domingo, 10 de agosto de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 UN LUGAR PARA LA MEMORIA

Esta semana nos sacude una terrible noticia: En el estado de México asesinan a un menor que había sido secuestrado, por el impago de mil pesos que su madre debía.  Se detuvo a tres presuntos criminales. En las investigaciones se encontraron evidencias físicas de maltrato al menor de cinco años.  Es una nota que en tiempos anteriores si acaso hallaríamos publicada en los dos tabloides que se ocupaban de este tipo de eventos.  Hoy la encontramos en el contexto de muchas otras notas periodísticas que dan cuenta de terribles actos criminales en los que nuestra sociedad ha caído.

Pudiera decir, sin embargo, que encuentro más significativo este caso frente a la narrativa de los excesos atribuidos a personajes de la política y sus allegados, que actúan como los clásicos “nuevos ricos”, haciendo ostentación de excesos, cuando –al menos en la letra—se declaran emisarios de la pobreza franciscana del actual régimen.

Si contrastamos el primer hecho, a todas luces infrahumano, con el segundo, totalmente dispendioso, hallaremos en ambos una pérdida de los valores tradicionales que rigen a una sociedad sana. Principios éticos y morales que, en teoría, se transmiten de generación en generación, y permiten mantener identidad, estabilidad y cohesión entre los miembros de un grupo civilizado.

Si estos principios son imbuidos a través de la familia, y en particular mediante el ejemplo, habrá que ir a revisar cómo dicho proceso se interrumpió o se distorsionó en la transmisión de valores como la integridad, la honestidad, el respeto, la responsabilidad y la moderación, entre algunos otros.  Cómo fue que esos personajes que actúan fuera de la norma llegaron a dicho alejamiento de los esquemas tradicionales.

Los infanticidas tal vez provengan de un estrato socioeconómico poco favorecido, en el que el respeto por los demás pudiera ser subestimado ante las necesidades de tipo económico. Aun así, se antoja que hay una gran distancia entre, en este caso, la necesidad por recuperar los mil pesos que fueron prestados, y el respeto por la integridad y la vida humana, muy en particular siendo la víctima un niño.

En el caso de los políticos paseadores y ostentadores habría que suponer que priva en ellos el cinismo y la hipocresía.  De no ser así, tal vez se trate de una disociación con respecto a la realidad, que no les permite percibir las cosas como en verdad son, llevados por pensamientos alucinatorios.

Uno y otro caso nos obligan a todos a hacer un alto en el camino y revisar nuestro personal modo de actuar.  Analizar en qué forma algo de lo que hacemos o dejamos de hacer puede estar contribuyendo a las conductas antisociales de quienes nos rodean. Si es nuestra simpatía o nuestra indiferencia lo que abona el terreno para que proliferen ese tipo de conductas.  Nos corresponde identificar cuántas veces nos quedamos callados pensando en “mejor no mover el agua”, o nos hacemos de la vista gorda, hacemos como que la Virgen nos habla y nos volteamos para otro lado. La suma de los pequeños actos de todos nosotros forma una ola destructora de gran altura, a manera de tsunami.

En estos tiempos políticos en que se ha ido dando el desmantelamiento de las instituciones, con sus graves consecuencias, nos toca a los ciudadanos trabajar por fortalecer aquellas que aún perviven: La familia, la escuela, la iglesia, el arte y la cultura, centros neurálgicos que ayudan a difundir y reafirmar los valores tan necesarios para todos nosotros. Su óptimo funcionamiento permite a los ciudadanos y a aquellos en formación, tomar conciencia de la propia persona y de los demás.  Comprender que cada ser humano es igual de importante que los otros, y que merece respeto, desde el inicio de la vida hasta su final.   Nos urge el reforzamiento de instituciones que contribuyan a enaltecer el valor del ser humano por lo que es, al margen de sus posesiones materiales, partiendo del principio de que las alas nos las proporciona el espíritu, no la riqueza tangible.

La concordia implica que nos veamos unos a otros a la misma altura y que avancemos juntos, cumpliendo cada uno la función que le corresponde, sin caer en la tentación de sacar ventaja maliciosa del puesto que ocupa. Convencido de que la justicia es el valor que prevalece en toda sociedad armónica.

Por último: La inteligencia emocional permite al ser humano alcanzar la satisfacción por lo que es y hace, no por lo que acumula ni lo que ostenta. En pocas palabras: Cuando en el centro del pecho se tiene un corazón pleno y realizado, no hace falta nada del exterior para sentir que vale. Con los hechos propios ya se ha ganado un lugar en la historia de su comunidad, un lugar para la memoria, por el que será gratamente recordado.


