domingo, 17 de noviembre de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


EL BUEN PRINCIPIO
Desde el 2011 existe “el buen fin”. Programa que permite al comercio  incrementar sus ventas, en tanto al cliente le facilita  adquirir a mejor precio un producto.  Hay lamentables excepciones como sería encarecer la mercancía previo al buen fin, para luego “rebajarla” de manera tramposa.
          A lo largo de la temporada prenavideña, inmersos en un sistema capitalista, es difícil sustraernos de la tendencia al consumo.  En el mejor de los casos  se compra aquello que previamente se planificó adquirir, y que va acorde con nuestro bolsillo.  Lo que en realidad suele suceder, es que el canto de las sirenas nos embelesa, y terminamos gastando más de lo previsto, ya porque compramos mercancía que en realidad no necesitamos, ya porque nos excedemos del presupuesto destinado para un artículo en particular.  Con el buen fin inicia ese canto seductor que invita a vaciar los bolsillos y las cuentas bancarias, más ahora que las empresas adelantan parte del aguinaldo decembrino a noviembre, para que el trabajador cuente con liquidez para sus compras.
          El buen fin es un término persuasivo.  Más que a fin de semana, considero que este eslogan hace referencia  a “finalidad”, y de manera secundaria a inteligencia.  Así entonces, comprar en estos días significa que somos personas brillantes que saben hacerlo, pues destinan su dinero para una finalidad de gran valor. Nos envuelve el mercantilismo de este modo, para colocarnos en la dirección de  los centros comerciales, a comprar artículos que en realidad no pensábamos adquirir.  Cierto, hoy en día muchos productos vienen de fábrica con una vida media corta, que nos obliga a sustituirlos después de determinado tiempo de uso.  Los puestos de “reparación de licuadoras y de planchas” son piezas de museo, junto con aquellos otros dedicados al zurcido de medias de seda, o a la colocación de medias suelas.  La tendencia consumista es adquirir, utilizar y desechar, ya sea porque el artículo es irreparable, ya porque pasó de moda y el sistema nos lleva a comprar el  modelo que recién acaba de salir. ¡Y luego nos sorprende la gran cantidad de basura que hay en el mundo! Un ejemplo personal, mi teléfono móvil  cumplió 3 años de uso y ya está presentando fallas.  Difícilmente conseguiré quien pueda repararlo, además de que permanecer 3 días sin teléfono, mientras lo revisan, me complica la existencia.  ¿Lo más práctico? Adquirir otro aparato, y si es en este fin, más barato y con diversidad de formas de pago.  Entonces iré a sacar uno nuevo y botaré el anterior.  Cosa curiosa, mi plancha, de manufactura nacional, que acabo de sustituir, duró casi 25 años.
          El consumismo tiene por consigna crear necesidades en el consumidor: Algo mejor, más grande, más potente, más bonito.  Algo distinto, para estar al último grito de la moda. Algo que refleje  nuestra clase. ¡Y caemos!
          Todos conocemos esa sensación de dejarse llevar sin preocupación.  “Sans souci”, como la canción.  Sin embargo, dichos ratos de deleite pueden resultar muy costosos a la larga, sobre todo cuando descubrimos, poco tiempo después, que hicimos una compra compulsiva, y que ahora tenemos en casa algo que no utilizamos, que resulta hasta estorboso, el cual terminará  en un rincón, o en un bazar de caridad.
           Atendiendo las leyes de la física, en el extremo opuesto al fin está el principio, donde todo comienza.  Habría pues que preguntarnos qué sucede si modificamos el principio, planificando nuestras compras, tanto de consumibles como de no consumibles.  Y para estos últimos establecemos prioridades, conforme al costo o a la utilización de los productos.  Ya entonces decidimos qué vamos a comprar, en qué momento y cómo se pagará.
           No es tarea fácil zafarnos de las garras del consumismo.  Convertirnos en una especie de monjes tibetanos para practicar el desapego respecto de los bienes materiales.  Nos hallamos en un sistema acostumbrado a tasar lo que somos en función de lo que tenemos, o bien conforme a nuestro poder adquisitivo.  Una función básica del ser humano es la de reconocimiento, desarrollamos el apremio de ser reconocidos por los demás, y si el modo de conseguirlo –según dicta el sistema económico—es adquiriendo, pues entonces adquirimos.  De este modo basamos, falsamente, la valía humana de acuerdo con elementos externos, y en tener o carecer, irán variando nuestros estados de ánimo, de la euforia a la profunda depresión.
          El buen principio: Conocernos a nosotros mismos. Descubrir qué es aquello que nos distingue de los demás y nos vuelve únicos.  Luego utilizarlo para relacionarnos con otros, tender puentes, construir y crecer.  Rodearnos de personas que piensan de forma similar, para así fortalecernos. A partir de ello generar sociedades con más valores intrínsecos y menos apegos materiales.

