domingo, 16 de julio de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

IDENTIDAD Y VALÍA
El surgimiento de la Aldea Global ha generado una crisis de identidad personal, somos parte de una comunidad gigantesca, lo que representa  grandes ventajas, pero a un costo emocional muy elevado.
En el mundo de la hipercomunicación se van extraviando los valores humanos fundamentales.  Generamos, transmitimos y recibimos tantos mensajes, que a ratos nos sentimos asfixiados, el significado que tuvo un mensaje para quien lo dio  y quien lo recibió por primera vez, se va perdiendo en la medida en que la transmisión del mismo se vuelve masiva. Su esencia original  se  desdibuja en ese ir y venir a través de la red, como sucedería con una hoja de árbol, que mientras la tenemos entre las manos apreciamos la riqueza de detalles,  su color, bordes y venas, pero cuando se convierte en parte de una tonelada de hojas en el suelo, pierde su valor único y se confunde  en el  montón. Dejamos de percibir toda su magnificencia individual, ya no sentimos ese contacto maravilloso con la naturaleza, y más bien creemos estar  frente a un cúmulo de basura.
Este mismo acostumbramiento obra tratándose de otros contenidos; los ruidos intensos nos generan un caos auditivo en el cual simplemente dejamos de escuchar. La erotización indiscriminada hace que se pierda el encanto del encuentro amoroso. Los constantes signos de violencia extrema  dejan de impactarnos. Así mismo nos vamos tornando insensibles frente a escenas de muerte, un asunto que permea todos los medios de información en sus distintas versiones, para generar en nosotros una tolerancia perversa.
Con mucho, whatsapp se ha convertido en la reina de las redes sociales, podemos mandar mensajes  de cualquier extensión y prácticamente sin límite de destinatarios.  Cada mañana van y vienen infinidad de buenos deseos para recibir el día, y otro tanto  circula por las noches para despedirlo.  Se cumple cabalmente aquella teoría de los 6 grados de conectividad de Karinthy, y en menos que canta un gallo un contenido que lanzamos ya nos está llegando reciclado desde otra parte del mundo. A través de esa misma red circulan fotografías de todo, de todos, de cada detalle, a cada momento, para bien o para mal.  Yo me pregunto hasta qué punto esos contenidos terminan siendo intrascendentes en razón de su exceso, además de que nos privamos de disfrutar un paseo, una obra de arte o una reunión, en aras de tomar una y mil fotografías, y ser los primeros en  publicarlas.
En este escenario que yo llamaría “despersonalizador”  es muy reconfortante descubrir que aún hay modos de ensalzar  valores que nos llevan a sentirnos personas únicas, especiales y apreciadas.  Elementos que nos permiten reafirmar que la vida es un don inestimable el cual nos corresponde cuidar y explotar para el bien propio y de los demás.   Necesitamos dar y recibir mensajes personalizados,  una llamada, una visita, tal vez una tarjeta electrónica, sí, pero crearla para una sola persona, y  no que sea la misma para los 250 contactos que tengo en 5 chats… Sentir esa caricia personalizada, ese decir “aquí estoy”, “te aprecio”, “cuenta conmigo”.
Nuestros hijos saben bastante poco de sus ancestros.  En esta época en que la prisa nos gana,  no hay mucha oportunidad –como antes—para aquellas  pláticas familiares donde se contaban una y otra vez anécdotas de tiempos de los abuelos, que además de sabrosas y originales, otorgaban identidad familiar y  sentido de pertenencia al clan.  Muchos podemos recordar de labios de nuestros mayores, historias que dibujan las figuras queridas y dejan en nosotros una  impronta de orgullo familiar. Ahora solo falta que digamos  a los chicos que vayan a googlear la biografía de sus ancestros para que los conozcan y aprendan a sentirse felices de tenerlos.

Conocer el significado de un objeto de arte que atesoramos con especial cuidado, la historia de una receta culinaria, lo que hay detrás de aquellas fotografías de reuniones familiares  en casa de los abuelos.  Poder identificar  los relatos que narran  hazañas de los ancestros, y que a fin de cuentas nos ponen sobre el planeta.  Es buen momento para trabajar esa esfera de la identidad para nuestros niños y jóvenes, que ellos sientan que cuentan con elementos que los definen y los ubican en un contexto familiar y de comunidad, frente a un mundo que a ratos arrasa como tsunami.  Demos los obsequios  más valiosos  --tiempo y  atención--, tiempo para amar en forma personalizada,  para regalar a los miembros de  la familia  un “te quiero” mirándolos a los ojos,  que haga patente nuestro interés por ellos… Atención, para que por nuestra actitud cada uno se sepa único e irrepetible, convencido de que nuestro buen Dios, amorosamente, valiéndose del más precioso  polvo de estrellas,  dejó plasmada en él su  mejor obra.

