HUMANIZAR LAS
REDES
Tengo una amiga muy querida; nuestra amistad ha crecido a
raíz de los problemas que la pandemia ha generado. En fechas recientes ella manifestaba su
irritación frente al modo como se usan las redes sociales. Comentando ambas, llegamos a la conclusión de
que, en gran medida, publicar en medios digitales es una forma de volcar esa
angustia que todos llevamos dentro. Está
latente en cada uno de nosotros el miedo a enfermar y morir. Hemos visto fallecer a gente joven,
previamente sana; a personas acaudaladas y ahora a niños. No parece haber humano capaz de asegurar con
certeza que saldrá indemne de esta pandemia.
Frente a una realidad “real” –como diría un querido amigo
escritor--, tenemos dos opciones: Apanicarnos o enfrentar el panorama como lo
que es, y tratar de crearnos el mejor de los escenarios. Desde nuestro encierro, con oportunidades
limitadas, algo se puede hacer. Y si
aquello que hago para mi beneficio,
ayuda a alguien más, pues mejor todavía.
Antes de pasar al caso de Jorge, quiero mencionar un
programa que han echado a andar en Baja California Norte. Allá vive una joven geriatra que, además de
su profesión, dedica buena parte de su tiempo a obras de desarrollo humano. Ahora está promoviendo una iniciativa llamada
“Dona 1 hora a la cárcel”. La encuentran
en Instagram y en Facebook bajo tal título. Este grupo gestiona la donación de
una hora de tiempo para, de manera virtual, brindar opciones de crecimiento a
las internas de algún penal. Quien así
lo desee, se reporta con las coordinadoras del programa y le asignan su tiempo
en el que podrá compartir con las reclusas conocimientos de cualquier
tema. Me parece una forma extraordinaria
de donar parte de lo propio, además de ocupar nuestro tiempo en algo de gran
utilidad, como sería la preparación de ese material. No es la primera vez que mi admirada Diana,
activista y feminista, utiliza su tiempo libre en generar acciones como
ésta. Es un programa de “ganar-ganar”,
ya que ganan las internas y ganan las
donantes, al utilizar la tecnología de una manera productiva, canalizar ese
potencial creativo en formas trascendentales.
Comunicarse a diario mediante las redes cumple la función de pase de
lista frente a la vida. Podría hacerse mucho más, si se toman como un espacio a
donde explayar nuestra creatividad personal.
Dicen los grandes maestros que la realidad no es una sola, y
que al escribir cada uno lo hace desde su propia realidad. Nada más cierto. Es en la medida en que salgamos de nuestro
propio caparazón a tocar otras vidas, cuando comenzamos a entender el panorama global
y complejo que se nos presenta.
Hablamos de que la emergencia sanitaria ha generado altas tasas de
desempleo y que la pobreza se ahonda.
Referirnos a ello manejando cifras sobre una pantalla poco hace por
conmovernos. Acabo de conocer el caso de
Jorge, un chico que estudia en una universidad técnica. Salió mal en una materia, y debía
presentar extraordinario. ¿Por qué salió mal? Porque, dada la crisis
económica por el despido laboral de su padre, tuvo necesidad de trabajar por
las mañanas, además de cumplir con el empleo de medio tiempo que ya tenía por
las noches, con lo que se pagaba sus estudios.
Llegó la fecha de pago del extraordinario y Jorge no tenía el dinero. Finalmente lo consiguió, como solemos decir
“al cuarto para la hora”. Se apresuró a
hacer el pago, pero el sistema no lo capturó. Pudo presentar su examen y obtuvo
calificación excelente, aun así, Jorge está en riesgo de perder su carrera, ya
que la materia en cuestión se retirará del programa académico, así que no la podría
recursar. Hasta el momento no hay un procedimiento administrativo para que le
reciban ese pago que no entró por falla del propio sistema. ¿La cantidad que Jorge y su familia debieron
reunir con mucho esfuerzo para cubrir el
examen? 400 pesos.
Esta es la cara de la tragedia que no sale en los
titulares. Para anunciarla no hay
marchas ni pancartas. No se publican
memes ni malos chistes. No hay
discursos… pero ahí está, como una realidad lacerante frente a la que todos los
ciudadanos tenemos obligación moral de actuar.
Sabemos que hay un gobierno constituido para velar por los intereses de
la nación, así debería ser. Ante la
situación actual los ciudadanos de a pie, quienes no ostentamos ningún cargo
público, no podemos zafarnos, así como así.
El modelo que propone mi amiga Diana en BCN representa aquello que se
puede hacer con sensibilidad, voluntad e imaginación. Jorge tiene derecho a terminar su carrera, la
que tanto ha costado a él y a su familia.
¿Lloramos, criticamos, o nos ponemos a actuar…?
Urgen estrategias que empaten las necesidades sociales con
el potencial ciudadano, ese que de momento está bastante ocioso.
Liga para acceder al programa: https://www.dona1hora.com/