domingo, 24 de enero de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

VIDA Y TRASCENDENCIA

A la memoria de Cocon, excelente maestra, gran ser humano.

Hace tiempo leí que vamos por la vida como quien viaja en tren; en nuestro mismo vagón van algunas personas cercanas que nos acompañarán buena parte del trayecto, en tanto en otros vagones van personas que conocemos poco o jamás hemos visto, y a lo largo de nuestro viaje --corto o largo--, no podemos adivinarlo, otros pasajeros irán subiendo y bajando, según se llegue su hora de partir.

Estos días he andado abstraída, queriendo mirar más allá de los hechos de cada día. Me la he pasado revolviendo papeles familiares para conocer mejor al que fuera mi abuelo materno, de quien me he propuesto escribir algunas cuartillas. Conforme he ido adentrándome en su vida, lamento no haber pedido en su momento a mi madre, que me hablara más de él, quien llevó una vida muy interesante y enriquecedora, pues tuvo ocasión de servir en el servicio diplomático, y hasta de parar la batalla llamada de “Dos Nogales”. Ahora tengo solamente estos papeles y en la memoria acotaciones maternas, para tratar de abarcar con mi pluma lo que fue ese hermoso abuelo con quien siempre me he sentido identificada, a pesar de que jamás lo conocí. Reviso notas periodísticas de lo que fue su carrera en el Servicio Exterior Mexicano, y al tiempo que lo voy conociendo más, comienzo a admirarlo de un modo distinto, como antes no hubiera podido hacerlo. Su vida es el legado que más allá de lo material, quedó impreso en cada una de mis células.

Lo anterior sucede justo cuando esta ciudad fronteriza acaba de sufrir una lamentable pérdida, un matrimonio muy querido por toda la comunidad falleció intoxicado por monóxido de carbono. Más allá de los azorados y recriminatorios “¿por qué no tuvieron precauciones?”, “¿pero cómo no lo apagaron?” y demás, dejamos a Dios el por qué fueron a la cama con el calentador de gas encendido, de modo que la muerte los sorprendió dormidos, y partieron así, como ellos fueron siempre, unidos y en paz, luego de haber cumplido de manera sobrada con la vida. Lilia, excelente esposa y madre, fue maestra de danza, y además de su reconocida labor artística, tenía una columna semanal de reflexión. El domingo previo al accidente hablaba de cerrar círculos; ese día pensé en llamarle para felicitarla por su hermoso escrito pero no lo hice, lo dejé para un “luego” que nunca llegó…

Más allá del dolor que está pasando su familia, que sin lugar a dudas es aún mayor cuando se trata de una muerte inesperada, sabemos que partieron “ligeros y al alba”, sin cuentas pendientes con la vida, como pocos seres humanos podrán hacer.

Lo de mi abuelo y lo de este estimado matrimonio llega a mi corazón para decirme que viva una vida buena, recordando que el puerto final de la travesía no está en este mundo. Que viva cada día como si fuera el último, porque nadie puede asegurar que no lo sea. Una vida con un sentido más allá de mi propia persona, que me impulse a ser cada vez mejor. Es una invitación a tener siempre un proyecto de vida que inyecte suficiente entusiasmo para avanzar, aun cuando se tenga el viento en contra.

Cuando asimilamos que el puerto de nuestra travesía está más allá de la muerte, todo se aligera, resulta más sencillo romper con la voracidad y los apegos; hacer a un lado el “yo” y asumir un “nosotros” que trabaje en la tarea de ser mejores personas. El paso del tiempo no se percibe como una desventaja frente a los jóvenes, sino como experiencia y maestría. Se trata de aprender a sacar la mejor tajada a la etapa de la vida por la cual vamos transitando, o en las circunstancias que puedan presentarse.

Lilia en su último escrito hablaba de perdonar, de ser magnánimos y agradecidos. Qué gozosa manera de despedirse, de engarzar ese último eslabón de una larga cadena de aciertos y enseñanzas que ella prodigó a tantas generaciones de niñas y jóvenes desde su academia de danza. Se va sin agonía, sin quejumbre, como un niño que se duerme abrazado de aquello que más ama, y despierta mañana en brazos del Creador.

