domingo, 1 de diciembre de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


CONSUMIR O TRASCENDER
Ha comenzado la temporada navideña. En mayor o menor grado, todos nos vamos contagiando de ese espíritu festivo, más allá de la conmemoración cristiana de la venida de Jesús. Las casas comerciales están preparadas para la ocasión, ofrecen mercancía de temporada para todos sus clientes. El consumismo se expresa más que en ninguna otra época del año, se vuelve contagioso como el sarampión. Difícil zafarnos de la tendencia que impulsa a comprar y comprar. Somos víctimas de trampas mercadológicas. Nos dejamos llevar por símbolos utilizados para potenciar nuestro consumo. No es tanto la necesidad como el ánimo gastalón lo que nos mueve, cuando estamos en medio de una masa de compradores que pepena cuanto tiene al alcance. 
          Vivimos en la cultura de lo desechable, desde calcetines hasta mansiones. Esta señala que ahora es tiempo para renovar o actualizar elementos de uso personal o doméstico que aún funcionan, pero que la onda mercadológica llama a sustituir. Imágenes capturadas en el llamado “viernes negro” norteamericano, dan cuenta de la forma como esos afanes consumistas, convierten a los compradores en una marejada incontenible, que arrastra todo a su paso. Los incidentes reportados para esa fecha, en aquel país, arrojan datos preocupantes, de personas lesionadas e inclusive muertas, a causa del caos humano dentro de las tiendas. Ello, al margen de lo que implica el gasto y la generación de basura en torno a esas compras de locura. En nuestro país no ocurre algo tan dramático en el llamado “buen fin”, no obstante, es un hecho que, a lo largo de la temporada navideña, gastamos más de lo que teníamos contemplado hacer. Como si el afecto se midiera en términos de pesos y centavos. O lo que es peor, tal vez hacemos compras sin estar conscientes de la razón por la que adquirimos dicha mercancía. 
          Lo que ocurre allá afuera es reflejo de lo que se desarrolla dentro de nuestros hogares. Salir con el manojo de billetes en las manos, para ver en qué los gastamos, indica que algo nos está faltando en otras esferas. Buscamos la gratificación en esos objetos que nos lanzamos a comprar, tantas veces sin una razón utilitaria. Caemos víctimas de los intereses de productores y vendedores, sin detenernos por un momento a reflexionar cuál es la razón por la que compramos esto o aquello. Tal vez dentro del hogar no estamos encontrando reconocimiento, quizá las vías de comunicación se han descuidado, y la casa se vuelve más una posada que un hogar vivificante. Comprar constituye una forma de sentirnos vivos, al menos por un rato. 
          El planeta enfrenta una grave contaminación. Los humanos generamos mucha basura, que contribuye de manera terrible a incrementar los niveles de contaminación del medio ambiente. Entre dichos desechos –pienso—están en un primerísimo lugar los plásticos y los electrónicos. Cuando echamos a la basura aparatos, estamos contribuyendo a contaminar agua y suelo con elementos tóxicos, que permanecerán ahí en forma indefinida. De acuerdo con el Observatorio mundial de los residuos electrónicos 2017, en México se consume un promedio de 10 kilogramos de desechos de este tipo por habitante, de los cuales no llega ni a la quinta parte la cantidad de los que son recogidos y reciclados. El abaratamiento de aparatos de comunicación e información genera en forma directa un mayor consumo, y por ende un incremento en la basura electrónica. 
          En esta temporada navideña, es bueno preguntarnos cada uno de nosotros, qué necesitamos para celebrar con los seres queridos. Qué planeamos comprar. Qué quisiéramos adquirir, pero en realidad no nos hace falta. Luego, organizar la economía en torno a ello. Y, sobre todo, enfocar la celebración como lo que en realidad es, una ocasión para la reflexión personal, para el reencuentro, la alegría y la creación de memorias que perduren con el tiempo. Podemos hacer un pequeño ejercicio: recordar nuestras propias celebraciones familiares de infancia, e identificar dentro de ellas, qué elementos fueron los más importantes. Revisemos si en realidad era el precio de los regalos, o más bien aquello que rodeaba al acto de regalar. Descubramos si las viandas en la mesa familiar nos proporcionaban un goce de acuerdo con lo que costaron, o si en realidad fueron otros elementos como la armonía, el hecho de ser tomados en cuenta como niños, la camaradería entre primos o vecinos… ¿Qué contienen esos recuerdos de temporada, que aún hoy siguen vivos en nuestro interior…? Una cosa es cierta, cualesquiera que hayan sido, no se compraron con dinero. ¿Qué tal si esta vez los regalamos a nuestros seres queridos para tejer memorias imborrables? 
          Privilegiemos en esta temporada los sentimientos. El único regalo sin fecha de caducidad.

