domingo, 9 de mayo de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

MADRES QUE TEJEN

Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene.

José Martí

En estos últimos meses, cuando la mayor parte del tiempo miro el mundo a través de una ventana, o bien, cuando la plaza del pueblo es  mi patio, que cobra voz y me regala epifanías, canto a la madre de un modo distinto.  Quizá más nostálgico, quizá más profundo, abarcando a las madres que me precedieron para enriquecer ese concepto originario que da soporte al mundo.

Textual y textil vienen de una misma raíz; ambas significan lo que se teje, unas veces con fibras naturales o sintéticas, otras –quizá las más—con emociones.  El lenguaje se desplaza a través del aire como un viento juguetón que entra por los sentidos y va a instalarse en el cerebro y el corazón.  La madre teje cada día, cada minuto.  Teje con sus palabras, con sus gestos, a través de la actitud con que enfrenta  la vida.  Ella nos transmite grandes lecciones desde el primer momento, cuando una minúscula gota nos conecta a nosotros –que somos otra gota-- a su vientre para siempre.

De la madre aprendemos el lenguaje de las palabras, pero más aún, aprendemos el de las ideas, de las sensaciones.  Ella nos alecciona sobre cómo acoger lo que viene de fuera, cómo procesarlo y hacerlo nuestro. Nos enseña mucho más a través de sus silencios que del barullo de una tarde familiar de fiesta.

El padre es el tronco; la madre es el follaje.  El padre es el torrente portentoso; la madre el lecho suave que acuna las formas.  El padre es el fuerte viento; la madre es la brisa matutina que se suspende en la nada, milagrosamente, cuando los primeros haces del sol van horadando la  alborada.

El padre es el canon; ella, la madre, es el fino papel que lo contiene y sustenta.  Él llega a ser el gran ausente; ella es la siempre presente, la sangre que palpita segundo a segundo mientras haya vida.

Hoy quiero bendecir a las madres que han estado allí siempre, para contener la tierra.  Como suave tela que cubre, que cura, que fortalece. Como  camino que va un paso delante nuestro insinuando la ruta, y que sabe retirarse cuando el hijo tiene la fuerza necesaria para seguir andando por  cuenta propia.

Quiero agradecer a mi madre y a todas las madres que han conformado ese universo en el que los poetas sobrevivimos, aun cuando sintamos que la tierra retiembla a nuestros pies, y lo hace más cada día.  Esas madres que nos enseñaron a amar las palabras, a volar montados en ellas como aves mágicas que nos llevan de uno a otro lado con la fuerza de la imaginación.

Expreso el amor a las madres que no se doblan.  Las que, en plena tormenta, flexibles  se mecen a uno y otro lado. Sabias frente a la fuerza del vendaval, se niegan a quebrarse.  Esas  mujeres conectadas con el espíritu que todo trasciende, para sacar fuerzas de flaqueza y seguir adelante cada día.

Las madres son humanas, a veces se equivocan.  Pueden haber cometido faltas pequeñas que el viento pronto borra; tal vez sus faltas dejaron una gran huella que ni toda una vida disipa.  Pero ¿qué acaso nosotros –sus hijos—no somos igual de humanos, y también nos equivocamos?

Un día el ser físico de la madre parte. Parte, pero aun así permanece; sabemos que ella se queda con nosotros.  Nos acompaña y se hace presente de muchas formas, más de las que alcanzamos a percibir. La madre es como una segunda piel que nos da identidad, es una forma única de relacionarnos con el mundo; es un canal de oración que nos permite conectar con Dios.  Ella está aquí, junto a nosotros siempre, y más lo hace en esos días difíciles cuando más necesitamos su presencia.  Vive en nuestros sentidos y en nuestras memorias como lo más entrañable, y alegra cualquier mañana con el revoloteo juguetón de un colibrí.

