domingo, 6 de octubre de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


PENA QUE NO ES AJENA
Ante la violencia en las calles lo más sencillo es echar un vistazo al escenario, señalar con índice de fuego, pontificar y culpar, para al final retirarnos con la peregrina idea de que nosotros somos mejores que ellos. Proceso estéril que no lleva a nada.
          Lo racional sería analizar lo que sucede, generar empatía con los actores, tratar de interpretar esa furia con la que acechan y atacan. Tal vez entonces podremos comenzar a desmadejar el ovillo de la historia actual, con miras a entenderla.
          Utilizo la palabra “empatía” no para significar que estoy de acuerdo con la violencia con que actúan, sino para sintonizarme en su misma frecuencia, buscando entender los motivos que llevan a determinado proceder, que acaba perjudicando a otros en forma directa, o mediante lo que eufemísticamente se ha denominado “daño colateral”.
          En los extremos de las semana que concluye, la ciudad de México ha sido escenario de dos momentos de violencia callejera, que hablan mal de los mexicanos, en el concierto mundial. Primero fue la llamada “Ola verde” a favor de la despenalización del aborto, y luego la marcha en memoria de la matanza de Tlatelolco.  En ambas manifestaciones hubo infiltración de provocadores que se dedicaron a vandalizar edificios públicos y privados, y que atacaron en forma directa a quienes –inermes y sin capacitación alguna—intentaban contener tales actos violentos.
          Les han llamado “anarquistas”, y algunos personajes públicos pretenden compararlos con los hermanos Flores Magón. Quienes así se expresan ponen en evidencia su falta de conocimiento sobre historia universal y de México.  La palabra “anarquista” es un traje que les queda muy grande a estos vándalos de pacotilla.  Dudo mucho, pero mucho mucho, que actúen movidos por ideología alguna.  Más bien se comportan como un grupo de niños dentro de una cristalería, que tienen permiso para hacer cuanto destrozo deseen. Nadie los frenará ni tendrán que rendir cuentas, algo así como traviesos a los que además les pagan.
          Ahora bien: Es obligación de todos los mexicanos entender qué genera ese cúmulo de ira con la que se les mira actuar.  Me hace recordar la técnica terapéutica de “la silla vacía”, en la que, bajo la supervisión del profesional, el participante, de frente a una silla vacía, imagina al personaje de su vida que le genera conflicto.  Puede ser el padre, la madre, el cónyuge… Alguien cuya cercanía y forma de proceder causan conflicto en el participante.   Este, bajo la conducción del guía, se dirige a la figura que tiene frente a sí, volcando todo lo que no ha podido verbalizar antes, hasta resolver el conflicto.   El tono de la voz va subiendo, para generar una catarsis de emociones que finalmente provocarán alivio.   Algo similar pareciera ser lo que vuelcan los jóvenes violentos, en contra de íconos que simbolizan aquellos elementos que –ellos sienten-- les han dañado.
          La idea de los “cinturones de paz” de Claudia Sheinbaum representó una forma de poner a personas no capacitadas, a ejercer funciones que son propias de las fuerzas del orden, exponiéndolas a riesgos que no tienen por qué correr.  Ya amenazó con reproducir el modelo en futuras ocasiones, esperemos que no sea así.   Es una absurda paradoja tener un país militarizado hasta los dientes, pero con las manos atadas, y en lugar de que actúen las fuerzas del orden, lanzar como carne de cañón a civiles ajenos a dicha función.
          En días pasados, por invitación de unos queridos amigos, tuve la oportunidad de asistir a un encuentro de la Comunidad Japonesa en el Noreste del país. Fue un evento interesante, cargado de emoción, con grandes planes a futuro. El conferencista principal, Dr. Shinji Hirai, es un antropólogo social de carrera, oriundo de la nación nipona.  Él se ha dado a la tarea de contactar a descendientes de segunda y tercera generación, de japoneses llegados a México durante el siglo pasado, con sus raíces en oriente.   Dentro de las maravillas que presentó de su tierra natal, dio un dato que me dejó impactada: Durante el 2018 en todo Japón, hubo un total de 10 crímenes.  Esto es, menos de uno al mes, en un país cuya población en el 2018 fue equivalente a la de México para el mismo período de tiempo.
          Una terrible realidad es que, con la normalización de la violencia, no nos sorprendería si acá esos mismos 10 crímenes se reportaran en un solo sector de una ciudad, en el curso de un mes.   Lo leemos y pronto pasamos a otra cosa más interesante, como sería la herencia de José José, o los cocodrilos de Trump.
          Lo que sucede en las calles de la Ciudad de México para nada es “de pena ajena”, sino propia, muy propia.  Es una responsabilidad de cada uno de nosotros como mexicanos. ¿O vamos a esperar a que vandalicen nuestro domicilio, para pensar en actuar?

