domingo, 23 de febrero de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


CONDENAS OCIOSAS
Para desgracia de nuestro amado México, la realidad de la violencia ha crecido.  Cambian  escenarios,  criminales y víctimas, pero nada más.  Ahora fueron dos niñas, una raptada y violentada de manera cruel.  La otra fallecida de forma accidental, cuyo cuerpo fue abandonado por su propia madre.   Detrás de estos casos  hay elementos que la educación puede modificar.  Delante estamos nosotros con nuestro bagaje de reacciones, comentarios y juicios.  Hacia estos puntos habría que enfocarnos.
     Nuestra cultura  ha sido de las medias verdades, tanto dentro de la familia, como en los centros laborales y en cualquier otra interacción social. Percibimos una situación desde la realidad que nos es propia, y justo desde nuestra perspectiva muy personal, formulamos un juicio: Señalamos –según nuestro parecer—cómo se hicieron las cosas, y como debieron haberse hecho.   Lo comunicamos a nuestros cercanos y se genera un rumor que comienza a rodar como estepicursor por el desierto: al rato nadie sabe de dónde vino ese dicho que para entonces resulta incontrolable.  Mucho falta la calidad moral para expresar de frente nuestro parecer, indicar a la otra persona por qué no estamos de acuerdo con su modo de actuar… Lo habitual es: lanzamos la piedra y escondemos la mano.
En los últimos tiempos, a la par del rumor anónimo, surge la andanada masiva, en particular en redes sociales.  Esto es, frente a una situación que nos incomoda, nos volcamos en expresiones de rechazo que llegan a los improperios, animados al percibir que otros muchos, al igual que nosotros, manifiestan un parecer similar.  Linchamos verbalmente a quien sea el autor de tales hechos, tras lo cual sentimos que hemos cumplido con la vida.
     El asunto es precisamente  invertir tanto tiempo y energía  en acciones ociosas, mientras dejamos de trabajar con eficiencia para buscar una solución real al problema.  Con respecto a la violencia, pedimos algo más que la pena de muerte, si es que lo hubiere, para la pareja que atacó a la pequeña Fátima hasta terminar con su vida.  No nos detenemos por un momento a analizar qué precipitó esa forma de actuar, y qué puede hacerse para evitar que  otras pequeñas corran un riesgo similar.  Tal pareciera que vemos el árbol y no el bosque; partimos desde nuestra perspectiva muy personal con un pensamiento que se estructura más o menos así: “Puesto que yo no haría algo parecido a una niña, los demás tampoco deberían”.  Una reflexión tan absurda como inútil, puesto que cada ser humano es el resultado de diversas circunstancias que convergen en su persona, en su forma de actuar y en su manera de respetar o no, los derechos de otros.
     Un elemento que campea en nuestros patrones de comportamiento es el narcisismo.  Las mismas condiciones externas y el aislamiento social al que estamos sometidos en mayor o menor grado, nos llevan a querer interpretar el mundo de acuerdo con nuestro muy personal punto de vista.  Por ello mismo  establecemos expectativas respecto a la conducta de los demás, calculando qué tanto se asemeja éste al comportamiento propio.   No parecemos dispuestos a dejar de lado lo particular, para abrirnos a tratar de entender lo ajeno, con la mejor voluntad de llevarlo a cabo.
     Si  soy  líder dentro de una comunidad, mientras yo no entienda de fondo qué elementos propician determinada forma de comportamiento en otros, no estaré en condiciones de plantear estrategias para modificar las cosas.   Los gobiernos que parten de su muy particular óptica para analizar un problema y proponer cambios que ayuden a resolverlo, estarán escribiendo en el agua.
     La ola de violencia en México se antoja imparable.  La vemos en todas las escalas, comenzando desde el hogar, por la forma como nos tratamos unos a otros, para seguir con las relaciones entre conocidos, amigos, o compañeros de escuela o de trabajo.  Y más delante  la interacción en distintos niveles de gobierno o instituciones.  En tanto sigamos actuando a través de medias verdades, rumores o ataques masivos desde el anonimato, poco se  logrará.   Para un cambio de fondo es necesario ser claros y directos al señalar.  Con miras a lograrlo, habrá que informarnos, romper el cascarón del egocentrismo, salir a conocer otras realidades, que no por distintas dejan de ser válidas.  Lo último que funcionaría para una sociedad es que todos fuéramos iguales.  Es  la variedad lo que sustenta el enriquecimiento cultural, siempre y cuando el trato entre distintos se dé con respeto y tolerancia.
     Esta semana fueron  Fátima y Karol.  La próxima serán otras distintas. Mientras no salgamos del pasmo para actuar, cuidando evitar el linchamiento ocioso, seguiremos rompiendo récord de violencia.  Así poco o nada se logra para ese cambio que tanto nos urge a los mexicanos.