POESÍA por María del Carmen Maqueo Garza

Villa Unión:
Ahí donde el tiempo deja atrás el reloj
bajo un cielo límpido, de azul inacabable.
Pueblo cercano a Dios donde sus niños ríen,
los perros duermen sin ser molestados
Los viejos bruñidos reposan sus recuerdos
Y florecen los huertos  en otoño.
Hoy llega la ambición atronadora de las almas perdidas
a romper la placidez bendita de sus casas.
Fulmina para siempre la frágil transparencia
de sus mañanas claras. Deshace el andar sosegado
de su gente. Acalla el siseo de las aves,
rompe el candor de las serenas aguas de su río
Hace pedazos el cristal de  las risas infantiles.
“Todo cambió aquel  30 de noviembre”
Con voz temblorosa contarán los viejos de alma tatuada.



MÚSICA Navideña desde Sudamérica

Reflexión mínima sobre la paz


¿Se puede comprar la felicidad? TED Talks

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Hacer las cosas bien no asegura el que obtengamos los resultados deseados. Quizá sea una frase desalentadora, que no incentive a que nos esforcemos por logros que quizá no alcanzaremos. Sin que esta sea la intención desanimarlos, desafortunadamente es bien cierto.
          Habrá ocasiones en que nos preguntaremos cientos de veces ¿por qué? sin que haya una respuesta que nos satisfaga. ¿Por qué, si hemos puesto alma vida y corazón en lo que consideramos una misión de vida, no obtuvimos éxito?
          Quizá no seamos objetivos al juzgarnos a nosotros mismos. Quizá la intención fue la mejor, pero no la acción, o lo fue pero se percibió distinta. Nuestras expectativas eran altas, o tal vez siempre estamos esperando de las personas lo que a nuestro juicio debiera ser, que hagan lo que nosotros estaríamos dispuestos a hacer, o sobrevaloramos lo que ofrecemos, y realmente solo es nuestra apreciación.
          Cuando algo no resulta de acuerdo a nuestros planes, lo más probable es que se deba a que no contamos con los factores que no dependen solo de nuestra voluntad. Puede ser que alma, corazón y vida no hayan calculado bien los resultados, pero jamás quien de buena fe pone en su faena estos tres elementos, habrá de sentirse defraudado. En el camino encontró seguramente la paz que da a la conciencia el bien hacer, dejar a un lado mezquindad, y colocar tan solo en el proceso los más nobles sentimientos, anteponer calidad humana a tan solo la ambición de resultar victoriosos, sea en el ámbito que sea, hacia donde destinamos nuestro esfuerzo.
          El final puede no ser el esperado, pero el trayecto que es el mayor recorrido, vale la pena vivirlo una y otra vez. Siempre conserva la esperanza de que hasta la utopía puede llegar a ser realidad. El espíritu se alimenta de la nobleza, de aquello que en la vida se hace con buena voluntad y eso ya es tener un buen final.

El regreso de ET: Cortometraje navideño

Acaba de salir. No trae subtítulos, pero en realidad no se requieren.