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza


DESNUDEZ
Poesía es el arte de hablar sin decir nada, pero para sugerirlo todo. 
Paul Valéry
Así, desprovistos
de todo aquello que nos vuelve
distintos, distantes.
A salvo de barreras,  
con la confianza absoluta de exhibir
nuestras imperfecciones reales y humanas.
Disolver los límites
     de otro modo infranqueables
          de lo tuyo y lo mío
Dejar sobre la playa los temores,
ropajes que nos vuelven diferentes.
Introducir nuestra desnudez
en el vasto mar de la confianza
     cuyas olas bañan por igual
          tu playa y la mía.
Aquí, el amor, como niño que nace,
con el primer aire que meten sus pulmones
lanza un grito victorioso por la vida.



L'altra par: Cortometraje ganador del Festiva de Cine

Rosa Laura: Mil gracias por tan excelente aporte.

Poesía de Blanca Luz Pulido


Toda la noche vi crecer el fuego.
José Emilio Pacheco

Toda la noche vi crecer el fuego
y no pude tocarlo
ni sumarme a su encuentro luminoso.
          Toda la noche supe de su danza
de su comercio con el viento
y no quise unirme a su llegada
ni celebrar su magnífico retorno.
          El fuego es la renuncia de las cosas
a su aspecto tenaz, a su dibujo.
          Toda la noche vi crecer el fuego
y no conocí su voz
ni apuré su llama.
          Y aquí estoy
en este paisaje de cenizas.


BBVA,charlas educativas: El uso del móvil en familia

Agradezco a Moisés esta valiosa sugerencia

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Si bien es cierto que uno debe quererse lo suficiente como para ser capaz de compartir cariño con los demás, también es verdad que gran parte de lo que forma nuestro arsenal sentimental es el amor que nos brindan los demás. 
El corazón es reservorio de ese amor, amor que es combustible que anima el alma, que mueve al cuerpo, que es inspiración de vida, elemental sustento espiritual. De los tipos de amor, aquel que proviene de los demás es el más preciado, el que nos hace sabernos necesarios, útiles, que nos incentiva a dar, a darnos a los demás. En ello encontramos tal satisfacción de ser aceptados, de saber que tenemos un lugar en la vida, en el corazón, en la mente de alguien más. Por otro lado,  nos da seguridad,, certeza de tener en este mundo una razón para existir,
Aceptarnos, amarnos a nosotros mismos, es fundamental, pero quizá no tan satisfactorio, como saber que se nos aprecia con cualidades y defectos, con errores y aciertos. Que es así tan solo por ser capaces de transmitir de forma auténtica nuestros más nobles sentimientos, sin egoísmos, sin hipocresías, sin que medie en ellos intereses mezquinos. Que ocurra con la sabia resolución de mantener los afectos, de evitar malentendidos y saber perdonar y pedir perdón, las menos veces posibles.
Amar a los demás como se ama a uno mismo, sabiendo que el amor propio es tan solo una plataforma para que nos reafirme y nos permita hacer de ese amor, el instrumento que nos abra las puertas de otros corazones, y nos permita sentir la maravillosa sensación de dar y recibir amor. Ello es, por naturaleza, la fuerza vital que nos mantiene el alma en una eterna primavera, a pesar de que la marcha del tiempo nos conduzca irremediablemente al otoño de nuestras vidas.

Música de Vivaldi en saxofón: Otoño con el grupo Whoop