domingo, 21 de diciembre de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

POR LO PEQUEÑO

Navidad llega con su magia particular, como la época que de alguna manera nos hermana a todos, cristianos y no-cristianos, en una celebración por la vida.

Insertos, como estamos, en una sociedad de consumo, se incluyen diversas actividades que tienen que ver con expresar ese afecto que sentimos hacia los demás.

Comidas, golosinas, regalos…como parte de esa especial conmemoración una vez al año con relación a la Natividad del Señor, eventos que van desde lo religioso estricto hasta lo profano extremo.

Gran oportunidad para reencontrarnos, limar asperezas y emprender un nuevo año de la mejor manera. Ocasión de recordar en familia que la unión es la mejor póliza para los momentos difíciles, cuando la mayoría se aleja.

Un particular cariz le imprimen los niños a la ocasión, siendo a través de sus ojos como podemos encontrar las fiestas decembrinas desbordantes de esplendor.

Apostemos hoy por lo pequeño: Detengamos nuestra agitada marcha para descubrir cuán afortunados somos en este preciso día por estar con vida y salud…

Valoremos el gran privilegio de tener una familia con la cual nos podemos comunicar de forma directa, cuando hay tantas familias en el mundo divididas, ya por rencillas internas, ya por guerras.

Entender hoy que para nuestra fortuna estamos en condiciones de celebrar, porque no hay una causa mayor que nos lo impida. Así dispuestos elevemos nuestro pensamiento y nuestras oraciones por aquellos que la pasan solos en la calle, en la cárcel, o en una cama de hospital.

Si hay algún obsequio por la ocasión, bien, y si no lo hay, también. La entrega más valiosa entre humanos viene del corazón, y no tiene mucho qué ver con aspectos materiales.

En nosotros está compartir grandes regalos que no se adquieren en ninguna tienda: Nuestro tiempo, nuestra alegría, nuestro entusiasmo.

Hacer esa llamada que tanto hemos estado postergando; invitar a nuestra casa a aquel familiar o vecino que de otra forma la pasará solo, para descubrir el gozo de compartir.

Proponernos en esta ocasión guardar cualquier palabra ofensiva y utilizar la creatividad para convertir cualquier momento negativo en motivo de comunicación y reconciliación.

Actuar de la mejor manera, tratando a otros como quisiéramos ser tratados. Y no nada más a familiares y amigos, sino en general, al toparnos con desconocidos en cualquier sitio público…

Cediendo el paso a esa persona que espera turno para hacerlo, sin mucha suerte hasta ahora. Siendo amables con el empleado, el vecino de fila, el empacador.

Si tenemos unas monedas para dar a quien nos ofrece un servicio, excelente, mas no absoluto. Cruzar unas cuantas palabras con ellos cubre en gran medida la necesidad que todo ser humano tiene de sentirse tomado en cuenta, en un mundo que tantas veces peca de indiferente y hasta hostil.

En lo pequeño, cuidando los detalles, afinando los modos, sazonando con gestos cordiales nuestro trato cotidiano. ¿Qué tanto nos cuesta, o nos cuesta acaso…?

A la vuelta de los años descubrimos que los momentos más significativos de nuestra vida han tenido más que ver con la compañía, con la convivencia, y muy poco con cuestiones materiales.

A sabiendas de que voy a incurrir en un acto de injusticia literaria, hoy traigo a colación una reflexión que leí en algún sitio que por desgracia no recuerdo: Jesús se hizo hombre y vino al mundo para darnos el regalo de vida eterna. Siendo rey eligió nacer entre pajas para que nadie, ni siquiera el más pobre se sintiera avergonzado frente a Él.

Hermosa reflexión que bien podríamos aplicar a nuestra vida en estos días y derribar aquellas barreras que nos separan de otros y nos llevan a enquistarnos en el ovillo de nuestros propios delirios. ¡Es tanto lo que nos perdemos al erigir muros y aislarnos! Siempre habrá algo qué aprender de otro ser humano, así sea el más sencillo del planeta; todo está en nuestra sabiduría para reconocer que en nada somos distintos, en nada superiores a ninguno.

