domingo, 10 de julio de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

LA CASA COMÚN

En la semana sintonicé el “space” de Sociedad Civil México, en el cual participaron Monseñor Carlos Garfias, arzobispo de Michoacán; el sacerdote Javier Ávila conocido como “Padre Pato”, y el doctor  Rubén Aguilar, exjesuita, doctor en ciencias sociales.  Analizaron  la situación del país a partir del artero homicidio de dos sacerdotes y un civil dentro de la iglesia de Cerocahui en la Sierra Tarahumara.

Una lectura muy interesante de los hechos, como religiosos conocedores de los orígenes de la inseguridad en México. Lo hacen a través de su visión histórica, ya que tienen muchos años atendiendo comunidades del llamado “Triángulo Dorado”.  Las propuestas fueron por demás ilustrativas.  De todas ellas me quedó resonando dentro un término que hace tiempo no escuchaba y que hoy, más que nunca, se impone: “Casa común”.

La sociedad civil en México se ha conformado en los últimos lustros de una forma muy distinta a como se ha integrado en otras latitudes.  El ciudadano “de a pie” ha ido aprovechando la oferta educativa y laboral para mejorar sus condiciones de vida, integrando la que –hasta hace poco—había sido una clase media fuerte, propositiva, orientada al cambio.  Se erigieron instituciones oficiales y civiles, para proveer de mayor seguridad a los inversionistas nacionales y extranjeros, y de esa forma se fortaleció la sociedad civil.  Sin embargo, el peloteo político de los últimos años nos ha llevado a la fragmentación.  Desde una tribuna mediática se llama a la polarización, al separatismo y a la confrontación; caemos en la trampa verbal que se replica en redes a lo largo del día, para defender cada quien lo propio y atacar lo que  considera contrario a las ideas propias, y de este modo, lo que sería la casa común para todos, se convierte en infinidad de frentes de batalla desde los cuales atacamos, somos atacados; nos desgastamos, y perdemos tiempo en luchas verbales que, por desgracia, llegan a derivar en enfrentamientos físicos de unos contra otros.   Priva el maniqueísmo con toda su fuerza cuando se habla de “buenos y malos” o “leales y traidores”, entre otros muchos epítetos cuyo sustrato es dividir y confrontar.

“Casa común”.  ¡Cuánta falta hace asimilar de manera viva este término!  En fechas recientes se entregaron en la ciudad de México nuevas unidades de transporte público.  Me pregunto en cuanto tiempo comenzarán a deteriorarse por el mal uso que hacen los propios pasajeros: Rayándolas; navajeando sus asientos….  Siempre me ha intrigado el núcleo de ese afán de dañar por dañar que albergamos los mexicanos.  Una pena, lo que en otros países cuidan todos los ciudadanos, en México lo tratamos de la peor manera, como con ira en nuestro interior.  No me queda claro si el ataque es contra el gobierno; contra el territorio nacional o contra ellos mismos, al  no sentirse merecedores de algo bueno.

En un discurso el expresidente norteamericano Ronald Reagan utilizó un término que nos viene bien a los mexicanos en este momento: “We, the people”.  Nosotros, los ciudadanos, debemos ser quienes indiquemos a nuestros representantes populares qué esperamos de ellos, y no al revés, como si  alcanzar un puesto público significara someter a los votantes a la voluntad del electo.  Necesitamos comenzar a vivir ese concepto de “Casa común”, como lo proponen los jesuitas, y tener la sabiduría  de trabajar hombro con hombro con el resto de los ciudadanos, para el bien de todos.

Habitamos un país en el cual priva la confrontación en lugar de la unificación.  Donde estamos viendo qué tiene el otro que yo no tenga, para arrebatárselo.  Una sociedad  que permite que alguien venga a remarcar las diferencias, hasta volverlas insalvables.  Si continuamos con esa rabia que nos viene haciendo tanto mal, entonces que no nos sorprenda hallarnos cada vez más inclinados a dañarnos los unos a los otros de todas las formas posibles, hasta volver nuestro grandioso territorio nacional en un polvorín.

“Casa común”: Desde la familia, limando esas pequeñas diferencias que nos  afrontan y alejan.  Desde nuestras comunidades escolares o de trabajo.  Nuestras actividades e intereses.  Nuestras localidades.  Actuar de manera conjunta y generosa, utilizando cada uno esa herramienta que mejor domina, para bien de todos. Contrario a los términos que vienen prevaleciendo, lo que conviene para integrar un sentido de comunidad es coincidir, compartir y consolidar.

