domingo, 13 de diciembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

BALANCE DEL DELTA

Estamos a mediación del último mes de este 2020, donde hemos sido llevados por una corriente más allá de nuestra propia voluntad, una corriente que ha ido cobrando fuerza y en ciertos momentos nos lleva como los rápidos de un río que desciende.  Vemos las rocas a uno y otro lado, tratando de adivinar contra cuál de ellas podremos  resultar golpeados. Ahora pareciera que nos acercamos al  delta del río; bajo el agua queda el abundante sedimento que lleva a la corriente a ir perdiendo velocidad y fuerza, con la promesa de un descanso.

Es buen momento para sopesar lo que hemos logrado en nuestra vida personal a lo largo de este período, tan ajeno a la normalidad.  Cuarenta semanas, justo el equivalente a lo que dura una gestación humana, etapa durante la cual algo habremos creado con nuestro tiempo y voluntad.  El balance es muy personal; muchos lo estarán pasando transidos por el dolor de ver enfermar o partir a un ser querido; para algunos más ha sido  un tiempo que han vivido aferrados a la esperanza día tras día; semana tras semana, enfrentando los fantasmas de la incertidumbre y de la pena.   No obstante, como en todo, hay cosas buenas que hemos aprendido del mundo, de nuestros seres queridos, y sobre todo de nosotros mismos.

Lo primero que nos corresponde, es agradecer al cielo que seguimos aquí, con vida.  Podemos narrar en primera persona lo que ha sido nuestra experiencia durante este período de tiempo.

No estamos solos.  Ya sea dentro de casa; a través de los medios de comunicación, o de alguna otra manera, tenemos la noción de que somos importantes para alguien.

Hemos tenido múltiples oportunidades para ejercitar la empatía.  Para solidarizarnos con quienes viven en desgracia, y compartir  un poco de lo que tenemos.

Ha habido ocasión de revisar las posesiones materiales que tenemos dentro de casa y deshacernos de buena parte de ellas.  Lo más simpático es que, conforme pasan los meses, nos percatamos de que nos siguen sobrando cosas que pueden beneficiar a otros.  Es una toma de conciencia progresiva, que en otras circunstancias jamás habríamos hecho.

Vamos aprendiendo a utilizar las redes sociales, a ratos nuestra única ventana al mundo.  Ahora conseguimos distinguir entre una noticia verdadera y una falsa, para no dejarnos engañar.

Mediante la red hemos accedido a sitios y a eventos que de otra manera difícilmente habríamos conocido.  En el mejor de los casos hemos hecho comunidad con personas que comparten nuestros gustos e inquietudes.

La pandemia nos ha hecho salir de nuestra zona de confort para ir al lado de esa persona que sufre.  Hemos logrado dimensionar nuestras párvulas desgracias frente a las grandes tragedias que otros enfrentan.  La realidad nos cimbra para sacudirnos los polvos del ego.

Entendimos que la solidaridad no se ejerce mediante la palabra sino a través de acciones.  Y en la medida de lo posible, cada uno de nosotros ha aprendido a solidarizarse con otros.

El encierro nos ha obligado a pasar con mayor frecuencia frente al espejo.  En el mejor de los casos, a redescubrirnos en su reflejo, conocer rasgos de nosotros mismos, que hasta ahora no habíamos apreciado.

El aburrimiento nos ha encauzado a la creatividad.  Hemos aprendido nuevas cosas, ello nos ha hecho transitar del aburrimiento a la gratificación.

Eso de pasar meses enteros sin un corte de cabello profesional, nos permite ver la vida con mayor simplicidad y buen humor.  Somos los mismos a pesar de nuestro desaliño.  Es más, quizá concluyamos que una sonrisa nos adorna más que cualquier sólido maquillaje.

Hemos aprendido a conocer y a bendecir nuestras raíces.  A valorar los trabajos que nuestros ancestros llevaron a cabo para colocarnos a nosotros donde ahora estamos.   Vivimos a mayor profundidad el sentido de pertenencia.  Nos enorgullecemos de nuestro clan.

Frente a la pantalla o frente a un buen libro hoy sabemos que la realidad personal es muy distinta a la de los demás.  Que cada cual vive su propia situación y a partir de ella es como actúa.  Que en la medida en que tengamos claro este concepto, erigiremos una sociedad más sana y equilibrada.

Comprendemos en toda su magnitud el amor con que algunos seres humanos trabajan por nosotros: El personal de salud, sabio, generoso, que enfrenta con fortaleza todas las pruebas y es capaz de dar la vida en ello.  Los investigadores incansables que hurgan las entrañas de la ciencia para diseñar una vacuna.  Los trabajadores cuyo quehacer nos permite a muchos de nosotros permanecer a buen resguardo.

Ésta no es –en absoluto—la primera emergencia sanitaria de la humanidad.  No obstante, hasta ahora, es la más documentada.  Quedará plasmada para la historia mediante sobradas evidencias.  Sea pues, momento de escribir nuestra mejor historia.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 

CELEBRACIÓN

En esta Navidad distinta vuelvo a lo esencial. A seguir los pasos de José y María en su arribo  a Belén.

Cambio oropel y algarabía por esperanza y consuelo.  Lejos del bullicio comienzo a escuchar a Dios desde el silencio.

Hoy no habrá fiestas ni visitas.  Desde aquí, donde me ha tocado estar, doy gracias al cielo por la vida y la familia.

En medio del dolor propio o de quienes amo, entiendo claramente que nuestro paso por el mundo es temporal.