Navidad: Hermosa ocasión para dejarnos envolver por la magia, con el asombro despierto para disfrutar más cada cosa que se nos presenta.

Excelente oportunidad para trabajar la sencillez, hermanarnos y ampliar nuestro círculo de afinidades.

Momento para tener presentes a quienes hoy la pasan menos bien que nosotros: A través de una llamada, una visita, una oración.

Desterrar las angustias que trae el consumismo de la temporada, y sustituirlas por el gozo de la dádiva inmaterial de nuestro tiempo, nuestra alegría, nuestro entusiasmo.

Asumir que Dios es el dueño de nuestros destinos, y a nosotros nos toca confiar en sus designios con total mansedumbre de hijos, y así gozar el aquí y el ahora.

Sea la Navidad ocasión de crecimiento para todos. ¡Felicidades!

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Regalos
Corrientes anticomerciales censuran el materialismo de los regalos navideños.
En la celebración cabe todo, los cánticos, las ofensas, las plegarias, lo que sobra son los regalos.  Y no se entiende por qué lo relacionan con la Navidad.
Lo que celebramos en verdad en la Nochebuena es que Dios nos hizo el mayor de los regalos: a su hijo primogénito para que Él pagara por nosotros nuestros pecados.
Los regalos de hoy que intercambiamos son débil memoria de aquel regalo sublime.
Por eso no dé justificaciones para regalar.  Simplemente está recordando una fecha gloriosa en la que recibimos el mayor de los regalos.
Regale lo que pueda y lo que quiera.  Pero dígale al regalado por qué lo hace, y por los méritos de quién.
Entre tantas cosas que hacemos mal en las celebraciones navideñas, regalar es la más significativa.
Un regalo sin condiciones ni ataduras, como lo fue el regalo de Belén.
Generosidad sin esperar nada a cambio.  No como dice el anuncio, gracias papá, ojalá se te regrese.
jvillega@rocketmail.com

Luciano Pavarotti y Plácido Domingo con música navideña:"O Holy Night"

