domingo, 11 de diciembre de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo

ARTE Y CIENCIA  
En el curso de la semana tuve oportunidad de asistir al concierto ofrecido por el tenor Fernando De la Mora en la ciudad de Piedras Negras, en el marco  de la inauguración del Teatro de la Ciudad José M. Maldonado.  Este arranque oficial de actividades estuvo encabezado por el flamante gobernador Lic. Rubén Moreira Valdez; el programa inició con baladas clásicas navideñas en inglés, seguido por villancicos, y en la segunda parte un  repertorio muy mexicano interpretado por De la Mora con acompañamiento de mariachi.  En lo personal fue un placer escuchar al piano a la Maestra Teresa Rodríguez, compañera mía de secundaria, de quien conservo vivos recuerdos   sentada frente al piano improvisando, ya que  desde esas tempranas edades mostraba una extraordinaria habilidad para lo que más delante sería su carrera: La música.
   De la Mora externó su personal opinión con relación a lo que él  denominó una inversión, esto es, la edificación para esta frontera de un teatro de  primerísimo nivel,  uno de los pocos de  tal magnitud  en toda Latinoamérica.   Él afirmó que los doscientos veinte millones de pesos que costó su construcción e inicio de funciones  están plenamente justificados desde la perspectiva de que los problemas por los que atraviesa el país deben ser erradicados de raíz por la vía de la educación.
   No podría coincidir en mayor grado con el tenor  en lo relativo al papel fundamental que guarda el proceso educativo en la desarticulación de la grave crisis de seguridad por la que atraviesa el país.  Sin embargo estamos obligados a reconocer que el problema es multifactorial, y  que  tiene al menos tres puntos sobre los cuales se sustenta, y que no será hasta que se actúe conjuntamente sobre los tres,   cuando  comience a resolverse.  Antes de ello continuará sucediendo lo que hasta ahora, un acrecentamiento de la violencia y la inseguridad para el ciudadano de a pie,  ése que no tiene manera de blindarse en contra de los ataques del crimen organizado y de las acciones  en contra de estas células criminales,  emprendidas por las fuerzas de seguridad a lo largo y ancho del país.
   Dentro de las disciplinas sociales hay datos científicos que orientan a considerar que la solución última del actual estado de cosas es por vía de la educación.  En la medida en que a un niño  se le proporcionen los elementos que le permitan trabajar desde pequeño en el trazado y consecución de un proyecto de vida ético y sustentable, será como un pueblo comience a modificar sus patrones sociales.   Sin embargo, para aprender un niño necesita estar sano y bien alimentado, lo que nos lleva a un segundo punto: Ningún proceso educativo va a dar resultados en tanto no resolvamos los problemas básicos de supervivencia, y dotemos de un aceptable nivel de calidad de vida a la población.   La carestía y la pérdida del poder adquisitivo colocan a la clase trabajadora en una situación difícil que limita el acceso a la cobertura de estas necesidades elementales.
   Una tercera base sobre la que descansa la inseguridad en México está  condicionada por la corrupción.  En tanto no se actúe sistemáticamente y sin excepción en la regulación de  los flujos de dinero proveniente de actividades ilícitas, el crimen organizado tendrá  sobrados recursos  como para seguir comprando voluntades y conciencias;  la corrupción seguirá existiendo, y la ley continuará siendo manipulada,  bajo el principio de plata o plomo.
   Abraham Maslow, al que ya me he referido en anteriores oportunidades, habla de las necesidades del individuo, que van desde las de elemental subsistencia en la base de la pirámide, hasta las de autorrealización en la punta, pasando por  aquéllas que tienen qué ver con seguridad, pertenencia y filiación.  No podemos desprendernos de un modelo debidamente probado de necesidades cuando buscamos desarraigar un problema que ha venido anclándose al entramado socioeconómico del país de muy diversos modos.
   Aplaudo el entusiasmo de De la Mora y soy la primera convencida de que lo ideal es elevar los índices de calidad educativa que, hemos visto, están muy por debajo de lo que México requiere.  El sindicalismo ha sentado sus reales  y tal parece que los programas educativos emergen de lo que las bases sindicales dictaminan,  y no de la propia Secretaría de Educación.   Además debe enfrentar un lamentable problema asociado: Están mejor y más oportunamente pagados los maestros que ocupan puestos administrativos, que los dedicados al magisterio, según  observaciones de la ONG “Mexicanos Primero”.   Para acabar de rematarla, ahora pugnan los dirigentes magisteriales porque se elimine el proceso de evaluación periódica  que mide  la calidad de la educación.
   “Habemus teatro”, sin dudas una excelente oportunidad de  desarrollo cultural.  Ahora habrá que enfocar las baterías al resto del problema social, nuestro amado México así lo demanda. 

