domingo, 7 de mayo de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo

 COVID: DAÑOS Y APRENDIZAJE

La ONU, a través de su Comité de Emergencia, en la reunión del pasado 4 de mayo, declara el fin de la emergencia sanitaria por COVID. Hay que poner las cosas en contexto, COVID como enfermedad sigue existiendo, pero su comportamiento epidemiológico deja de ser de alta contagiosidad, como lo fue a partir de febrero del 2020.

Este es un buen momento para hacer un recuento de los daños que nos dejó la enfermedad: La mortalidad que alcanzó en el mundo, que a ratos nos presentaba escenarios postapocalípticos, con enfermos y cuerpos sin vida en sitios públicos, algo que, imagen tras imagen hizo mella en el ánimo de todos. En nuestros círculos cercanos hubo más de un enfermo, y alguien que conocimos murió por la enfermedad. Algunos pasamos por una emergencia médica que no encajaba en los cuadros tradicionales de enfermedad, y que algo tendría que ver con el virus SARS-COVID-2, porque no hay otra forma de explicarlo. Afortunadamente aquí estamos, dando batalla todavía.

La narrativa sería interminable. Más allá de las alteraciones de salud, el estado de pandemia trajo reveses económicos a productores y comerciantes, así como el diseño de nuevas estrategias de abastecimiento, tanto a los grandes almacenes como a los pequeños consumidores. En mi caso personal, por más de dos años surtí mis compras de insumos domésticos en línea y no salí de casa a menos que fuera una situación de emergencia. Cuando tuve que hacerlo, y hasta la fecha en lugares concurridos, con el uso de cubrebocas.

Se cancelaron planes y proyectos; bodas y viajes; clases presenciales. Se instalaron módulos COVID en servicios de urgencias; pabellones hospitalarios especializados en el manejo de la enfermedad, y algunos nosocomios en el país se convirtieron en exclusivos para atender a pacientes con esta infección. Hubo crisis sanitaria en insumos y recursos humanos. Nuestro personal de salud sacó la garra para seguir adelante en la atención a los pacientes, primero sin contagiarse, y luego sin derrumbarse emocionalmente.

La enfermedad favoreció el diseño de nuevas formas de comunicación y aprendizaje. Si bien no podíamos concurrir a un mismo espacio, lo hicimos, cada día con mayor eficacia, a través de redes sociales. Surgieron cursos, talleres y videos motivacionales. En un extremo del mundo se inventaba algún modo de entusiasmarnos en medio de la crisis, y pronto esa iniciativa se había transmitido, si no es que replicado, en lugares lejanos y distintos. De alguna manera la angustia generó un estado de fraternidad pocas veces visto.

Habrá incontables anécdotas que narrar a los niños y jóvenes del futuro, como fue el caso, muy al principio de la pandemia, del desabasto de papel higiénico, ya que alguien publicó que era de vital importancia estar abastecidos de este singular material. Hay historias enternecedoras como las que se dieron en diversas provincias españolas, en las que, al caer la tarde, los vecinos salían a los balcones a cantar. De igual manera surgieron impresionantes coros virtuales que la lejanía convirtió en un trabajo conjunto único y maravilloso.

En lo personal la pandemia me dejó una gran lección, la de “aligerar la muerte”. Llegó a ser tal la cantidad de fallecidos por día en determinadas localidades, amén del riesgo de contagio, que se volvió una necesidad abolir la parafernalia de las velaciones, ceremonias y cortejos fúnebres, para acompañar al difunto y a su familia a su destino final en la tierra. Me parece que la nueva manera de enfocar las cosas es congruente con lo que es la muerte en esencia: el momento último de un ser vivo. Un final que a todos habrá de llegar, y que llama a un acompañamiento más congruente, que favorezca conservar lo que ese ser querido representó en vida. Alguien pensaría que lo digo porque no he perdido ninguna persona cercana. No es el caso, he despedido a mis dos padres y a mi esposo, y ahora me queda más claro que en el tiempo cuando cada uno de ellos partió: No entorpezcamos la ligereza de la muerte. Permitamos que extienda sus alas y vuele tan alto como sus obras de amor en el mundo le permitan.

La pandemia, sin duda, ha dejado grados variables de depresión. Afortunadamente hoy en día existen incontables recursos para superarla. Desde atención especializada hasta grupos de apoyo de diversas comunidades. Es menester recobrar el entusiasmo por vivir y por avanzar en consecución de nuestras propias metas. Todos hemos quedado con una o dos marcas grises que hay que trabajar, cada uno enfrenta su propia lucha personal. Sería estéril sentarnos a esperar a alguien que venga de fuera a ocuparse de nosotros.

El fin de la pandemia obliga a reflexionar, a recapitular y a seguir adelante como triunfadores, con la riqueza de lo aprendido.