Los hallazgos de antropología física establecen el inicio de la “civilización” como tal, a partir de un esqueleto con una fractura de fémur consolidada.  Esto es, contrario a otras especies, el grupo humano detuvo su marcha para atender las necesidades del lesionado. Es así como surgió la cooperación y luego la evolución. ¿Será tan complicado retomarla…?

CARTÓN de LUY

 


NOCHE DE LUNA; Canción ukraniana: Orquesta y coro Gimnazija Kranj

POESÍA por María del Carmen Maqueo Garza

 



POLVO LA VIDA
¿Qué sentido tiene dejar en prenda el corazón
por un pedazo de oro?
¿Qué te habrás de llevar cuando te mueras
de tus riquezas por las que hoy te afanas?
Tu casa es de polvo y polvo son tus huesos…
¿Será polvo la herencia de tus hijos?
Me he propuesto avanzar en el sentido opuesto,
así se burlen otros de mi ruta.
Encamino mis pasos, tantas veces fallidos
--lo sé, mas no desisto— a donde el trueno brama,
la noche se ilumina, a donde el sol despunta.
Hacia allá avanzo, a donde han partido
algunos de mis seres más amados,
para salvar del polvo de la desmemoria
la vida que ahora vivo,
cuando el tiempo, implacable marque la hora
y nada quede más que mis despojos.


La muerte pone en contexto la vida por Mary Neal

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


¿Uno decide cómo vivir?...

Creo que no siempre. Quizá más allá de nuestras decisiones nuestra vida está definida por muchas circunstancias  ajenas a nosotros, que no son manejadas a voluntad, que se nos presentan abruptamente, a veces para bien o a veces para mal, y que no necesariamente son consecuencia de nuestros actos, ni de nuestros deseos.

Como piezas de ajedrez que son manejadas por energías sobrenaturales, nos vemos a veces llevados a destinos que no aparecían en nuestro esquema de vida. Vivir implicará la necesidad de readaptarnos, de poner a prueba nuestra fortaleza, incluso de someter nuestra voluntad a los designios del destino aun cuando no seamos capaces de comprender porque tenemos que hacerlo, precedido quizá de una rebelión, la vida nos insta a actuar con humildad y terminar por resignarnos, exponiendo nuestra vulnerabilidad y haciendo patente que tan solo somos simples mortales.

Tenemos oportunidades de elegir caminos, de tomar decisiones, de construir un futuro, pero también siempre está la amenaza latente de que, por más certeros que hayamos querido ser, puede no resultarnos la ecuación con el resultado previsto. No hay cálculo que sobrepase lo que podría depararnos el destino, sin que haya en esto obrado nuestra voluntad.

En el entramado que implica la vida, somos arquitectos expuestos a la inclemencia del tiempo, de la naturaleza, incluyendo la naturaleza humana, de los actos propios, de los ajenos. Construir la vida es todo un reto, y tan solo nos queda poner en ello nuestro mejor esfuerzo, una actitud positiva, pasión por cada objetivo que tengamos como meta, fe en que podamos lograrlo, humildad para aceptar si no fuese así, ductilidad para asimilar los cambios y no desistir de tomar alternativas.

A través de tanta vida que afortunadamente he tenido, agradezco haber podido decidir parte de ella; haber podido asimilar lo que no estuvo en mí elegir. Agradezco reconocerme falible, y limitado por las circunstancias en muchas ocasiones, así como haber aprendido a sortear la adversidad y no
rendirme fácilmente, y a resignarme ante lo irremediable. No siempre decidí como vivir, porque definitivamente  hubiera elegido únicamente ser feliz , sin embargo he tenido que aceptar tiempos de infinita tristeza y de dolor.

Lo que me pertenece y es a mi total voluntad es decidir vivir en el amor, mi salvavidas, el motor que me mantiene a flote y en movimiento. Sentimiento que protege mi alma, que aminora las penas, que repara mis heridas y me hace saber que vale la pena cada día de mi existencia, mientras haya en mí la capacidad de amar y la dicha enorme de saberme amada.

Inteligencia gatuna en un juego canino