Comprendo que nada hemos de llevarnos, más allá de lo que hayamos sembrado en otras vidas con el corazón.

Desde las pajas del pesebre descubro que la Navidad es eso: Un nacer a lo que ha de perdurar más allá del tiempo.

Y que Dios, padre y eterno sabedor, nos da a nosotros, sus hijos, no lo que deseamos sino lo que necesitamos.

Y así, de la manera más humilde, lo celebro en esta Navidad.

La búsqueda de Jacques Brel - "Sinfonía para la vida" El concierto

VIDA: Texto de Charles Chaplin

Vida: 

Ya perdoné errores casi imperdonables.

Traté de sustituir personas insustituibles,

de olvidar personas inolvidables.

Ya hice cosas por impulso.

Ya me decepcioné de algunas personas,

mas también yo decepcioné a alguien.

Ya abracé para proteger .

Ya me reí cuando no podía .

Ya hice amigos eternos.

Ya amé y fui amado pero también fui rechazado.

Ya fui amado y no supe amar.

Ya grité y salté de felicidad.

Ya viví de amor e hice juramentos eternos,

pero también los he roto y muchos.

Ya lloré escuchando música y viendo fotos .

Ya llamé sólo para escuchar una voz .

Ya me enamoré por una sonrisa.

Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia.

Tuve miedo de perder a alguien especial

(y termine perdiéndolo) 

Pero sobreviví

¡Y todavía vivo !

No paso por la vida.

Y tú tampoco deberías sólo pasar...

¡Vive!

Bueno es ir a la lucha con determinación,

abrazar la vida y vivir con pasión.

Perder con clase y vencer con osadía,

porque el mundo pertenece a quien se atreve

y la vida es mucho más, para ser insignificante.

Agradezco a mi linda amiga Mardya tan valioso aporte

¿Qué es el espíritu crítico?. Gilles Lipovetsky

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Quiero creer que de verdad en que esta pandemia nos ha hecho reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad, sobre lo frágil que es nuestra existencia. Que la vida de todos los seres humanos del planeta puede dar un giro de 180 grados para llevarnos a un desastre, un desastre que nadie pudo imaginar, predecir, menos evitar.

¿Qué nos falta vivir, perder, sentir, para que podamos dimensionar la implicación que tiene nuestra responsabilidad en disminuir los daños?

Por las noches despierto por ecos de voces y música, que en las madrugadas, me hacen saber de festejos. La algarabía denota que la fiesta está en grande y que al calor de las copas, van subiendo los ánimos, y seguramente ninguno de los que ahí está tiene en mente lo que se está viviendo afuera de esas reuniones. A todos nos hace falta divertirnos, a todos nos tiene enfadado tanto encierro, ¿quién no está con el ánimo de reunirse con familia, con amigos, de disfrutar de fiestas, de convivir y combeber sin aflicción.

Escucho y comprendo, mas no justifico, porque en eso el sonido de una ambulancia me hace dirigir mi mente a los hospitales. Sabiendo lo que es el sonido de las alarmas de ventiladores y monitores en una terapia intensiva; la tensión de ver las constantes vitales de un paciente oscilar de bien a mal; el olor peculiar de una sala donde se viven las situaciones de más extrema gravedad. Me transporté a una de ellas, hasta sentir en carne propia el dolor, el estrés, el cansancio de mis colegas médicos, que incansablemente siguen luchando por salvar las vidas de tantos y tantos pacientes que llegan a los hospitales. Regresé al bullicio de esas risas y cantos estridentes, y me sonaron tan patéticas, tan ruines, que me dolieron profundamente, no exagero.

No pretendo ser severo juez; calidad moral me falta. Solo expreso mi sentir en ese momento, mi empatía absoluta con los médicos que para estas fechas ya tienen repercusiones fatales algunos, y otros de distinta índole, que les afectan en lo personal y en lo familiar. Ellos no tienen ,desafortunadamente, muchas esperanzas de ser reemplazados, porque no hay suficiente personal médico capacitado. No basta tan solo con que haya camas y equipo; el material humano no es fácilmente sustituible ni reemplazable, y si no hacemos conciencia de esta situación, nosotros mismos seremos los causantes de nuestra desgracia.

Es tiempo de paz, como siempre debía serlo, pero más que nunca hoy debemos dejar a un lado todo aquello que exacerbe el peligro de contagio. El virus debe ser el único enemigo a vencer, no nuestra imprudencia, no nuestra indolencia, no la irresponsabilidad de anteponer el placer a la protección de la vida de los demás y la propia.

La vida hospitalaria para el enfermo y para el personal que lo atiende, no es una fiesta. Seamos solidarios, hagamos de una vez por todas una reflexión profunda de lo que nuestras acciones repercuten en el empeoramiento de una situación que ya de por sí es muy grave.

Vivamos la navidad con sentido humanitario; encontremos el mejor significado que alguna navidad que hayamos vivido pueda tener. Vayamos unidos a preservar vidas, con la esperanza de que, a pesar de todo lo azaroso que este año ha sido para todos, --para algunos mucho más que para otros--, podamos tener la esperanza de un renacer. Seamos sentipensantes, sintiendo y pensando antes de actuar con imprudencia y ligereza. La vida de todos está en riesgo. Rememos todos en dirección a ese puerto donde nos abrigue la esperanza de un futuro mejor; donde reencontremos la vida que este año, el virus malévolo ultrajó.

El espíritu navideño, se vive distinto; se percibe de diferentes maneras. Esta navidad debiéramos todos mantenerlo en sintonía.

Invierno en Montreal (4k)