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Mínimo
Marchan contra la violencia en las ciudades atribuladas por el crimen.
Hombro con hombro empresarios, señoras de sociedad, clase media.
Actúan en defensa propia, ante la amenaza de los secuestros, de los asaltos.
Igual debieran marchar contra otra violencia, que puede destruir sus vidas y patrimonio.
Todos debiéramos protestar contra la ignominia de los salarios mínimos.
Para el año próximo los aumentaron en dos pesos y algunos centavos por día.
O sea, más pobres y más caldo de cultivo para la violencia.
Todos contra el salario mínimo, antes de que las llamas nos alcancen.
jvillega@rocketmail.com

VIDEO: Pájaro lira

¡Nunca dejará de sorprendernos la naturaleza! Escuchen el sonido emitido por este pájaro al cual se le ha bautizado con singular acierto como "Pájaro lira".

Navidades en rojo Por Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es una bloguera cubana que ha logrado abrir paso a la palabra escrita desde la Isla, para volcarla al mundo.  Mujer excepcional, hábil comunicadora, da a conocer los problemas que enfrentan los ciudadanos en un régimen que limita recursos que para el resto del mundo están al alcance de cualquier bolsillo.  En esta ocasión nos acerca de manera auténtica y hermosa al misterio que llega a representar la Navidad para un niño cubano.


¿Qué era aquel objeto? ¿Para qué servía su pulida superficie, su redondeada estructura? ¿Por qué la abuela lo guardaba en el fondo de la gaveta con su ropa más íntima y junto a las cartas que medio siglo antes le escribiera su primer novio? Mi hermana y yo robábamos de vez en cuando la caja –forrada por dentro con fieltro negro–, donde reposaba lo que a nuestros ojos parecía una bombilla o el picaporte de una delicada puerta. Cuando venían los primos más pequeños desde un pueblo de provincia, presumíamos ante ellos de nuestra jerga habanera que rondaba lo marginal, de la TV en blanco y negro exhibida en la sala y especialmente de aquella bola dorada de cristal, alrededor de la cual tejíamos un montón de invenciones. Sin que la dueña cascarrabias nos viera, decíamos que la delicada esfera provenía de un tiempo en que la madre de nuestra madre había sidouna princesa. Fantaseábamos con que su posesión era todo lo que le quedaba de una vida pasada, la única pista con la que nuestra familia reencontraría el linaje perdido de sus predecesores. Y los muy ingenuos chiquillos nos creían, miraban los reflejos y confirmaban que algo así solo podía pertenecer a una excelsa familia de la que Scheherazada, la reina de Saba o el mismísimo Tutankamón podrían haber sido parte.
Se nos resbaló de las manos una tarde y se hizo añicos contra el suelo del diminuto cuarto donde habíamos crecido. El cristal tenía una capa de polvo brillante en su interior y esa noche la chancleta de la abuela se nos quedó marcada en la espalda. Cuando llegó agosto y los parientes “guajiros” regresaron, ya sabíamos que la hermosa bola dorada solo había sido una guirnalda, un simple adorno para un árbol festivo que nunca habíamos visto. Estaba yo a punto de cumplir los ocho y me faltaban todavía nueve años para acercarme por primera vez a un pesebre de Navidad. Pero el anticipo, el heraldo de que algo existía más allá de la chata realidad me había llegado con aquel vidrio pintado que una emigrante española guardaba entre su pertenencias más queridas. La misma gallega, aplatanada ya a la Isla, nos contaba a escondidas sobre un niño nacido entre el heno y el mugido de las cabras. Narraba la historia de Jesús en voz muy baja, pues nuestros padres transitaban en ese momento de sus vidas por su etapa de mayor fanatismo ateísta. El edificio, el barrio, la escuela, la ciudad toda, vivía escondiendo los escapularios, rezando en un susurro, ocultando las imágenes de la Virgen detrás de algún libro de marxismo o de una bandera roja. En el sostén, debajo de la blusa –cosido o agarrado por un imperdible– portaban las ancianas su crucifijo con la imagen de aquel otro barbudo proscrito que no había bajado de la Sierra Maestra. Mostrar la mínima fe en Él se convirtió en una de las vías más expeditas para meterse en problemas, solo superada por el acto de profesar otra ideología. Así que aprendíamos la religión y la sospecha al mismo tiempo, descubríamos a la par una cosmogonía y su negación.
Meses después de que aquella guirnalda estallara contra las lozas del piso, mi hermana y yo vivimos otro diciembre gris que concluyó sin tiaras ni diademas. El día 24 en la noche nos crecía la comezón, pues ya sabíamos que en otros lugares unas ramas verdes se alzaban en medio de las salas, rodeadas de luces. Sin embargo, en nuestro pacato socialismo real, en nuestra ínsula sovietizada, nada delataba la celebración oculta que muchos llevaban por dentro. Dormimos temprano, si es que dormimos. A la mañana siguiente la abuela se demoraba más que de costumbre en el baño y a través de las persianas alcanzamos a oírle un breve “Amén”. La Navidad había terminado. Solo quedaba esperar el último día del año, donde entre cucharadas de arroz con frijoles y algún trozo de carne de cerdo se aguardaban la primeras luces de enero y el aniversario de la Revolución. A eso había quedado reducido nuestro diciembre, a una fecha patria, a un hombre de verde olivo proclamando el inicio de una nueva etapa histórica que jamás cumpliría sus promesas de redención. Pero las inquietas niñas que habíamos roto aquella bola de cristal, aquel objeto cuasi mágico, no volveríamos a ser las mismas. Algo del polvo dorado que saltó al quebrarse el vidrio quedó sobrevolando sobre nuestras vidas. Nos hizo recelosas, pero no de la credulidad sino del escepticismo, suspicaces de las máscaras del materialismo más que de las poses del dogma religioso. Nos convirtió en seres desconfiados de ese carnet rojo que obligaba a esconder la cruz cerca del seno, taparla con el fieltro negro del miedo. ~
Tomado de la revista Letras Libres, No. 156, Diciembre 2011

