de Asís dentro de los aspirantes a cargos públicos y menos en estos tiempos.

A ratos parece que vivimos una historia dentro de otra, y estas dos  dentro de una tercera que las contiene a ambas.  Quizás el propósito de los videos, de uno u otro lado sea hacer ruido, distraer la atención.  Posiblemente sea darnos un poco de entretenimiento para alejar el foco de asuntos muy graves, como son la falta de medicamentos para niños con cáncer; la creciente inseguridad, y el cuestionado manejo de la pandemia, que nos coloca dentro de los  primeros lugares en el mundo, respecto a contagios y muertes por COVID-19.   Aun así, los ciudadanos de a pie tenemos mucho que aprender de ello para nuestra vida personal. De modo que, al estar frente a los hijos, podamos hacerlo con  la cabeza en alto, mirarlos a los ojos y decir: “Esto soy y esto tengo”, como la mejor herencia para su vida.  Les ha tocado vivir dentro de un mundo revuelto y de contrarios, pero aún así, el camino recto es el que con más certeza lleva a puerto seguro.

POESÍA DE EMERGENCIA por María del Carmen Maqueo Garza



DESDE
Hoy hago poesía
     Para salvarme
Desde mi entraña, desde el borde agudo
     De mi desconcierto
Desde mi zozobra con sabor a vino amargo
Escribo con urgencia
Desde el dolor por la pérdida, mi pérdida
Tu pérdida, la pérdida común, la pérdida de todos

Se acaba el aire que aspiramos, la libertad
     De ser...
Prisioneros hoy de  tan hondos temores
Atados de pies y manos, aturdidos
Por las contradicciones, un mar revuelto
De medias verdades –náufragas-- en un mar
     Salobre  de mentiras

Hago poesía para no morir
Mantengo a flote la cabeza, busco el sol
aunque los cielos a plomo busquen hundirme
Vierto palabras como flores, sobre el mar encrespado
     Con mi frágil esperanza a la deriva.

Los inadaptados de Julián Herberth en su propia voz

REFLEXIÓN de Alethea Mshar


Te veo llevando a tu hijo a terapia mientras tus amigos llevan a sus hijos a fútbol o al ballet. 

Te veo escabullirte de la conversación cuando todos tus amigos presumen de logros y notas de exámenes. 

Te veo hacer malabares con eventos y reuniones. 

Te veo sentada al ordenador durante horas investigando sobre lo que tu hijo necesita. 

Te veo poner mala cara cuando la gente se queja por lo que parecen tonterías. 

Te veo desvanecerte poco a poco, pero sigues yendo más allá por tu familia. Te veo sacar fuerzas de flaqueza con una fuerza que ni soñabas que tenías. 

Te veo mostrando respeto hacia los profesores, terapeutas, y profesionales médicos que sirven a tu hijo para ayudarte. 

Te veo levantarte temprano por la mañana para hacerlo todo otra vez después de otra caótica noche. 

Te veo cuando estás al filo del precipicio luchando por vivir. Sé que te sientes invisible, como si nadie se diera cuenta. Pero quiero que sepas que yo me doy cuenta. 

Te veo empujar siempre hacia adelante. 

Te veo elegir hacer todo lo que puedes para darle a tu hijo el mejor cuidado en casa, en el colegio, en terapia y en el médico. Lo que haces importa. Vale la pena. 

En esos días en que te preguntas si puedes hacerlo un minuto más, quiero que sepas que te veo. 

Quiero que sepas que eres bella. Quiero que sepas que vale la pena. Quiero que sepas que no estás sola. Quiero que sepas que el amor es lo más importante, y que eres la mejor en eso. 

Y en esos días en que ves una mejora, esos momentos en que el trabajo duro tiene su recompensa, y puedes saborear el éxito, también te veo entonces, y estoy orgulloso de ti. Sea cual sea el día de hoy, 

Vales mucho, Lo estás haciendo bien...y te veo.

Tomado de la Internet



La historia de las miradas de Eduardo Galeano

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Hoy nuestra querida colaboradora está de plácemes.  En su faceta musical estrena disco en Spotify. En él  pueden escuchar su hermosa voz interpretando melodías del recuerdo: ¡Muchas felicidades!
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Ayer oía sobre un libro que se está difundiendo, el nombre llamó especialmente mi atención: "Cuando mamá lastima" es el título. A grandes rasgos me enteré de como era tratado el tema. Al instante pasaron por mi mente los reproches que hice tantas veces por lo que juzgaba injusticias en el proceder de mi madre, al mismo tiempo lo que yo me he reprochado otras tantas de mis errores al corregir a mis hijos.

El solo título me infligió tremendo dolor, repasé una y otra vez no todos, pos supuesto, porque mi memoria solo tiene reserva limitada y seguramente guarda más a favor que en contra, pero de solo pensar en lo que pudieran decir mis hijos sobre lo que de mi actuación como madre les dañó, me sentí momentáneamente culpable e infeliz. Yo sola imaginé un ataque tripartita que seguramente merecía. 

En cuanto al juicio que yo hacía de mi madre, lo digo sinceramente, de nuevo me sentí culpable de poder reclamarle algo, a mi edad ya vi pasar la vida del otro lado y entendí perfectamente que no tenía nada que no pudiera comprender y justificar. Mi madre fue mujer entregada al cien por ciento a la tarea de crianza.

Yo por mi parte, en otra época, con otras aspiraciones y habiendo compartido mi maternidad con la profesión, sentí que tenía más posibilidades de haber lastimado a mis hijos, en un arranque de esos que solemos tener las madres en que somos presas de la tremenda responsabilidad de educar a unos hijos, que además queremos sean perfectos, y sentir la impotencia de no estarlo logrando cabalmente, sin contar que a esto se agregan situaciones estresantes de enfermedad o limitaciones económicas, un sinfín de situaciones que nos complican la existencia y nos hacen muchas veces terminar desquitando frustraciones con los menos responsables.

Por un momento, sentada en la silla de los acusados, sentí que lo único que me quedaba era pedir perdón, por todo aquello y que no era poco.

Quizá por mecanismo de defensa, o quizá porque mi conciencia lo dictó, terminé levantándome de esa silla, ¿qué lograría con juzgarme como madre, o el que mis hijos lo hicieran, qué bien les haría a ellos un perdón a destiempo? ¿qué huella dejaría el pasar? Por el dolor de un reclamo extemporáneo hacia un acto que se no fue llevado ni por la irresponsabilidad ni por desamor. No era soberbia lo que me hacía rechazar el ser juzgada, humildad tengo para poder reconocer errores, pero si hablamos de sanación en la relación con nuestros hijos, apelo más a la conciencia que el  tiempo y las experiencias te van dando. Apuesto a que la buena voluntad y el amor que se entrega día a día en esta ardua labor de ser madres, permitirá que llegue a inclinar en la balanza todo lo positivo a nuestro favor.

Al final de mi soliloquio, quedé en paz "cuando mamá lastima" pero ama, protege, educa y hace todo lo que está a su alcance para lograr que sus hijos sean felices, y tiene más que atenuantes para ser perdonada. 

Nadie puede escapar del juicio de los hijos, pero la certeza tengo de que siempre seremos exoneradas cuando fue el amor el que nos guió.

Mercedes Sosa canta la Canción de las simples cosas

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