domingo, 30 de mayo de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

NOSTALGIA DE UNO MISMO

En un círculo de lectura a cargo del maestro César Callejas, revisamos la obra magistral de José Emilio Pacheco: “Las batallas en el desierto”, novela corta que nos presenta lo que fue la ciudad de México a mediados del siglo pasado: La colonia Roma y sus alrededores, en tanto profundiza sobre el despertar sexual de un púber que termina enamorándose de la mamá de su amigo.  En torno a ello, cual eje central, la maestría de Pacheco nos va narrando, como en capas, el sistema de gobierno, las costumbres de una sociedad de clase media alta y los secretos a voces de muchos de sus personajes.  Me identifico con dichos elementos narrativos, pues la trama se ubica en los años de mi propia infancia, en una ciudad de México que me hace recordar la que yo conocí entonces, cuando visitábamos a mi abuela paterna y aprovechábamos para disfrutar, según la temporada del año, parques, museos, o decoraciones patrias o navideñas.

Este libro me provoca nostalgia de mí misma, de muchos elementos que a la fecha han desaparecido, o que, si siguen presentes, lo hacen de manera muy evolucionada.  Un ejemplo de ello, en la propia ciudad de México, es la sustitución de calles y avenidas del primer cuadro por ejes viales.

Un buen libro, más que relatarnos una historia, nos invita a sentir junto con sus personajes.  Nos llama a rescatar memorias antiguas o a generar emociones nuevas, en torno al devenir de su protagonista y quienes le acompañan en ese universo narrativo.  Permite palpar una realidad, así sea ajena, contada con tal destreza, que llegamos a sentirla como propia.

Nuestro mundo se encuentra cada vez más interconectado.  Los medios que precedieron a la comunicación moderna  han quedado atrás, en la galería de recuerdos que evocamos con nostalgia, pero nada más.  Pretender el rescate de telégrafos y correos me resulta labor ociosa, como echar dinero en saco roto, cuando las funciones de uno y otro, románticas, sí, actualmente han sido suplidas por medios instantáneos, accesibles y económicos. En la situación financiera de nuestro país, no se justifica emprender obras por mero romanticismo, cuando hay otras prioridades.

Un elemento que, en lo personal, considero es muy necesario y valdría la pena rescatar, es la red ferroviaria.  Más ahora que la baja en la calificación de nuestra aviación generará la demanda de nuevos modos de transporte que antes no eran tan necesarios.  No me refiero a las mega obras turísticas, sino al ferrocarril como un sistema de transporte más, mismo que nunca debió haber desaparecido.

Volviendo a José Emilio Pacheco.  Releer “Las batallas en el desierto” en este punto de mi vida, me ha llevado a un encuentro conmigo misma, con la persona que era antes de la difusión de la Internet y la telefonía móvil.  Me hace retomar ideas, planes y logros de esos años cuando el conocimiento por escrito se adquiría en las bibliotecas, y, para conseguir literatura médica reciente, había que ir a la biblioteca central del Centro Médico Nacional del IMSS (ahora Centro Médico Siglo XXI), para sacar copias de treinta centavos cada una, y salir con medio kilogramo de papel bond impreso para escudriñar, hoja por hoja.

Me niego a considerar que todo tiempo pasado fue mejor.  Cada época tiene lo suyo propio, y de nosotros depende sacar lo mejor de momentos y circunstancias que vamos viviendo cada día.  Por otra parte, sí reconozco que resulta muy agradable esa exploración, de mano de un buen escritor, de escenarios que de otra forma quedarían fuera de nuestro alcance.

“Nostalgia de uno mismo”, podría llamarse a esta sensación que inicia con las primeras líneas de una obra como ésta y que no termina cuando cerramos el libro.  Todo lo contrario, nos deja un resabio dulce en la mente y en el corazón, muchas veces tan poderoso, que nos llevará a retomar esa obra una y otra vez.

Una sensación muy propia de la época actual es la poca conciencia que la mayoría tenemos del paso del tiempo.  Desde que nos despertamos en la mañana, hasta que vamos a dormir por la noche.  Desde que inicia la semana o el mes, hasta los últimos días.  De repente volteamos y nos preguntamos a qué horas pasó el tiempo y nos sorprendemos sin una respuesta clara.  Es en reuniones con familiares o amigos cuando cobramos conciencia de recuerdos que teníamos muy olvidados, y que cobran nueva vida en la oralidad.  Platicamos, nos quitamos la palabra unos a otros y reconstruimos esas memorias que son, al mismo tiempo, una parte de lo real y otro tanto de lo que nuestra imaginación y el paso del tiempo les han agregado.

Realizar ese mismo ejercicio memorístico en solitario, echando mano de algo que nos permite explorarnos fuera del aquí y ahora, en este caso, mediante la lectura, es un redescubrimiento de nosotros mismos.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 


SOMBRAS

                                                    Para Diana Iris

Cada amanecer me enfundo mis botas de esperanza

Salgo de casa en busca tus pasos

Quiero descubrir  a dónde te llevaron

Rescatar tus huellas del polvo añejo

Atmósfera cargada de nostalgia

Que hoy persigo con renovada fuerza, un día a la vez.

¿Dónde estás, hijo? No escucho tu voz a la distancia

Sólo la hallo en el eco del propio corazón

Mientras busco incansable tu presencia

Por nuevos caminos cada día.

Tu desaparición me imbuye fortaleza

A ratos me dobla, pero no me quiebra.

Te seguiré buscando mientras tenga vida

Incansable, siguiendo sombras, hasta encontrarte

Y fundirme contigo en un abrazo.

Les Luthiers, Loas al Cuarto de Baño

POESÍA de Octavio Paz


                                    A Laura Elena

Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento,
alto deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y las nubes pelean con el viento
y el espacio se vuelve
un transparente campo de batalla.

Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
brilla en las hojas, habla entre las piedras
y en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.
Y la ola amarilla,
la marea de sol,
en su cresta nos alza,
en los cuatro horizontes nos dispersa
y nos devuelve, intactos,
en el centro del día, a ser nosotros.

Forest Man: El forjador de bosques

CONFETI NOSTÁLGICO por Eréndira Ramírez

Esta semana rescatamos del arcón de las memorias un CONFETI anterior.  Nuestra colaboradora anda en plena mudanza de una ciudad a otra, y prácticamente ha emitido señales de humo, nada más.  Le damos oportunidad de que se establezca en su nuevo destino y retome su ritmo habitual.  ¡Suerte, amiga!


Y así uno vive esperando, espera crecer y llegar a ser "alguien", espera tiempos mejores, espera el amor, espera que dure para siempre, espera formar una familia que los hijos crezcan y se realicen, eso también espera. Espera llegar a viejo y espera una vejez amable. Espera cada día un amanecer prometedor, una noche de luna llena, la realización de sus sueños, que la realidad deje de ser como lo es a veces, una terrible pesadilla. Espera siempre de los demás, aún negándose a si misma que lo haga. Espera que vayan viviéndose en movimiento, espera que no siempre lleguen a feliz término, el destino no siempre es tan puntual como deseamos

A veces se espera la felicidad y no llega, a veces llega y nosotros estamos distraídos en esperar tantas cosas que la dejamos pasar sin pena ni gloria.

Uno espera hasta que lo mas inesperado pase, pero lo que irremediablemente llega es algo que nunca espera y llega generalmente cuando nadie se la espera.

Semejantes; Video animado