LA CASA COMÚN
En la semana sintonicé el “space” de Sociedad Civil México, en
el cual participaron Monseñor Carlos Garfias, arzobispo de Michoacán; el
sacerdote Javier Ávila conocido como “Padre Pato”, y el doctor Rubén Aguilar, exjesuita, doctor en ciencias
sociales. Analizaron la situación del país a partir del artero
homicidio de dos sacerdotes y un civil dentro de la iglesia de Cerocahui en la
Sierra Tarahumara.
Una lectura muy interesante de los hechos, como religiosos
conocedores de los orígenes de la inseguridad en México. Lo hacen a través de
su visión histórica, ya que tienen muchos años atendiendo comunidades del
llamado “Triángulo Dorado”. Las
propuestas fueron por demás ilustrativas.
De todas ellas me quedó resonando dentro un término que hace tiempo no
escuchaba y que hoy, más que nunca, se impone: “Casa común”.
La sociedad civil en México se ha conformado en los últimos
lustros de una forma muy distinta a como se ha integrado en otras
latitudes. El ciudadano “de a pie” ha
ido aprovechando la oferta educativa y laboral para mejorar sus condiciones de
vida, integrando la que –hasta hace poco—había sido una clase media fuerte,
propositiva, orientada al cambio. Se erigieron
instituciones oficiales y civiles, para proveer de mayor seguridad a los
inversionistas nacionales y extranjeros, y de esa forma se fortaleció la
sociedad civil. Sin embargo, el peloteo
político de los últimos años nos ha llevado a la fragmentación. Desde una tribuna mediática se llama a la polarización,
al separatismo y a la confrontación; caemos en la trampa verbal que se replica
en redes a lo largo del día, para defender cada quien lo propio y atacar lo que
considera contrario a las ideas propias,
y de este modo, lo que sería la casa común para todos, se convierte en
infinidad de frentes de batalla desde los cuales atacamos, somos atacados; nos
desgastamos, y perdemos tiempo en luchas verbales que, por desgracia, llegan a
derivar en enfrentamientos físicos de unos contra otros. Priva
el maniqueísmo con toda su fuerza cuando se habla de “buenos y malos” o “leales
y traidores”, entre otros muchos epítetos cuyo sustrato es dividir y
confrontar.
“Casa común”. ¡Cuánta
falta hace asimilar de manera viva este término! En fechas recientes se entregaron en la
ciudad de México nuevas unidades de transporte público. Me pregunto en cuanto tiempo comenzarán a deteriorarse
por el mal uso que hacen los propios pasajeros: Rayándolas; navajeando sus
asientos…. Siempre me ha intrigado el
núcleo de ese afán de dañar por dañar que albergamos los mexicanos. Una pena, lo que en otros países cuidan todos
los ciudadanos, en México lo tratamos de la peor manera, como con ira en
nuestro interior. No me queda claro si
el ataque es contra el gobierno; contra el territorio nacional o contra ellos
mismos, al no sentirse merecedores de
algo bueno.
En un discurso el expresidente norteamericano Ronald Reagan
utilizó un término que nos viene bien a los mexicanos en este momento: “We, the
people”. Nosotros, los ciudadanos,
debemos ser quienes indiquemos a nuestros representantes populares qué
esperamos de ellos, y no al revés, como si alcanzar un puesto público significara someter
a los votantes a la voluntad del electo.
Necesitamos comenzar a vivir ese concepto de “Casa común”, como lo
proponen los jesuitas, y tener la sabiduría
de trabajar hombro con hombro con el resto de los ciudadanos, para el
bien de todos.
Habitamos un país en el cual priva la confrontación en lugar
de la unificación. Donde estamos viendo
qué tiene el otro que yo no tenga, para arrebatárselo. Una sociedad
que permite que alguien venga a remarcar las diferencias, hasta
volverlas insalvables. Si continuamos
con esa rabia que nos viene haciendo tanto mal, entonces que no nos sorprenda
hallarnos cada vez más inclinados a dañarnos los unos a los otros de todas las
formas posibles, hasta volver nuestro grandioso territorio nacional en un
polvorín.
“Casa común”: Desde la familia, limando esas pequeñas
diferencias que nos afrontan y alejan. Desde nuestras comunidades escolares o de
trabajo. Nuestras actividades e
intereses. Nuestras localidades. Actuar de manera conjunta y generosa,
utilizando cada uno esa herramienta que mejor domina, para bien de todos.
Contrario a los términos que vienen prevaleciendo, lo que conviene para
integrar un sentido de comunidad es coincidir, compartir y consolidar.
Los hallazgos de antropología física establecen el inicio de
la “civilización” como tal, a partir de un esqueleto con una fractura de fémur
consolidada. Esto es, contrario a otras
especies, el grupo humano detuvo su marcha para atender las necesidades del
lesionado. Es así como surgió la cooperación y luego la evolución. ¿Será tan
complicado retomarla…?