domingo, 18 de marzo de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

DÍA DEL ENFERMO
Desde hace cuarenta años mi colaboración periodística se publica los domingos.  La envío el viernes a mediodía, así que  ese día despierto con el pendiente  en la conciencia.  Si ya tengo el tema, voy ensamblando  las aristas; si no lo tengo todavía, amanezco revisando las vivencias de la semana.  Esta vez comencé mi viernes en las instalaciones del IMSS recogiendo   papelería  para la  valoración médica semestral a la que mi cangrejo y yo nos sometemos.
     Justo un día antes escuchaba en entrevista al Maestro Tuffic Miguel Ortega, Director General del IMSS.  Habló acerca del 75 aniversario de la institución, y del modo como para el 2016 se logró su recuperación financiera, tras de una severa crisis. Se refirió a  programas para la detección de factores de riesgo, que permiten prevenir la aparición de  enfermedades como el cáncer, la diabetes mellitus y la hipertensión arterial.  El Maestro se refirió también a  las estrategias para mejorar el trato al derechohabiente, combatiendo esas prácticas añejas de actuar como si se le hiciera un favor a quien solicita atención. A propósito de esto último, las cosas en mi clínica fueron bastante cordiales, aunque aún falta organización. Todos quienes esperábamos  papelería lo hacíamos de pie en un área que no se da abasto, además de que es un corredor de intenso tránsito entre la Consulta y la Dirección.  Conseguí instalarme frente a un ventanal para ver pasar la vida, algo que me produce  un cúmulo de visiones que mucho disfruto.
     Desde el segundo piso de la clínica se despliega frente a los ojos la plaza cívica con su estatua icónica en bronce vaciado, diseño del regiomontano Federico Cantú.  Poco más delante se halla el asta bandera, esta vez  sin bandera. Alrededor de dichos monumentos se apreciaba en aquellos momentos un intenso trajín de pacientes, familiares y  vendedores, y hasta un par de callejeritos, ambos lucían muy familiarizados con el movimiento humano, ella –embarazada—se  dejaba caer en los puntos donde  la sombra de media mañana se iba extendiendo. Traté de meterme dentro de la cabeza de cada uno de los personajes que transitaban por ahí: ¿Les dolerá? ¿Sentirán cansancio? ¿Estarán fastidiados de tanto tratamiento? Al menos un par de pacientes en silla de ruedas, provenientes del área de  diálisis, así parecían sentirse.
     Siguió mi reflexión: ¿Qué es la enfermedad? Habría muchas maneras de definir esa condición.  Es la pérdida de la salud; la interrupción de la funcionalidad; la falla de la normalidad corporal… Más allá de los tecnicismos, la enfermedad es una experiencia de vida que nos proporciona la oportunidad de medirnos frente al cosmos.  En medio de la crisis que representa la pérdida de la salud, la enfermedad nos da ocasión de asimilar nuestro  tamaño real, ante todo lo que nos rodea.  Es momento de practicar la humildad y la paciencia; tiempo para voltear hacia nuestros seres queridos en busca de apoyo.  Siento que sería bastante recomendable que de cuando en cuando enfermáramos de esa manera, para después de dicho  trance volver a la vida a valorar de otra manera lo que somos y tenemos, y que tantas veces damos por sentado.
     ¡Cuánto se puede aprender desde una experiencia de enfermedad!  A partir del dolor conseguir valorar y cuidar nuestra integridad física.  Desde la incertidumbre tener la ocasión de vivir al máximo las oportunidades que la vida nos da.  Partiendo de las necesidades que la enfermedad impone, aprender a reconocer con humildad nuestros límites.  
     Existe un día para celebrar a la persona del enfermo,  corresponde al 11 de febrero, que en el santoral católico  conmemora la aparición de la Virgen de Lourdes a la pequeña Bernardette de Soubirous. Ese día  se desarrolla la Jornada Mundial de los Enfermos en el Santuario de Lourdes,  población enclavada en un extremo de la cadena de los Altos Pirineos, al sur-suroeste de Francia, casi en la frontera con España.  Al contemplar la enorme extensión del Santuario, es difícil imaginar esas grandes avenidas   que convergen a la iglesia y a la gruta, atestadas de enfermos provenientes de todas partes del mundo, asistidos por 10,000 voluntarios, algo  que sucede cada mes de febrero desde hace mucho tiempo.
     Hoy escribo pensando en los enfermos, en sus familiares.  Pienso en el personal de las instituciones públicas que hace posible que  quienes así lo requerimos, recibamos atención.  Cada puesto tiene su razón de existir, su función específica y su valor intrínseco. A través del  buen desempeño de cada uno de los trabajadores, los derechohabientes estamos en condiciones de recibir la atención necesaria en el momento oportuno.
     No digo que pidamos al cielo que nos mande enfermedad.  Pero eso sí,  que cuando la mande,  sepamos aprovecharla  para crecer en ella.

