domingo, 19 de julio de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


REGLAS CLARAS, ACCIÓN CONJUNTA
La pandemia se ha instalado sobre el territorio nacional como esas pesadas nubes plomizas de tormenta, a las que ningún viento parece mover. Nos hallamos en una danza de cifras, reajuste de estas, reglas cambiantes, medidas contradictorias… Lo único real es que, pese a que cambie el color del semáforo, seguimos en gran riesgo, y más vale que así lo creamos. 

En nuestro país una serie de elementos culturales han venido a complicar más las cosas. Aquí enumero algunos de ellos: 

No deja de influir el pensamiento mágico, ése que dice que, aunque me encuentre en zonas de alto riesgo, no me contagiaré. Ya sea por invocación a la Virgen de Guadalupe, a la Santa Muerte, San Judas Tadeo o un mantra sagrado. Ya sea porque atiendo a la recomendación presidencial y me cuelgo un escapulario, o porque considere que mi naturaleza me hace inmune contra cualquier mal. 

En lo que alguna vez fue Tenochtitlan desciende de los cielos cada 6 años un Tlatoani totipotencial. Lo hemos visto a lo largo de nuestra historia, desde épocas virreinales. Que el Tlatoani en turno no atienda las medidas de protección personal contra el coronavirus, envía un poderoso mensaje a sus fieles: Si nuestro dios no usa cubrebocas ni guarda la sana distancia, es porque no se necesita. Al presidente López Obrador le falta tomar conciencia de la responsabilidad que tiene frente al pueblo bueno y sabio, por el que se manifiesta tan preocupado. 

Otro elemento que influye en los anteriores es la escasa cultura médica. Muchos creen que el virus no existe, razón por la que no asumen las medidas de prevención. Es por ello que se infectan y van a dar al hospital. Ahí llegan exigiendo a la ciencia milagros; si éstos no suceden y el paciente se agrava o muere, buscarán hacer responsable al personal sanitario por el desenlace lógico de su conducta previa. 

Hay un elemento más, al cual quiero hacer referencia en esta columna y se llama “falta de coordinación”. Ahí les va la historia: Hace unos cuantos días un familiar abordó una unidad de transporte foráneo que le llevaría de Piedras Negras a Monterrey, en un viaje de aproximadamente 6 horas. El autobús que abordó mi familiar iba ocupado al 100% y para acceder al mismo no hubo filtro alguno: Ni toma de temperatura, ni gel antibacterial, como tampoco se exigió el uso de cubrebocas a quienes abordaban. En ese horario de medianoche viajan pacientes oncológicos del Sector Salud que van a quimioterapia o radioterapia, lo sé bien como médico y porque alguna vez yo fui una de tales pacientes. En esta unidad detecté al menos dos pasajeros con dicho perfil, por cierto, una de ellas con arcadas frecuentes. En el asiento posterior al de mi familiar iba un individuo con el cubrebocas de adorno, de color muy vistoso, pero debajo de la barbilla. Dudo mucho que lo haya acomodado como debe de ser una vez que tomaron carretera. Otros dos camiones iban llenándose en condiciones sanitarias similares. Paradójicamente, dentro de la central camionera sí hay gel y marcas en el piso, para guardar la sana distancia. La pregunta lógica es: ¿Por qué en el inmueble sí y en las unidades no? 

Estas inconsistencias tan evidentes como nocivas se suman al resto de elementos de la fórmula, para obtener como resultado el panorama que estamos viendo: Una curva que no cede –en la realidad, no de palabra--, tasas de contagio y letalidad muy elevadas, y cada día más cerca de convertirnos en el puntero mundial de mortalidad por COVID-19. 

¿Dónde está la regulación sanitaria para unidades de transporte de pasajeros? ¿Quién es responsable de que se cumpla como debe de cumplirse? Es muy doloroso suponer que se maneja a los enfermos de COVID-19 como números fríos en una gráfica, y no como seres humanos que sufren, que tienen familia, que albergan esperanzas, y que cuentan con todo el derecho de ver garantizada su seguridad. ¿Cómo es que en tiendas, salas de cine o restaurantes sí hay asignación de asientos, mientras dentro de un camión, donde –además—viajan enfermos inmunodeprimidos, no existe evidencia de regulación? 

México se merece algo más que un gobierno manejado por inspiración, sin una verdadera sistematización en sus procedimientos. Nosotros, como ciudadanos, estamos en obligación de cumplir con las reglas que nos corresponden, para que esto funcione. No compete a nosotros, los gobernados, ejercer las funciones de los gobernantes, a quienes pagamos con nuestros impuestos por hacer su trabajo. Ciertamente, sí podemos ejercer presión social frente a quien no acata las reglas. Como dice el dicho, para que haya caldo de conejo, primero necesitamos el conejo. Si las reglas no son claras, se vigilan y se hallan a la vista del público, no hay manera alguna de reclamar su cumplimiento.

