SIMIENTES DE VIDA
Con motivo del Día del Libro, el INEGI en su última
medición, publicada esta semana, en el Módulo sobre lectura 2023, señala que en
México el índice de lectura de libros va
en declive. Se reporta que entre 2016 y 2023, 43.3% de adultos menciona haber leído
un libro en el año, mientras que el 31.5% de este mismo grupo de edad, reporta
no haber leído ninguno.
Justo ayer, celebró su edición número 53 del “Día Mundial de
la Tierra”, fecha instituida para favorecer la concienciación del daño que todos
estamos provocando al planeta. Muchas veces actuamos como si tuviéramos otro de
repuesto. La ilusión de irnos a vivir a
la luna dista mucho de volverse realidad.
Los viajes espaciales serán para unos cuantos privilegiados y con sus
riesgos implícitos. Ya ven que el cohete
lanzado por Elon Musk hace tres días, estalló a poco de haber despegado. Es muy probable que no alcancemos a dimensionar los daños que
sufre nuestro planeta a causa del calentamiento global y cómo, cada pequeña
acción del día a día, dispara más esos daños.
Las diversas formas de contaminación y de destrucción de suelos, provoca
que residuos cargados de carbón salgan a la superficie y de ahí a la atmósfera,
a generar un círculo vicioso de daño ambiental.
Nosotros, ciudadanos de a pie, debemos preguntarnos qué
acciones podemos tomar en nuestro entorno para romper este círculo maligno. Habría que comenzar a revisar nuestras rutinas
domésticas: Uso y disposición de envases plásticos; utilización de energías
fósiles en el transporte o dentro de casa; reciclaje de elementos que alguien
más puede aprovechar. ¡Vaya! Desde cosas
tan simples como rechazar el popote de plástico que nos ofrecen con las bebidas
que compramos, contribuye a disminuir la huella de carbono. Si todos hacemos algo así de simple, ello redundará
en un impacto global.
Los libros nos llaman a sensibilizarnos en diversos temas
para construir ciudadanías. Recién acabo
de comenzar a leer un libro que no había logrado conseguir sino hasta ahora. De la trilogía de crónica familiar escrita
por Gonzalo Celorio, no me había sido posible encontrar el primer libro: “Tres
lindas cubanas”. A lo largo de sus
páginas va hablando de sus raíces familiares, desde España hasta México,
pasando por Cuba, donde transcurrió la infancia de su madre y las dos hermanas
que ella tuvo. Nos va dando pinceladas
de vida familiar; de costumbres de época.
Nos lleva luego a la Cuba a pocos años de ganada la Revolución, a la
figura de Fidel Castro, a cómo su personalidad influyó en la creación del mito.
Nos describe la forma como majestuosos edificios Art déco de antes de
los años cincuenta, en su mayoría pertenecientes a grandes empresarios
azucareros, fueron viniendo a menos con el paso de los años y el nulo
mantenimiento. Nos enseña cómo, en ese
escenario comunista, hasta una bombilla eléctrica es valorada como el mayor de
los tesoros.
Celorio nos relata con particular entusiasmo sus vivencias
al lado del gran Carlos Pellicer durante una gira cultural a la Isla y su
desencanto al no poder conocer en persona a José Lezama Lima, poeta que muriera
un par de años después de esa visita. A través de sus páginas vamos
descubriendo, al igual que en los dos libros posteriores que integrarían la
trilogía de crónica familiar, la importancia que tienen para él sus raíces: la
tierra donde vieron la luz primera sus ancestros y el legado histórico y
cultural que traen consigo. Ello me
lleva a considerar hasta qué punto el incrementar esos índices de lectura en
nuestro país, favorecería el amor a la tierra, de manera de ser más proactivos
en su cuidado. Aquellos que sientan el
llamado para ir a proteger corales en el Caribe o a evitar la tala inmoderada
en los bosques del sureste, harán mucho bien a la nación. Ello no nos exime al resto de poner nuestro
granito de arena para sanear el entorno personal y familiar. Enseñar a los
pequeños de casa la importancia que tiene cada una de esas mínimas acciones que
ayudan a evitar la catástrofe ambiental que se avecina. No son sólo las imágenes que transmite la
televisión, que muestran osos polares enflaquecidos, presos en islas de hielo a
causa del derretimiento de los polos. No
son únicamente las grandes contaminaciones de ríos. Cada elemento que afecta las fuentes vitales
nos daña a todos los seres vivos del planeta.
Son lamentables los índices de lectura que arroja el
INEGI. Pugnemos porque se genere un
cambio de actitud en todos nosotros, y que en la siguiente medición estemos por
encima de esa cifra. Que los programas
de acercamiento al libro que han emprendido instituciones como el FCE y la
UNAM, comiencen a fructificar. Que la
palabra escrita caiga en nuestro espíritu como simientes de vida y crecimiento
ciudadano.