Una noche de paz en la trinchera

Cuando irrumpió la Primera Guerra Mundial en 1914, lanzando la primera gran guerra europea del siglo 20, se aseguró a los soldados de ambos frentes que estarían en casa celebrando la victoria para la víspera de la navidad. Esa predicción resultó ser falsa. Los hombres de ambos frentes no regresaron a casa para la navidad. Al contrario, la guerra se alargó por cuatro años. Durante ese tiempo, 8,500,000 hombres habían perecido, y cientos de miles estaban muriendo por sus heridas. La "guerra que iba a acabar con todas las guerras" había cobrado un terrible número de víctimas transformando a toda Europa.
Sin embargo, uno de los eventos poco usuales de la historia militar tomó lugar en el frente occidental en diciembre de 1914 durante la víspera de la navidad. En la noche del 24 de diciembre, el clima había cambiado abruptamente, congelando el agua y el lodo de las trincheras en donde estaban los hombres apostados.
En el lado alemán, los soldados habían empezado a encender velas. Los centinelas británicos reportaban a sus oficiales en comando que las pequeñas luces parecían estar montadas sobre postes o sobre las bayonetas. Aunque estas lámparas iluminaban claramente a las tropas alemanas haciéndolas vulnerables a los disparos, los británicos se abstuvieron de disparar.
Aún más sorprendente, los oficiales británicos veían a través de sus binoculares que algunas tropas enemigas iban cargando sobre sus cabezas árboles de navidad con velas encendidas sobre las ramas. El mensaje era claro: los alemanes, quienes celebraban la navidad en la víspera del 24 de diciembre, estaban ofreciendo saludos festivos a sus enemigos.
A los pocos instantes del avistamiento, los británicos empezaron a escuchar una canción navideña cantada por unos cuantos soldados alemanes. Al poco rato, la canción estaba siendo entonada por todo el frente alemán. Las palabras que se escuchaban eran estas: "Stille Nacht! Heilige Nacht!" Las tropas británicas inmediatamente reconocieron la melodía "Noche de Paz" y empezaron a cantarla en inglés, junto con los alemanes.
El cantar "Noche de Paz" neutralizó rápidamente todas las hostilidades en ambos frentes.
De uno en uno, soldados británicos y alemanes dejaron sus armas aventurándose a territorio neutral, una pequeña y desvastada franja de tierra situada entre los dos frentes. Había tantos soldados de ambos bandos que a los oficiales se les evitó el que objetaran dicha situación.
Había surgido una paz y una tregua no declarada. Un testigo ocular de esta tregua no oficial fue Frank Richards quien anotó en su diario militar: "Escribimos Feliz Navidad en un cartelón. El enemigo había hecho lo mismo. Pronto, dos de nuestros hombres, arrojaron el equipo y saltaron del parapeto con las manos sobre las cabezas. Dos alemanes hicieron lo mismo. Entonces, los nuestros se fueron a encontrar con ellos. Se dieron la mano, y entonces todos salimos de la trinchera al igual que los alemanes." El Sr. Richards también comenta que algunos alemanes hablaban perfectamente el inglés, y uno de ellos dijo que estaba cansado de la guerra y que iba a estar muy feliz cuando todo terminara. Su contraparte británica estaba de acuerdo con lo dicho.
Esa noche, los que habían sido soldados enemigos estaban sentados junto a una hoguera colectiva. Intercambiaron pequeños regalos de entre sus pocas pertenencias: barras de chocolate, botones, insignias y pequeñas latas de carne. Estos habían sido hombres que horas antes habían disparado a matar, ahora estaban compartiendo las festividades navideñas y mostrándose fotografías de la familia.
Pasado un tiempo, la tregua terminó tal como había empezado, de común acuerdo. El capitán C.I. Stockwell, del regimiento de la Fusilería Real Galesa, recordó cómo, después de una verdadera "Noche de Paz,"él hizo tres disparos al aire, a las 8:30 a.m. del 26 de diciembre, y enseguida entró en la trinchera. Un oficial alemán, quien había intercambiado regalos con el capitán Stockwell la noche anterior, se apareció cerca de la trinchera británica. Ambos se inclinaron, se saludaron y el oficial alemán regresó a su trinchera. Momentos más tarde, el capitán Stockwell escuchó que el oficial alemán hacía dos disparos al aire, y la guerra había comenzado de nuevo.

El primer paso es difícil, pero vale la pena.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Y aquí estamos ya a escasos días de la Nochebuena, inmersos en el ambiente navideño, nadando a veces contracorriente para no ahogarnos por el consumismo, por los excesos.

Así es la Navidad, mucho comer, mucho gastar, desvelarse, pero  ¿En verdad es así la Navidad?

Dejamos que nuestra Navidad la diseñe gente extraña y no precisamente a la medida ya que a la mayoría nos queda demasiado grande.


¡Cómo quisiera dosificar todo lo que se vive en estos pocos días durante todo el año!

Tener la versión propia de mi Navidad, sin que me haga sentir menos, desgraciado o un verdadero Grinch. 

Dejar de ser víctima del consumismo, poder hacer sentir mi afecto sincero con pequeños detalles, con grandes acciones. 
Quisiera que los niños sepan que si existe Santa Claus, pero que no los convirtamos en monstruitos exigentes que quieren que su "cartita" sea cumplida al pie de la letra para que no se frustren, para que no sufran. 

Los padres que satisfacen todas las exigencias, los deseos de los niños les están fabricando ideas erróneas de lo que es el mundo, haciendo de ellos seres que jamás están satisfechos. 

Navidad es oportunidad para agradecer lo que tenemos, materialmente, afectivamente, para recordar a nuestros seres queridos,a los que ya dejaron este mundo o que se encuentran en él pero lejanos, sin hacer de esto la edición más dramática del año. 

Navidad sin excesos, con alegría, Navidad con sabor a paz, a unidad, fraternidad que se prolongue mas allá de estas fechas y que no sea un adorno más que guardaremos al lado de las esferas al terminar la época.

¡Feliz Navidad!

Espectáculo navideño con luces de colores