RECONOCIMIENTO Y AUTOESTIMA
Muy en lo personal me siento afortunada de haber nacido en
estos tiempos que de alguna manera, en el contexto de la historia, han sido de grandes cambios. En muy
pocos años hemos atestiguado progresos maravillosos en el campo de la ciencia y
la tecnología, que garantizan una vida de mayor calidad y duración para los humanos.
Frente a un escenario inédito hemos visto surgir fenómenos
también inéditos que tienen que ver con la personalidad de todos nosotros. En particular la tecnología nos ha puesto
frente a elementos que generan cambios en nuestra forma de ser y de percibir
las cosas. En esta espiral tecnológica
aún no acabamos de apropiarnos de un equipo cuando ya está en el mercado el
siguiente, no necesariamente superior en cuanto a funciones, pero sí con la
suficiente capacidad mercantil para orillarnos a adquirirlo. En este sistema de productos
electrónicos no reciclables
generamos una gran cantidad de basura
tóxica que no viene haciendo otra cosa que acumularse y contaminar. Así nos percatemos de ello, parece no modificarse mucho nuestra toma de
decisiones, puesto que seguimos adquiriendo el nuevo equipo que sale a la venta
cada vez que las firmas de renombre deciden lanzar un producto novedoso al mercado.
Y así, de este mismo modo que –habrá que decirlo—no obedece a una decisión
totalmente personal, actuamos en muchos sentidos. Otros señalan qué comer, qué beber, a dónde
ir, cómo vestir, qué música escuchar o qué artista aplaudir. Nuestras elecciones están altamente
influenciadas por lo que intereses ajenos determinan para nosotros.
Las redes sociales han venido a revolucionar nuestra forma
de comunicarnos con otros, se convierten en un foro de expresión muy amplio,
pero siempre sujeto y modulado por la opinión de los demás. Hay mucho escrito con relación a esa
costumbre de algunos usuarios de redes sociales de publicar todo lo que hacen,
piensan o utilizan. Comienzan en la
mañana con una fotografía de los calcetines de rayas con los que durmieron, y siguen a
lo largo de la jornada con registros gráficos de su día a día, para ir a
saturar su espacio personal con estos contenidos que finalmente la persona que
podría seguir con deleite y los ojos arrasados en llanto es su mamá, pero no el resto del mundo. Con ello el usuario busca crear una imagen
que lo muestre agradable ante los ojos de los demás, y colecciona “likes” como forma de reconocimiento de parte de
quienes visiten su página, cada ícono favorable representa una caricia
cibernética.
Si de algo estamos hambrientos en este mundo altamente
tecnológico, frío y aislante, es de calidez humana, y habremos de buscar cómo
obtenerla. En ocasiones, cuando no
entendemos por qué una persona procede como procede, baste asomarnos al niño
que lleva dentro para preguntarnos qué trata de lograr ese niño, y entonces
vamos a entender las motivaciones del adulto.
Me atrevo a suponer que en muchos de esos comportamientos que de entrada
no entendemos, surge de nueva cuenta la palabra “reconocimiento”, esto es, si
vivo dentro de una comunidad, no lo hago como hongo en el bosque sino manejando
expectativas que tienen que ver con quienes me rodean. Hago tal o cual cosa esperando lograr tal o
cual efecto de parte de los demás, y el que lo obtenga o no lo obtenga, irá
modulando mi actitud más delante. La tecnología nos provee de grandes
posibilidades de conocimiento y comunicación, además de que en la red puedo
crear una y otra vez mi propia imagen,
precisamente para cubrir esa necesidad de aceptación y autoafirmación
que me es tan necesaria.
Esta palabra “reconocimiento” tiene su parte oscura que
explica en gran medida por qué un chico de 12 o 13 años se enlista en las
huestes del crimen organizado, no es precisamente por hambre física sino por hambre
de sentirse aceptado y estimado. De alguna
manera los medios le venden la idea de
esos personajes ricos y poderosos, con capacidad para actuar como dueños y
señores del mundo. Dicha idea lo seduce de manera que entra, sin saber que entre
ese primer paso y el espejismo que se le presenta, hay un camino sembrado de cruces, y
que excepcionalmente habrá quien pueda llegar desde aquí hasta el pináculo sin
morir en el intento.
La necesidad de reconocimiento es uno de los poderosos motores
que mueven al mundo, nace desde el interior de cada uno y va abriendo cauces
hacia los demás para satisfacerse. La
vacuna es la autoestima, en la medida en que un ser humano la desarrolle,
tendrá menor urgencia de reconocimiento proveniente del exterior. La gran
apuesta en esta época tecnológica es a la autoestima, a conseguir la forma en que
cada quien encuentre dentro de sí mismo lo necesario para sentirse feliz, más
allá de los elementos del exterior.