domingo, 26 de diciembre de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

EXHORTACIÓN NAVIDEÑA

¿Qué mejor oportunidad nos brinda el año para retornar a nuestros días de infancia, que la magia absoluta de la temporada navideña?

¿A qué sabe la Navidad? Me quedo pensando, así pues, me echo un clavado en el arcón de las memorias y encuentro un montón de respuestas que, como abalorios, tomo entre mis manos para contestarme: La Navidad sabe a regalos de todas formas y tamaños, envueltos en papeles multicolores bajo un árbol iluminado el veinticinco en la mañana. Sabe a risas y chocolate; a buñuelos y ponche de fruta; a cacahuates y colación.

La Navidad huele a canela y a mandarinas; a clavo, piloncillo y champurrado. Es una emoción contenida a lo largo de muchos días que explota de improviso, como hacen los juegos pirotécnicos vistos a la distancia, con ese característico olor a pólvora quemada que habla de fiesta.  Me viene a los sentidos el rastro de las velas multicolores con las que pedíamos posada puerta por puerta, hasta llegar gozosos a aquello de “entren santos peregrinos” en algún patio acondicionado para dar cabida a la piñata y el montón de niños dispuestos a golpearla.  Aquella sensación al momento de  reventar su vientre para ver salir naranjas, cañas, dulces y serpentinas es un goce infantil que, aún ahora, con recordarlo me transporta a esos tiempos.

La Navidad encierra sonidos como el del papel celofán rojo, o verde, o amarillo, ahora casi extinto, bajo el cual se ocultaban sabrosos confites para la cena del veinticuatro. Así mismo recuerdo el chillido zumbador de las luces de Bengala que encenderíamos una tras otra, hasta consumir las diez de la cajita.  Otros sonidos son los de las campanas de Catedral llamando a misa, o las gargantas mañaneras siguiendo el Kyrie Eleison, en tiempos cuando la misa se daba en latín, con el sacerdote de espaldas a la grey.

La Navidad es una fiesta a los ojos: Esferas, colores, luces titilantes.  Niños norteños que piden al buen hombre barbado un juguete, o niños capitalinos que prefieren esperar a poner su zapato para el Día de Reyes, y que, con la mejor de las suertes, visitan la Alameda para llevar su cartita y tomarse la foto.

La Navidad son los nacimientos vivientes con un José y una María de carne y hueso, un niño de juguete envuelto en pañales y un asno dócil y lento.  Detrás de ellos la comitiva que pide posada puerta por puerta, por las calles empedradas de la pequeña población al pie de la sierra.  Es aquel sabroso olor a tamales con que se festeja cada tarde a las seis, después de la procesión y el rosario, la próxima llegada del Niño Dios.

Navidad es la explosión visual de nochebuenas cuyo intenso colorido parece herir las pupilas; es la increíble combinación de flores que deriva en colores y formas difíciles de imaginar, como si cada invierno se reinventaran a capricho.

Navidad es salir de vacaciones, o simplemente  a algún sitio cercano a ver el campo emblanquecido.  Enfundarse gorro, bufanda y guantes para jugar con la nieve, y finalmente dejarla de lado cuando la humedad congela los dedos.  Es poder levantarse a deshoras y acostarse igual sin que nadie proteste; es hacer cosas que durante doce meses no están permitidas, y comer aquello que el resto del año apenas se prueba.

La Navidad sabe a reuniones familiares en las que grandes y chicos refuerzan los lazos que los unen; es compartir con los seres queridos lo sucedido durante al año y ser acogidos siempre con cariño.  Es proponer tareas conjuntas que a la vuelta de los siguientes doce meses  habrán cristalizado.

Navidad tiene el encanto de fiestas donde campea la alegría y la música.  Es el olor profundo del pino natural que evoca al mínimo Francisco de Asís y su primera representación de la Natividad.

