LA FUERZA DE LO PEQUEÑO
El calentamiento global es el prototipo de un problema que inició
siendo pequeño, y que con el tiempo empezamos a padecer en gran escala todos
los habitantes del planeta Tierra; cambios climáticos inesperados, elevaciones
térmicas fuera de rango y de época, o grandes meteoros que afectan
principalmente zonas tropicales. Volteamos
la vista y descubrimos que se trata de
una cadena interminable de pequeñas situaciones que fueron dándose en el
tiempo, cuyo efecto acumulativo a la fecha
ha alcanzado graves proporciones.
Como el del cambio
climático hay muchos otros problemas acumulativos que luego de que han crecido
de forma desproporcionada, parecen engullirnos, y es hasta entonces cuando nos
alarmamos y comienza a “caernos el veinte” respecto a su magnitud. Hoy quiero enfocar mi comentario con relación
a otro tipo de problemas, los que se generan en el seno del hogar, llámese en
la pareja o en la propia familia. Son
pequeñeces que se van dando de forma sistemática, repitiéndose, aumentando en
intensidad, pequeñeces a las que se suman otras pequeñeces, y aquello comienza
a crecer como bola de nieve, llevándose a su paso todo lo que encuentra. Detalles en la relación de pareja, tal vez
durante el noviazgo, diferencias que no se ventilan, silencios que albergan en
su seno inconformidades, pero que se asumen así bajo el argumento que a la
larga sale caro, de callarse y ceder “nada más esta vez, para llevar la fiesta en paz”. Se nos olvida que la relación de pareja es
precisamente eso, la asociación voluntaria y por amor de dos personas distintas,
cuya base de sustentación es la
negociación, alcanzar acuerdos que a
ambos beneficien. Los patrones de
relación se van estableciendo desde el momento cuando se conocen e intercambian
las primeras palabras, son adaptaciones de uno al otro, es un dar y recibir; un
renunciar y obsequiar; en la medida en que haya satisfacción al hacerlo, no por
la fuerza sino de propia voluntad.
Resulta increíble cómo los detalles más pequeños en una
pareja de novios llegan a ser un indicativo de la futura relación como esposos,
recordando aquella parábola del evangelio de Lucas: “El que es fiel en lo poco,
en lo mucho también lo es”. Los pequeños
gestos, las pequeñas palabras que sugieren problema en el inicio de una
relación, no van a pulverizarse y desaparecer así nada más; son fórmulas matemáticas que presagian lo que está
por venir, de manera que cada uno tendrá que definir hasta qué punto conoce al
otro, y en caso de que los signos indiquen problemas potenciales en la relación,
medir hasta qué punto están dispuestos a tolerarse, a negociar, a buscar de manera conjunta un camino que les
permita llevar la relación al nivel óptimo. Esos chispazos mágicos del
enamoramiento suelen ser elementos que identificamos en el otro como algo
familiar, porque son representaciones con las cuales hemos tenido contacto de niños. La chica de alguna manera buscará en la pareja
potencial actitudes, gestos o modos de tratarla a ella que repliquen la forma
como su padre trató a su madre, que tantas veces explica ese repetir patrones
de conducta que dañaron en la infancia y
ahora se repiten como calcados en la pareja que se elige para toda la vida.
Hablando de la
familia, son muchas las ocasiones cuando esta es una de la puerta de la casa
para afuera y otra muy distinta en el interior de la misma. El hogar es ese
sitio en el cual podemos expresarnos
de forma natural, sentirnos libres de actuar tal cual somos, sin
preocuparnos por el rechazo social que de forma sistemática se da allá afuera. La libre expresión no nos autoriza –sin
embargo—a ser rudos con nuestros seres queridos, a tratarlos de manera
descuidada, suponiendo que de todas formas ellos tienen que aguantarnos. Si el hogar es el sitio donde se va
desarrollando la relación de pareja en todo su esplendor, y donde se forja la
autoestima de los hijos desde el primer momento, es justo el sitio donde nos
corresponde aplicar nuestras mejores herramientas emocionales, el cuidado, el
afecto, la ternura, la paciencia, todas aquellas maneras que permitan a
nuestros niños sentirse seguros y amados, que no quepa en ellos duda alguna de
que siempre los vamos a querer por lo que son.
Un hogar en el cual estas cuestiones no quedan claras para el corazón de
un niño, puede convertirse en una losa en su pecho que no le permitirá alcanzar
todo su potencial humano, por favor no lo olvidemos. Una relación de pareja que se convierte en
rutinaria y sin chispa es el preámbulo perfecto para vivir lo que llamaba
Campoamor: “La soledad de dos en compañía” o la muerte en vida del amor.
La suma de lo más pequeño, a través del tiempo es la fuerza
más grande en el universo, polvo de estrellas que construye destinos.