domingo, 23 de abril de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

SIMIENTES DE VIDA

Con motivo del Día del Libro, el INEGI en su última medición, publicada esta semana, en el Módulo sobre lectura 2023, señala que en México  el índice de lectura de libros va en declive.  Se reporta que entre 2016 y 2023, 43.3% de adultos menciona haber leído un libro en el año, mientras que el 31.5% de este mismo grupo de edad, reporta no haber leído ninguno.

Justo ayer, celebró su edición número 53 del “Día Mundial de la Tierra”, fecha instituida para favorecer la concienciación del daño que todos estamos provocando al planeta. Muchas veces actuamos como si tuviéramos otro de repuesto.  La ilusión de irnos a vivir a la luna dista mucho de volverse realidad.  Los viajes espaciales serán para unos cuantos privilegiados y con sus riesgos implícitos.  Ya ven que el cohete lanzado por Elon Musk hace tres días, estalló a poco de haber despegado.  Es muy probable que  no alcancemos a dimensionar los daños que sufre nuestro planeta a causa del calentamiento global y cómo, cada pequeña acción del día a día, dispara más esos daños.  Las diversas formas de contaminación y de destrucción de suelos, provoca que residuos cargados de carbón salgan a la superficie y de ahí a la atmósfera, a generar un círculo vicioso de daño ambiental.

Nosotros, ciudadanos de a pie, debemos preguntarnos qué acciones podemos tomar en nuestro entorno para romper este círculo maligno.  Habría que comenzar a revisar nuestras rutinas domésticas: Uso y disposición de envases plásticos; utilización de energías fósiles en el transporte o dentro de casa; reciclaje de elementos que alguien más puede aprovechar.  ¡Vaya! Desde cosas tan simples como rechazar el popote de plástico que nos ofrecen con las bebidas que compramos, contribuye a disminuir la huella de carbono.  Si todos hacemos algo así de simple, ello redundará en un impacto global.

Los libros nos llaman a sensibilizarnos en diversos temas para construir ciudadanías.  Recién acabo de comenzar a leer un libro que no había logrado conseguir sino hasta ahora.  De la trilogía de crónica familiar escrita por Gonzalo Celorio, no me había sido posible encontrar el primer libro: “Tres lindas cubanas”.   A lo largo de sus páginas va hablando de sus raíces familiares, desde España hasta México, pasando por Cuba, donde transcurrió la infancia de su madre y las dos hermanas que ella tuvo.  Nos va dando pinceladas de vida familiar; de costumbres de época.  Nos lleva luego a la Cuba a pocos años de ganada la Revolución, a la figura de Fidel Castro, a cómo su personalidad influyó en la creación del mito. Nos describe la forma como majestuosos edificios Art déco de antes de los años cincuenta, en su mayoría pertenecientes a grandes empresarios azucareros, fueron viniendo a menos con el paso de los años y el nulo mantenimiento.  Nos enseña cómo, en ese escenario comunista, hasta una bombilla eléctrica es valorada como el mayor de los tesoros.

Celorio nos relata con particular entusiasmo sus vivencias al lado del gran Carlos Pellicer durante una gira cultural a la Isla y su desencanto al no poder conocer en persona a José Lezama Lima, poeta que muriera un par de años después de esa visita. A través de sus páginas vamos descubriendo, al igual que en los dos libros posteriores que integrarían la trilogía de crónica familiar, la importancia que tienen para él sus raíces: la tierra donde vieron la luz primera sus ancestros y el legado histórico y cultural que traen consigo.  Ello me lleva a considerar hasta qué punto el incrementar esos índices de lectura en nuestro país, favorecería el amor a la tierra, de manera de ser más proactivos en su cuidado.   Aquellos que sientan el llamado para ir a proteger corales en el Caribe o a evitar la tala inmoderada en los bosques del sureste, harán mucho bien a la nación.  Ello no nos exime al resto de poner nuestro granito de arena para sanear el entorno personal y familiar. Enseñar a los pequeños de casa la importancia que tiene cada una de esas mínimas acciones que ayudan a evitar la catástrofe ambiental que se avecina.   No son sólo las imágenes que transmite la televisión, que muestran osos polares enflaquecidos, presos en islas de hielo a causa del derretimiento de los polos.  No son únicamente las grandes contaminaciones de ríos.  Cada elemento que afecta las fuentes vitales nos daña a todos los seres vivos del planeta.

