EL OTRO SISMO
Difícil dejar de hablar de ese
movimiento telúrico que cimbró a todo México.
Imposible permitir que caduque lo acontecido en torno al mismo, dar
vuelta a la página del calendario, seguir adelante como si nada hubiera sucedido,
cuando ha sido un punto de inflexión histórico para nuestro amado país.
A diferencia del ’85 –para
quienes hemos vivido ambos escenarios—en este se vio una sociedad civil
organizada a partir de los “millennials”.
Los mayores tuvimos que reconocer el valor de esta generación, cuando
durante mucho tiempo se les consideró un grupo etario indiferente hacia las
necesidades de la colectividad.
A partir del 19 de septiembre la palabra “sismo”
se incrusta en el imaginario de los mexicanos como una figura central, nos permite revisarnos cual protagonistas
de un importante capítulo de nuestra historia. Con toda seguridad Elena Poniatowska o Sabina Berman vendrán recogiendo tantas
experiencias de vida que confluyeron en una sola intención, la de levantar a
México después del cataclismo. Los grandes que nos hacen falta para ayudarnos a
entender las cosas son Octavio
Paz, Carlos Monsivais, Ignacio Padilla.
La ayuda ha provenido de muy
distintos lugares, tanto de la sociedad civil como de las instituciones
públicas y privadas. La logística para
su distribución –debemos decirlo-- no ha
sido la mejor, desde el principio se percibió la falta de un mando único que organizara el
gran conjunto para optimizar la ayuda, tanto humana como material. Nuevamente fueron los millennials, que traen el chip integrado, los que
establecieron plataformas y redes digitales para enlazar a quienes desean
ayudar con quienes necesitan dicha ayuda.
Lamentable, se percibió cierta pugna entre los mandos comisionados a un mismo sitio, lo que entorpeció en buena
medida las eficiencia del apoyo.
La emergencia crítica se ha
superado, ahora viene la segunda etapa, la de reconstruir los sitios dañados,
además –por supuesto— evaluar qué proporción de las afectaciones obedeció a factores
humanos que pudieron haberse prevenido.
Tiempo de fincar responsabilidades, y por una vez garantizar que esas
denuncias de la sociedad civil no se queden en el limbo de la no-procedencia
judicial. Para ejemplo el caso del
Colegio Rébsamen en el cual se concentran muchos vicios institucionales y que resultó
en 26 muertes, cuando si se hubiera cumplido la norma, no tendríamos ese saldo
fatal.
Atemoriza enterarnos de las
grandes sumas de dinero que vienen acumulándose para la restauración de nuestro
país. Triste reconocerlo, lo que nos
atemoriza no es que lo donado no alcance, sino más bien que dichas sumas comiencen
a desviarse por otros caminos. Nos
atemoriza que se contamine con la plaga de la corrupción, siendo que esta vez –más
que nunca--el dinero deberá ser sagrado peso por peso, para llegar a donde debe llegar, sin
desvío ni merma alguna.
En definitiva este sismo ha sido
ocasión para una gran lección ciudadana, pero nos falta mucho por
aprender. La rapiña a todos los niveles
es una mala costumbre que se da a partir del pensamiento --“cultural”, diría
nuestro señor presidente--, de que si aquello
no me lo apropio yo, lo hará alguien más, cuando lo ideal sería decir, si no
es mío, tiene que ser de alguien más, y me toca respetarlo. Esto último sucede en países con
un gran desarrollo humanista, y hacia
allá debemos de enfocarnos a llegar.
Nuestros millennials toman las
riendas de la nación tras un largo tiempo de molicie en el que nosotros no supimos
hacerlo. Son la voz apasionada que exige,
y estamos aquí para apoyarlos y respaldarlos.
Habrá que seguir de manera puntual cada movimiento que el gobierno haga
con esos recursos que se han enviado para ayudar a los necesitados, sacudirnos
la complicidad en la que tantas veces caemos por obra o por inacción. No es nuestro, no se vale robarlo, así de
sencillo, llamando a las cosas por su nombre.
Las redes sociales han jugado un
gran papel, necesario que actúen a favor de la verdad y el bien. No se vale editar una nota para volverla
alarmista y generar encono contra quienes tratan de actuar en la contingencia. Es sensato partir de la presunción de
inocencia cuando no nos consta algo; sabemos
que por desgracia ha habido grandes rufianes en nuestra historia reciente, pero
no podemos generalizar y decir que por lo tanto, todos los que tienen una
función pública son corruptos. Encender
los ánimos valiéndose de la distorsión es criminal; creerse todo lo que aparece
en redes sociales, sin cotejarlo con fuentes acreditadas, es ingenuo; retransmitirlas
sin documentarnos es irresponsable.
El otro sismo, el de las estructuras intangibles que renacen,
es la gran oportunidad para conformar por
la vía pacífica ese México que todos
anhelamos.