¡Cuánto bien hace abrevar de estos hermosos ejemplos! Personas de una profunda fe que creen en una vida más allá, de modo de vivir la actual de una forma buena, sin dañar a otros, sino todo lo contrario, trabajando cada día para escribir una página que, dentro de muchos años sus nietos encuentren entre un montón de papeles, y se emocionen sabiéndose bendecidos por haber tenido un abuelo o una abuela así.

Cuando creamos, como dice el Papa Francisco que lo que cuenta es el valor y no el precio, nuestra nave habrá enfilado el rumbo hacia puerto seguro.

"Cerrando círculos" por Lilia M. García de Sandoval

El momento que a veces tanto detenemos siempre llega, el de terminar de desviar el pensamiento y la intención de lo incierto y centrarnos en la realidad disponiéndonos a actuar...
Es el punto de no retorno en el que no hay marcha atrás, tiempo de cerrar círculos.

Como base para ese momento lo más importante es evaluar nuestra relación con Dios, pues ahí está la pauta a seguir para cumplir nuestro cometido con verdad y con justicia, dentro de nuestra humana capacidad haciendo nuestro máximo esfuerzo.

Y así, ya dispuestos, procedamos a reflexionar sobre:
Los perdones no otorgados
Las disculpas no solicitadas
Los amores no revelados
Las alegrías no demostradas
Las gracias no dadas
Las visitas postergadas
Los hechos no reconocidos
Las prácticas no terminadas
Los estudios incompletos
Los resultados no comprobados
Las cuentas no revisadas
Los libros no leídos
Aquella verdad no dicha
La intuición no investigada

¿He cumplido? ¡Seguramente con bastantes fallas! mas después de un justo examen de conciencia, es el momento de cerrar círculos inconclusos.

Tomado de su columna "Hablemos" publicada en periódico Zócalo el 17 de enero del 2016

GRATITUD: Hermoso video inspiracional

Gracias, Aurora por la sugerencia.

LOS HIJOS OLVIDARÁN por Laura Caldarola


Hace un añito encontré en la red un post de una mamá (unamammagreen.com) que me atravesó el corazón.
Lo he traducido para compartirlo con vosotros porque es precioso, hace pensar y llorar, hace emocionarse.


El tiempo es un animal extraño. Se parece a un gato, hace lo que le da la gana. Te mira astuto e indiferente, se marcha cuando le suplicas que se quede y se queda inmóvil cuando le pides por favor que se vaya. A veces te muerde mientras ronronea o te araña mientras te besa.

El tiempo, poco a poco, me liberará de la extenuante fatiga de tener hijos pequeños. De las noches sin dormir y de los días sin reposo.

De las manos gorditas que sin parar me agarran, me escalan por mi espalda, me cogen, me rebuscan sin restricciones ni vacilaciones. Del peso que llena mis brazos y dobla mi espalda. De las voces que me llaman y no permiten retrasos, esperas, ni vacilaciones.


El tiempo me devolverá el ocio vacío de los domingos y las llamadas sin interrupciones, el privilegio y el miedo a la soledad. Aligerará, tal vez, el peso de la responsabilidad que a veces me oprime el diafragma.

El tiempo, sin embargo, inexorablemente enfriará otra vez mi cama, que ahora está cálida de cuerpos pequeños y respiros rápidos. Vaciará los ojos de mis hijos, que ahora desbordan un amor poderoso e incontenible.

Quitará desde sus labios mi nombre gritado y cantado, llorado y pronunciado cien, mil veces al día. Cancelará, poco a poco o de repente, la familiaridad de su piel con la mía, la confianza absoluta que nos hace un cuerpo único. Con el mismo olor, acostumbrados a mezclar nuestros estados de ánimo, el espacio, el aire que respiramos.

Llegarán a separarnos para siempre el pudor, la vergüenza y el prejuicio. La conciencia adulta de nuestras diferencias.