Son lamentables los índices de lectura que arroja el INEGI.  Pugnemos porque se genere un cambio de actitud en todos nosotros, y que en la siguiente medición estemos por encima de esa cifra.  Que los programas de acercamiento al libro que han emprendido instituciones como el FCE y la UNAM, comiencen a fructificar.  Que la palabra escrita caiga en nuestro espíritu como simientes de vida y crecimiento ciudadano.

CARTÓN de LUY

 


10 FRASES DE SABIDURÍA PARA EL DÍA MUNDIAL DE LA TIERRA 2023 ¡FELIZ DÍA ...

 
Tomado de la red

POESÍA DE MAGDALENA S. BLESA

Antes de salir del mundo

Antes de salir del mundo,
deja una lumbre encendida.
Deja una hogaza en el horno,
y en el viento una sonrisa.
En la luna una mirada,
y en tu libreta un poema.
Un abrazo donde falte,
y una lágrima en la tierra.
Y una canción en la ducha.
En la noche, deja un sueño.
No te vayas de este mundo,
sin dejar algo pequeño.
No hacen falta grandes cosas,
planta un rosal en un huerto,
pon cordura en la pelea,
pinta en el aire un “te quiero”.
Trata bien a las personas,
deja un bonito recuerdo.
Cura una herida profunda,
ten el corazón contento.
Ama segundo a segundo.
Vive momento a momento.
Enamórate de alguien,
ponle tu boca en su beso.
Cuenta un chiste en la mañana,
cuando todos estén serios.
Yo que sé, que antes de irte,
dejes la lumbre encendida,
dejes la hogaza en el horno,
dejes más bella la vida.

Tomado del muro de Magdalena S. Blesa

La energía del futuro, hoy | Juan Ignacio Del Valle | TEDxPuraVida

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

El equilibrio físico, mental y espiritual depende en gran medida de nuestra tolerancia. Tener la capacidad de adaptarnos a los cambios, incorporarlos, sin que nos dañen, aprender a convivir con la naturaleza, resistiendo los climas, por extremos que sean, es un ejemplo de tolerancia positiva
La tolerancia puede darnos paz, pero demasiada tolerancia puede dar paso a convertirnos en seres conformistas con adaptabilidad extrema a quien se le hace aceptable vivir en circunstancias adversas, sin que tenga la más mínima intención de cambiarlas, porque ha aprendido a convivir con ellas.

En las sociedades, haciendo una analogía con lo que sucede fisiológicamente con la tolerancia a los medicamentos, la cotidianeidad con que se presentan la corrupción, la injusticia, la violencia, por nombrar algunas de las situaciones anómalas que enfrentamos, va provocando que cada vez sea menos el impacto que nos causan. Llega a formar parte de nuestra rutina diaria, nos hemos hecho tolerantes a ella, y ya no hay respuesta de rechazo, ni la concepción de una idea para mejorarlo, ni siquiera a desearlo, mucho menos a desear ser partícipes en la lucha por cambiarlo. Podemos vivir con ello y sentirnos más que satisfechos de vivir de esa manera.

Si bien la tolerancia es equilibrio, es paz, porque implica respeto, aceptación de las distintas ideologías, religiones, culturas, etc... a pesar de que no vayan de acuerdo con las nuestras, considero que debe tener un límite y es aquel en el cual no nos impida mantener libre albedrío, la exigencia recíproca de un respeto, sea cual fuere la relación interpersonal de la que estemos hablando. Que no vaya en contra del desarrollo integral del ser humano, que permita crecimiento espiritual, que sea motivo de entendimiento, de adaptación, mas no de conformismo ni de sumisión a aquello que implica degradación de nuestra moral, o abolición de nuestra voluntad.

Nunca perder de vista que la intolerancia ante la injusticia, la inequidad, la corrupción, la impunidad, todo aquello que conduce al deterioro de la persona o de la sociedad, debe ser contrapeso de nuestra tolerancia y del respeto que se requieren para vivir en armonía, para vivir en paz.

Un día hermoso | Cortometraje