Antipoesía por María del Carmen Maqueo Garza

SOCAVÓN
(Dedicado a todas aquellas víctimas que engulló el sistema)
Se abre la tierra en su  profunda entraña.
Lo hace en son de protesta
por el daño histórico,
por el no respeto a la naturaleza
de sus cauces.  Engulle la oquedad
lo que encuentra a su paso.

Después de la tragedia,
muerto el niño y su padre,
--los dos juanes--
se apresuran a tapar el pozo
con cemento hidráulico a presión,
acallan el llanto de  los deudos
con grandes peroratas.
Gastan –ahora sí--, todos los  millones
que  ahorraron a la  mala.
Lo hacen  para borrar de tajo
impericia y corruptelas.
Queda el aire impregnado por el humo
de los cirios fúnebres.
El funcionario profiere  justificaciones
de ciencia ficción,
señala chivos expiatorios.
La culpa es de la lluvia, --dice—
para eximir al constructor, su amigo,
con quien  toma un coñac y  fuma un habano.

¿Qué son dos muertos que nadie conoce?,
dice para sus adentros mientras sirve otra ronda
a los contertulios de esta noche.
A voz en cuello, entre carcajadas
levantan todos la copa una vez más:
¡Salud, amigos, y que viva México!



Mamá hurón presenta crías a su humano

La convivencia con humanos llega a generar confianza en especies hasta hace poco silvestres, al grado de involucrarlos en llevarlos a conocer sus crías recién nacidas. Aquí una mamá hurón haciendo lo propio.

Poesía de Benjamín Valdivia

ARENA
 Pierden su integridad en  la caída
los minutos de arena.
     Cosas como del agua
nos llevan las manos, la mirada
y casi toda la voz.
     Son pasajeras nimiedades
y lúbricas torpezas.
     Nos apartan del mar donde podrían
las horas compactarse.
     Pues llegará el crepúsculo y el tiempo
se llevará las últimas arenas
y arrojará las sombras encima
del mirar.

Gracias a Carlos por su magnífica sugerencia.

Por qué el cáncer es una bendición

Gracias, Pravahi Laura por tan valiosa sugerencia.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Cuando se tiene una sola oportunidad de lograr un objetivo, se destina todo el esfuerzo a obtenerlo. 
Va siendo poco a poco que vamos cayendo en cuenta, que solo hay una vida, y que no podemos dejar de esmerarnos en hacer de ella una obra maestra. 
No es que necesariamente lo vayamos a lograr, pero si fijamos como tal nuestro propósito, seguramente tendrá que ser buena la obra.
     ¿Qué es para nosotros el hacer una vida valiosa? Eso varía con el tiempo vivido y del tiempo disponible para reflexionar al respecto, por eso es que  cuando ya  hemos recorrido la mayor parte del trayecto,  podemos ser más objetivos y certeros en reconocer lo que si y lo que no valía la pena.
     Habremos para entonces oído mil veces que el éxito no se mide en nuestras ganancias materiales, pero la mayor parte de nuestro tiempo irá encaminado a conseguir estas.
     Guiados por la inercia del consumismo, dejamos a un lado aquello que no se destine al éxito económico, porque definitivamente la sociedad se basa en ello. Pocos buscan ser recordados por un Premio Nobel de la Paz, siempre tendrá más relevancia haber sido un millonario goleador o artista de plástico, estos sí son ejemplos que vale la pena emular. Se convierten en modelos a seguir, es entonces cuando nos vemos tal cual somos, una contradicción entre lo que decimos ideal y lo que pretendemos realmente concebir como tal.
     Para cuando hacemos un análisis objetivo y convincente, la mayoría ya habremos llegado a una edad en que solo nos queda aferrarnos en esta última etapa a todo aquello que dejamos de lado, y darle su justo valor. Es eso entonces lo que llaman la sabiduría del anciano, que se transmite de generación a generación, que queda en consejo, en bellas frases, pero no se traducen en un cambio en nuestros arquetipos sociales, en los que sigue dominando la materia, sobre el espíritu.

Virtuosos al piano