Como un río qué excava su cauce, el tiempo peligrará la confianza que sus ojos tienen ante mi, como ser omnipotente. Capaz de parar el viento y calmar el mar. Arreglar lo inarreglable y sanar lo insanable.

Dejarán de pedirme ayuda, porque ya no creerán que yo pueda en ningún caso salvarlos.

Pararán de imitarme, porque no querrán parecerse demasiado a mi. Dejarán de preferir mi compañía respecto a la de los demás ( ¡y ojo, esto tiene que suceder! )

Se difuminarán las pasiones, las rabietas y los celos, el amor y el miedo. Se apagarán los ecos de las risas y de las canciones, las nannas y los “Había una vez” acabarán de resonar en la oscuridad.

Con el pasar del tiempo, mis hijos descubrirán que tengo muchos defectos y, si tengo suerte, me perdonarán alguno.

Sabio y cínico, el tiempo traerá consigo el olvido.

Olvidarán, aunque yo no lo haré. Las cosquillas y los “corre corre”, los besos en los párpados y los llantos que de repente paran con un abrazo. Los viajes y los juegos, las caminatas y la fiebre alta. Los bailes, las tartas, las caricias mientras nos dormimos despacio.

Mis hijos olvidarán que les he amamantado, mecido durante horas, llevado en brazos y de la mano. Que les he dado de comer y consolado, levantado después de cien caídas. Olvidarán que han dormido sobre mi pecho de día y de noche, que hubo un tiempo en que me han necesitado tanto, como el aire que respiran.

Olvidarán, porque esto es lo que hacen los hijos, porque esto es lo que el tiempo elige.

Y yo, yo tendré que aprender a recordarlo todo también para ellos, con ternura y sin arrepentimiento, ¡gratuitamente! y que el tiempo, astuto e indiferente, sea amable con esta madre que no quiere olvidar.


Tomado de:
http://mammamia.blogs.elle.es/2016/01/11/los-hijos-olvidaran/
con permiso de su autora.
A su vez traducción del original en italiano publicado en:
unamammagreen.com

Minué y Badinerie de Bach para bajo y piano de Lev Weskler

Originalmente son dos danzas (Minué y Badinerie) para flauta, de la Suite Orquestal No. 2 en Si menor BMW 1067 de J.S. Bach. Lev Weskler la modifica para ser interpretada por bajo y piano. ¡Me encantó! Ojalá a ustedes también.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Pocas personas podrán valorar lo importante que es cuando alguien nos abre las puertas de su corazón.

Entrar a su casa, estar en sus redes nos hace partícipe de su vida, pero cuando nos dejan entrar a ese sitio donde se guardan los más nobles sentimientos, donde se reservan espacios limitados para los que se considera son valiosos, es un honor y una responsabilidad que resulta en ocasiones menospreciada.

Eso no se da ni por casualidad ni a la ligera, cuando menos, no en mi concepto.

La gente a veces pareciera colarse sin que apenas lo notemos, sin embargo ha tenido que haber una conexión de sentimientos muy estrecha, que no depende del tiempo, sino de las circunstancias y de las coincidencias, de la empatía para que esa persona pueda haber traspasado la puerta que mantenemos abierta solo para algunos, para aquellos que según nuestra forma de pensar, de sentir, que de acuerdo a nuestros valores son gente que ni el tiempo, ni la distancia, ni la rutina, deben alejar de nuestra vida.

Siempre habrá errores que lamentar por no haber apreciado o conservado un cariño, o por haber abierto la puerta a quién no valía la pena dejar entrar, pero lo importante es ejercitar en todas sus formas el verbo amar, dejar escapar resentimientos, liberarnos de las culpas, perdonar a los demás y a nosotros mismos, recuperar en lo posible lo que irresponsablemente o inconscientemente hemos descuidado.

El corazón, ese sitio que debe ser reservado solo para aquellos que reconocen el valor de ser admitidos a un sitio privilegiado.

Tian Tian juega en la nieve

¡Qué hermosa diversión de este pandita!