La ocasión se presta para asombrarse y alegrarse; cantar y divertirse.  Es luces en el cielo y en la casa, en las tiendas y en las plazas, así como en los templos. Es practicar la armonía con los seres queridos y prodigarse los cuidados y buenos deseos para el año que está por iniciar.  Es volver a ser niños; dejarse arrobar; reír nada más porque sí y cantar sin tapujos, aunque seamos los más desentonados de la reunión.  Es disfrutar aquel plato de tamales recién salidos sin remordimiento alguno.  Y es esperar que la magia haga su aparición en derredor, como cuando éramos niños.

Navidad es olvidarse del reloj y de la agenda; es replegar de nuestra vida las malas noticias y dejarse llevar por las historias de época que llegan cargadas de esperanza.  Es profundizar en lo simple y descubrir cuan afortunados somos hoy de estar con vida; de tener una salud que nos permite recibir las fiestas con entusiasmo, y unos seres queridos que están ahí para acompañarnos.

¡Feliz Navidad, amigos! Que la luz de la estrella de Belén ilumine sus corazones en este día.

 

 

POESÍA NAVIDEÑA de Gloria Fuentes

EL CAMELLO COJITO

El camello se pinchó
con un cardo del camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.

Baltasar
fue a repostar
más allá del quinto pino…
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su ‘Longinos’.

– ¡No llegamos,
no llegamos y el Santo Parto ha venido!
-son las doce y tres minutos
y tres Reyes se han perdido-.

El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va peluchando su felpa
entre los troncos de olivos.

Acercándose a Gaspar
Melchor le dijo al oído:
– Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.

A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!

Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Y Melchor empuja al bicho.

Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres Reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.

– No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero -repitió el Niño.

A pie vuelven los tres Reyes
cabizbajos y afligidos,
mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.

CARTÓN por Luy


 

Villancico "La mula"

 
Agradezco a Gaby tan lindo aporte navideño.

Unas navidades sombrías

 
Son varias historias de temporada de diversos autores. La que quiero compartirles con especial interés es la primera, tiene una duración de 6 minutos 30 segundos.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


¡Ya huele a Navidad! Arco iris de aromas en el que cada quien encuentra una tonalidad distinta. SI bien nos unen sentimientos similares, el que más significativo, creo, es para todos el amor por la familia. Reunirnos con la familia, volvernos a ver, a abrazar, a decirnos en persona lo que nos queremos y hacerlo patente con una caricia con un beso. Reconocernos, a veces conocer por primera vez a los que recién han llegado a ser parte de la familia.
Habrá ingredientes dulces y amargos, no todos podremos sentir que es una feliz Navidad. A muchos nos embarga una tristeza, inexplicable a veces, otras a consecuencia de vivencias previas que nos traen a la memoria navidades, en donde no compartíamos el júbilo de los demás. Esta fecha nos hacía más palpables nuestras carencias, mismas que el resto del año podíamos fácilmente discriminar.


Navidad es fecha de celebración de un natalicio, y sin embargo es cuando más patente se hace el dolor de la pérdida de todos aquellos que ahora no estarán a nuestro lado. Sensibilidad a flor de piel que nos estremece, y que ensombrece el panorama, y acalla las risas, sin que apenas seamos capaces de evitarlo.


Pero es Navidad, y tendremos que agradecer nuestra supervivencia , aferrarnos a la esperanza de un año donde logremos vencer los retos que enfrentamos. Armarnos de valor, de optimismo; ahogar el llanto con las risas frescas de los niños, en el amor que prevalece, como energía pura que nos une, que más que nunca ahora nos hace saber lo importante que es formar parte de una familia. Tenernos unos a otros, y valorarnos mientras así sea. Vivir esta Navidad, con el corazón puesto en lo que realmente vale la pena, y permitir que renazcan los afectos dormidos, los heridos, y que se acrecienten los que han permanecido indemnes.


Viviremos navidades distintas, solo espero que no distantes de la verdadera esencia de la Navidad. Deseo que en cada hogar haya un por qué sonreír; esperanza en cada corazón; agradecimiento por las vidas de nuestros ausentes; paz en nuestra alma y sobre todo, amor que fortalezca el espíritu y renueve nuestra fe.

Andrea Bocelli y su hija Virginia cantan Aleluya

 
No hay traducción al español, pero no se requiere. ¡Ya verán!