POESÍA por María del Carmen Maqueo Garza


IRIDISCENCIA
Amor: Epifanía
Asombro matutino
Cielo escarlata
Instante fugaz
Mágico encuentro
Pompa de jabón
Iridiscencia trémula
Espejo inaprensible
Un cruce de miradas
Silencios: Revelación
De cuanto el alma guarda

Abrazo cósmico
del otro lado del tiempo
Contención de estrellas
Ser hoy desde lo humano
lo que no tiene fin
Roce de piel con piel  
Efímera experiencia
Instante frágil de amor
En su fugacidad
Nos vuelve eternos.


Virtuoso de 5 años interpretando a Bach

Cuando el arte se presenta al niño como una actividad divertida, el pequeño la desarrolla con entusiasmo y virtuosismo. Mi opinión.

POESÍA de Silvina Ocampo

LAS HUELLAS
A orillas de las aguas recogidas
en la luz regular del suelo unidas
como si juntas siempre caminaran,
solas, parecería que se amaran,
en la sal de la espuma con estrellas,
sobre la arena bajo el sol las huellas
de nuestros pies desnudos
tan lejanos, y mudos.
Dejando una promesa dibujada
nuestra voz entretanto ensimismada
se divide en el aire y atraviesa
la azul crueldad de la naturaleza
mientras solos cruzamos
la playa y nos hablamos.

VIDEO sobre búsqueda, definición y unidad

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


No me agobies tristeza, no me agobies, hemos convivido por toda una vida, sin que pretenda echarte de mi vida, porque sé que por más que lo intente, tarde o temprano aparecerás, en el día menos pensado, en ese instante en que algún recuerdo que cruce por mi mente y ensombrezca mi pensamiento.

No huyo de ti, te sobrellevo, porque también sé que me das espacio, que no eres carga continua, porque no permito te instales como inquilino perenne, y logro deshacerme de ti serenamente.  Soporto tu peso sin doblarme, te voy soltando de a poco, y me reencuentro con aquello que me devuelve a gozar  la dicha de estar viva

Somos compañeras de viaje, tristeza mía, pero procuro pronto pasarme a otro vagón, no soy tu esclava ni tu patrona. Sé resistir tu dominio y liberarme de él, eres parte de mi existir. No puedo negarte ni negarme a sentirte, porque finalmente eres emoción que me permite manifestar mi dolor, reacción ante la adversidad, la pérdida o el fracaso.

Tan inhumano como no aspirar nunca sentir ira o miedo, sería pretender no sentir tristeza. El alma a ritmo de diferentes emociones es como vibra y nos mantiene la pasión por seguir viviendo. La tristeza es tan solo un compás de espera, que no debe impedirnos encontrar los acordes de la melodía que es prioridad en esta vida: la felicidad.

El sonido de las mariposas monarca desde Michoacán

Se pueden activar subtítulos en español con traducción automática.
Gracias Patricia Marianne, por tan excelente sugerencia.