CARTÓN de LUY


 

MozART group - Eine kleine world music (Official Video, 2008)

REFLEXIÓN SOBRE EL ARTE DE MATAR por José Sepúlveda


REALIDAD DE LA TAUROMAQUIA
José Sepúlveda, un ex técnico de sonido de televisión que muchas veces trabajó en las retransmisiones taurinas, compartió éste estremecedor testimonio:
"En mi caso, que me ha tocado llevar el sonido en alguna retransmisión, siempre he comentado que, si en lugar de la mezcla de sonido de la banda de música, aplausos, bravos, olessss y demás… el sonido fuera el que capta el Sennheiser 816 (micrófono que capta a gran distancia y buena calidad) a pie de ruedo, donde se escucha perfectamente el sonido de la banderillas al entrar en la piel, los mugidos de dolor que da el animal a cada tortura a la que se somete… y además lo acompañáramos de primeros planos de las heridas que lleva, de los coágulos como la palma de una mano, de la sangre que le brota acompasada al latir del corazón o la mirada que pone el animal antes de que le den la estocada final, creo que el 90% apagaría el televisor al presenciar semejante carnicería a ritmo de pasodoble.
Yo, personalmente, pedí el dejar de hacer ese tipo de trabajo, precisamente un día que en Castellón me tocó estar en el callejón y me cabreé mucho al escuchar a un toro, al cual el torero falló cuatro veces con el estoque y harto de escuchar al pobre animal me quité los auriculares… No tuve bastante, que mientras agonizaba, escupía, se ahogaba en su sangre, se vino a morir justo pegado a mí, apoyado sobre las maderas mientras daba espasmos y su mirada ensangrentada y con lágrimas, sí lágrimas, sean o no sean de dolor, se cruzó con la mía y no nos la perdimos hasta que un inútil… falló dos veces con el descabello, al que le dije de todo.
Ahí acabó mi temporada torera de por vida.
Son sentimientos personales y lo mas probable es que a un amante de “la fiesta” le parezca ridículo, pero para mí, más ridículo es cuando después de semejante carnicería, giras la vista al público y los ves allí aplaudiendo, comiendo su bocata sin inmutarse, ni habiendo visto y oído lo que yo."

—José Sepúlveda (ex técnico de sonido de televisión)
Tomado de la página de Fb de Alfredo Torres Zambrano


REFLEXIÓN de Noam Chomsky.

Publicada al inicio de la pandemia. Útil repasarla ahora, cuando oficialmente se da por terminada la fase de alta contagiosidad del COVID.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

En esta vida se tiene que aprender a reconocer los límites, para poder disfrutar de nuestra libertad sin afectar a otros.
 
Llevada aún por la mejor de las voluntades, por la buena fe, nuestra injerencia en la vida de los demás tiene fronteras que no se deben rebasar.

En ocasiones y creo yo que por soberbia, sentimos que tenemos la capacidad de poder influir en la forma de vivir de otros; nos consideramos "todólogos" y pretendemos ser maestros de vida en aspectos sobre los cuales ni siquiera tenemos experiencia .

Como si nuestra vida fuera ejemplar, modelo a seguir, nos entrometemos en hábitos de gente a la cual queremos y sentimos equivocada. Llegamos a creer que somos instrumento de cambio que les hacía falta, a pesar de que han vivido sin nosotros y tienen sus vidas en armonía, nos dedicamos a conducirlos a un estilo de vida, la nuestra, esa que con total falta de modestia parecemos considerar por mucho, vale la pena imitar.

Falta total de humildad, de respeto, porque el amor y la buena fe, ante todo debe demostrarse precisamente con respeto, sin pretensiones de cambiar a nadie, sin aspirar a que todos tengamos un mismo esquema de vida, reconociendo que hay muchos caminos para llegar a la meta, meta que en esta vida no debiera ser otra que la consecución de la felicidad.

La humildad es la base de la sabiduría, la arrogancia de considerarse cercano siquiera a la perfección, demerita cualquier acción, aun cuando sea llevada por la buena intención, por el amor.

Reflexiono hoy, a tantas décadas de camino andado, sobre la necesidad imperiosa de no trasgredir las fronteras de la individualidad de nuestros seres queridos, a no dar consejos no solicitados, a aceptar que son diferentes, y que esas mismas diferencias nos deben unir, sin intentar igualarnos,- A saber que un día te llamaran Doña Perfecta y no será adulación, sino sarcasmo, para evidenciar que te has sobrepasado en tus juicios y correcciones, sin que por ello te hayan intentado cambiar.

Siempre hay tiempo para enmendar errores, a veces falta un espejo que evidenciara, triste, dolorosamente esa imagen que uno misma se niega a mirar.

Nunca es tarde, si hay vida, si hay voluntad.

Autoconocimiento: Video animado de Salvador Simo