domingo, 1 de octubre de 2017

Cadi Guidxibinu

Desde que nos asomamos a este mundo, desde que pisamos esta tierra, desde aquel día nacimos con los días y las noches contadas, porque somos ‘hijos de muertos’. 
     Nuestra vida es efímera, quién dijo que vinimos para quedarnos.
     Pero en lo que llega nuestro destino seamos felices, aún en medio de las lágrimas: si caemos cien veces doscientas veces nos levantaremos, porque esa es la naturaleza del ser humano, no vinimos para estar sentados sobre la tierra.
     Le agradezco al Dios Grande y que cada uno, desde su fe y su creencia haga lo que tenga que hacer por volver a despertar y mirar al sol, a las nubes, las sonrisas de los niños, sus travesuras, a los animales, a la naturaleza.
     No permitamos que nos aterroricen, no permitamos que aplasten nuestro corazón.
     No permitamos que los charlatanes nos acorralen con su discurso del fin del mundo.
     Hagamos de este día un día hermoso aunque sólo comamos, como decían los abuelos, tortilla y sal.

Agradezco a mi querido Guillermo el apoyo para dar con las raíces de esta hermosa poesía zapoteca.

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