VIDEO: El niño del tambor

NAVIDAD DE OTRA MANERA: Texto de mi autoría


De acuerdo a la tradición cristiana hemos iniciado la época que cada año  renueva para los creyentes la promesa de vida eterna que Dios nos hace a través del nacimiento de su hijo.
   Al leer esto dos o tres entornan la mirada y adoptan un rictus de  what!!!, quizás molestos por lo que puedan considerar “sandeces con las que pretendo estropear su Navidad”.
   Ciertamente es parte de lo que el mundo con sus afanes consumistas quiere vendernos esta temporada, una fiesta  que gire en torno al eje central del “tener para ser”.
   En el espíritu del amor más grande el mensaje es muy distinto;  nos invita a tener unas fiestas decembrinas, divertidas sí, pero sanas.  Nos llama a amarnos a nosotros mismos y  a los nuestros evitando  convertirnos parte de la estadística de muertos y heridos de la temporada.
   Jesús nos llama a gozar el compartir, y vaya, nunca ha dicho lo contrario.  Pero así como gastamos el aguinaldo en regalos para complacer a familiares y amigos, desde el pesebre nos hace un llamado a no olvidar incluir en nuestra lista de regalos a los más pobres.
   En su gran amor es muy poco lo que nos pide.  No se trata de quitarnos la camisa para entregarla a los que menos tienen, se trata de abrir nuestro corazón, o nuestro ropero o nuestra despensa para aportar algo  que ayude a mitigar el hambre o el frío de los más pequeños, los que menos tienen. 
   Se trata de  aquellos hermanos que muy probablemente con una sopita caliente hallarán más gozo que nosotros con una cena  de cuatro entradas y vino francés.
   Vivamos entonces una Navidad que nos acerque a ser mejores personas.  Acudamos con el candor de un niño pequeño a ofrecer a ese Niño Dios nuestro pequeño regalo de amor, para cumplir aquello que dice: "Lo que ustedes hagan al más pequeño de mis hermanos, a  mí me lo hacen."  
   Como dice Teresa de Calcuta: "Para amar hay que tener el valor de compartir".

LA VIRGEN MORENA desde la lente de Chico Sánchez.

La lente mágica de Chico Sánchez nos  presenta esta vez una tradición muy mexicana: La fiesta que se despliega en torno al 12 de Diciembre en nuestro país.  En su particular estilo combina de un modo magistral imágenes y sonidos  capturados para presentarnos un hermoso trabajo que da cuenta del amor que  él siente  por México.

Para conocer más de su trabajo pueden visitar su página desde: (http://www.chicosanchez.com/guadalupe
Más delante subiremos una entrada extraordinaria de Chico que da cuenta de la realidad de una de nuestras etnias indígenas en su lucha por no desaparecer.

MR. BEAN navideño

¡No podía faltar el buen humor en la temporada!