El Día de la Madre es hoy, mañana, pasado mañana… Los 365 días del año.  Podemos festejarla mediante una llamada, un beso, una oración.  Un expresar “gracias por darme el ser”.  No son necesarios los grandes gastos de la fiesta de ocasión ni los del costoso memorial en el camposanto.  Para ella es más valiosa  la presencia de ese  hijo amado  que no se cansa de decirle: “Te quiero”.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

El final de la vida no es así de doloroso para quien se va como para quien pierde a ese ser querido.  Este pequeño poema lo escribí inspirada en mi mamá, que fue pintora, y en sus últimos años, a causa de la enfermedad física, la creatividad la había ido abandonando.  Es mi duelo a sus manos creadoras:

TUS MANOS

Manos  quietas  sobre tu regazo:

Dos aves cansadas.

Manos de artista que inventaban mundos

en el blanco lienzo, han olvidado

como albergar  sueños,

o contar historias.

Hoy huérfanas de amor las miro  inermes, 

son dos  aves cansadas que repliegan

sus viejas alas rotas

en el tibio rellano del  silencio.


Cesar Muñoz le canta a las Madres en su día

Agradezco a mi querido amigo David tan acertada sugerencia

POEMA de Teresa de Calcuta

 Enseñarás a volar…

pero no volarán tu vuelo
Enseñarás a soñar…
pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a vivir…
pero no vivirán tu vida
Enseñarás a cantar…
pero no cantarán tu canción
Enseñarás a pensar…
pero no pensarán como tú
Pero sabrás
que cada vez que ellos vuelen, sueñen,
vivan, canten y piensen
¡Estará en ellos la semilla
del camino enseñado y aprendido!

Lo que mi mamá me dijo: Edith Eva Eger en TED Talks

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

  



Cuando nos convertimos en padres, quisiéramos tener la capacidad de poder transmitirles a nuestros hijos un kit completo de valores, habilidades, conocimientos, manejo de las emociones, etc, que les facilitara el desarrollo de sus vidas.

Es hasta entonces cuando nos viene el reconocimiento de todo lo que recibimos de nuestros padres, cuando realmente le damos el justo valor y puede que hasta nos sintamos ingratos de no haberlo apreciado y agradecido en la justa medida.

Nos han pasado la estafeta y nos toca a nosotros la misión nada fácil de educar y más cuando no tenemos un manual y debemos apoyarnos en nuestras propias experiencias, sentido común, criterio y basado todo ello en lo que se nos inculcó en mayor medida en casa, y fue complementa en otros ámbitos como el escolar, y el social.

Es fácil equivocar nuestro papel de padres, pretender moldear a un hijo a la medida de nuestras expectativas, insistir en que hagan o sean lo que uno decide, o peor aún lo que uno no logró llegar a ser o a hacer, por distintas circunstancias, queremos resarcir en ellos frustraciones, fracasos, sin considerar que son entes distintos, con conciencia, y forma de sentir de pensar, distinta y a veces muy distante de la nuestra.

Actuamos a veces irrespetuosamente, queriendo imponer, no proponer, queremos hijos modelo para lucirlos en pasarela, para jactarnos de nuestra gran obra, para recibir el aplauso, quizá no tan egoístamente, también pretendamos ellos se lleven el reconocimiento. Perdemos de vista, que educar a un hijo conlleva como principal misión, lograr hacerlos independientes, felices, respetuosos, seres con equilibrio, sin importar que sean ejemplares, ni ejemplo para nadie.

No buscar en los hijos la continuidad de nosotros mismos, desear que sean auténticos, sin imitarnos,sin ser reflejo de nosotros, sus padres, respetar su individualidad, preservar en ellos aquellos principios que nos han sido heredados para vivir en armonía consigo mismo, en familia y en sociedad.
Educar, sin asfixiar, con libertad, sin libertinaje, con respeto, con amor, sin egoísmos, dar las herramientas para que nuestros hijos construyan su propia personalidad y no imponerlas una a nuestra voluntad, tarea de padres que desean para sus hijos la llave de la felicidad.

Peep y el avión de papel | Cortometraje animado de Christoph Englert