POESÍA de Magdalena Mondragón


No me dejes, amor

No me dejes, amor, que estoy viviendo
esta fluidez de sentimiento puro;
luz convertida en ligazón perfecta,
coral de tu sonrisa en la paloma
de mi palabra esperanzada y muerta.
Calla mi labio enmudecido a todo
ante el asombro de tenerte cerca.
Si es cierta la distancia, ésta no existe
en el color que señaló la aurora
y así la gracia me besó en silencio
tan dulcemente que ignoré su fuego.

El ave de los sueños

Despedida de una madre a su hijo muerto

Texto publicado originalmente por María Isabel, madre del pequeño Pol Casas, en Facebook.  Agradezco a Ángeles la sensibilidad de compartir dolor y duelo por su hijo Gerardo. Dos madres generosas cuya pena las hermana y las sublima en el universo digital.
Mi hijo se mudó de casa para siempre. Se fue a vivir al cielo, a lugares celestiales cerca del Creador. No me avisó con tiempo, así que nuestra despedida fue rápida y atropellada. Le pedí que solo llevara lo necesario y me dejara algunas cosas que me harían falta. Traté de ayudarlo a empacar con manos temblorosas.

Lo ayudé a empacar su don de gente, porque lo iba a necesitar para seguir siendo él. Le pedí que se llevara su hermosa sonrisa y que tomara una de mis alas para que volara más rápido, más alto...no quería, pero lo convencí, Sé que al llevarse una de mis alas, nunca me olvidará. Cuando iba saliendo le pedí que se llevara mi corazón con él, y me dijo "Mamá; ¿Como podría llevarme tu corazón?" No quiso y me hizo prometerme que lo llenaría de amor y no de dolor.

En el apuro, no quise olvidar pedirle que me dejara algunas cosas. Me dejó todas las materiales; pero le pedí que me dejara sus ansias locas de vivir. Y lo hizo. También colocó en mis manos su sed de justicia y su hambre de amar y ser amado, tal cual era.

Cuando ya me miró por última vez me dijo; "Me llevo tus miedos mama...vive sin miedos" y sonreímos. "Mamá, siento no poder llevarme tu dolor y tus lágrimas"

Hubo un breve silencio. "Hijo...no comprendes que no quiero pasar un día sin sufrir y llorar por ti? “. Solo las madres me entenderán. Para mí es un honor sufrir por un hijo maravilloso; no sufrir de remordimientos, no sufrir de arrepentimientos...sufrir porque lo vale y lo merece. No existe ningún mal en el sufrimiento. Existe honra, valor y mollero. Existe sanidad y realización espiritual. Esa es la verdad.

¿De qué están hechas las mujeres? por Nike

Agradezco a Priscy su excelente aporte

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Sin poder decir que lo logro, siempre me esfuerzo por ser positiva. cierto es que que a veces me esfuerzo en vano, pero no he perdido la intención de serlo hasta ahora. A veces, sin embargo, hay negaciones que me han permitido proteger el corazón, he tenido que decir no y negarme a muchas cosas en aras de no perpetuar un sufrimiento o no permitirlo incluso. 

Si bien creo en el amor y sus bondades, sé que a veces amar no es suficiente, cuando menos no para lo que nuestras expectativas ponen en el amor. Uno puede haber amado con todo el alma y recibir a cambio indiferencia, quizá haya casos en los que hasta desprecio se reciba a cambio, ambas situaciones por demás dolorosas. Es entonces que el no adquiere valor positivo, porque uno debe negarse a permitir que la indiferencia o el desprecio le quiten significado al amor que se ha entregado, ese sentimiento que fue auténtico y que se prodigó sin que se nos hubiese solicitado.

Difícil no cifrar esperanzas en la reciprocidad de ese sentimiento, quizá nuestras ilusiones eran falsas, o se nos crearon por una percepción equívoca de lo que el otro sentía, o simple y sencillamente amamos porque el sentimiento despertó en nosotros antes de siquiera habernos percatado del porquéy el cuando, de quien estábamos amando.

Amor filial, amor de pareja, de amigos, amor el que sea, a veces necesita un no para no arrebatarnos la paz. Decir no a las ataduras, a un sentimiento si nos causa dolor; si no nos da a cambio felicidad; si se convierte en lastre que nos impida avanzar, que nos amargue la vida. Hay que decir no al deseo de permanecer en donde es obvio que no nos necesitan ni nos desean tener cerca. Decirle no al corazón que en su ceguera pretende no ver las claras señales de que estamos en el lugar o con la persona equivocada.

Negarnos a sufrir por quien nos rechace, y reencontrarnos en aquellos en los que nuestro cariño echa raíces y da frutos.

El no a veces es tan positivo, que nos impide perdernos en el laberinto del dolor.
Un no será liberadora respuesta negativa que nos reafirme y confirme. La actitud más asertiva que nos devuelva la paz y la fe en el porvenir, para reflejarse en un si a la vida.

Zéjǐng bǐ héliú zuòqǔ de Sawai Hikaro

Composición  para Soegon, instrumento tradicional japonés