domingo, 22 de junio de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 RUIDO VS: RUIDO

En fechas recientes platicaba con algunos jóvenes para tratar de entender su afición por el Instagram y lo que, para mí, resulta muy misterioso, su abandono del Facebook.  Hallé diversos argumentos y justificaciones, pero algo dicho por uno de ellos me dejó las cosas muy claras. Mencionó algo así: “A través de Instagram puedo hacerme presente sin necesidad de revelar mis estados de ánimo. Subo una historia divertida y con ello ya saludé a las personas que me importan, pero puedo seguir mi día sin ser cuestionado.” Lo asocié de inmediato con una imagen que acababa de ver en algún centro comercial, la de una jovencita menuda que portaba unos auriculares tan grandes, que la hacían ver como personaje de caricatura, que corre riesgo de irse de cabeza por el peso de estos.   Me reveló muchas cosas, en especial su deseo de permanecer aislada del mundo que le rodea, metida en su propia burbuja digital.

Es preocupante: La tecnología nos ha vuelto personas encerradas, recelosas, temerosas de que nuestro espacio privado sea invadido.  Nos encerramos a través de auriculares, pantallas y otros dispositivos electrónicos como una respuesta frente a un mundo que no parece agradarnos del todo.  Como si repeliéramos la condición humana de quienes nos rodean, con sus aciertos, pero también con sus errores, o simplemente porque no atienden al guion que nuestra mente ha ideado para ellos.  Al disentir de lo que nosotros esperaríamos recibir, simplemente los eliminamos de nuestro campo sensorial y afectivo.  Nos encerramos en un mundo que, de entrada, sentimos que controlamos, aunque en realidad estamos siendo una pieza más en el ajedrez que unas manos ajenas están jugando en la red.

Primero fue el judío polaco Zygmunt Bauman, filósofo y sociólogo, y más delante Byung-Chul Hahn, el filósofo sudcoreano-alemán, quienes han abundado sobre el tema: Estos tiempos que se denominan “posmodernismo” han producido una sociedad líquida que se caracteriza por su falta de formas, sus cambios constantes y la inestabilidad que esto produce en la mente y el corazón de los internautas.   En la red se expresa al máximo el consumismo, convirtiéndonos a la vez en consumidores y mercancía.  Adecuamos nuestra vida a lo que otros esperan de nosotros, y a ratos no alcanzamos a comprender que, en realidad, el sistema nos tiene trabajando para él.  Con nuestros aportes cibernéticos alimentamos la oferta que vende en la red.  Los beneficiarios finales de ese intercambio de bienes digitales son las firmas que sostienen todo el entramado. ¡Pero nosotros vivimos en la ilusión de que somos los privilegiados creadores de contenidos!

Vamos a un concierto y observamos entre el público la infinidad de luces que indican que hay cámaras de celulares grabando el evento.  Dejamos de disfrutar en vivo aquello por lo que pagamos, para capturar y ser los primeros que lo suben a la red, o quienes lo hacen de la mejor manera.  Lo mismo sucede cuando presenciamos un evento trágico: Nos colocamos en posición de ser quienes mejor dan cuenta de ello, como reporteros gráficos en la red.  No se nos ocurriría asistir a las personas afectadas, aun cuando tuviéramos posibilidad de hacerlo.  Lo importante es entrar en la competición por la mejor imagen y ganar.  Lo demás es lo de menos.

“FOMO”: “Fear of missing out”, un término que ya hemos utilizado en este espacio.  Significa el miedo a quedar excluidos del tren donde todos viajan, a no ser tomados en cuenta.  Por ello somos capaces de lo que sea.  La red nos impulsa a engancharnos para –ilusoriamente—satisfacer nuestro sentido de pertenencia.  Como el mundo virtual es a lo que estamos dedicando nuestro tiempo y nuestra sangre, a él nos debemos.

Tal y como anteriormente sucedía con el televisor dentro de casa: Llegábamos de visita y teníamos que competir con el volumen del aparato para entablar una plática con los visitados.  Ahora ocurre algo similar, pero en otra de sus variantes: El joven siente la necesidad de mantenerse conectado con un ruido proveniente del exterior, para acallar su ruido interior que le atemoriza.  Busca apabullarlo de distintas maneras.