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza


Dos chicas regresan de una fiesta.  Ya es de noche.   Casi para despedirse, permanecen charlando en el automóvil con la luz interior encendida.  Han olvidado asegurar las puertas.  De la nada llega una camioneta negra conducida por una chica adolescente.  Se frena intempestivamente frente a ellas.  Baja un chamaco empuñando lo que parece ser un arma corta.  Se aproxima a la conductora del automóvil estacionado, abre la puerta y la encañona.  Ella sabe algo de armas y detecta que aquella es de juguete.  Repele a su atacante y consigue poner en marcha el vehículo para escapar. Tanto ella como su amiga salen ilesas.  Quedó demostrada la inexperiencia de los asaltantes y el arrojo de las asaltadas.  Las cosas pudieron resultar de otra manera.
     No, no es una leyenda urbana.  Es el contenido de un mensaje que recibió mi hija hace un rato. La luz de su teléfono móvil parpadeaba gritando su desesperación desde el silencio, rompiendo la  oscura quietud de la noche.
     ¡Cómo extraño aquel México en el que todos --o casi todos-- estábamos a salvo en las calles.  Aquel México en el que  los diversos personajes urbanos --hasta los delincuentes-- actuaban siguiendo un código de honor implícito que se respetaba. En esos tiempos la vida no era una mercancía de baratillo.
     Sé que no puedo estacionarme en un pasado utópico. Por lo pronto escribo en la búsqueda  de construir con palabras, como trazos, un futuro prometedor.

Así pasa la vida: Canción mixe

Agradezco a mi admirada Pravahi Laura tan sublime aporte.

Recordando a Rosaura Barahona

El lado positivo de las redes sociales es que nos permiten tejer nexos con personas hacia quienes nos unen causas, sentimientos o convicciones.  Se vuelve una suerte de fraternidad dentro de  la cual  poco importan esos caracteres que en la comunicación cara a cara tienen un peso específico.
     Así fue como, recordando a los grandes maestros que generosamente han compartido su esencia, y que lo siguen haciendo a pesar de su partida física, en días pasados llegué al muro de la querida Rosaura Barahona a quien sentí como una amiga y mentora, a pesar de que nunca tuve la oportunidad de conocerla en persona.  Muchos de los comentarios vertidos el pasado mes de octubre, con motivo de su fallecimiento, hablaban de esa presencia inspiradora en las vidas de quienes la lloramos aquella mañana de su partida.
     Me capturó en particular el memorial del Maestro Jesús Romero, quien brinda un merecido homenaje a la catedrática  que lo rescató de un destino que hubiera resultado poco satisfactorio,  para colocarlo en el camino de lo que finalmente ha sido su vocación: El mundo de las Letras. Termina diciendo en su propia voz: "No tengo en verdad, suficientes palabras en mi vocabulario para agradecer y alabar a esta gran regiomontana, entrañable maestra, aguda editorialista y una de las mejores educadoras de México." Y cierra con un fragmento de Marguerite Yourcenar que aquí me permito transcribir, no sin antes expresar mi sentir muy personal: Almas generosas como la de Rosaura Barahona en dar, y Jesús Romero en agradecer, colorean el panorama con los tonos  más vivaces, aunque --en su amor a la vida-- se cuidan de evitar que los diestros pinceles en sus manos sean descubiertos.
   Rosaura vivirá  hoy y siempre  gracias al recuerdo de quienes la apreciamos.


Jamás de tu alma conocerás el viaje
Comenzado en mi alma al despuntar el día;
Ni el tiempo, ni el amor, ni la edad, ni el paisaje
Borrarán tu huella grabada con la mía.
No sabrás que tiene tu rostro la belleza,
Que el mundo por tu azul dulzura resplandece,
Que la transparencia del lago en la maleza
Refleja tu mirar donde el sol amanece.
Nunca jamás sabrás que eres en mi mano
El oro del farol sobre el andar del mar;
Que tu lejana voz se mueve en mi cantar,
Que tu antorcha, tu luz y resplandor arcano
Me indican el dulce sendero de vivir,
Juntos, en una sola sombra de seguir.
Marguerite Yourcenar

El monje y el perrito: Video animado

CONFETI DE LETRAS


El verbo es palabra que traduce acción, se conjuga en todos los tiempos y personas. El verbo da movimiento a la oración, y nos ubica en el tiempo y en el quién.

Con frecuencia acudimos a conjugarlo en un tiempo inexistente,que parece utilizamos para calmar nuestra ira ante lo que aconteció y no pudimos remediar, o para imaginar el suceso de la manera que consideramos idónea para que hubiera acontecido.

A veces en ese tiempo, el verbo duele menos, a veces por el contrario nos hace ver que pudo haber pasado algo peor.

El "hubiera" ´puede dar consuelo o desaliento. Si "hubiera" sucedido esto o aquello, tal o cual cosa no serían lo mismo, pero no sucedió y nunca sabremos si de haber sido como lo declaramos, el resultado "hubiera" sido el que nosotros concebimos. Es un tiempo inexistente, un pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo, que por ende habla de una acción, estado o proceso hipotético, dudoso, deseado o posible.

Acudir a él con demasiada frecuencia es no poder aceptar fácilmente un suceso, es tener en él la posibilidad de cambiar lo que nos acontece a consecuencia de algo pasado que no tiene posibilidades de hacerse distinto. A veces mitiga el dolor pensar en que hubiera sido peor, otras duele saber que nuestro presente pudo en el "hubiera" haber sido mejor.

El "hubiera" sí existe, pero traduce un tiempo al que nunca podremos ni pudimos acceder, que solo somos capaces de imaginar, de crear a nuestro antojo, pero que nunca sabremos como "hubiera" sido en realidad.

No dejes en manos del "hubiera" aquello que anhelas realizar, que no se convierta en añoranza. Lucha por lograrlo y conjugarlo en la persona y tiempo que dejen en ti la convicción de haberlo hecho con la correcta gramática sentimental.

Poesía de Magdalena Sánchez Blesa en su propia voz

Agradezco a Guillermo las entusiastas sugerencias  de la obra de esta poeta murciana.