CARTÓN de LUY



Cuatro pasodobles españoles: Filarmónica de la Radio Alemana

REFLEXIÓN del Dr. Carlos Sosa

Solo tú, tus demonios y un espejo

Dicen que todos merecen una segunda oportunidad.

Pero nadie te cuenta que esa segunda oportunidad te va a escupir en la cara diez veces antes de darte la mano.

Salir de una adicción no es como salir de un cuarto oscuro encendiendo la luz. Es más bien como caminar descalzo por un empedrado infinito, de noche, con los pies sangrando y la certeza de que cada paso puede doler más que el anterior.

Porque la adicción no es sólo a la sustancia.
Es a la costumbre.
Al olvido.
A la anestesia emocional.
Es al silencio después del grito, al abrazo que nunca llegó, al vacío que nadie supo nombrar.

La droga, el trago, la pastilla, la pantalla, el juego, la mentira. Da igual el envoltorio. Todo eso viene siendo una curita barata para una herida que se abrió cuando tenías cinco, o diez, o quince años, y el mundo decidió que era mejor mirar para otro lado.

Y ahí estás, años después, intentando reconstruirte sin manual de instrucciones, sin aplausos, sin banda sonora.
Sólo tú, tus demonios, y un espejo que no siempre devuelve una cara conocida.

Hay recaídas. Y no son caídas suaves. Son patadas al alma.
Hay mañanas en que el cuerpo tiembla por dentro, aunque el mundo te vea sonreír.
Y hay noches en que la tentación te susurra cosas dulces como una amante cruel que conoce cada rincón tuyo.

Pero aún así, se puede.
No fácil. Nunca fácil.
Pero posible.

Porque un día, en medio de esa lucha muda, descubres que alguien te cree capaz.
A veces es un terapeuta.
A veces es un hijo.
A veces es una desconocida en el metro que te mira con ojos de compasión real.
Y a veces, en el mejor de los casos, eres tú mismo. Viéndote en el espejo y diciendo: “Hoy no. Hoy respiro sin eso”.

Redimirse es reconstruirse desde la vergüenza.
Es pedir perdón sin estar seguro si lo mereces.
Es aprender a quererte cuando todo en ti grita que no lo vales.

Pero también es despertar una mañana, mirar tus pies temblorosos, y darte cuenta de que, aunque sangren, siguen caminando.
Y eso, querido lector, es ya un milagro.

Un milagro sin fuegos artificiales.
Sin aplausos.
Pero con la paz de quien está aprendiendo a vivir sin máscaras, sin atajos, y sin cadenas.

Porque al final del camino empedrado, con suerte, no hay gloria.
Pero sí hay verdad.
Y con eso, a veces, es suficiente...

Cómo reconfigurar nuestro cerebro con Marian Rojas Estapé | #LaFórmula

 
Amigos: Está largo, pero les aseguro que bien vale la pena verlo todo.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Hay que ponernos hoy en modo "Todo va a salir bien". 

No importa que la semana entera haya sido de altibajos, de sustos, de dolor, de confusión, de desavenencias, de malentendidos, de reclamos justos o injustos, de tropiezos, de miedos y de un tremendo peso en la toma de decisiones y el resultado de éstas. 

Hoy yo me pongo en modo: "Todo va a salir bien". Quizá no con ello logre mejorar las cosas, pero por lo menos no estaré predispuesto a que sigan sucediendo las malas, estaré optimista y esperando que sean mejores. Que podré ser capaz de entenderlas, de afrontarlas, ponerle buena cara al mal tiempo como bien dicen, aunque a veces el tiempo te dé una bofetada a la que no puedes responder sino con una mueca de dolor. A no perderse en los errores y dejar de ver los aciertos de las personas, a no quedarse trabado en el dolor y buscar en esas pequeñas ganancias que nos da un nuevo día el aliciente para que ocurran más. 

En modo positivo, en modo bonito, en modo que atraiga como imán sentimientos que conforten, sonrisas que alienten, a modo de no contagiar tristeza sino esperanza, en ese modo en que le fe nos pinte en la cara una sonrisa, en el alma una caricia. 

Hoy hay que ponernos en modo de "Todo va a salir bien".



El Dúo de las Flores de la ópera Lakmé de Delibés