Byung-Chul Hahn en su libro “No cosas” habla de la forma como nos enganchamos a través de las pantallas digitales a una presencia que finalmente es intangible, plana y transparente, dejando de lado lo único real, que son las relaciones presenciales, la aceptación de nuestra condición humana en sus diversas expresiones.  No hay personas idénticas a nosotros ni perfectas; ninguna de ellas va a empatar con nuestros deseos personalísimos.  Pero, justo en ese intercambio en el mundo real, a través de lo humano que hay en cada uno de nosotros, es como se entabla una relación auténtica y duradera.

Mucho qué reflexionar sobre el tema: ¿No creen…?

CARTÓN de LUY

 


Altares: Poesía musicalizada, por Florentina González y Héctor Silva

Hoy nos visita por primera vez este dueto de poetas musicales, con la primera de las que esperemos sean muchas participaciones en el blog. ¡Bienvenidos, Flor y Héctor!

TEXTO de Peter Dale Wimbrow, publicado e 1934


El hombre en el espejo

Cuando obtienes lo que quieres en tu lucha por sobrevivir 
Y el mundo te hace rey por un día 
Solo ve frente al espejo y mírate 
Y mira lo que ese hombre tiene que decir.
 Porque no es tu padre, ni tu madre, ni tu mujer 
Cuya opinión o juicio sobre ti es importante. 
El tipo cuyo veredicto cuenta más en tu vida
Es el que te mira desde el cristal. 
Él es el tipo a quien complacer, no importa todo el resto 
Porque él está contigo, siempre, hasta el final. 
Y habrás pasado tu prueba más difícil y peligrosa 
Si el hombre del espejo es tu amigo. 
Puedes engañar al mundo entero a través de los años. 
Y recibir palmaditas en la espalda al pasar 
Pero tu recompensa final será angustia y lágrimas. 
Si has engañado al hombre del espejo.

El Poder de la Gratitud: Charla del Dr. Pablo Gómez

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


A veces nos toma demasiado tiempo hacer el recuento de los daños después de una tempestad. Llega la calma, pero es cuando nos vamos haciendo conscientes de las pérdidas. Toma tiempo asimilar todo lo que hemos vivido en una tragedia que nos tomó por sorpresa, por lo general no se anuncian con anticipación.

Pasó, es cierto, como tromba que se lleva a su paso trozos de nuestra vida, de nuestra alma. Nos deja heridas profundas que por mucho tiempo permanecerán tan sensibles que al menor roce, despertarán dolor. Aprenderemos a vivir con ello y a recurrir a la analgesia que nos dan la fe, la esperanza, el amor. No hay olvido, no hay curación instantánea y quizá no haya cura definitiva para el dolor que causan las ausencias de nuestros seres queridos, pero hay estrategias para no permanecer paralizados por ello.

Una de ellas es pensar que fue la mejor versión que el final pudo haber tenido, no buscar culpabilidades en nosotros mismos o en otros, reconocer nuestros límites como mortales, reconocer que en la medida de lo posible se hizo todo lo que estaba al alcance y que siempre estaremos a expensas de que haya errores, porque no es concebible un actuar humano que esté exento de ello. Asumir nuestras incapacidades es aceptar que no tenemos el destino propio ni ajeno totalmente en nuestras manos.

Conservar en el mejor espacio del corazón y la memoria las vivencias felices con nuestros queridos ausentes y en uno pequeño y al que no accedamos con insistencia, ese trance que definitivamente no podremos olvidar, de dolor, de angustia, de duelo y desconsuelo. Hay siempre en la vida, más que agradecer que reclamar, y el dolor de su pérdida, por profundo que sea, nunca debiera ser mayor que la dicha enorme de lo vivido a su lado. Quienes fueron tan amados por nosotros, no pueden, no deben convertirse en recuerdo que solo nos cause dolor. Traigamos al presente lo mejor que el pasado con ellos nos dejó y no tan solo el dolor que su partida nos causó.

Aprender a lidiar con el dolor y a no valernos de él para justificar amargura, para causar infelicidad a los demás. Que dentro de nuestra naturaleza impere la resiliencia y logremos recuperarnos en mente y espíritu para seguir siendo en nuestra propia vida y en la de los que nos rodean agentes de positividad.

El mundo a través de los ojos de diversas especies