POESÍA por María del Carmen Maqueo Garza



Búsqueda en la noche

Cual meteoro imprevisible choca con la Tierra

Sin que instrumento alguno lo hubiera detectado

De forma anticipada

          -- para prepararse.

Así llegó la enfermedad a romper paradigmas, a cimbrar estructuras,

Colocar todo en su sitio

Nos lleva a medirnos frente a la inmensidad del cosmos

Partiendo de la propia desnudez humana

Y luego de tragarnos el orgullo, nos muestra, en realidad, cuan pequeños somos

Así comienza todo a asumir un orden. Retorna cada elemento

Al sitio que le corresponde ocupar

Así  la enfermedad quiebra la soberbia humana, cual delgados carrizos

Nos fuerza a volver la vista al cielo, para emprender la búsqueda

          Con nuevos ojos

En  la vasta negrura de una noche. Náufragos

En las profundas aguas de un océano sin costas.

Conflicto lanudo; Animación

Carta de una madre a su hijo: No conozco la autora.

Querido hijo:
Mientras vivas en esta casa obedecerás las reglas.
Cuando tengas tu casa establecerás tus propias reglas.
Aquí no gobierna la democracia, no hice campaña electoral para ser tu madre: tú no votaste por mí.
Somos madre e hijo por la gracia de Dios, y yo acepto respetuosamente el privilegio y la responsabilidad de criarte y educarte. Al aceptarla adquiero la obligación de desempeñar el papel de madre.
No soy tu cuate, nuestras edades son muy diferentes. Podemos compartir muchas cosas pero no somos compañeros.
Soy tu madre ¡Y eso es cien veces más que un amigo!.
Yo no soy tu amiga, de esas tienes muchas, madre solo hay una...
En esta casa harás lo que yo diga y no debes cuestionarme porque todo lo que yo ordene estará motivado por el amor y el respeto. Te será difícil comprenderlo hasta que tengas un hijo,
mientras tanto confía en mí...Te Amo
Atte: Tu Madre
Agradezco a Ana María esta valiosa sugerencia.

Padres presentes: TED Talks con Bruno Solari

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Limitada mi libertad, mi tránsito por la cotidianidad de mi vida, convertida ésta en otra rutina totalmente distinta, donde se recorren los mismos pasos, se ven los mismos lugares. 
     He estado tan alejada de mi acostumbrada forma de vivir, que siento miedo hasta de dejarla de extrañar, a temer recuperarla, a no saber como retomar mi vida en otras circunstancias, donde tendré por tiempo ilimitado que desaprender hábitos e incorporar otros, que en muchas ocasiones no me darán la misma satisfacción.
     Me veo aislada hoy, y a mi regreso continuar en aislamiento parcial, cubierta la cara, manteniendo distancias que a la larga ya no suena tan sana, porque distantes  son mi gente más querida, porque pasa el tiempo y la necesidad de correr a abrazar y besar a mis seres amados va calando más hondo, y empieza a sentirse la frustración de no ver plazo cercano para regresar a la sana costumbre, de los encuentros cercanos a lo que y a quienes amamos.
     Entre la incertidumbre y la fe, voy y vengo en el espacio que circunscriben las paredes de mi casa. Me topo con una que me taladra el cerebro y me impide pensar de forma positiva, una que solo consigue causarme temor y ansiedad, y giro hacia el otro extremo a encontrarme con la fe, para recuperar mi paz, para que me haga sentir que esto es pasajero, para tener aliento y poder seguir en pausa, esta pausa que me agita el corazón más que una carrera con obstáculos, donde estar expectante de tanto dolor a mi alrededor, me hace sentir amenazada, atemorizada, luchando por vencer el miedo, innovando estrategias para que no me gane la batalla el desconsuelo, con resultados a veces más funestos que la misma enfermedad viral.
     Tejiendo sueños con la ilusión de que se hagan realidad, inspirándome en el amor que me rodea, en lo que la naturaleza me brinda en cada despertar, a través de la brisa, de la lluvia, del canto de los pájaros y la belleza multicolor de las flores. Así me aferro a la esperanza de que recuperaremos nuestro mundo, nuestras vidas, sin tener que protegernos unos de otros, con la posibilidad que solo da la cercanía,  de manifestar nuestros afectos a través de estrechar una mano, de darnos un beso o un abrazo.
     Volver a la realidad fraterna, de convivencia cercana, con el aprendizaje de sabernos necesarios unos a otros, y responsables de nuestra integridad y de la conservación de nuestro entorno. 
     Habremos de regresar, deseosos de estrecharnos la mano, y de  abrazar al mundo. Eso no lo debo dudar.

Meditacao: Andrea Motis y el Quinteto Joan Chamorro